Algunas cosas han estado cambiando en la agricultura global y ya se puede hablar de tendencias que se consolidan. Cada vez es más importante el rol de la generación de energía como demandante de commodities agrícolas, y ni siquiera hizo falta quitarle espacio a la alimentación humana y animal como destino de los frutos de la tierra. Por eso muchos especialistas aseguran que no hay ninguna posibilidad de que retroceda el mercado de aceites vegetales orientado a originar carburantes renovables.
Si bien la Argentina sigue relativamente alejada de este revolucionario proceso, en el mundo hay toda una batalla por liderar la generación de bioenergía y los cultivos que pueden constituir su base de sustentación están en una posición privilegiada. Como sucede en otros aspectos ligados al agro, hace rato que Brasil se ha empeñado en dominar este mercado.
El combustible de aviación sostenible (SAF), elaborado a partir de aceites vegetales, residuos y desechos, es considerado uno de los negocios más atractivos de los próximos años. Pero además es visto como la mejor apuesta para descarbonizar la aviación en todo el mundo. Se espera una demanda estimada en 450 mil millones de litros hacia 2050, y a diferencia de lo que ocurre con los automóviles, no hay expectativas de electrificación de los aviones, que seguirán utilizando combustibles líquidos, del mismo modo que los buques.
De ahí que se espera que los aceites vegetales se conviertan en un elemento crítico en esta nueva economía que está surgiendo. Por cierto, Brasil tiene con qué ganar esta competencia, en especial a partir de la irrupción y crecimiento de la macaúba, que podría convertirse en una nueva soja para este país. La referencia es a Acrocomia aculeata, una palmera adaptada a regiones tropicales y subtropicales que acaba de desarrollar su Segundo Congreso Nacional en el vecino país y ya representa al menos el 25% del valor bruto de la producción agrícola nacional. El punto es que la cantidad de aceite por hectárea y por año que se puede extraer de esta especie es hasta siete veces mayor que la que ofrece la soja, lo que la hace muy competitiva en términos de costos.
Luego de dos días de presentaciones y debates sobre exigencias del mercado internacional, variabilidad genética y procesos de obtención de productos, quedó claro que la directriz es establecer plantaciones sólo en áreas ya abiertas, como pastos degradados, y agregar otras características sostenibles, como la producción en sistemas integrados. Se espera que el aceite de macaúba esté disponible en el mediano plazo para la producción de biocombustibles, pero deberá tener una baja intensidad de carbono certificada para ganar espacio fronteras afuera.
De hecho ya hay una empresa del centro-este brasileño que ha planeado apoyarse en el cultivo de macaúba para ir por la joya de los carburantes del futuro. No solo exhibe frutos con alta densidad energética, sino que además cuenta con una gran capacidad de secuestro de carbono. Se considera que unas 200.000 hectáreas pueden generar alrededor de 60 millones de toneladas de dióxido de carbono capturado en casi 20 años. Este efecto se potenciaría además gracias a los combustibles que se fabricarán a partir de sus frutos.
Brasil tiene enormes extensiones de pastos degradados, y la idea es implantar esta palmera sobre una parte de esta superficie, conformando lo que llaman bosques energéticos. Con foco en la recuperación de estas tierras, se establecerán por lo menos cinco polos agroindustriales con este cultivo en los estados de Bahía y Minas Gerais, al tiempo que se analizará si pueden combinarse con la ganadería.
Paralelamente hay un trabajo codo a codo con Embrapa, el homologo de nuestro INTA, para resolver los problemas agronómicos que plantea el cultivo. Por lo demás, el mayor desafío será procesar el fruto para la extracción de aceite y aprovechar al máximo la biomasa restante para que no se generen residuos, sino que se agregue valor. Esto es fundamental para que toda la cadena productiva obtenga las certificaciones necesarias para el mercado externo y haga que los productos sean altamente competitivos. Es que seguramente el gran negocio estará fronteras afuera.
También hay que encarar la domesticación de la macaúba. Implica incurrir en selección genética y estudiar el mejor aprovechamiento de los frutos (piel, pulpa, endocarpio y almendras) mediante procesos más efectivos para extraer aceites de alta calidad y generar bioproductos.
Ronda además la idea de desarrollar en el futuro protocolos que permitan obtener clones de las mejores palmas, para garantizar que las plantaciones estén compuestas únicamente por plantas de alto rendimiento, similar a lo que está sucediendo con la palma aceitera del sudeste asiático. Una vez obtenidas estas plantas, habrá que afinar cuestiones como el espaciamiento entre ellas, la fertilización, el manejo del agua y otras prácticas culturales. El proyecto debe poner el foco asimismo en la logística de cosecha y poscosecha.
Lo cierto es que hay inversiones en danza que incluso involucran capitales árabes por varios miles de millones para producir diésel verde y SAF en territorio del socio del Mercosur a partir de esta especie vegetal. Lo que los sedujo es la perspectiva de rentabilidad económica gracias a la excepcional productividad del aceite vegetal extraído de las nueces de la macaúba. Esta palmera demanda unos tres años para alcanzar un desarrollo comercialmente utilizable, por lo cual algunos estiman que la primera “cosecha” de aceite de macaúba llegaría en 2028.
Entre nosotros cabe citar los comentarios de un especialista de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, en el sentido de pensar en poner en marcha biorefinerías a partir de Acrocomia totai para potenciar el desarrollo del NEA, una palmera de la misma familia que la brasileña. Diego Wassner explica que el límite austral de su distribución es el Litoral argentino. Combina un muy alto potencial productivo -en el orden de 20 a 30 toneladas de frutos por hectárea- con tolerancia a heladas, lo que la diferencia de la palma africana. Los frutos están conformados por cuatro componentes: la cáscara, la pulpa, el endocarpo y las semillas, y todo puede usarse comercialmente.
El aceite es rico en oleico y palmítico, apto para uso alimenticio. Potencialmente podría abastecer a las industrias de combustible para aviación y biodiesel. De las semillas se obtiene un aceite de alto valor, rico en ácido láurico destinado a industria cosmética, y las harinas de extracción son pródigas en proteínas. Aquí se ha caracterizado por calidad de frutos al germoplasma nativo y se han realizado plantaciones experimentales en Corrientes.
Hay un mundo que está librando una intensa batalla por la generación de combustibles renovables, porque entiende que por allí pasa la consolidación de un futuro menos riesgoso para la salud del ambiente. Pero además porque hay un negocio muy redituable que capturar. Ñata contra el vidrio, la Argentina parece mirar la escena a distancia, condicionada por un montón de cuestiones básicas que aún debe resolver.