El relato del joven que documenta cada día que lleva sin apostar: “El juego no solo te lleva a perder plata, sino la vida”

Leonardo Lorenzo recuerda cuándo fue la primera y la última vez que apostó. Durante esos años, se endeudó, vendió un celular, dos autos y tres motos para pagarle a los que les prestaban dinero para que siguiera jugando. El momento en que descubrió que estaba enfermo, cómo hace para no recaer y qué efectos físicos tuvo el juego en su vida: “Hoy tengo ganas de vivir; antes, no”

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Leonardo Lorenzo: “El juego no solo te lleva a perder plata, sino la vida”

Es casi un contrasentido: no existe el final del juego cuando se habla de ludopatía. No hay un croupier que, como en la ruleta, pueda exclamar “¡no va más!”. Lo mismo sucede en cualquier otra adicción: esta enfermedad se supera pero nunca se termina. Bajar la guardia, creer que la batalla ya está ganada, distraerse, solo abrirá las puertas de una posible recaída, con consecuencias aun mayores. Y Leonardo Lorenzo puede dar fe.

Al momento de su encuentro con Infobae, Leonardo había alcanzado 213 días sin apostar. Y lleva el registro en una cuenta de Instagram que abrió especialmente (undia_alavezz), donde comparte con sus seguidores los logros de este desafío personal, como lo llama. Pero también las sensaciones y emociones más profundas, además de los días difíciles, que también están, claro.

“Cuando me metí con esto en las redes, lo hice para tener una constancia, una disciplina, para decir: ‘No me puedo fallar. Voy a estar 100 días sin jugar’. Y bueno, ya van 213″, dice, orgulloso.

Sin embargo ese conteo, antes tuvo que reiniciarse. Ocurrió cuando una vez, Leonardo pasó por la puerta del bingo adonde había apostado por primera vez, allá por sus 18 años. Después de tiempos oscuros, de haberse hundido en el más profundo de los fondos, había dejado de jugar. Supuso entonces que su adicción había quedado atrás y entró al local. Creía que nada malo pasaría. Pero tuvo una recaída y comenzó lo peor.

“Dejando las apuestas, un día a la vez”, dice Leonardo desde el perfil de Instagram. Y aquí, dirá mucho más. Hablará de una infancia “por partes buena, y por partes dolorosa”, debido a la separación de sus padres cuando apenas sumaba cinco o seis años. Hablará de épocas difíciles, porque a la par ambos perdieron sus trabajos y “pasamos a no tener nada”. Y mencionará que consiguieron resurgir. Hasta que Leonardo, quien siempre vivió con su mamá, terminó el secundario e ingresó a trabajar a un taller rectificando cigüeñales de autos.

Leonardo Lorenzo: “Hoy tengo ganas
Leonardo Lorenzo: “Hoy tengo ganas de vivir; antes, no”.

—¿El juego, cuándo llega?

El juego siempre me había llamado la atención: de chico me gustaba ver que jugaban o hablaban del bingo. A los 17 años estaba en la Costa y había intentado ir, pero no me dejaron pasar. Ahí me quedó una espinita. Y cuando cumplí los 18, el primer día, me metí en el bingo y jugué a los cartones, en San Justo. En mi trabajo ganaba muy bien: diez años atrás un sueldo mínimo era de $3.000, y yo ganaba $12.000, $13.000, ¿entendés? Y bueno, iba en paralelo con eso también.

—¿Y con esa plata empezaste a jugar más fuerte?

—Empecé a jugar más fuerte, pero no con esa plata. Lo que hacía era pedir préstamos.

—¿Pero si ganabas bien, por qué pedías préstamos?

—Porque siempre fui un desastre con la plata. Me gustaba comprarme ropa, cosas, y capaz que me quedaba corto de plata y pedía. Entonces, cuando cobraba (el sueldo), iba y pagaba.

—¿Siempre pudiste pagar los préstamos?

—Sí. De más grande me pasó de tener más problemas al llegar a la fecha. O sea, tenía que vender algo: así como la primera vez vendí un celu, me pasó de vender dos autos, tres motos. Con el tiempo te das vas dando cuenta. Encima, como vos estás apurado con el pago, no lo vendés: lo regalás.

—¿Por qué estabas apurado con el pago? ¿Qué es lo que pasa?

—Y... no querés faltarle el respeto al prestamista.

—¿Era respeto, o te estaban apretando?

—En sí, no me apretaban porque me conocían. Y siempre les cumplí. Pero te van cobrando intereses: mientras más tiempo tardaba, más... Yo les decía: “Te voy a pagar, pero dame 15 días más”. Y en esos 15 días, la deuda subía un 50% o 60%.

—¿A qué jugabas?

—Siempre a la ruleta.

—¿Siempre presencial, o empezó a aparecer el celular?

—El celular empezó después, en pandemia. Sí, era presencial. Es como dice Cayetano (Cajg): antes (al juego) tenías que ir a buscarlo vos, y hoy en día, te buscan ellos.

Leonardo Lorenzo; “Están creando una
Leonardo Lorenzo; “Están creando una pandemia silenciosa. Están contagiando a todo el mundo”.

—Con la plata que pedías prestada, ¿seguías jugando porque pensabas que la ibas a recuperar?

—Eso me pasó el último tiempo. En mi emprendimiento, una parrilla, si habíamos hecho unas buenas ventas, capaz que en una hora ya había perdido todo lo que había ganado. Entonces llamaba al prestamista para recuperar por lo menos lo que había ganado con mi emprendimiento. Un día lo habré llamado 25 veces para que me pasara plata.

—O sea: era perder y pedir más y pedir más...

—Y perder lo que pedí. Te cobran un porcentaje: vos pedís 10 y tenés que devolver 18, no es que vos estás perdiendo nada más que 10, sino casi el doble de lo que pediste. En el último tiempo yo estaba muy ciego, muy muy enviciado.

—¿Por qué jugabas?

—Para mi terapeuta, estaba llenando un vacío de mi niño interior con mi papá. No te puedo decir si era así o no, pera era lo que se venía hablando en su momento. Supuestamente, fue por eso.

—¿Pero por qué creés que apostabas? ¿Por la adrenalina que te generaba, por el riesgo?

—Sí. Uno siempre piensa que va a ganar, pero nunca sabe el tope. O sea, ¿cuánto más querés ganar? ¿Hasta dónde querés llegar?

—¿Ganabas, te dabas vuelta y te ibas?

—No. Jamás. Siempre era seguir, seguir...

—Es importante decir que al casino nunca se le puede ganar. Así está pensando el sistema, las casas de apuestas. Podés ganar una, dos, tres veces, pero si se termina perdiendo. Y muchas veces cosas más peligrosas que plata.

—Sí. Porque perdés. El juego te lleva a mentir, a ocultar, a tener muchísimos cambios de humor.

—¿Cuándo se empieza a complicar?

—Cuando tu gente no sabe dónde estás. Yo estaba en pareja, y a mi pareja capaz que le decía: “Me voy a lo de Pepe”. Y no estaba en lo de Pepe: estaba en el bingo. Una tarde iba ganando un montón de plata, y a la noche tenía el cumpleaños de mi hermano: “Salgo y le compro un par de zapatillas de regalo, quedo rebien”, pensaba. Y salí sin plata. Llegué con una adrenalina al cumpleaños, con un malhumor... También me perdía eventos en familia, lo que sea.

—¿Por qué después de ganar, uno no puede dejar de apostar y salir? ¿Qué se siente en el cuerpo?

—Ay, no sé cómo explicártelo... Es una sensación muy fuerte. Te tira tal número y vos decís: “En dos bolas me lo repite, y entonces gano el doble de lo que tengo...”. Y en fin, no se termina nunca porque la bola gira las 24 horas del día. Entonces, no te das cuenta porque capaz que te pagó el primer número, y después ese número recién sale en tres horas, o no sale nunca más.

—¿Se disfrutaban otras cosas fuera de las apuestas o el juego te toma la vida?

—No, te toma todo. Iba a un lugar y estaba pensando en jugar, o de dónde sacar la plata para jugar, o en las deudas que tenía.

—¿Llegaste a robarle a tu familia para jugar?

—Robar, no. Sí mentir. Mentía mucho para conseguir plata. Le decía a mi mamá: “Transferíme $30.000 que tengo que pagarle a Fulanito tal cosa”. Y a los diez minutos le pedía de vuelta. Ahí mi mamá ya sabía lo que me estaba pasando. Pero ella, mal que mal, me seguía transfiriendo.

—¿Los límites son importantes para el adicto?

—Sí, sí.

—¿Y cuándo aparecieron esos límites?

—El límite me lo puse yo en 2023, una noche estaba solo en casa y con poca plata, apostando en un casino virtual, había ganado mucha. Y volví a perderla esa misma noche. Y ahí fue cuando más o menos pude despertarme y decir: “¿Qué estoy haciendo?”. Al otro día lo quise hablar. No se entendió con mi ex pareja, y bueno... pasaron cosas feas. Me había lastimado la mano.

—¿Te lastimaste a vos mismo?

—Sí, me lastimé. No me llevaron al médico porque fueron cortes chiquitos. Pero querer hablarlo me llevó a abrir los ojos: me di cuenta de lo que me estaba pasando. “Esto no me puede estar pasando más”. Ahí fue cuando hablé con mi mamá y le dije que necesitaba ayuda, que quería salir del juego, que era un adicto que estaba reconociendo lo que le pasaba. Había llegado a un tope porque no era la primera vez que me sentía así de mal, aunque sí fue la única vez que me corté.

—¿Y tú mamá, qué hizo?

—Cuando empecé a reconocer todo lo que me estaba pasando, decidí ir a terapia. Iba dos veces por semana con una psicóloga que me ayudó un montón, que me dio muchísimas herramientas.

—¿Cómo hiciste para decir: “No juego más”?

—Yo estaba decidido y me estaba sintiendo muy bien. Estaba viendo vida otra vez, porque cuando yo estaba en el juego, estaba ciego: vivía de mal humor, con dolores de panza. Vivía mintiendo, ocultando, haciendo las cosas mal. No me sentía bien conmigo mismo.

En su IG @undia_alavezz Leonardo
En su IG @undia_alavezz Leonardo cuenta todos los días cómo pasa un nuevo día sin apostar.

—¿Pudiste dejar de jugar inmediatamente después de que empezaste la terapia?

—Sí. Esto fue a fines de mayo, junio, y hasta noviembre de 2023 estuve bien.

—¿Está la fantasía de decir: “Lo voy a poder controlar, puedo jugar una vez por semana, una vez por mes”?

—Sí. Y ahí fue cuando volví a recaer.

—¿Hoy ya entendiste que no podés jugar nunca más?

—Sí, sí. Lo entiendo. Y lo acepto: me levanto todos los días pensando en eso.

—¿Lo extrañás?

—No. Capaz extraño capaz un póker con amigos. Eso me gustaba mucho.

—¿No podés jugar o no podés apostar? Porque son dos cosas distintas.

—No, no. Me junto a comer dos veces por semana con mis amigos: jugamos al truco y yo no apuesto. Ellos saben, y si quieren apostar entre ellos, que apuesten. Pero respetan mi decisión, la entendieron. Me pasa ir a jugar a la pelota, y hay gente que apuesta afuera. Los pibes capaz que quieren apostar y juegan, pero yo no me meto más en eso. Por suerte, también tengo la posibilidad de hablarlo, no es algo que se esconde. Hoy en día me expongo todos los días hablando de la adicción.

—Empezaste a hablar de esto en tus redes sociales.

—Sí. Hice un Instagram exclusivamente para eso. Todos los días subo un video hablando de esto.

—¿También contás los momentos difíciles?

—Después de todo lo que conseguí, hoy no tengo muchos días difíciles. Sí tengo presente el tema del juego porque si no lo tengo presente, me va a pasar lo mismo que me pasó en 2023, cuando volví a recaer.

—¿Cómo fue esa recaída?

—Fuimos a San Justo con mi mamá a hacer un trámite y pasamos por el bingo. “Quiero entrar porque ya lo controlo. Mirá mi poder de autoconvicción. Y si no entro acá, me voy a cargar online”, le dije. Ella me acompañó, se metió conmigo. Ahí volví a jugar. Y después ya me cargué de vuelta, y de a poco, de a poco, hasta que me pagó mucha plata, lo que nunca había ganado en mi vida. Ahí fue muchísimo peor porque ya no eran cargas mínimas: eran cargas de 50 mil, 100 mil, tres, cuatro o cinco veces por día.

—¿En un día apostabas $500.000?

—He llegado a apostar esa plata.

—¿No te diste cuenta de que venías haciendo un trabajo muy grande, de mucho esfuerzo, y que con esa recaída podías arruinar todo y lastimarte mucho?

—En ese momento no lo veía. Yo pensaba que estaba curado, por así decirlo. Que estaba bien.

—A veces el cerebro nos engaña y creemos que ya está, que lo manejamos. Pero este es un laburo de todos los días, ¿no?

—Es un laburo de todos los días, sí. Yo sigo reconociendo mi adicción.

—¿Y cómo volviste a salir?

—Porque venía muy endeudado. Y me propuse salir. Lo hablé de vuelta con mi mamá. Encima estaba haciendo un tratamiento con un psiquiatra, con pastillas, para regular el ánimo, y también tomaba alcohol. Todo era un consumo. Me acuerdo de entrar al psiquiatra la primera vez: el chabón me estaba atendiendo y yo tenía el celular ahí, con la bola de la ruleta girando. Apoyé el teléfono y mientras hablaba con él, lo miraba.

Leonardo Lorenzo con Tatiana Schapiro
Leonardo Lorenzo con Tatiana Schapiro en Infobae

—¿Necesitabas tocar fondo?

—En febrero o marzo de 2024 la estaba sosteniendo mi mamá con su esfuerzo, mientras yo me estaba patinando toda la plata. Hablé con mi mamá. Y una tía me estaba ayudando con mi emprendimiento me dice: “¿Qué estás haciendo con la plata? Porque hace un mes que no me das plata”. Le mostré el teléfono: “Mirá, todos los días estoy transfiriendo tanta plata porque tengo muchas deudas”. “Hoy, ¿cuánto debés?”, me dijo. Le pregunté al prestamista, hablé con mi mamá, y ahí lo llamé para que viniera a buscar la plata. Ahí hice el click y dije: “Nunca más”. Y decidí hacer el reto de las redes: 100 días sin apostar. “Si arranco con esto, no puedo mentirle más a nadie. Pero voy a dejar todo de raíz”, dije. Eso fue un jueves. El viernes fui con los chicos y me despedí del póker. El domingo me fui a despedir del casino. Encima gané, me fui con plata. Pero dije: “Listo, no vengo más”. Y el lunes arranqué.

—¿Vos sabés que hay un camino largo por delante?

—Hoy en día, sí. Hoy quiero vivir. Hoy tengo ganas de vivir. Antes, no.

—Hay pibes que están recomplicados, desde chicos. ¿Qué les decís?

—Que no entren. El juego te lleva a perder no solo plata sino la vida, sinceramente. Vienen las mentiras, los cambios de humor. Me preguntan: “¿Es como una droga?”. Y no sé si es peor, porque si yo te veo con algún con algún tipo de sustancia encima, me voy a dar cuenta. Si estás en el juego, no. El juego es una adicción silenciosa.

—Estamos en un momento en el que todos los equipos de fútbol tienen publicidad de casinos online, y casas de apuestas, ¿qué te pasa con eso?

Están creando una pandemia silenciosa. Están contagiando a todo el mundo con eso, porque no es ni para mayores de edad: lo consumen gente entre los ocho y los 15, 16, 17 años. Los que consumen no es toda gente mayor de edad. Y hoy en día está todo el mundo entrando en eso: si no es por Instagram es por la tele, si no es por la tele es por TikTok, y si no es por TikTok, es por lo que sea.

Voces es un ciclo de entrevistas sobre distintas temáticas que busca visibilizar, concientizar y generar empatía. Escribimos y contamos tu historia a: voces@infobae.com

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