Confiesa que la entrevista la pone hasta más nerviosa que el casamiento. Todo por el bajo perfil del que hizo un culto. Una idea que asomará en buena parte de la nota, la primera que Milagros Maylin brinda en las vísperas de su casamiento con Horacio Rodríguez Larreta.
En un gesto de cortesía, esta oriunda de Pilar y licenciada en Comunicación Social (graduada con Medalla de Oro en la Universidad Austral) se quita la pulsera de una muñeca, para que su tintineo no entorpezca el audio. Con una sonrisa cuenta que es de su padre, a quien también mencionará en más de una ocasión. Su partida la desarmó.
Y entonces sí, se dispone a hablar con Infobae. De los inicios de su amor con el ex Jefe de Gobierno porteño, de un código de pareja -al que llamaron “ABC”- que establecieron por sus propios temores a la exposición pública (aquel bajo perfil tan preservado). De la ceremonia religiosa el 30 de noviembre, con un paso previo por el Registro Civil. De las ganas de tener hijos. De los prejuicios ajenos y el odio en las redes. Y lo difícil que resultó la campaña presidencial de Larreta.
Pero también de su paso por el sector privado, su desembarco en la gestión pública en la Ciudad de Buenos Aires, su experiencia con María Eugenia Vidal en territorio bonaerense. De los logros y las materias pendientes de Javier Milei. Del feminismo.
De todo eso y de mucho más habla Milagros Maylin en esta entrevista exclusiva.
—¿Qué hacías en el sector privado?
—Hice carrera en una empresa de telecomunicaciones. Cuando empecé la facultad me fui a vivir con mi abuela. Toda la vida tuve pasión por ella. Un día vi un cartel en la heladera que me partió la cabeza: “No estoy sola cuando estoy sola”, decía. Esa situación me interpeló. Al recibirme hice un MAE (Maestría en Administración de Empresas) en el IAE (Business School), y en la tesis me enfoqué en la inclusión digital para personas mayores. Así entré al sector público. En 2014, 2015, le escribí al responsable de Tercera Edad (del Gobierno porteño): “Soy Milagros, tengo 29 años, mi sueño de toda la vida es trabajar para la tercera edad. Y tengo este proyecto puntual”.
—Mientras tanto trabajabas en una empresa privada, haciendo un plan de carrera que venía bien.
—Sí, pero sentía que no vibraba. Me faltaba la parte del impacto. Hice varias entrevistas: “Este es el proyecto. Yo no quiero nada a cambio”, les decía. Estuve muchos meses yendo y viniendo, hasta que se definió la situación: “Encontramos un lugar, tenés para dedicarte a todo esto”, me dijeron. Y sentí que tocaba el cielo con las manos.
—La tercera edad siempre fue uno de los sectores más golpeados de nuestra sociedad, históricamente.
—Totalmente. Y durante un año llevé adelante ese proyecto. Después me fui a trabajar a la Provincia, a cargo de una especie de control de gestión de todos los proyectos de Buenos Aires. Ahí conocí a María Eugenia, que desde el primer momento apostó y confió en mí. En 2018, con el Organismo de Integración Social y Urbana, empezamos a reurbanizar los barrios populares. Arrancamos una prueba piloto en 20 barrios. Fue una experiencia muy rica, un antes y un después para mí.
—¿Por qué? ¿Qué aprendiste ahí?
—Cuando trabajás en la gestión pública, tu vida deja de ser como era antes. Por ejemplo, la lluvia ya no significa lo mismo. Yo me ponía el despertador un sábado a las 4 de la mañana, y si llegaba a llover era la alarma de que los barrios se estaban inundando. No es lo mismo un barrio en la Ciudad que uno en la Provincia, ni una villa que un asentamiento. Todos (los vecinos) tienen distintas problemáticas, expectativas, demandas. Hay que llegar, escuchar y trabajar con ellos. Hicimos intervenciones tempranas de emergencia porque necesitábamos que nos creyeran que veníamos a trabajar en serio, a poner caños, agua, cloacas, y no un asfalto de campaña. Eso lleva un tiempo muy largo: la planificación, la licitación, el comienzo y la finalización de la obra. Y el barrio se sigue inundando, las familias pierden todo lo que tienen. Entonces la lluvia, para mí, era el problema más grande.
—¿Ese es el lugar al que querés volver? ¿El universo social?
—Sí, sin dudas. Tengo una asignatura pendiente con el proyecto de barrios populares. Arrancamos en 2018 con María Eugenia, trabajando de manera muy coordinada con Mauricio (Macri), con Nación. Era un plan para urbanizar el 50% de todos los barrios populares de la Provincia en una sola gestión. Lo planificamos con María Eugenia, después con Horacio. Hicimos todo el plan: está listísimo para que el que quiera, lo venga a agarrar, porque no tenemos ningún tipo de interés de tener protagonismo.
—¿El Gobierno de Axel Kicillof no lo continuó?
—El Gobierno continuó, el organismo continúa. No con el plan que teníamos nosotros. Claramente, van cambiando las prioridades.
—Te corriste de tu cargo por la campaña de Rodríguez Larreta.
—Primero me corro porque perdimos la elección y me llaman para ayudar en el Barrio 31. No pude estar ni dos meses porque vino la pandemia y estuve a cargo de toda la vacunación y los centros de testeos, de todo el despliegue que vimos en la Ciudad. Es un trabajo del que estoy super orgullosa. Llegamos a vacunar casi 50 mil personas por día porque queríamos salir rápido de la pandemia, reabrir todo, que las actividades volvieran a la normalidad. Y después sí, en diciembre de 2022 me corrí del cargo. No porque hubiera un impedimento legal, sino porque me sentía más cómoda acompañando a Horacio desde afuera. No al Jefe de Gobierno; a Horacio. Y me corrí. Pero como no me imaginaba sin hacer otra cosa, durante un año trabajé en un organismo multilateral.
—Hubo una foto en la pandemia: Alberto Fernández hablando, con Rodríguez Larreta de un lado y Kicillof del otro. Un país que parecía bastante unido en ese momento, hacia dónde ir, apoyándonos entre todos. Otro mundo.
—Era lo que la sociedad pedía en ese momento: que trabajaran de manera coordinada para atender un problema muy grande. Después pasaron cosas, desde la quita de la Coparticipación de manera intempestiva, sin avisarle a Horacio; eso daña los vínculos. Y después, la foto de Alberto y Fabiola (Yáñez en la fiesta de Olivos). Sentí una tristeza por mí, por todos los que hacíamos esto, pero especialmente por la gente. A partir de eso, no hay retorno en términos de esa confianza.
—¿Cómo fue para vos acompañar durante la campaña presidencial a tu pareja, no al Jefe de Gobierno?
—Él nunca me presionó para que yo lo acompañara. Para nada. Lo he acompañado, he visitado algunas provincias con él, pero muy poco. Y eso fue una decisión mía. Me costó mucho la exposición, salir. Ya estaba enamoradísima de Horacio, pero le decía: “No voy a poder”. Toda mi vida fui perfil bajo, mis redes siempre cerradas. También por mi familia: lo que impacta en Horacio derrama en mí, y derrama en las familias, y el otro no lo eligió. Entonces, me costaba muchísimo. Tampoco creo en el rol de la Primera Dama. La pareja del Jefe de Gobierno no existe.
—Pero era candidato a Presidente.
—Entonces yo sí lo iba a acompañar a Horacio. Y estuve siempre para él, para todo.
—¿Te dolía cuando algo lo lastimaba?
—Sí. Horacio tiene una capacidad: no tiene rencores. Y tiene una resiliencia enorme. Está acostumbrado a esto. Pero igual cuando volvía a casa, con algunas cosas que pasaban en el día, que quizás no se esperaba, yo lo veía y por ahí, le dolían. Y cuando le duele a la persona que querés, te duele a vos. Fueron tiempos difíciles.
—¿Sentís que Macri lo traicionó?
—Habría que preguntarle a Horacio qué siente. Sí me hubiera gustado otro desenlace en el espacio al que pertenezco. Cuando Horacio pierde la elección, a la mañana siguiente lo veo salir de nuevo a las 5:30. A las 6, primera reunión. 7, reunión de vecinos. A las 8, arreglando un bache, poniendo el foco de luz. Él seguía y seguía. Y dije: “Pucha, qué presidente nos perdimos. Lo que te admiro”. Tenía un plan de todo, se venía preparando hace muchísimo. Desde ese lugar sí que digo qué picardía. Pero hoy, le digo: “Horacio, te vas a reinventar. Tengo fe en vos”. El tiempo dirá.
—Bueno, está conformando un nuevo espacio.
—Sí. Es un espacio de profesionales que trabajan para pensar en los planes de la Argentina. Está muy metido. También lo apoyo en eso.
—¿Cómo imaginás que hubiera sido la Argentina si él hubiera ganado?
—Él tenía como prioridad la inflación, el tema económico. También tiene una sensibilidad social. Podríamos haber hecho un gran aporte como espacio, y Horacio con su equipo. Yo no iba a formar parte, claramente, pero sí tenían muchos planes para todo lo que es reformas sociales. Hay que estar en los barrios, en los sectores donde más duele lo que está pasando. Y nosotros hubiéramos estado.
—¿Qué mirada tenés sobre el ajuste fiscal que lleva adelante el Gobierno?
—Le valoro al Gobierno los esfuerzos que hace por terminar con la inflación, que afecta muchísimo a los segmentos que más necesitan. Pero también creo que hay que estar, y que pasen cosas como que haya siete pacientes oncológicos que fallecieron por no recibir los medicamentos... Eso me duele, me toca de cerca por mi padre. Le respeto mucho el camino, el rumbo económico, pero hay que revisar. No soy economista y no pretendo decir qué hubiera hecho diferente. Horacio sí puede decirlo. Igual, no importa la situación en la que estemos. Hay que estar cerca.
—Sé que cambiaste la fecha del casamiento por tu papá. Su muerte debe marcar un antes y un después en tu vida.
—Sí, la verdad. En nuestra familia, mi papá ocupaba todos los espacios, con sus amigos también. Cuando alguien tiene cáncer, atraviesa a toda la familia. Empezó en el 2019 con un cáncer de páncreas. Yo soy la más grande de cuatro hermanas, y sentía que era mi responsabilidad, que tenía que ocuparme de eso. Mamá estaba partida en mil pedazos, y tuve que sacarlo de la clínica donde estaba y me armé un Excel con alternativas de médicos, con criterios muy analíticos. Le dije: “Papá, vamos a operarnos con este médico, en el Italiano. Esta es la decisión”. Mi papá, que siempre fue el que tomó las decisiones, se entregó. Yo tenía unos nervios, rezaba, porque me había jugado todo: lo había sacado de donde estábamos. Y la operación salió espectacular. Estuvo muy bien dos años, y hasta que a fines de 2021, principios del 22, tuvo una recidiva que ya no era operable. Le empezó a ir bien con los tratamientos y de un día para el otro, empeoró. Y yo siento que me quedé... Yo me había subido al ring con él, para pelear con la enfermedad: estaba atrás de todo. No es que lo miraba desde abajo y le daba la toalla. No, no. Y de repente, se fue. Y fue un antes y un después. Mi papá era fanático de Horacio. Al principio me costó presentárselo. Fue a la última persona que le dije: “Papá, estoy de novia con Horacio”.
—¿Lo choluleó?
—No. Para nada. Cero. Pero sí conoció a la persona que hay detrás del Jefe de gobierno. Y dijo: “Este es un tipazo”. Estaba muy tranquilo con él. No sé si soñé toda la vida con el casamiento, porque me enfoqué mucho más en el trabajo, en lo académico. Pero esto de entrar a la Iglesia del brazo de mi papá. Él había elegido todo, hasta la canción para entrar: me llamaba por teléfono todos los días y me la ponía. Yo no escuchaba su voz, solo escuchaba la canción. Y entonces, de alguna manera, cuando se va... ¿Y yo qué hago? ¿Cómo sigo? Claramente, estoy feliz de casarme con Horacio. Eso no se discutió ni medio segundo. Pero es una realidad que yo no me podía levantar de la cama. Se había ido mi papá, y en una batalla que yo estaba dando con él y había perdido. Y bueno, tuve que reprogramar. Atrasamos un mes y pico, no es tanto.
—¿Te pudiste despedir de tu papá? ¿Le dijiste todo lo que le querías decir?
—En casa no se hablaba de muerte. Entonces no tuve esa charla de: “Che, viejo, ¿a qué hora hablamos? ¿Cómo es esto cuando no estés?”. Me hubiera encantado tenerla. En algún momento, espero... Mis hermanas sueñan; yo todavía no sueño. Creo que todos los que atraviesan un duelo pasan por los mismos interrogantes. Pero bueno...
—Te voy a llevar algo más lindo: me vas a contar quién conquistó a quién, y cómo.
—No. Horacio, 100%. Al principio me costaba aceptar que me estaba pasando algo con él. Hasta que un día le dije a mi mamá: “Má, creo que me gusta Larreta”. ¡Me miró con una cara! “Decime que es el amor de tu vida. Sino, no nos metas a todos en todo esto”, me dijo. Pero desde el primer momento me bancaron. Mis amigas me ayudaron mucho: “¡Andá para adelante! Nosotras siempre te vimos con una persona así”. Y bueno, empezamos hablando por teléfono, muchas horas. Y después me animé. Me costaba muchísimo, incluso cuando estaba ya estaba súper enamorada, que Horacio quería tener una vida normal, salir a comer, y yo no podía. Me cuesta. Un día no hubo más alternativa que hacerlo. Ahí empecé con mucho miedo a los medios, a las redes más que nada.
—¿Con qué te encontraste en las redes?
—Me pasó que lo sigo viendo hoy, y no me gusta para nada: demasiada violencia. Tenía a mi familia atravesando un cáncer y lo que más me costaba era que ellos vieran lo que se decía en Twitter. Una vez vino mi mamá y me dijo: “Mili, olvídate. No des más explicaciones porque no tus amigos no las necesitan, tus enemigos no te la van a creer, y al resto no le importa”. Ahí me calmé un poco. Sí tuve situaciones, como estar en un hotel de Mar del Plata, que viniera un medio y salir corriendo automáticamente, apenas lo vi. Subí siete pisos sin darme cuenta y terminé en un cuarto de depósito, detrás de unas cajas de manzana, con Horacio buscándome por todos lados: “¿Dónde estás?”. Y yo estaba casi que gritando de miedo. Íbamos a ir a comer con dos personas de la política y Horacio les tuvo que decir: “Por favor, vengan para acá porque esto es en serio. Me está costando sacarla de atrás de la caja de manzanas”.
—O sea, él no tenía problema en que los vieran. Eras vos.
—Yo, yo. Ya le había contado a los medios que estábamos juntos. Pero yo, seguía.
—A las hijas también les había contado.
—Totalmente. Pero ahí yo todavía no conocía a las hijas. Las conocí en el 2023.
—¿Cómo es la relación con sus hijas?
—Horacio se desvive por sus hijas. Son su prioridad, y la mía también. Las quiero mucho. Son divinas, espectaculares.
—¿Cómo llegó la propuesta de casamiento?
—La propuesta... A ver, hay algo que pasa cuando conocés y decís: “Esta es la persona”. Uno sabe.
—¿Vos soñabas casarte? ¿Eras medio Susanita o toda la libido estaba puesta en lo profesional?
—Siempre en lo profesional. En mi familia nunca me presionaron, pero soy la que más tarde se casa de las cuatro hermanas. Soy la más grande, y está esa cosa. Tengo 39.
—Están todos los mandatos.
—Están todos los mandatos. Sí quería entrar con mi papá, en algún momento, pero no tanto por el casamiento en sí sino porque quería formar una familia, más allá de que desde el primer momento supe que con él, sí. Con él me animo. Y un día, me lo propone de la nada. Y dije: “No debe ser real”. Pero no, era en serio.
—¿Cómo lo propuso?
—Me escribió una carta. Hubo un momento en que yo no me animaba: “Estoy enamorada de vos, pero no me animo a salir, a estar expuesta, a la evaluación, las redes. No estoy lista. Perdón”. Ahí él se angustió mucho. Y surgió entre nosotros un código, que era “ABC”. Me dijo: “Estoy seguro de tres cosas. A, vos y yo vamos a estar juntos. B, nos vamos a acompañar en los proyectos que tengamos del uno al otro y nos vamos a complementar. Y C, vamos a ser muy felices”. Y después, cuando vino la propuesta, me puso “ABC” en un cartelito y vino el anillo. Pasó mucho tiempo, porque la campaña, que esto, que lo otro, así que hubo otra nueva charla: “Bueno, nos casamos”. Y ahí renovó la propuesta que me había hecho un año antes.
—¿Hay un romántico en Rodríguez Larreta?
—Él es más del hacer, del: “¿Vos necesitás algo?”. Y al día siguiente ya habló con este, con el otro. De hecho, una de las cosas que más me gustaron de él fueron su seguridad, su constancia, su templanza. Y tenía la seguridad de que íbamos a estar juntos. Esa seguridad, a mí me daba romanticismo. No es que cada tanto alguna flor, pero porque eso lo hace cualquier persona.
—¿Con quién vas a entrar a la Iglesia?
—Era medio una sorpresa, pero lo voy a contar: voy a entrar con los amigos de mi papá porque no quiero convertir el casamiento en la ausencia de mi padre. Necesito, de alguna manera, unir el Cielo y la Tierra. Él era muy amiguero, entonces los llamé, uno por uno, y les pregunté si me acompañarían en esto. Tenía ganas de que mi papá estuviera presente. Y los amigos lo representan muy bien.
—¿Luna de miel?
—Vamos a ir a China. Tengo que ir seis días a trabajar ahí por un emprendimiento nuevo, algo para chicos; tengo reuniones con fábricas. Y después nos quedamos cinco días más. Horacio casi no se toma días de nada, así que nos tomamos esos días ahí, en China.
—Hablamos hace un ratito de los mandatos. ¿Cómo te llevás con el feminismo?
—Mirá, te voy a hablar desde la experiencia personal. De un día para el otro pasé a ser “la pareja de...”, y tenía todo un recorrido y una historia que eran como si no existieran. Eso lo sufrí muchísimo. Siento que si hubiera sido un hombre no hubiera sido tan así, o por lo menos no hubieran dicho que llegué por Horacio. Yo no tenía ni idea de quién era Horacio cuando arranqué en la gestión pública. Tampoco en el sector privado. Entonces entiendo que todavía tenemos batallas por dar. Se ha avanzado en muchísimos derechos y espero que no retrocedamos ni en uno.
—¿Pero te considerás feminista?
—Me considero justa. Me considero que todavía nos falta. Podría decir que sí, porque estoy siempre pensando: “Che, acá faltan mujeres”; “Che, esto no está bien”. Sí, sí. La verdad que sí.
—Recién hablaste de los prejuicios por ser “la mujer de...”. ¿Qué te decían?
—De todo, de todo. Obviamente, cuando caminás por la calle, no.
—En las redes, como hablábamos antes.
—Sí. Y de todo. Desde que “llegaste por...”, con malas palabras; de “trepa esto”, cualquier cosa. Palabras no muy gratas. Te afecta, aunque pensaba que no, porque había pasado por cosas mucho más difíciles. Y seguís viendo que, aparte, escriben desde un anónimo, todos atrás.
—¿Fue difícil ser linda en política?
—Es muy subjetivo. Yo, no. Soy bastante insegura, con lo cual, no es algo que lo tenga presente. Ser mujer en política es más difícil, tiene sus desafíos. Pero donde yo he trabajado nunca jamás me han tratado como menos, o por ser rubia. He recibido algunos comentarios, no te voy a negar, cuando me hicieron responsable del organismo para urbanizar las villas: “Esa rubia arranca en -5″. O que te pregunten: “¿Y qué te ponés para ir a los barrios?”. ¿Cómo que te ponés? ¿De qué me estás hablando? Uno va vestido como está vestido. ¿Por qué te tenés que cambiar? Yo voy al barrio como soy. Ni se le tiene que cruzar por la cabeza. Es sacarle dignidad. Pero pasa mucho.
—Te pregunté por el feminismo; te quiero preguntar por la ESI. ¿Qué opinión te merece?
—Yo lo vivo de cerca en los barrios, con lo cual me parece muy importante. Creo que tiene que haber un Estado que acompañe y que lo haga de una manera responsable. Y también entiendo que esto es nuevo y que le puede generar cierto miedo o incertidumbre a las familias. Pero vuelvo a que me parece muy importante.
—En tu mirada, desde la vuelta de la democracia, ¿quién fue el mejor presidente de la Argentina?
—¡Uff, qué pregunta! Seguiría por la línea de Horacio: Frondizi me gusta mucho. Pero como es desde el 83, me la complicaste más, porque no tengo... (Piensa) Me quedaría con Alfonsín. Creo que Mauricio tenía muy buena intención, hizo muchos esfuerzos y le valoro muchísimo esto de darle importancia a la gestión como política, trabajar por la gente el puerta a puerta del vecino. Pero me quedo con Alfonsín.
—Te dejo ser presidenta por un día. ¿Cuáles serían tus primeros tres decretos?
—Yo no querría ser presidente. No, no, no, no, no, no...
—¿Qué cargo te gustaría?
—Alguna vez me soñé ministra de Desarrollo Social. Me hubiera encantado. Es lo que me desvela. El sistema de Salud me importa mucho. Y tengo esta cuenta pendiente de integrar los barrios populares, porque me parece que es una deuda que tiene el Estado desde hace muchísimo tiempo, y me parece que ya es hora.
—Te dejo sacar tres decretos.
—Sacaría algún decreto para facilitar la regularización dominial en los barrios. El título de propiedad: es muy difícil sacar uno. Para eso hay que rezonificar. Tienen que estar los servicios. Hay muchos requerimientos, y la escritura no termina llegando nunca. Una escritura cambia totalmente la vida de una persona. Eso me parece importante.
—¿Qué mirada tenés sobre los planes sociales?
—Creo que Horacio fue el primero en hablar de la importancia de continuar con la asistencia, pero sacar a los intermediarios. La asistencia tiene que existir, es importante. Hay que trabajar para que los esfuerzos en la macroeconomía impacten en la economía real, y que puedan existir cada vez menos. Pero donde existe esa demanda, esa necesidad, tiene que estar la asistencia. En los últimos tiempos no se han manejado de la mejor manera. El año pasado me he juntado con muchísimos beneficiarios de planes: cuando no podían ir a una movilización, tenían que pagar 3000 pesos o conseguir alguien que los reemplazara.
—Asistencia social, sí. Clientelismo, no.
—Clientelismo nunca. Valoro que se avanzó bastante en eso, pero hay que ver cómo hacer para que no se pierda la representación de las personas.
—A ese sector de la sociedad que está enojado, que dice “con la mía, no”, ¿qué le respondés?
—Que me escriban. Y los acompaño a ver la realidad que hay: les aseguro que si ven cómo viven algunas personas, no dirían lo mismo. Entiendo perfectamente que el Estado te asfixia, y todos los esfuerzos que se están haciendo en desregular todo. Pero en términos de asistencia social, todavía falta mucho. Con el 52%, 53% de pobreza, no podemos correr la mirada. Si alguno me acompaña a alguno de los barrios que nosotros visitamos, me diría: “Está bien”.
—Estamos a casi un año de la asunción de Javier Milei. ¿Qué puntaje le ponés hoy al Presidente?
—Un siete. De nuevo, valoro mucho el esfuerzo por la macroeconomía, por el equilibrio fiscal, por bajar la inflación. Me encantaría ver cómo eso impacta en la economía real, en la vida diaria de las personas. Pero para mí, las formas hacen al fondo: me cuesta mucho la falta de verdad en algunas cosas. Esto de lo que llaman fake news: las he sufrido en primera persona, y el Presidente debe dar el ejemplo con eso. Tiene que retuitear o promover solo la verdad. Dicen que Horacio dijo que el dólar iba a estar a 3000, y no dijo eso. Entonces, esas cosas no me gustan. Hay que informar bien a la gente. Y desde lo personal, a mí me han inventado cualquier cosa. Y lo sufrí. La violencia engendra más violencia. Espero que el Gobierno pueda cambiar el rumbo en ese sentido.
—Después del casamiento y de China, ¿dónde te encuentro?
—Bueno, yo tengo mi asociación civil que trabajamos en combatir la soledad de las personas mayores, un tema que me atraviesa, me desvela. La soledad mata más que el tabaquismo, el alcohol, las enfermedades de riesgo. Y Estado sí puede hacer algo con eso: generar espacios de encuentro. Y con mi asociación, tratamos de hacerlo. Y tengo La Marea, una agrupación que hicimos con líderes populares en los barrios: los capacitamos para que se conviertan en referentes, en esto de sacar el clientelismo sin perder la representatividad, para que trabajen por los vecinos y por el barrio. Así que me encuentro haciendo eso. Y en lo personal, armando una familia. Me imagino con hijos
—¿Tenés ganas de ser mamá?
—Sí, tengo ganas.
—¿Él también?
—Sí. El año que viene empezará. Y cuando llegue... Pero tengo ganas. Y trabajando siempre en esto que me apasiona, las personas mayores, los barrios. Cuanto más oportunidades y más desafíos, mejor. A mí me encanta trabajar así.