Los precios de la hacienda no mejoran. El novillo de consumo perdió un quinto de su valor real en algo más de 60 días, al tiempo que las vacas retrocedieron un 10% promedio desde fines de agosto. Para el analista Ignacio Iriarte la pérdida de valor no fue aún mayor en el primer semestre del año debido a la restricción de oferta imperante, condicionante que se fue diluyendo a partir de julio último, en el marco de un proceso que terminó por afianzarse en septiembre. La idea ahora es que tanto la faena anual como la producción de carne será mayor a lo que originalmente se esperaba.
Los datos indican que empezó a crecer la oferta de novillitos y vaquillonas producto de que los feedlots están llenos, y esto se va a sostener al menos hasta fin de año. La cantidad de hacienda encerrada es hoy 1.5% más elevada que en plena seca de 2023, se halla un 15% por arriba de 2022 y es un 25% mayor a la registrada en 2021. A pesar de esto, el feedlot ha transitado buena parte del año con números en rojo.
El análisis del Rosgan va en el mismo sentido. El nivel de encierre de animales sigue mostrando cifras récord para la época del año. A octubre el feedlot cuenta con alrededor de 2 millones de animales encerrados, repitiendo así el registro más alto por cuarto mes consecutivo. Eso sí, a diferencia de lo visto en 2023, cuando la seca obligaba a encontrarle nuevo destino a la hacienda, este año el comportamiento del stock vuelve a normalizarse, concentrando los mayores registros en los meses de junio, julio y agosto para comenzar a descender a partir de septiembre.
La composición de los corrales tiene peso propio en esta historia. Respecto del stock, en relación al año pasado se observa un mayor número de novillos, novillitos y toritos, que en conjunto crecen un 8,5% en nivel de encierre, a diferencia de los terneros que disminuyen en un 2%, lo cual resulta lógico dada la caída que registra esta categoría por vacunación.
La referencia es válida. Los datos de la primera vacunación contra aftosa publicados por el SENASA aportan otros elementos para el análisis. En el último año se habrían perdido unos 837 mil terneros y terneras (-5,4%), 723 mil vacas (-3,3%) y 386 mil vaquillonas (-5,4%). En tanto que en machos, la categoría novillos se contrajo en 119 mil cabezas (-4,2%) contra unos 63,5 mil novillitos y toritos que, en porcentaje representan una disminución del 1,5% anual.
Los especialistas subrayan que la proporción de terneros y terneras que ingresan cada año a los feedlots viene disminuyendo en relación a la de los animales de mayor edad, como novillos, novillitos y vaquillonas. Particularmente en el último año, esta tendencia se observa de manera más notoria con un crecimiento en el ingreso de animales jóvenes, que fue del 36% al 39%, mientras que los terneros pasan del 55% al 52% de los ingresos totales registrados durante estos primeros nueve meses del año.
En la medida que esta tendencia siga consolidándose y paralelamente el sacrificio de vacas vuelva a normalizarse, los pesos medios de faena deberían comenzar a crecer. El dato de septiembre se ubicó en torno a los 231 kilos, lo cual supone una recuperación de 2 kilos respecto de lo obtenido el año pasado. Sin embargo, este número aún está debajo de los 236 kilos promedio registrados a igual fecha dos años atrás. Ni qué hablar si se compara con la situación de nuestros vecinos, al menos 20 kilos por encima de estos números.
Independientemente de lo indicado, el corrimiento de los encierres da cuenta de una posible reconstrucción de las recrías, sumamente restringidas el año pasado a causa de la escasa receptividad de los campos. El Senasa indica que de enero a septiembre de este año cerca de 8,5 millones de terneros y terneras fueron trasladados desde los campos de cría hacia otros destinos productivos. De eso, unos 2 millones (24%) terminaron en los corrales profesionales, por lo que el Rosgan infiere que el 76% restante continuó sus procesos de recría en sistemas no confinados. Si esto es así, el feedlot pasará a ser un actor clave para lograr la correcta terminación de esos animales pesados, cada vez más demandados por la exportación.
En el tramo final de la cadena, los bolsillos flacos de los argentinos parecen un escollo difícil de superar por el momento. La realidad indica que los precios de la carne al mostrador se siguen moviendo por debajo de la inflación. Considerando el Índice de Precios al Consumidor (IPC), desde noviembre del año pasado el precio del ternero creció un 117% y el valor del novillo un 124%, muy lejos del 186% que trepó el IPC. Pero además, la suba de la carne vacuna quedó por debajo de lo que avanzaron el pollo, el aceite, el arroz, la harina y la leche, entre otros.
La pregunta del millón es hasta cuándo la carne vacuna seguirá siendo el patito feo del grupo, y a la vez el ancla más notable para evitar que la inflación se arrime nuevamente a un número preocupante. En este sentido, la macro tiene un peso decisivo.
Esperar algún grado de presión de demanda dependerá de cuánto mejoren los ingresos de la población. La carne podría volver a ser el alimento más elegido si se logra empezar a salir del atolladero al que nos llevaron años de populismo. ¿Alcanzarán las Fiestas para sustentar mejores precios para este emblemático producto, como ha sido en el pasado? ¿La habitual suba de febrero-marzo se hará presente en 2025? Todas las opciones están abiertas.