Los agricultores que generan commodities más allá de los países centrales están en alerta. El comercio agrícola mundial enfrenta un futuro costoso y complicado a medida que más países recurren a disposiciones proteccionistas para obtener un mayor control sobre sus suministros y precios internos.
World Grain indica que las últimas medidas han abarcado desde prohibiciones de importación y exportación, como la decisión de Turquía de no permitir compras externas de trigo hasta el próximo octubre o la prohibición de la India a las exportaciones de arroz no basmati, hasta aranceles y normas sanitarias y fitosanitarias estrictas.
Los acuerdos multilaterales están siendo reemplazados por políticas bilaterales y regionales que dan como resultado un mosaico fragmentado de normas que hacen que los países tiren en direcciones diferentes. Aún no ha surgido un líder global que pueda reconstruir el consenso.
Desde Rabobank, sus especialistas dicen no recordar una fase proteccionista tan grave como la actual. “Simplemente complica el comercio, perjudica a algunos países y beneficia a otros. Se obtienen ganadores y perdedores, en lugar de más ganadores”. Si bien los productos agrícolas continúan comercializándose y moviéndose por todo el mundo, estas medidas, tomadas en conjunto, han complicado el comercio, haciéndolo más costoso y agregando incertidumbre.
Aunque las razones de las medidas proteccionistas varían de un país a otro, el mundo pasó de una cadena de suministro justo a tiempo a una cadena de suministro por si acaso. Hay un incentivo para mantener un inventario, una tendencia natural a acumular reservas a nivel individual o gubernamental. La conclusión es siempre la misma: el comercio de granos no se destruye, pero se vuelve más trabajoso y más caro.
La motivación política también es un factor en algunas de las medidas proteccionistas. Al menos 70 países han tenido o tienen elecciones nacionales en 2024. “Si vemos que los candidatos más proteccionistas llegan al poder, será una muy mala señal para avanzar en el comercio”, advierten en el mercado.
Los ejemplos abundan. El caso de México, imponiendo una prohibición a las importaciones de maíz genéticamente modificado de Estados Unidos en tiempos de Andrés Manuel López Obrador, que violaba el requisito del acuerdo comercial de que las partes usen principios basados en la ciencia al implementar medidas. Trump ha esbozado planes para un arancel universal del 10% sobre todas las importaciones y un arancel del 60% para los productos chinos. Si hiciera eso, habría medidas de represalia que complicarían a todo el planeta.
China, por su parte, está pidiendo a sus traders que compren menos granos extranjeros, ya que los abundantes suministros y la demanda más débil de lo esperado pesan sobre los precios y amenazan su política de larga data.
A fines de agosto pasado Beijing convocó a reuniones a los principales importadores y “sugirió” que detuvieran las compras de cebada y sorgo. La medida, antes de una cosecha abundante de cereales prevista para este año, es el último esfuerzo de China para aliviar el exceso de oferta interna y apuntalar los precios locales. China es el mayor comprador mundial de cebada y sorgo, y cualquier restricción sostenida a las importaciones supondría un golpe para los agricultores de los principales exportadores: Australia, Argentina y Estados Unidos.
El punto es que los productos agrícolas tienden a ser los primeros sobre los que los países eligen ejercer presión. Por lo general, están en la parte superior de la lista. Y cuando se trata de medidas políticas, realmente no se sabe de dónde van a venir.
Las disposiciones proteccionistas a corto plazo pueden lograr los objetivos esperados, pero a largo plazo tendrán consecuencias no deseadas para el sector resguardado. Asimismo producen socios comerciales regionales en lugar de reglas comerciales globales.
Hay una relación que está en la mira de todos. Algunos analistas creen que las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo, tendrán un gran alcance. “El daño económico que va a causar esta pelea nos afectará a todos”, asegura un exnegociador comercial de Canadá.
Existe un imperativo real de que las políticas, las reglas y los acuerdos comerciales tengan que cambiar para ponerse al día con esta nueva realidad si quieren ser eficaces. De lo contrario, los países ignorarán cada vez más las reglas comerciales y harán lo que quieran, que es lo último que nos gustaría ver.
El problema es que el mundo carece de un líder para abordar este cambio. Estados Unidos ha abandonado ese papel y se ha inclinado más hacia el proteccionismo que la mayoría de los demás países. La Unión Europea no es apta para este papel debido a los desafíos internacionales, ni tampoco otros grandes actores como China. Le corresponde a los países de tamaño medio que dependen en gran medida del comercio, como Canadá.
Mientras todo esto se define, los productores que integran las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) votaron de manera unánime la desvinculación de la plataforma VISEC, justificando que está vinculada con una medida ambiental por parte de la Unión Europea adoptada sin el consenso de quienes trabajan en el campo.
Basada en sistemas MRV (Monitoreo, Reporte y Verificación), la plataforma dice garantizar que tanto nuestra soja como nuestra carne están libres de deforestación. Es cierto que hay establecimientos agropecuarios que nunca en su historia han tenido montes y así y todo se exige que se certifique. “Es proteccionismo comercial disfrazado de preservación ambiental”, aseguran los agroempresarios.
Para la Asociación Brasileña de Productores de Soja (Aprosoja Brasil), la iniciativa es una afrenta a la soberanía nacional y coloca la conversión de usos de suelo permitidos por la ley en la misma fosa común que la deforestación ilegal, ya castigada por la legislación ambiental brasileña. “Resulta que después de que la Unión Europea obligó a sus industrias a comprometerse con los requisitos, ahora toda la soja producida en Brasil debe cumplir con esta regla, independientemente de si será consumida por aves y cerdos en Brasil o China”.
Pro hay más. Dentro del marco de la Expo Prado 2024, realizada en Uruguay, representantes del Foro Mercosur de la Carne (FMC) sentaron postura ante las exigencias que la UE viene estableciendo en temas ambientales y sociales a países exportadores, por lo que instan a los gobiernos de la región a que rechacen toda medida impuesta de manera unilateral sin un debate previo en los ámbitos multilaterales.
El horno no está para bollos y el escenario global se sigue complicando. No parece que de corto plazo pueda modificarse esta realidad, más bien tiende a agravarse. Habrá que estar atentos y desplegar una estrategia coherente con los objetivos que necesitan alcanzar nuestros productos. Es cierto, puede ser mucho pedir para un país caótico como la Argentina.