Resultó algo lejano y teatral en la pasarela de la colección otoño-invierno de Moschino cuando el año pasado Jeremy Scott se inspiró en María Antonieta para traer de regreso a los miriñaques o crinolinas. Con música de la película de Sofia Coppola, los protagonistas fueron los minivestidos de alforja de faldas amplísimas y rígidas y hasta una serie de vestidos que emulaban enormes pasteles de tres pisos. Ahora, sin embargo, varios piensan que Jeremy Scott es uno de los diseñadores que predijeron el coronavirus, y una nota de Vogue asegura que la pandemia traerá de vuelta a la última tendencia que quedaba por regresar y que parecía que Coco Chanel había desterrado para siempre. Es que la necesidad de distancia social volvió a darles sentido y rescató a los miriñaques en las pasarelas de alta costura de 2020.
Además de Jeremy Scott, Christopher John Rogers, Jonathan W. Anderson, Rick Owens, Thom Browne y Demna Gvasalia dedicaron sus colecciones de primavera-verano u otoño-invierno a esos volúmenes imposibles que nunca podríamos haber imaginado que llevaríamos en el siglo XXI. La moda anticipa: en 2019, ellos ya habían pronosticado que la vuelta del volumen sería más que estética, casi necesaria. Sin alfombras rojas y limitados a pasarelas virtuales, se destacan también las hombreras futuristas de Area y las de estilo pagoda e híper extremas de Balenciaga. En las colecciones vuelven también los sombreros y los velos y los vestidos de faldas rígidas y enormes proporciones, como en Gvasalia.
La diseñadora italiana Verónica Toppino, por ejemplo, creó unos sombreros de inspiración victoriana que también tienen reminiscencias de miriñaques con la intención de marcar distancia social. Su idea fue resignificar el sentido de protección que siempre tuvieron los sombreros, más allá de la moda: “Nacieron como piezas únicas artísticas que se pueden llevar. En este momento y debido al coronavirus, la distancia social se ha convertido en un concepto cotidiano, y hago esa reflexión acerca de la moda como una herramienta para crear soluciones. No son un elemento funcional hecho para responder a las nuevas normas sociales, sino materia para la reflexión”. Así, igual que los miriñaques ofrecían protección creando un espacio físico alrededor del cuerpo, el ala ancha de los structure hats también crea distancia, porque forma una órbita en torno a cabeza.
Históricamente, el volumen en las prendas sí fue funcional para poder mantener la separación de dos metros de la que tanto se habla hoy. En la época victoriana, además de poner a las mujeres a una distancia prudente de los hombres, las crinolinas las protegían del cólera. También en el siglo XVIII los tontillos y guardainfantes fueron el remedio para prevenir los brotes de viruela y otras enfermedades infecciosas. Es lo que escuchamos en estos días hasta el cansancio: mientras no haya vacuna, el único remedio es el aislamiento y la distancia. La moda, desde siempre, se adaptó a esas necesidades.
“¿Te preguntás cómo mantener dos metros de distancia con la gente? Un vestido de mantua combina distancia social y estilo. Llevado en la corte, el mantua estaba considerado como un estiloso look de día durante el siglo XVIII, pero pasó de moda en la década de los 1750”. Con ese tuit, el Museo Victoria & Albert de Londres invitó a recorrer virtualmente su colección de moda para revisitar las faldas con armazones. Otra prueba de que los miriñaques insisten en volver.
Joggineta: el ítem héroe
Al otro lado de los mandatos de la alta costura, está la realidad del aislamiento que impuso como estrella de la temporada a la ropa de entrecasa. La revista de The New York Times consagró en una de sus últimas tapas a una prenda impensada: la joggineta.
“Es el ítem héroe de la pandemia”, dicen sobre los buzos y pantalones de algodón “que te hacen ver como un Teletubbie o como Ben Stiller en los Tenembaum”, pero que en plena pandemia aumentan ventas mientras todo lo demás cae. En Estados Unidos, la venta de ropa cayó un 79 por ciento en abril; a contramano, las compras de joggings aumentaron el 80 por ciento. Quizá nadie había anticipado esta tendencia como Kim Kardashian, cultora del jogging chic desde hace una década. ¿Pero qué le queda de chic a la moda cuando sólo se ve por zoom? Lo sabemos quienes hacemos home office: el guardarropas de temporada quedó en el perchero y, puertas adentro, salieron a relucir calzas y pijamas.
¿Existe una moda post pandemia? “Yo creo que sí –dice el diseñador Fabián Zitta a BEBA–. Existe un cambio de hábitos y nuevos usos. Las prendas si son de show pueden referenciar el distanciamiento, pero lo que más cambió es el pensamiento. Tanto las grandes compañías como las más pequeñas adoptan la moda del slow fashion, menos consumo y más consciente. Los diseñadores debemos incorporar más que nunca el concepto de ‘upcycling’ (reusar, reciclar, repensar)”. En sus colecciones, Zitta usó este año materiales nobles que quedaron como sobrantes o vestidos de fiesta transformados en equipos de chaqueta y pantalón listos para una reunión de tarde. "Están inspiradas en lugares relacionados a la naturaleza y al bienestar. De hecho, mi primera colección de este verano se llama #CIAN y refiere a playas desiertas que transmitan serenidad e inviten a la meditación”, cuenta.
¿Va a influir en la moda el año que pasamos encerrados? “Pienso que la gente adoptará cambios y busca estar más cómoda, pero también quiere salir y conectar –aventura Zitta–. El jogging es un golpe de efecto que quizás perdure, pero no por mucho tiempo.”
La diseñadora Suami Delelis, creadora de Vevu, está de acuerdo: “Alguien dirá que vuelve la ropa comfy, pero las zapatillas ya habían llegado para quedarse antes de la pandemia”. En cuanto al jogging, es categórica. “Acá estamos lejos de la tapa del New York Times. Cuando esto pase vamos a volver a ver mujeres muy montadas, porque a las argentinas les gusta producirse: lo primero que se va a guardar en el placard serán los trajes pandemiales que tuvimos que improvisar en este tiempo, todo el look pandémico que armamos con ropa cómoda y zapatos fáciles de poner y sacar. Tiene que ver con la sociología de la moda: en 2001, después de la caída de las Torres Gemelas, las neoyorquinas dejaron de usar tacos y se impusieron las flats para poder correr. ¿Cuánto duró? Dos años. A los dos años volvieron las plataformas”.
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