En un escenario idílico no es imposible imaginar un campo donde las zanahorias recién arrancadas de la tierra descansan bajo el sol, los tomates brillan con un rojo hipnótico y las frutillas esperan ser recolectadas en su punto justo de maduración. Este escenario es común en el sudeste bonaerense, una región donde la producción frutihortícola no solo es una tradición, sino una parte esencial de la economía local.
Sin embargo, detrás de esta imagen, se esconde una realidad preocupante: gran parte de estos productos nunca llegan a nuestros platos, quedándose a mitad de camino como meros desechos. Reducir este desperdicio no solo aliviaría la economía de los productores, sino que también tendría un impacto ambiental significativo. Aquí entra en juego el INTA Balcarce, que ha decidido poner manos a la obra con un proyecto innovador para cambiar esta situación.
La situación actual: desperdicio alarmante
A nivel mundial, aproximadamente un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia, lo que equivale a cerca de 1.300 millones de toneladas al año. En Argentina, las cifras no son menos alarmantes: se estima que el 29,8 % de las frutas y el 42,1 % de las hortalizas se pierden desde la producción hasta el consumidor final.
Estos números subrayan la urgencia de encontrar soluciones efectivas. El equipo del INTA Balcarce, liderado por Sebastián Borracci, ha asumido este desafío y ha iniciado un proyecto que no solo busca cuantificar estas pérdidas, sino también proponer estrategias innovadoras para su reducción y aprovechamiento.
La Importancia de la Producción Frutihortícola en la Región
El sudeste bonaerense, especialmente el partido de General Pueyrredon, es un motor vital de la producción frutihortícola en Argentina. Con 9400 hectáreas dedicadas a cultivos diversos, la región es conocida por su producción de maíz dulce, lechuga y zanahoria.
Además, alberga 1350 hectáreas de invernaderos que producen principalmente lechuga y tomate. Esta región también es responsable de más del 50 % de la producción de papa del país y cuenta con importantes áreas de cultivo de kiwi y frutilla, productos con un alto potencial de exportación.
Estrategias para Reducir las Pérdidas
El equipo del INTA ha identificado diversas estrategias para disminuir las pérdidas a lo largo de la cadena productiva. Un enfoque clave ha sido mejorar el cuidado durante la cosecha para evitar golpes y daños que aceleran la descomposición. También se ha trabajado en colaboración con organizaciones para el rescate de alimentos durante el empaque y lavado. Algunas empresas incluso han comenzado a contratar personal especializado para gestionar el aprovechamiento de los alimentos. Este esfuerzo colectivo ha demostrado ser una estrategia efectiva para reducir el desperdicio.
Colaboración, Transformación y Reutilización
Un factor crucial en el éxito de este proyecto ha sido la colaboración con diversos actores, como el Banco de Alimentos de Balcarce, Tandil y Mar del Plata, y empresas transformadoras locales. Estas alianzas han permitido desarrollar soluciones innovadoras, como la producción de dulces, encurtidos y salsas a partir de productos que de otro modo se desperdiciarían. Además, la Universidad Nacional de Mar del Plata y el INTI han contribuido con su experiencia en la extracción de subproductos y el desarrollo de nuevas aplicaciones gastronómicas.
El enfoque no solo se limita al rescate de alimentos frescos, sino también a su transformación en nuevos productos. Por ejemplo, las zanahorias deformes o las papas de tamaño pequeño pueden ser enviadas a comedores o bancos de alimentos, siempre que cumplan con los estándares de seguridad. En otros casos, los alimentos que están en un estado avanzado de maduración se pueden transformar en salsas de tomate o las mencionadas mermeladas de kiwi, extendiendo su vida útil y evitando el desperdicio.
Esta capacidad de reutilizar y transformar alimentos subraya la importancia de maximizar el valor de cada producto cultivado, reduciendo así el impacto ambiental y social del desperdicio alimentario.
Protocolo para un Manejo Sustentable
El INTA Balcarce ha desarrollado un protocolo detallado para el manejo adecuado de los alimentos, asegurando que se cumplan las normas de inocuidad y calidad necesarias para su consumo. Este protocolo incluye criterios químicos, físicos y microbiológicos específicos para cada tipo de aprovechamiento, garantizando que los productos rescatados sean seguros y saludables.
Para facilitar el proceso de rescate, se ha creado una guía de apoyo para las organizaciones intermediarias, que ayuda a caracterizar los productos según su aptitud para el consumo humano, asegurando que aquellos que no sean aptos se destinen a otros usos, como alimentación animal, producción de biogás, compost o residuos sólidos urbanos.
Un Futuro Más Sostenible
Con la información recopilada, el equipo del INTA Balcarce espera establecer estrategias más eficientes para la prevención y gestión de las pérdidas de alimentos. Estas herramientas no solo mejorarán la logística entre productores y organizaciones de la economía social, sino que también fomentarán el desarrollo de cooperativas y emprendimientos sostenibles.
La reducción del desperdicio de alimentos no es solo una cuestión de eficiencia económica, sino un compromiso con el medio ambiente y la sociedad. El trabajo del INTA Balcarce es un ejemplo inspirador de cómo la colaboración y la innovación pueden conducirnos hacia un futuro más sostenible, donde cada alimento producido sea aprovechado al máximo. En un mundo en crisis, adoptar prácticas sustentables no es una opción, sino una responsabilidad compartida.
Fuente: Inta