No hay dudas: las malezas, cada vez más resistentes, compiten de manera voraz con los cultivos. Con el objetivo de ganar la batalla, especialistas del INTA Balcarce, en Buenos Aires, estudian el desarrollo de cultivos de soja capaces de metabolizar fosfito.
Este enfoque innovador tiene el potencial de revolucionar el control de malezas resistentes y reducir significativamente la aplicación de herbicidas.
“El proyecto representa un planteo vanguardista para el manejo integrado de malezas, buscando dotar a los cultivos de una capacidad competitiva única que les permita aprovechar el fósforo en forma de fosfito, una sustancia que las malezas no pueden asimilar”, afirma Sergio Feingold, coordinador del programa de Biotecnología del INTA, quien ha liderado la investigación en busca de alternativas biotecnológicas para el control de estos enemigos del rinde.
Bendito fosfito
En comparación con el fosfato (HPO4), el fosfito (HPO3) es un compuesto inorgánico con mayor solubilidad en diferentes pH y menor interacción con las partículas del suelo. Estas características aumentan su disponibilidad y eficiencia como fertilizante, lo que es crucial dado que los recursos de fósforo son limitados.
Uno de los principales retos del uso de fosfito como fertilizante es que, naturalmente, las plantas no pueden absorberlo y es tóxico para ellas. “Sin embargo, hemos podido desarrollar cultivos capaces de metabolizar fosfito mediante la incorporación de un gen bacteriano que lo convierte en fosfato una vez absorbido”.
Este avance ha permitido la creación de plantas de tabaco, soja, maíz y algodón que utilizan el fósforo en forma de fosfito de manera exclusiva, dándoles una ventaja competitiva sobre las malezas.
Grandes beneficios
Esta estrategia no solo facilita el control de malezas resistentes, sino que también contribuye a la sostenibilidad productiva: al mejorar la eficiencia en el uso del fósforo, se ayuda a mitigar la erosión y a mantener la biodiversidad del sistema, dado que las malezas no son completamente eliminadas.
Asimismo, Feingold destacó que la tecnología puede reducir la dosis de glufosinato en el cultivo de soja de un 2.5% (dosis recomendada) a un 0.5%, sin afectar el rendimiento ni el control de malezas.
El uso de fosfito también promueve un crecimiento inicial más vigoroso de los cultivos, reduciendo la capacidad competitiva de las malezas por sombreo. Aunque las malezas no se eliminan por completo, su impacto en el rendimiento del cultivo se minimiza. Esta tecnología es especialmente útil para manejar malezas emergentes resistentes a diversos herbicidas.
Menos plaguicidas
Además de reducir la cantidad de agroquímicos, Feingold subrayó que la aplicación foliar del fosfito en cultivos podría estimular la resistencia sistémica de las plantas frente a patógenos y plagas.
Esta potencialidad aún no ha sido explorada en plantas transgénicas, pero podría ofrecer beneficios adicionales en términos de sanidad de los cultivos y una reducción adicional en el uso de agroquímicos. “Es crucial cuidar y preservar la biodiversidad, tanto de malezas como de insectos y microbiomas asociados a las malezas -sostiene el especialista-. Lo que hace la tecnología es permitir la coexistencia del cultivo y la maleza y complementar con otros métodos de control, tratando de mantener la biodiversidad”.
El proyecto del INTA busca validar la eficacia de esta tecnología en los cultivos de soja, maíz y algodón en distintas regiones productivas del país, así como incorporar el transgén en genotipos de alta productividad desarrollados por el INTA y en colaboración con otros semilleros.
El futuro parece prometedor: esta investigación ofrece una innovadora solución biotecnológica para el manejo de malezas resistentes, mejorando la sostenibilidad agrícola y reduciendo la dependencia de herbicidas químicos.
FUENTE: INTA