Si la Argentina aprovechara el potencial de la cadena del maíz en la misma proporción que Estados Unidos, aumentaría 154% el empleo en el sector y facturaría US$ 14.276 millones más que en la actualidad. Así surge de la simulación realizada por el modelo de sistemas complejos presentado en el Congreso Maizar 2024 por Roberto Bisang (profesor titular de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA), el Ing. en Producción Agropecuaria y ex Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, Ricardo Negri; y el Ingeniero Industrial Felipe Galia, del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).
El modelo, resultante de un trabajo de un año y medio realizado por estos especialistas junto con Juan Cardini (tutor en la cátedra de Agroindustria del ITBA), fue desarrollado con el objetivo de analizar “esta red de valor que es la del maíz, en toda su complejidad”, explicó Negri. Agregó que “fue el resultado de una idea nacida en una peña de nerds” que buscaron ir más allá del Excel y estudiar los sistemas complejos con modelos complejos.
Negri remarcó que el maíz es el cultivo que más biomasa aporta y está en el centro de uno de los encadenamientos más complejos, aun cuando en la Argentina más de un 65% se exporta como grano.
Precisamente, este modelo permite calcular el potencial de la cadena, a partir de evaluar los cambios en cada uno de los distintos eslabones. En tal sentido, Galia explicó que se entrecruzan dos cargas:
- una, es la del destino del maíz dentro de una cadena compleja que va de la genética y la siembra, a la producción, y las distintas transformaciones, desde la alimentación animal, hasta los distintos tipos de molienda, la energía y los múltiples usos industriales que permite el cereal
- la otra, es la de los parámetros productivos y financieros, requerimientos de capital, etc.
El sistema, describió Bisang, sirve para gestionar el negocio individual, pero también para gestionar políticas públicas. De hecho, el profesor de la UBA, uno de los principales teóricos sobre el tema, resaltó las ventajas de avanzar en el valor agregado de la producción, la diversificación y la inserción internacional a partir de marcas diferenciadas.
El maíz, una industria a cielo abierto
“Hay que concebir al maíz como una industria a cielo abierto, cuya unidad ya no es el grano sino la biomasa, una red que tiene como eje la transformación energética y que cuenta con varias etapas”, señaló. El modelo desarrollado por los especialistas incluye la etapa del “maíz antes del maíz”, con toda la industria aguas arriba que acompaña el proceso de siembra, la producción y las primeras, segundas y terceras transformaciones (desde el feedlot hasta el etanol, la molienda seca o húmeda, la producción de burlanda o la fabricación de biomateriales).
Cargando los datos pertinentes, el modelo permite ver el impacto que cualquier cambio dentro de la cadena tiene en todo el sistema. Por ejemplo, ayuda a concluir que el valor anual de las retenciones a la exportación del cereal es equivalente a la inversión en 10 plantas de etanol de 1,5 millón de toneladas cada una.
Los creadores del sistema calcularon el potencial macroeconómico de agregar valor al cereal. Lo hicieron sobre la base de los datos y parámetros de la cosecha y la matriz correspondiente a la campaña 2021/22:
- 7,4 millones de hectáreas
- 80.000 CUITs que generan fotosíntesis, algo más de 50 millones de toneladas
- de ese total, 67% fueron a la exportación, el 8% a la industria y el 25% a la producción de leche y carne
A esos datos, aplicaron la proporción de los destinos que tiene el grano en Estados Unidos, la gran potencia mundial en el cultivo. De ese cálculo surgió que la red maicera argentina podría pasar de generar 136.332 empleos directos a 241.840, y que la facturación por exportaciones podría pasar de US$ 6.749 millones a US$ 21.020 millones. “A mayor agregado de valor, mejor los parámetros”, concluyó Galia.
Este intercambio multidisciplinario de ingenieros industriales, economistas y especialistas vinculados a la agroindustria, subrayó Negri, va en línea con la necesidad de superar los paradigmas del pasado y “comenzar a pensar el futuro en toda su complejidad, sobre todo en un mundo que cambia tan rápidamente”. El especialista subrayó la necesidad de “calcular, medir, liderar y acordar” para discutir y consensuar un horizonte productivo.
Los especialistas presentaron el dibujo de “la sonrisa de la competitividad”, en cuyas comisuras se encuentran, a la izquierda, todos los activos en materia de genética, maquinaria agrícola y sistemas de producción, y a la derecha, una creciente industrialización y diversificación, hasta llegar a la comercialización con marca propia. “En un lado somos muy fuertes y en el otro todavía tenemos debilidades”, dijo Bisang.