Cata de Elía, de la depresión a la esperanza con el embarazo de gemelas: “Me daba lo mismo no despertar, quería desaparecer”

La periodista y conductora atravesó un doloroso proceso de fertilización. Leía los mails con el resultado negativo del tratamiento antes de salir al aire: “Yo me estaba muriendo por adentro y tenía que sonreír en cámara”. Hizo terapia, aceptó sus vulnerabilidades y en una aplicación de citas conoció a Nicolás. A sus 39 años y a los quince días de haberlo conocido, quedó embarazada

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Cata de Elía, de la depresión a la esperanza con el embarazo de gemelas: “Me daba lo mismo no despertar, quería desaparecer”

“Somos personas en situación de periodista”, dice Catalina de Elía, haciendo una mueca. El ingenioso axioma sirve para definir una situación que no siempre está considerada: “La gente piensa que porque salís en la tele, tenés plata. Y no -advierte-. Pero no me quejo: tengo techo, comida, todo. Y trabajo de lo que amo”.

Sin embargo, la máxima contiene mucho más que eso. A menudo -como sucede con muchas profesiones-, el periodista muestra otra faceta suya. Casi como una máscara, esconde lo que en verdad le sucede: el dolor, la tristeza, la angustia, la depresión. Tiempo atrás, Cata debió salir varias veces al aire con el premiado Altavoz, en la TV Pública, minutos después de haber recibido una noticia que le había “desgarrado el corazón”. Y lo hizo con una sonrisa enorme, sin que nadie supiera -ni siquiera sus compañeros- que el tratamiento de fertilidad no había funcionado. Que su sueño de ser madre se le escurría una vez más.

Fueron muchos años de “oscuridad”, como dirá la periodista de América y Metro (Gente de bien). De “un golpe atrás del otro”. De que le costara salir de la cama porque todo le “daba lo mismo”. De “querer desaparecer”.

Y también de mucho trabajo personal, de terapia. De mucho esfuerzo. De resiliencia. Hasta llegar a este presente que la encuentra muy feliz, con su propio “milagro”, como lo define: Catalina está embarazada de gemelas. Después de mucho buscarlo, a los 40 años será mamá.

Ahora se sienta con Infobae y asume el rol opuesto. Por primera vez esta licenciada en Ciencias Políticas que se “enamoró” de los medios después de arrancar como pasante en Telenoche (“Todo me lo gané sola, llevándole el jamón crudo a Morales Solá”, cuenta, divertida), se dispone a responder las preguntas, en lugar de formularlas. “Es la única vez que voy a hablar de mi vida personal -anticipa-. Tiene que ver con hablarle a las mujeres que quieren ser mamás y no pueden. Y a las personas que están pasando un momento difícil con su salud mental”.

Cata de Elía cuenta cómo detrás de su sonrisa en televisión escondía el dolor de los fallidos tratamientos de fertilidad.
Cata de Elía cuenta cómo detrás de su sonrisa en televisión escondía el dolor de los fallidos tratamientos de fertilidad.

—Te escuché decir que venías de años muy tristes.

—Sí, vengo de años muy tristes... Hay algunas cosas duras que tuve que atravesar, pero que prefiero dejarlas en la intimidad. Me costaron mucha terapia. Y a la par de eso, durante muchos años con mi expareja busqué un hijo, y no vino nunca. Hicimos muchísimos tratamientos de fertilidad, y llegué a deprimirme por eso. Se habla muy poco de lo duro que es hacer un tratamiento de fertilidad. Hay algunas mujeres que les va bien al toque, pero la realidad es que son las menos.

—Y muchas veces, te lleva puesta la pareja.

—Sí. Y tus ánimos, porque tenés que inyectarte hormonas. Llega un momento donde ya no tenés lugar en la panza donde pincharte. Te duelen los pinchazos. Con mi ex buscamos de forma natural y no venía. Hasta que por la edad, porque yo ya estaba en los 35, la ginecóloga me recomienda que vaya a un tratamiento de fertilidad.

—No había un diagnóstico.

—No, ninguno. Y nunca lo hubo. Yo tenía óvulos, se formaba el embrión cuando lo juntaban con los espermatozoides de mi ex, pero mi cuerpo rechazaba los embriones. Me habían estudiado toda y no encontraban la causa.

—¿Estaban haciendo los tratamientos que se llaman de baja complejidad?

—Inseminación. Y después empezás con la fertilización. No estoy en contra de los tratamientos de fertilidad, porque muchas mujeres logran ser mamás gracias a la ciencia. Pero no te explican lo doloroso que es atravesar un proceso de fertilización. Es durísimo. Te deprimís por las hormonas, que afectan tu estado de ánimo. Te cambia la vida porque tenés que darte pinchazos a determinado horario. Te duele la panza, se te pone dura y no sabes dónde más pincharte. Es la frustración. Muchas veces me ha llegado el mail con los resultados, que siempre fueron negativos, y lo leía cinco minutos antes de salir al aire. Y tenía que arrancar y decir: “¡Hola! ¡Bienvenidos a Altavoz!”. Y yo me estaba muriendo por adentro, se me desgarraba el corazón, porque era el tercero, el cuarto, el quinto intento... Y salía mal. Y tenía que sonreír en cámara.

—¿Cuántos intentos hiciste?

—Seis. No son seguidos: tenés que descansar. Te tenés que dar muchas hormonas, te tenés que preparar, te estudian. Te tienen que sacar óvulos en un quirófano. Después fecundan los óvulos con los espermatozoides, dejan pasar unos meses, te van preparando con medicación para implantar el embrión. Y volvés al quirófano para hacer las transferencias (procedimiento por el cual se introducen uno o más embriones en el útero, para que se implanten y se desarrolle un embarazo). Y ahí, a esperar el resultado. Pero mi cuerpo siempre rechazaba los embriones. No hay una explicación. No sé si fue por todos los procesos personales que pasé...

—Esos 10 o 15 días entre la transferencia y el examen para saber si el embrión implantó, es un tiempo de muchísimos sueños y expectativas.

—De mucha ilusión. Y era frustración tras frustración. Lo mal que te sentís... porque es una tristeza: una ilusión y una desilusión muy rápida. Y por el otro lado, tu cuerpo está cada vez más cansado y lleno de hormonas: nadie te cuenta que te puede agarrar angustia, depresión.

Tras varios intentos Cata De Elía anunció su embarazo de gemelas.
Tras varios intentos Cata De Elía anunció su embarazo de gemelas.

—¿Tu pareja te acompañaba?

—Acompañaba. Sufría como yo. Pero es cierto que ese proceso también afecta a la pareja, porque la ilusión es para los dos. Y la desilusión, también. Me pinchaba y me ayudaba, y llorábamos. No me separé por eso, pero alteró la dinámica de la pareja.

—¿Y te deprimiste, Cata?

—Estuve muy triste, no solo por eso, sino porque me venían pasando muchas cosas al mismo tiempo. Y después de diez años, me separo.

—En el medio se muere el fiscal Federico Delgado, muy amigo tuyo.

—Hermano del alma. Por eso te digo que vengo de años de oscuridad...

—Lo definiste como un mentor en algunas cosas.

—En todo. Me voy a largar a llorar... Fue todo tan de golpe... En un chequeo de rutina le salta una manchita muy rara en el pulmón: “Esto es malo”, le dijeron. Y desde ahí, fueron cuatro meses... No dio tiempo de nada. Él quería vivir, la peleó. Estaba conmigo en mi programa de noticias en la radio y vino con la quimio, con los gorritos, hasta que un día me dijo: “Ya no me puedo parar de la cama”. Después lo internaron porque apareció una metástasis. Nunca más pudo salir de eso.

—¿Seguís teniendo vínculo con los hijos?

—Sí. Sus hijos me dicen hermanita. Tenemos una relación muy cercana. Todos los domingos me junto con su familia a comer asados. Me adoptaron.

—¿Y cuando les contaste que estabas embarazada?

—Les conté como si fuese mi familia, y lo festejaron como si fuese mi familia. Porque además, me enteré que estaba embarazada el día en que se cumplió un año de la muerte de Fede. Ese día fuimos a homenajearlo al Varela Varelita, un bar donde Fede escribía, se juntaba, daba notas. Cuando volví, yo estaba retriste. Tenía un atraso. “¡Qué raro!”, dije. Ya había empezado a salir con Nico (su pareja). Me fui a una farmacia muy cercana, compré un Evatest. Era la una de la mañana de un lunes.

—Cuando estabas con mucha tristeza, ¿pediste ayuda?

—Sí. Es muy importante cuidar la salud mental. Todo el proceso lo viví con una psicóloga. Y además, con una psiquiatra. En su momento usé medicación y me fue muy útil. También hice yoga, ejercicio, distintas cosas para tratar de salir adelante, porque es muy difícil. Tenía que buscar la luz porque estaba en la oscuridad.

—Nunca dejaste de trabajar.

—Nunca. Y sonreía en cámara. La mayoría de mis compañeros no se dieron cuenta porque cuando se me derrumbaba la vida, me puse una coraza. Te ponés como el disfraz del actor que se sube al escenario.

—¿Te apoyaste en el trabajo en esos momentos difíciles?

—Me refugié mucho en el trabajo. Muchísimo. Quizás demasiado, porque tapaba muchas cosas y tampoco calmaba mis angustias.

La relación con Nicolás comenzó de manera inesperada a través de una app de citas.
La relación con Nicolás comenzó de manera inesperada a través de una app de citas.

—¿Vos entendías que estabas mal?

—Sí. Me costaba levantarme de la cama y me daba lo mismo. Y llegué a momentos que... Es la realidad. Por eso pedí ayuda. En pandemia fue cuando peor estuve, con ataques de pánico. No había nada que me calmara. Me sentía en un pozo oscuro en el cual yo decía: “Bueno, si no me despierto mañana, me da lo mismo”. Nunca me imaginé estar en una situación así... Nadie en mi entorno se lo imaginaba porque yo sonreía a la cámara. Saqué mi segundo libro, salía en todos lados, estaba haciendo doble pantalla, y sin embargo, no podía con mi vida. Adentro mío, yo quería desaparecer. Se me produjo por crisis de angustia muy fuerte. Era un golpe atrás del otro. Hay veces que a uno la vida lo golpea y, por más que te duela, no le cae de esa manera. En mi caso, me tiró. No podía pararme. Por más que iba y trabajaba, podía no estar al otro día y adentro mío, me daba lo mismo.

—Veíamos a una persona que sonreía en cámara, pero que cuando llegaba a su casa, estaba viviendo su propio infierno. Digo esto para tener una mirada un poco más amorosa y amable. A veces podemos no estar viendo qué le pasa al otro.

—Sí, está buenísimo lo que decís. Nunca sabés del otro lado qué le está pasando al otro. Y lo digo también por el hate en las redes. En mis peores momentos, mi papá se agarra covid, termina en terapia intensiva. Yo iba a trabajar y era piel y hueso. Ya soy flaca de por sí, y encima de que estaba mal, estaba muy flaca. Y los comentarios en redes... Me decían cosas horribles, súper agresivas. Me decían anoréxica, como si fuera un insulto, cuando es una enfermedad. No tenía anorexia en ese momento, pero podría haberla tenido. Esos comentarios me dañaban un montón. Y cuando salió la noticia de que estaba embarazada, leí comentarios en los que me deseaban la muerte y cosas así.

—¿Por qué se enojan con vos? ¿Por alguna ideología política?

—Mirá, me han pegado de los dos lados... Libertaria, ensobrada, kirchnerista, kuka o zurda: me han dicho de todo.

—En un momento te amigaste con vos misma. ¿Con qué tuvo que ver?

—Con mucha terapia. No queda otra que trabajar sobre uno, aceptar sus límites, sus vulnerabilidades. Porque a uno le cuestan algunas cosas. Porque no es tu culpa. Miro para atrás y veo que hice lo que pude. Pero me cuesta porque soy autoexigente: “¿Cómo puede ser que me pasó esto a mí?”, me digo. Y ahí, todo eso vuelve para atrás. Pero después voy a terapia y entiendo. Es muy difícil. Pero también pienso que pude abrirme a conocer a Nico, a enamorarme, cosa que pensé que nunca más me iba a pasar en la vida.

—¿Cómo se conocieron?

—Por una app de citas. Apenas la bajé, dije: “Esto no es para mí”. Era como un menú de personas, todos vendiéndose.

—¿Y vos, cómo te vendías?

—Me daba mucha vergüenza... Puse todas fotos a cara lavada, nada que tenga que ver con la tele. Y puse que solo quería conocer extranjeros en Buenos Aires para aprender idiomas, salir y divertirme.

—Una mentira absoluta.

—Pero era verdad. Quería conocer un profesor de literatura británico, una cosa así. Estaba con eso en la cabeza. Y no aparecía ningún extranjero... La iba a sacar, pero las chicas de maquillaje de América me empezaron a likear a un montón de chicos. A la noche me puse a mirar y estaba Nico. “Qué lindo”, dije, y le escribí: “¿Sos extranjero?”. “No”, me respondió. Y lo eliminé. Con argentinos, no. Pero Nico se volvió a instalar la app para poder volver a hablarme. Me comentó una foto mía para que yo lo viera, y me pareció gracioso lo que puso: “Viajo mucho a Uruguay. Dame bola”. Nos pusimos a hablar. Y cuando salimos, me enamoré en el primer día.

—¿Cómo fue la primera cita?

—Fuimos a comer, al río a mirar las estrellas, y no pasó nada. Ni un besito. Me dejó en mi casa con un ramo de flores. Al otro día, apenas me desperté me mandó un mensaje diciendo ya había sacado entradas para la película que le conté que quería ver: Intensamente 2. “Espero que quieras venir conmigo”, me dijo. Desde ahí nunca más nos separamos. Fue amor. Nunca en mi vida me pasó algo así. No buscaba un novio, porque era el primer chico con el que salía después de mucho tiempo. Y me enamoré.

—¿Y qué hicieron con la aplicación de citas?

—La sacamos a los dos o tres días. “Esto es monogamia”, dijimos. Por eso los dos nos hicimos estudios, para ver que ninguno tuviera ninguna enfermedad sexual ni nada, y que pudiéramos tener relaciones. Pero no pensando en buscar un hijo sino en decir: “Bueno, estamos juntos, no vamos a estar con otra pareja”. Y pensé: “Si estuve siete años buscando con tratamientos, esto va a ser para pasarla bien con un chico con el que tengo una relación monogámica”. Y así quedé embarazada: haciendo las cosas bien. Y embarazada de gemelas, a los 15 días de conocer a Nico, de forma natural. Estuve muchos años buscando con tratamiento, entonces, no tengo más explicación que pensar que es mi milagro.

—Esa noche, cuando te hiciste el test, ¿de cuánto tiempo era el atraso?

—De una semana, nueve días. Yo soy muy regular, nunca había tenido un atraso. Entonces dije: “¿Y si pruebo?”. Me hice el Evatest a la una de la mañana, me dio positivo y lo llamé por teléfono a Nico.

—¿Cómo reaccionó?

—¡Feliz! Nico también es divorciado, de mi edad. Buscaba una pareja. Se moría de ganas de ser papá. Estaba enamorado, igual que yo. Y fue todo felicidad.

—Todo lindo.

—Todo lindo... Pero como no lo puedo creer. Yo decía: “Fede, me lo mandaste vos”. Pienso eso porque... no puede ser. Y para mí era uno solo, un varón. Mi primera obstetra me dice: “Como tenés 40 años y una historia de no haber quedado embarazada, recomiendo hacerte una ecografía temprana, de los dos meses”. La hicimos. Y el ecógrafo me dice: “Felicitaciones, estás embarazada. Acá hay uno y... acá está el otro”. Y yo: “¡¿Qué?! ¿Cómo el otro?”. Nos hizo escuchar el latido de los dos corazones. Con Nico nos mirábamos y decíamos: “No puede ser”. No tengo ninguna explicación de cómo pasó...

Cata De Elía en Infobae con Tatiana Schapiro (Candela Teicheira)
Cata De Elía en Infobae con Tatiana Schapiro (Candela Teicheira)

—¿Y cómo te sentís?

—Muy feliz. Tengo ansiedad de que crezcan sanas. Mi embarazo es de riesgo por ser un embarazo gemelar. Y en mi caso, encima comparten la placenta. Entonces hay que hacer controles todas las semanas para ver cómo están comunicadas entre ellas, si se pasan sangre, que crezcan bien, que ninguna esté más grande que la otra. Me agarra como ansiedad de ir a la próxima ecografía y ver que las gemelas estén bien. Estoy en ese rollo. Es duro el primer trimestre. También se habla poco del cuerpo de la mujer y el sufrimiento. Es como: “La embarazada está feliz”. ¡Estoy refeliz! Pero te sentís remal...

—¿Te sentís muy mal?

—Y... sí. Muchos días no pude ir a trabajar por los vómitos, las náuseas, el cansancio. Hay días que estoy bárbaro, como hoy.

—¿Cómo las llamas hoy a las gemelas?

—Las Bebitas, o Margarita y Matilde. Cuando me enteré que estaba embarazada, dije: “Si es nena, le voy a poner Margarita o Matilde”. Y eran dos... Así que entraron los dos nombres.

—¿Tu ex novio se enteró de que estabas embarazada por...?

—(Interrumpe) Por mí. Fue la primera persona a la que le conté. Le tengo mucho cariño, terminamos muy bien, es una gran persona a la cual le deseo que le pase esto también. No sé ni en qué anda él, ojalá que ande en algo lindo, pero yo me ponía en su lugar. Y decía: “Bueno, es fuerte”.

—¿No fue una opción ser mamá sola?

—No. Ser mamá sola, no. Las rebanco a esas mujeres, son revalientes. Pero yo deseaba una familia. Niños, perros, dedicarme a la maternidad. Nosotras decimos que podemos con todo, trabajar, que es lo que hacemos, pero a costa de un montón de cosas. Y la realidad es que no sé si es posible sostener tantas cosas.

—Se vienen un montón de cosas lindas.

—¡Sí! Es algo que deseé tanto... Y encima, yo me moría de ganas de que sean mujeres, y voy a tener nenitas en unos meses. Es una felicidad que no me entra en el cuerpo. Pensé que no iba a vivir algo así, había bajado los brazos completamente de la lucha de la maternidad, porque cuando me separé, a los 39, dije: “Ya está, hasta que conozca a alguien, y esa persona quiera, y tengamos los dos amor, y yo pueda, y la otra persona pueda... ¡Son tantas cosas!”. Y solté.

—Te agradezco un montón que además de contarme tu historia de amor hayamos hablado de salud mental y del camino de la fertilidad. Deseo que todo termine de sanar y que todo lo que viene sea con mucho amor y toda la felicidad del mundo.

—Gracias por este espacio, solo quisiera decirle a las personas que están escuchando esta nota o leyéndola que si estás pasando un mal momento, pedí ayuda porque se puede salir de un estado de mucha angustia donde sentís que la vida ya no tiene sentido. Se puede salir de ese lugar.

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