Los precios internacionales de la soja no mejoran demasiado. Las razones son sencillas y están vinculadas con Estados Unidos. El país de las barras y las estrellas supo ser líder en la producción de la oleaginosa, hasta que con el despertar de este siglo Brasil puso toda la carne en el asador y empezó a multiplicar sus volúmenes exportables de manera sorprendente, a fuerza de mayor superficie sembrada y mucha tecnología.
La otra parte de esta historia la escribió Donald Trump en sus tiempos de presidente de los Estados Unidos. Obsesionado con Chima, empezó una guerra de tarifas que pagó largamente la soja producida en este país. Es que el gigante asiático es el importador excluyente del poroto, y pelearse con Beijing equivale a un certificado de defunción para quienes venden la oleaginosa. Hay que decir asimismo que Joe Biden aportó lo suyo para deteriorar aún más este negocio.
Se sabe, Chicago es el mercado de referencia en el planeta. Miles de inversores operan a diario según los fundamentos de cada producto. Y los de la soja estadounidense no son buenos. Los chinos no han anotado prácticamente operaciones para la cosecha 2024/25, y las exportaciones de Estados Unidos se debilitan irremediablemente.
Se trata de un escenario que le pone un techo a la soja en Argentina y Brasil, y el productor se resiste a vender, más aún en nuestro país, que registra inflación en dólares. El analista del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, Dante Romano, desbroza el tema. “Con respecto al pausado ritmo de ventas a precio por parte de los productores, se está haciendo más notorio el impacto producto de una liquidación de divisas más lenta de lo que el gobierno esperaba. La semana pasada fue de un volumen operado semejante a los históricos, pero el problema es que todavía se registra un fuerte retraso en las ventas anticipadas”.
Desde luego el incremento de la brecha con los dólares financieros y el blue, más la existencia de préstamos ahora más accesibles en términos de la tasa involucrada, apuntalan inevitablemente la vocación de esperar mejores precios, de modo que la cuenta de la empresa no se resienta.
La corredora Zeni entiende que resta vender soja por algo más de USD 15.700 millones, mecanismo que reviste actualmente el menor nivel en seis años. Según Coninagro, la porción negociada promediando mayo se ubicaba alrededor del 34% de la producción proyectada, apenas. Por su parte, el grano entregado pero sin precio aún asciende al 57% del volumen total, por encima de los guarismos de campañas anteriores.
Romano advierte que no son pocos los que especulan con que este atraso podría llevar al gobierno a dar algún incentivo, como extender los plazos del dólar blend, aumentar el mix con el CCL, o incluso una devaluación del oficial. El punto es que si se da la señal de que ante cada demora la Administración podría otorgar beneficios extra, se reeditaría la película del dólar soja de Massa.
Por su parte, el gobierno ha vuelto a reiterar que el crawling peg por el cual del dólar oficial se aprecia al 2% mensual no va a modificarse. Tampoco estaría dispuesto a dar ningún incentivo explícito para aumentar las ventas. “No somos irresponsables. Todos los pasos que damos son cuidadosos y muy bien pensados”, indicó en estos días un funcionario cercano al ministro Caputo. El tema además es que un dólar exportador más pronunciado sería muy costoso para el gobierno en términos de acumulación de reservas.
Cabe consignar que el productor tiene todo el derecho de defender su inversión. El negocio no termina con la cosecha sino con la comercialización del producto a un valor redituable, que no ponga en riesgo la estabilidad de la empresa. El agroempresario argentino percibe alrededor de USD 200 menos por su soja respecto de sus pares uruguayos y brasileños, y además el poroto tiene hoy tiene un valor modesto en dólares constantes.
La costumbre y el intervencionismo han convertido a la soja, como a la carne vacuna, en un bien público para una parte de la población, cuando en realidad constituyen un negocio privado como cualquier otro, en el cual se arriesga dinero para obtener una rentabilidad razonable. Algún día se aceptará esta realidad.