En un nuevo episodio de Espacio Único, el ciclo de entrevistas de Infobae y Banco Comafi que destaca a mujeres de gran trayectoria en negocios, industrias y proyectos tecnológicos, Liliana Parodi compartió el comienzo de su carrera en los medios y destacó cómo el esfuerzo personal y las oportunidades ofrecidas por personas clave en su vida, fueron fundamentales para alcanzar el éxito. Además, brindó valiosos consejos sobre las herramientas necesarias para que las nuevas generaciones se destaquen en un mercado laboral cada vez más competitivo.
Liliana es periodista, productora de televisión y locutora nacional. Su primer paso en los medios fue en 1985 en Radio Rivadavia. A lo largo de los años, tuvo un papel crucial en la creación de Radio América y el canal de noticias CVN. En 2012 asumió el cargo de Gerenta de Programación en América TV y participó activamente en la creación de la señal A24. También fue responsable de la creación de Intratables y la gestión de programas emblemáticos como Animales Sueltos e Intrusos, trabajando junto a renombrados periodistas.
Actualmente dirige su propia consultora, LP Consulting Group, especializada en medios, comunicación e imagen de empresas y personas. También se dedica a entrenar a líderes de alto impacto y se define como una “chica silver”, un término que representa a la generación de mayores de 50 y 60 años, que a pesar de peinar canas, están lejos de retirarse del ámbito laboral y siguen marcando la diferencia por su experiencia.
— Venís de un contexto familiar difícil, con pocos recursos y pudiste arrancar tu carrera creando un mundo de posibilidades. ¿Cómo fue ese proceso para llegar a ser una referente de los medios?
— Yo soñaba con ser maestra porque en ese momento la persona más importante para mí fuera de mi familia era la maestra y me iba bien en la escuela. Cursé el colegio primario en seis escuelas porque nací en General Villegas, después viví en Saboya y luego nos mudamos a José C Paz, en el Gran Buenos Aires. Con mi familia vivimos en barrios durísimos, donde no había calles de asfalto, agua potable ni cloacas. Llegamos a ese lugar, como muchas familias, buscando su mejor destino porque en Buenos Aires había más trabajo. Iba a un colegio primario que quedaba en Vucetich, donde cursé 4º, 5º y 6º grado y siempre digo que tuve gente que me ayudó tanto a mí como a mi familia. Cuando pasaba a 7º grado mejoró un poquito la situación económica y laboral en mi casa y me inscribieron en el colegio parroquial del centro de José C Paz. Yo no quería que mis compañeros fueran a mi casa porque era muy pobre y a mí me daba vergüenza. Una ridiculez. Ahora, como mujer grande lo entiendo, pero en ese momento me pasaba eso. Hice el secundario en ese mismo colegio y cuando estaba en segundo año se complicó, se rompió toda la familia y tenía que abandonar el colegio para trabajar y ayudar en casa porque mi madre trabajaba como doméstica. Pero siempre hay gente que te ayuda, te rescata y las autoridades del colegio, el sacerdote de la capilla y el rector me becaron para que pudiera terminar los estudios. Yo tengo el título secundario porque alguien me dio una beca. Cuando terminé el colegio trabajaba cerca de mi casa, pero yo quería trabajar en Capital. A los 17 años, con los clasificados del diario Clarín, me vine con la mamá de una amiga, mi amiga y otras chicas a buscar trabajo.
— ¿Y cuál fue ese primer trabajo en Buenos Aires?
— Ese mismo día me llamaron para ser cadeta administrativa en una fábrica. Estuve medio año, cumplí los 18 y una compañera me dijo: “En Harrods están buscando camareras”. Era en un salón señorial, reabrían un restaurante divino y éramos 120 empleados. Ahí empecé a trabajar en gastronomía y mientras estudié. Cuando trabajaba en Harrods, conocí a la familia Talamoni.
— Talamoni era uno de los directivos de Radio Rivadavia, en ese entonces.
— Claro. Iba toda la familia a almorzar y yo era la camarera. Les conté que quería estudiar periodismo o locución. Ellos me indicaron dónde podía estudiar e incluso me hicieron un contacto con el círculo de la prensa y ahí empecé periodismo, ahí arrancó todo. Con mi familia nos mudamos a Buenos Aires y empecé a vivir en la Ciudad de Buenos Aires, que yo la siento como si hubiese nacido acá.
— ¿Y cómo desembarcaste en la radio?
— Cuando terminé de estudiar, llamé a Talamoni padre y le dije: “¿Qué oportunidades podría haber para alguien que recién empieza?”. Yo pensé que iba a ser notera o redactora. Él me dijo lo mismo que pasa hoy en día: “Liliana, los puestos están muy difíciles”. Pero 15 días después, me dijo: “Hay una oportunidad, pero es de meritoria”. Era en un programa que se hacía a la mañana para Radio Mar del Plata y dije: “Bueno, vamos de meritoria”. Con este ejemplo siempre digo: “¡Ojo con las oportunidades! Siempre hay que estar atentos”. Yo siempre fui cazadora de oportunidades así que empecé como meritoria y seguí trabajando en gastronomía. Luego de dos años, empecé a trabajar como productora y hacía suplencias cuando no estaba la producción de Antonio Carrizo, de Cacho Fontana o de Héctor Larrea, que era jugar en Primera. Yo no entendía todavía, pero la cosa iba sucediendo. La primera vez que fui productora de televisión fue porque Carrizo empieza a hacer El Contra con Juan Carlos Calabró en Canal 9. Era en el año ‘89 y fue mi primera vez en televisión, mi primera vez como productora y tuve la oportunidad enorme de sentarme con Alejandro Romay.
La carrera en los medios
— ¿Qué cualidades hay que tener para trabajar en los medios?
— Tenés que ser intrépido. Siempre se lo recuerdo a los más jóvenes: ser una persona disponible para trabajar en medios periodísticos o en medios de comunicación es muy importante porque no hay horario, no hay fecha, nada. Tenés que ser siempre el disponible. Yo siempre estuve la disponible y eso después me llevó 33 años en América, porque además de algún poquito de talento, mi disponibilidad fue siempre impecable.
— En esta carrera, ¿sufriste en algún momento el síndrome de la hormiguita?
— El síndrome de la hormiguita, no. Sentí el síndrome de picapiedras. Yo siempre sentí que nosotros picábamos las piedras en un canal como América. Hubo muchas etapas en las que sentías que habías allanado el camino, habías sacado las piedras más pesadas y venía otra gente. Entonces, decís: “¿Cómo hice todo esto hasta acá y viene otra persona u otro equipo a tomar este trabajo?” Algo que vos ya considerabas que te pertenecía, que era propio por derecho, porque habías hecho todo el laburo fino...
— ¿Cómo se hace para atravesar esas circunstancias?
— Tiene que ver con mi propia vida. Toda mi familia y yo tuvimos que hacer de la necesidad una maestra. La necesidad me empujó siempre para adelante.
— ¿En qué año te fuiste de América?
— A finales del 2021.
— ¿Y cómo fue ese después en donde no sonaban tanto los teléfonos, que no tenías que solucionar problemas de los programas o de los conductores? ¿Cómo lidiaste con la pausa?
— Fue como dejar una actividad en la que todo tu cuerpo y tu cabeza están involucrados. Por suerte fue en enero, entonces las vacaciones me hicieron de colchón e inmediatamente yo tenía que saber qué iba a hacer porque el teléfono obviamente no sonaba. Todos los que te llamaban no aparecen, no sé si no aparecen para no preguntarte cómo estás, si necesitás algo o simplemente porque a la persona que llamaban era la que tenía el apellido América. No hay que confundir la persona que sos con a quién representas o qué título tenés. Si te confundís te puede doler porque vos sos como un funcionario. Las personas que me tienen que seguir llamando o atendiendo son los que me llamaban por ser yo misma.
— ¿Hiciste un duelo? ¿Te generó una frustración?
— No, no fue un duelo. Hice un camino que desembocaba en que yo alguna vez tenía que cerrar el ciclo de América. No sabía cuándo ni qué tan doloroso iba a ser, ni si iba a terminar toda mi actividad ahí, o en algo más dramático, o me podía retirar con mucho amor como tengo por el canal, con mis jefes, que estuvieron muy bien y cuando necesitan algo hablan conmigo, que eso es bastante difícil de lograr. Me fui y mi casa sigue siendo América. En todos los televisores de mi casa esta puesto el canal y puedo ver cosas que me gustan más o me gustan menos. Ahí me di cuenta que nunca me enojé y nunca me dolió. Después sí empezas a transitar nuevos mundos que te llevan a cosas nuevas y ahí tengo un nivel de frustración cero. Si hice un tema o abrí un una puerta que no prosperó, ahí me agarra una cosita y sí duele. Pero empecé a conocer una palabra que la tenía ahí, pero no la utilizaba y ahora digo: “Soy la chica silver y además soy ‘la networking’”. Soy networking todo el día y eso fue porque ingresé en varios grupos súper interesantes con gente increíble y estoy en un proceso de aprendizaje, como haciendo otra carrera.
— Es una reinvención.
— Una reinvención que me ayuda a mí y que puedo, con mis herramientas, con mi valija de lo que ya traía, aportar a esos otros lugares en donde me muevo hoy y sigo aprendiendo. Hice cursos, hice maestrías en Ucema y demás. Ahora también estoy trabajando, armando, dentro de todas esas herramientas que tengo, una carrera de producción en contenidos para una universidad nacional.
— ¿Qué consejos les darías a la gente que quiere emprender el camino de los medios?
— Que es como otros caminos, porque me imagino que si estudias medicina o abogacía, alguien dirá: “¿Cómo emprendo después?” Ahora hay muchas más posibilidades de ser visible por las redes sociales. Antes vos eras un currículum, nadie sabía nada de vos y más o menos leían ahí si podías enganchar o te hacían una prueba. Ahora con las redes sociales tienen más oportunidades de ir practicando en el caso de contenidos, de lo periodístico. Creo que tienen herramientas para llegar más formados, además de los cursos. Siempre aconsejo que el idioma inglés tiene que ser fundamental en todas estas cuestiones de los medios porque estamos abiertos al mundo. La tecnología, el inglés, la inteligencia artificial y después tener la cabeza de productor de contenidos, que es una persona que observa el mundo, que sabe lo que pasa y que sabe lo que podría ser de interés como contenido.
— Antes mencionaste el concepto silver. ¿Qué es ser una chica Silver y cómo ves la vida con esa mirada?
— Ese fue mi nombre o mi forma de denominarme cuando Andrea Falcone (abogada y comunicadora en medios) me invitó a sumarme al Silver Economy Forum (SEF). Yo no sabía ni qué era la economía plateada ni todo eso y ahí aprendí que tenía que ver con las canas y me involucré. Cuando ella el año pasado me dice: “Abrís el foro”, me puse a estudiar sobre las estadísticas, el cambio demográfico, qué estaba pasando con las edades. Alexandre Kalache (médico especializado en el estudio del envejecimiento) estuvo con nosotros en el congreso este año y él dice: “La gran revolución es que vamos a vivir 100 años”. Entonces, yo dije: “¡Qué suerte! Estoy poco menos de la mitad de mi vida” y ahí me presenté: “Yo soy una chica silver”.
— Lo ves como una oportunidad de recomenzar y de refundarte a vos misma.
— A mí misma y ayudar a los demás, a entender este proceso que no lo inventamos nosotras sino que hace muchos años que la cosa cambió. Si vos te ponés a mirar alrededor, vas a encontrar muchas más personas de más 50, 60 y 70, activos, viajando, produciendo, consumiendo y ayudando a sus familias. A Milo Lockett, que hizo la remera Silver, le tenía que contar un poco qué es la vida silver para poder crear la remera y un cuadro, entonces le digo: “¿A qué edad tuviste tu último hijo?” y me dice: “A los 51″. “Sos un papá Silver. Vas a tener que trabajar hasta los 75 para que el chico vaya a la facultad”, le respondí y se rio. “Ahora, cada vez que voy a un lugar, digo: ‘Soy un papá Silver’”, me contó hace poco. Y pasa también con la maternidad, hay mujeres que deciden tener sus hijos después de los 40, entonces no es que lo inventé yo, toda la vida se extendió y se extendió en un montón de cosas. ¿Qué proponemos nosotros desde el SEF y yo misma desde todo lo que hago? Abrir oportunidades para los que quieren seguir trabajando, los que necesitan seguir trabajando y los que necesitan emprender. Nadie tiene por qué quedarse con todo el mundo adentro de las empresas, pero si podés preparar a la gente para el día después de la jubilación o del retiro. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a seguir trabajando? ¿Vas a seguir asesorando a otros? Darles las posibilidades porque hay gente que tiene necesidad y no vamos a poder vivir de la jubilación ni acá, en Argentina, ni en ninguna parte del mundo. Entonces, hay que prever que si llegás a los 100 años o a donde la vida te de, es un largo trecho. Los más jóvenes tienen que empezar desde ahora en ese proceso de educación financiera, de educación para el bienestar y la salud porque el camino es más largo y hay que prepararse.
— En línea con esto que decís de prepararse, te hago la pregunta Comafi. ¿Crees que a las mujeres nos falta educación financiera?
— Lo que yo siempre le digo a los más jóvenes es que la educación financiera es fundamental. En general lo dejamos de lado y decimos: “Después lo vemos” o vemos al tema como masculino. Entonces le pedís opinión a tu marido, a tu hermano, a tu jefe y les decís: “¿Cómo hago? Tengo 10 pesos para ver si compro, no sé, media acción” y no lo tomás como algo tuyo. Con las chicas de Banco Comafi, con ese programón que se llama Mujeres Únicas, nos sentaron, nos explicaron y yo me sentí poderosa porque es una herramienta que puedo manejar. Yo creo que hoy en día todas podrían empezar desde mucho más temprano a informarse sobre finanzas y las que no empezaron que lo hagan ya y que no lo dejen en manos de otras personas.
— ¿Cómo pudiste deconstruirte en cuanto a lo económico para poder tener más poder sobre tus finanzas y, en definitiva, sobre tu vida?
— La primera discusión, que es decir: “¿Cuánto vale mi trabajo?”, siempre lo hice mal. Así y todo, habiendo tenido lugares y posiciones importantes, pude gestionar mi economía muy bien, para ser hoy una chica silver que hoy puede valerse por sí misma. En ese entonces no tenía tanta noción y era como perezosa o no quería hacerme cargo de la parte financiera ni del ahorro. Lo único que entendía era el viejo precepto, que teníamos allá en el siglo XX, de un dólar un ladrillo, entonces iba comprando. La única vez que había puesto un plazo fijo, que era bastante plata para lo que yo tenía en ese momento, me lo agarró el corralito del 2001. Imaginate si ya tenía fobia y pereza de ocuparme del tema, con eso fue peor. Así y todo, habiendo sido una persona que no supo pelear por su por sus ingresos y que no tuvo educación financiera, la cosa fue bastante bien, pero podía haberme ido mucho mejor.
— ¿Qué sentís que te hace única?
— Yo creo que todos somos únicos. Pero cuando voy a lugares y me dicen cosas de mí misma, digo: “Eso es una característica única de mi estilo de vivir, de cómo comportarme, de trabajar, de comprometerme, de ser fiel a mis a mis principios”. No te digo que soy victoriana, pero soy una persona estructurada. Para mí está el bien y el mal, el honesto y el deshonesto, y tengo presente lo que quiero para mí, para mi familia y mis amigos. Creo que de todo eso logré una marca personal y es una de las cosas en las que estoy ayudando a otros porque la marca personal es lo que queda, lo que te fortalece y lo que te presenta ante el mundo.
— ¿Qué le dirías a esa Liliana Parodi de hace algunos años en José C. Paz?
— ¡Ay, nena! Si hubiese sabido que la cosa estaba bastante bien, no hubiese sufrido tanto (risas). Igual no recuerdo que sufrí tanto, pero sí que siempre escribía en un cuadernito: “Cuando yo pueda, voy a trabajar de tal cosa”. Así que le diría: “¡Ya lo hiciste!”. Como me dice mi psicóloga: “Déjese de jorobar, Liliana. ¿Hasta cuándo quiere seguir?” y yo le respondo que esa chica me sigue persiguiendo con las necesidades, sigue ahí adentro mío y me va haciendo trabajar...
— Como Vilma Picapiedra.
— ¡Es una Picapiedra! Liliana cuando se pone “toc-toc, toc-toc” es una picapiedra con ella misma. Yo le diría: “Que se quede tranquila, que lo logramos”.