Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo, decía Eduardo Galeano, cual Quijote aferrado a la utopía y la esperanza. Pero ahora, la frase del inolvidable escritor uruguayo podría reformularse: cinco adolescentes, cursando una materia de la Escuela ORT, desarrollaron un proyecto que podría terminar ayudando a quienes están dentro del espectro autista (TEA). También a sus familiares y amigos. Podrían cambiar sus mundos. Y eso es invaluable.
Sin embargo, no toman dimensión del logro. “La idea de cambiar el mundo suena grande. Con ayudar, para mí es suficiente”, dice Joaquín Bitran, a pura humildad, al tiempo que Matías Schatzyki comparte su ilusión: “Cada vez veo más cerca hacer un mundo mejor”. Junto con Blas Strambi, Ezequiel Bespresvany y Marcos Guilman, los cinco -que se conocieron en primer año de la secundaria- crearon un dispositivo que facilita la comunicación de personas con TEA. Lo llamaron TEAyudamos, toda una definición.
Arrancaron en mayo, bajo la consigna de realizar un proyecto propio para la orientación mecatrónica, una disciplina que combina elementos de mecánica, electrónica, robótica y computación. Al momento de esbozar las primeras ideas, los cinco pronto comprendieron algo: lo que produjeran debía ser útil para los demás. Esto no sería puro entrenamiento ni distracción.
“Mi mamá, que estudia bioética, siempre me enseñó que hay que hacer algo en la vida para ayudar a otras personas. Y con este proyecto lo puedo hacer”, cuenta Matías. En el qué, no había dudas. Restaba definir dónde.
“Mi papá es psiquiatra y mi mamá psicóloga, y por el trabajo de ellos crecí en todo el espacio de lo que es la salud mental -relata Joaquín-. Y estaba el tema del autismo. Por casos cercanos que conozco, de chicos con TEA, yo veía consecuencias por la falta de comunicación: cómo los padres debían estar todo el tiempo, por así decirlo, encima del chico. Y eso termina abrumando a las dos partes. Y dijimos: ‘¿Cómo podemos ayudar en esto?’. Concluimos en la idea de una botonera portátil con pictogramas (signos visuales icónicos). Son diez pictogramas de emociones, pero la idea es cambiar las imágenes para mostrar necesidades, acciones, lo que sea”.
Matías: —Por ejemplo: una puede ser “ir al baño”, si creen que lo necesita.
Joaquín: —Lo que se vea que son patrones que el chico puede necesitar expresar, en algún momento. La botonera se conecta por wifi. Y el botón que se elija tiene un texto asignado, que se manda al celular por una aplicación de mensajería, por Telegram.
—¿Pero cómo empiezan a pensar en cuál sería la herramienta que iban a desarrollar?
Joaquín: —Para ver si la idea podía servir, al principio del proyecto hicimos una encuesta en Google para diferentes psicopedagogas, terapistas ocupacionales y psicólogas. Buscamos que nos dijeran si estaba bien, si podía ayudar. Y también cómo podíamos mejorarla. Así surge la idea de los pictogramas. O el hecho de que sea portátil, que se pueda llevar a cualquier lado. Así fuimos manejando el progreso.
—¿Hoy no existe nada de esto?
Joaquín: —Así, portátil, por el momento no.
Matías: —También nos recomendaron no poner colores en los botones que sean muy llamativos. Ni que sean muy chiquitos, sino más bien robustos, para que fuera más fácil apretarlos. Y mantener los estímulos bajos: que no tuvieran luz o sonido de confirmación, para no abrumarlos todavía más.
—¿Cuánto tiempo les demandó el proyecto?
Joaquín: —Desde mediados de mayo hasta fines de noviembre.
—¿Y qué desean que pase con esto?
Joaquín: —Por el momento tenemos el primer prototipo funcional, con la comunicación de la botonera al teléfono, que es lo mínimo indispensable para que funcione. La idea es llevarlo a una aplicación del teléfono y ver cómo adaptar la botonera según las necesidades.
—¿Cuál fue la mayor dificultad que se encontraron en todo el trabajo?
Joaquín: —Manejar el microcontrolador, que es la computadora que está ahí adentro, y programarlo: apretás el botón, se manda para acá...
—Al plantear la idea del proyecto, ¿todos se pusieron de acuerdo fácil o alguien quería hacer otra cosa?
Matías: —Habíamos planteado dos rubros grandes, pero cuando vimos bien las respuestas y el feedback que recibimos de los profesionales, entendimos que esto era muy urgente, que lo necesitaban. Y entre todos decidimos que era la opción correcta.
—¿Cuál era la otra idea?
Matías: —Hacer algo sobre la calidad del sueño.
—Cuando se termina el proyecto, se presenta. ¿Y qué pasa en el colegio?
Matías: —Esto es parte de una materia, entonces cada grupo (de alumnos) elige cuán importante quiere que sea el proyecto. Para nosotros, es algo que queremos seguir, entonces le pusimos mucho empeño en que quede lo mejor posible y seguir perfeccionándolo.
Joaquín: —En los proyectos de nuestros compañeros, la idea para algunos era hacer algo que ayude, como fue nuestro caso. Para otros, algo más por el entretenimiento, y estaban buscando la forma de conjuntar los caminos.
—¿Van a continuar con este proyecto?
Joaquín: —Sí. Vamos a ver cómo seguirlo más adelante. Es un buen proyecto, con un buen objetivo.
—¿Y cuál es la idea?
Matías: —Recibimos feedback muy buenos al terminar el proyecto, de cosas para mejorar, para que quienes lo usen en el futuro, en su vida, lo hagan de la manera más satisfactoria posible.
—¿Dónde se imaginan que TEAyudamos pueda funcionar?
Matías: —Nos gustaría que esté en algún hospital o centro de rehabilitación, y también en las casas de personas que tienen hijos o familiares con TEA. Y que este proyecto los ayude a hacer que su vida sea un poco más fácil. Ese el objetivo principal del proyecto.
—¿Pudieron probarlo con alguien con TEA?
Joaquín: —Por el momento, no. Estamos viendo llevarlo a un hospital de rehabilitación para poder probarlo. Y tenemos que reconocer al director de la especialidad, Rubén Krawicki, que nos acompañó y nos ayudó a darle visibilidad, en todo lo que fue hasta llegar hasta acá.
Matías: —Y también a los profesores de la materia, que son parte fundamental: Kevin, Eze y Ale. Nos dieron feedback semanalmente para ver qué deberíamos mejorar.
—La materia la aprobaron, por supuesto. ¿Qué nota les pusieron?
Matías: —Un ocho.
—¿Ya saben qué van a estudiar en la universidad?
Matías: —Ingeniería en Sistemas, en la UTN.
Joaquín: —Ingeniería Electrónica.
—Y después, ¿planean quedarse en Argentina o tienen ganas de irse?
Matías: —Depende de las oportunidades que surjan. Y si surgen, ver en ese momento lo que yo necesite.
Joaquín: —A mí me costaría vivir afuera. Me veo quedándome acá, en Argentina, para siempre.
—Los adultos muchas veces pensamos que los pibes están en cualquiera, que no tienen noción de la realidad, que no miran al otro más que a sus amigos cercanos, que se pasan el día entero con la Play. ¿Qué nos dicen a los viejos sobre eso?
Matías: —Que siempre hay tiempo para cada cosa. Aunque pasemos la mayor parte del tiempo jugando con la Play o acostados con el celu, también hay un tiempo que le dedicamos al estudio o a hacer diferentes cosas que nos gustan más que estar boludeando.
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