Amagó con reaccionar en marzo y también en mayo, pero Chicago queda en Estados Unidos y la suerte del poroto generado en este país se ve cada vez más complicada, un escenario que se traslada al balance global para la oleaginosa y afecta de un modo u otro a sus competidores, la Argentina y Brasil.
La explicación respecto de la poca resistencia a la baja que muestra la soja estadounidense no es complicada. El precio de un commodity negociado en este mercado depende fundamentalmente de la visión de los fondos respecto de su futuro. Y esa visión se conforma más que nada a partir de los fundamentos, íntimamente ligados a oferta y demanda del grano en cuestión.
Respecto de la demanda, la soja tiene una particularidad, que radica en contar con un comprador excluyente: China. El gigante asiático explica alrededor del 60% de las importaciones globales de soja. En caso de tener desencuentros con sus autoridades, no hay chance de reemplazar a China por algún otro comprador, ni siquiera por un grupo de compradores.
Por este lado aparecen dos inconvenientes definidos. En principio China ya no es la locomotora que conocimos hasta mediados de la década pasada, cuando nos ilusionaba con superar en gran medida los 100 millones de toneladas de soja importada. Las famosas tasas chinas asociadas al crecimiento se morigeraron y la pandemia y pospandemia hizo el resto. China tiene algunas dificultades económicas, su piara de cerdos se reduce para sostener los precios, recorta el uso de harina de soja en las raciones y quiere minimizar su dependencia de las importaciones de granos.
Estados Unidos suma un ingrediente adicional: en tiempos de Donald Trump se inició una guerra comercial que aún no termina. Tras soportar nuevamente una pesada suba de tarifas para sus productos por parte del gobierno de Biden, Beijing prometió venganza. Para colmo los precios de la soja brasileña son más accesibles que los del poroto estadounidense en gran parte del año.
Así, el socio del Mercosur pasó a detentar la parte del león en este negocio, al tiempo que la nación de las barras y las estrellas pierde share aceleradamente. Por suerte la demanda creciente para diesel renovable ha ayudado a absorber importantes volúmenes de soja estadounidense para molturar internamente. De lo contrario la situación sería más grave aún.
De todos modos también este frente de batalla se está complicando, porque las importaciones de aceite de cocina usado –especialmente desde la mismísima China-, de sebo bovino y de aceite de colza han frenado el auge del aceite de soja como materia prima preferida para la elaboración del combustible verde.
El punto es que avanzada la campaña 2024/25 China sigue sin anotar soja estadounidense. Una señal alarmante por cierto. El problema para Estados Unidos es que el cliente siempre tiene la razón, no hay manera de obligarlo a comprar, salvo a través de la seducción, y Biden está haciendo exactamente lo contrario, no muy lejos del temperamento que hace unos años adoptó Trump. Además, las chances de que el magnate gane las elecciones de noviembre ensombrece aún más el panorama.
¿Y la oferta? Comencemos por subrayar que al mundo no le falta soja, ni le faltará en tanto Brasil siga incorporando nueva superficie al cultivo. El vecino país ha tenido inconvenientes climáticos de todo tipo, pero está abrochando otra campaña muy buena, a lo que hay que sumar la recuperación del volumen producido en la Argentina.
Como broche de oro, la temporada de siembra va terminando en el corazón productivo de Estados Unidos, a muy buen ritmo. Las lluvias de los dos últimos meses conforman un escenario inmejorable para las primeras etapas del cultivo. Se sabe, esto implica que se ha dado un paso importante para apuntar a altos rindes.
Los mercados van día a día, y nada está escrito en piedra. Pero todo cierra para pensar en un escenario flojo de precios globales para la soja si no se dan complicaciones durante el climático estadounidense. Un analista brasileño, que lleva años en Chicago, Pedro Dejneka, no descarta valores en torno de USD 360 o algo menos si Estados Unidos abrocha una muy buena cosecha y Brasil apunta a 165 o 170 millones de toneladas.
Scott Irwin, un especialista de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, es claramente bajista. “A menos que se registre un problema sustancial de producción este verano, me resulta difícil ver cómo evitar que las existencias finales de 2024/25 no terminen por encima de los 13,6 millones de toneladas”. Irwin cree que el ámbito de la soja de Estados Unidos tendrá “un final de año 2024 y principios de 2025 ciertamente feos”.
Esto daría como resultado un precio agrícola promedio de no más de USD 390 para el próximo año, que está por debajo del pronóstico del USDA de USD 411, basado en su estimación de existencias finales de 12,10 millones de toneladas.
Rich Nelson, estratega jefe de Allendale Inc., está de acuerdo con Irwin en que las existencias finales de 2024/25 serán más altas que las previsiones del USDA, aunque coincide con los volúmenes de procesamiento que plantea el organismo. “Las estimaciones de molienda aumentarán en los próximos meses, no disminuirán”, dijo Nelson.
Sin embargo, eso no será suficiente para compensar el elevado remanente causado por las pobres exportaciones de soja estadounidense, que terminarían por debajo del dato del USDA. Considerando el excelente arranque de campaña, Nelson apunta a stocks finales entre 12,92 y 13,60 millones de toneladas. “Todo lo que supere los 10,90 millones de toneladas implica menos de USD 400 para los futuros de noviembre”, aventura.
A Irwin también le preocupa la demanda de exportación de soja, y cree que el USDA es demasiado optimista para 2024/25. “Pero nada me alarma más que la perspectiva de que Donald Trump gane las elecciones presidenciales en noviembre. A esto podría seguirle casi inmediatamente otra guerra comercial con China. Podríamos ver una caída aún más estrepitosa de las exportaciones, y eso llevaría las existencias finales por encima de los 14 millones de toneladas, un duro golpe para los precios”.
En Brasil, la consultora TF Agroeconómica advierte a sus clientes que hasta acá no existe ningún factor fundamental que pueda hacer subir sostenidamente el precio de la soja en el corto o mediano plazo. “¿Qué esperas para vender la soja que te queda? La intención de nuestros productores de aumentar la producción 2024/25 a 169 millones de toneladas es el principal factor que presiona los precios actuales y futuros. De hecho, nuestra recomendación es aprovechar cualquier aumento actual para fijar ahora los precios de la próxima cosecha de soja, antes de que caigan aún más. ¡Vende lo que todavía tienes y lo que piensas producir para la próxima cosecha!”.
Otros analistas del vecino país coinciden en la idea de la venta inmediata de parte de la producción futura, junto con un mecanismo basado en opciones, que permita participar de subas en caso de que estas se generen.
La última palabra la tiene el clima en Estados Unidos, sobre todo durante julio y agosto. Como siempre, hay dudas de su benevolencia, pero por ahora son solo proyecciones. Lo único cierto hasta acá es lo que acabamos de describir.