Parece un tema lejano a nuestros intereses, pero no lo es. Los precios internacionales del trigo se ven severamente deprimidos, y lo que se paga en la Argentina no escapa a esa realidad. Ni ahora ni nunca. La debacle del cereal obedece a una conjunción de factores negativos, entre los cuales el valor del trigo ruso, el mayor exportador del planeta, juega un rol fundamental desde hace al menos una década.
Se trata de una situación sin retorno. El hermano mayor de las exRepúblicas Socialistas Soviéticas fue asimismo quien más provecho extrajo de la caída del Muro y el fin del colectivismo, al menos en términos de producción agrícola. El clima predominante en este país lo ha llevado a concentrarse en los granos de la fina, especialmente en el trigo. Y fue desde los 40-50 millones de toneladas producidos a comienzos del siglo a los 80-90 millones generados en los últimos años.
Más importante aún, pasó de 7-10 millones de toneladas exportadas a comienzos de la década de 2010, a los actuales 42-48 millones de toneladas, que lo llevan a sostener el primer lugar del ranking global. Si se suma a Ucrania, puede decirse que los principales países productores del Mar Negro despachan al mundo entre 55 y 58 millones de toneladas de trigo cada año. Un número que les da peso propio en la definición de los precios internacionales.
Ahora ambos están en guerra, y la peor parte se la llevó Ucrania. Más allá de la pérdida de superficie triguera que ha sufrido este país, de las acusaciones respecto del trigo que están despachando como propio los rusos, el conflicto tiene otras derivaciones que conviene tener en cuenta.
Putin está decidido a tomar el control sobre las exportaciones de cereales. Sabe que es una de las “armas” que puede utilizar en su pelea con Occidente. Menos costoso que los sofisticados drones suicidas, el trigo es vital para naciones que no lo tienen en cantidad suficiente, como el norte de África o Medio Oriente, donde hemos visto revueltas severas cada vez que mermaron las importaciones del cereal. Por cierto, también se puede hacer mucho daño a otros países productores/exportadores manipulando los precios.
La información disponible indica que en julio del año pasado, empresas como Cargill, Viterra y Louis Dreyfus Co. dejaron de abastecerse de cereales en este país. Las cuatro compañías locales más grandes: Rodnie Polya, Grain Gates, Aston y MZK han ampliado su share y hoy representan más del 70% de las exportaciones rusas. El dejar las exportaciones de cereales en manos de unas pocas empresas, permite a las autoridades rusas mantener estrictos controles sobre los flujos comerciales.
Con eso, Putin logra ajustar el negocio del trigo dependiendo de sus necesidades políticas. Bajo las condiciones actuales las exportaciones de granos rusos podrían convertirse en “un nuevo petróleo”, compensando los ingresos inestables provenientes de las ventas externas de hidrocarburos, en medio de las sanciones de Occidente.
Aparte de la justificación política, los funcionarios y analistas del gobierno ruso declaran explícitamente que buscan poner fin a la libre fijación de precios en el mercado mundial del trigo. Una “Bolsa” o estructura por el estilo armada entre los BRICS, cuyo borrador debería estar listo a fines de este mes, es una de las herramientas llamadas a cumplir este propósito. La idea es crear una especie de cártel que se parecería a la OPEP y en alguna medida manejar a voluntad las cotizaciones.
Mientras se dibujan estas piruetas, los agricultores rusos de cereales están experimentando una caída de su rentabilidad a pesar del crecimiento de las exportaciones. En años anteriores, la política del Kremlim resultó algo perjudicial para ellos, y las nuevas medidas adoptadas en un contexto de desmoronamiento de la rentabilidad suscitan preocupación.
Se estima que en 2024 el beneficio marginal medio de la industria cerealera rusa podría caer al 20% o 25%, el nivel más bajo desde 2019. Este año, las inesperadas heladas de mayo han empeorado aún más la situación de la rentabilidad. En el segmento del trigo, esta cayó del 33% en 2022 a -1% ahora, según informó Rosstat.
Los agricultores suelen mencionar las principales razones de su situación actual: los crecientes costos operativos y la excesiva regulación estatal. Se dice que el nivel actual de inversión en el segmento del trigo es extremadamente bajo, y se cree que los derechos de exportación son en gran parte los culpables de este escenario, ya que este año el gobierno busca quedarse con 250 mil millones de rublos (2 mil millones de dólares) de los agricultores.
Desde el Instituto de Previsión Económica Nacional de la Academia de Ciencias de Rusia aseguran que “la política de contención de los precios internos mediante la limitación de las exportaciones amenaza con provocar una caída de la producción”, muy parecido a lo que ocurre entre nosotros.
Por lo demás, la región del Mar Negro será una amenaza competitiva mucho menor en los mercados del trigo en 2024/25. SovEcon pronostica que entre Rusia y Ucrania tendrán 10,7 millones de toneladas menos de lo esperado, y esto podría respaldar los precios.
El mercado parece estar ignorando en gran medida estos números. Para el director general de SovEcon, Andrey Sizov, es probable que volvamos a alcanzar los 257 dólares en la nueva temporada. El analista de MarketsFarm, Bruce Burnett, está de acuerdo en que eso es posible. Su consejo a los productores canadienses es que esperen precios más altos más adelante.
Burnett está de acuerdo con Sizov en que los valores del trigo probablemente se apreciarán una vez que se calme el polvo de la cosecha en el hemisferio norte. Estados Unidos está recogiendo lo que parece ser un muy alto volumen de trigo duro de invierno, y eso está teniendo un efecto amortiguador en una posible suba en las cotizaciones globales a corto plazo