Como en casi todos los commodities, China es el gran comprador global de maíz, el mercado dónde hay que estar. El USDA dice que el gigante asiático va a importar en la campaña 2024/25 unos 23 millones de toneladas, a lo que las autoridades chinas responden afirmando que no se superarían los 20 millones de toneladas. Cualquiera de estas cifras erige a este país como líder en la materia.
Pero la gran novedad involucra a la Argentina. La agencia Bloomberg destaca que nuestro país está preparando sus primeros despachos de maíz después de 15 años de ausencia en esta plaza vital. Los cargamentos que Cofco International Ltd. ha estado aprontando darían el puntapié inicial luego de prolongadas conversaciones diplomáticas. La Argentina completó hace unas semanas los trámites para obtener la aprobación de Beijing e ingresar a esta plaza con maíz nacido en nuestras pampas, luego de acordar los protocolos sanitarios pertinentes.
Bloomberg muestra algún asombro respecto de esta operación luego de las manifestaciones del Presidente Milei, claramente negativas respecto de las autoridades del país comprador, sobre todo en relación al dominante Partido Comunista chino. Los asiáticos son pragmáticos, no mezclan cuestiones políticas con sus negocios. Un mes atrás volvieron comprar soja estadounidense ante la sospecha de que Lula podría aumentar impuestos al agro y complicar la producción de la oleaginosa en su país. Rápidamente enfriaron la operación cuando se dieron cuenta de que se trataba de una movida fracasada.
La irrupción de la Argentina en el mercado chino de maíz es una complicación adicional para Estados Unidos. Por cierto, en Chicago la noticia no cayó nada bien, menos que menos cuando los precios del maíz atraviesan cierto grado de deterioro. Nuestro país es otro rival altamente competitivo que le quitará una nueva porción de mercado al otrora dueño y señor del negocio global del maíz, cada día más acorralado por la Argentina, Brasil y Ucrania.
El maíz estadounidense es competitivo, pero mientras los chinos tengan otras opciones privilegiarán postergarlo, más aún si Donald Trump vuelve al poder. La nación de las barras y las estrellas viene de un récord de producción en la campaña previa y aún queda mucho maíz en manos de los farmers, un ancla para los precios que repercute en todos los mercados del planeta. Necesita imperiosamente exportar más, pero la competencia se lo pone difícil.
Los números del cereal preocupan. Algunos analistas creen que la actual relación oferta/demanda en Estados Unidos podría recortar los precios en un 20% adicional para 2024/25; un maíz de USD 157 o algo menos no necesariamente debe considerarse poco probable.
En cuanto a la evolución de la actual campaña de maíz en China, sus agricultores han sufrido algunos sobresaltos por contingencias climáticas en el noreste del país, la principal zona productora del cereal. No sería raro que este fabuloso productor de maíz –al menos 290 millones de toneladas anuales en condiciones normales- vea mermar su cosecha y tenga que aumentar las importaciones que ha previsto.
El otro protagonista de esta historia es Brasil, que ha desembarcado antes que la Argentina en este codiciado mercado y es el rival a vencer, sin descuidar a Ucrania, desde luego. De todos modos el vecino país ha probado en carne propia que el maíz no es la soja, y que es mucho menos sencillo aumentar los despachos hacia esta parte de Asia.
¿Qué cambió para que China abriese sus puertas a los productores sudamericanos? Simplemente la postura de Beijing frente a los materiales transgénicos, fuertemente opuesta a ellos hasta que las autoridades entendieron que no hay razones científicas para desconfiar. Por lo demás, China está corriendo detrás de la necesidad de consolidar la seguridad alimentaria del país, y esto es lo que importa en el fondo. Ahora está convencida de que necesita de los transgénicos si pretende rindes más altos.
De tal modo, Xi Jimping y los suyos abrieron los brazos a los maíces GM, entre otras especies que han sido objeto de mejoras mediante la biotecnología, y descubrieron que Argentina y Brasil podían ser proveedores clave.
Queda habilitado entonces un negocio que se nos había negado durante más de una década. Todavía con la rémora que implican los derechos de exportación y una brecha cambiaria que se ha complicado, la idea es hacer pie en este mercado y dar la pelea. También con el trigo, por cierto, ya que en enero pasado las autoridades aduaneras chinas también autorizaron a los comerciantes argentinos a exportarlo por primera vez.