Ana Laura Espósito, conocida popularmente como Anita, es una profesional multifacética que se desempeñó como maquilladora, estilista y vestuarista. Este año, su carrera dio un giro inesperado al pasar del detrás de cámaras a la conducción en Luzu TV, donde se unió a los programas Patria y Familia y PLP.
Con la frescura y espontaneidad que la caracterizan, sus opiniones en el streaming se convirtieron en virales en redes sociales y eso le permitió destacarse y conectar de manera auténtica con la audiencia. Anita además es hermana de la reconocida cantante y actriz Lali Espósito, con quien comparte un lazo fuerte no solo de hermandad sino también de amistad.
Actualmente, la conductora sigue consolidándose como una figura prominente en el medio digital. “No imaginaba todo lo que pasó. Siento que encontré un lugar en donde puedo desarrollarme y ser yo misma”, expresó.
Camila: — ¿Cómo reacionó la gente al verte delante de la cámara?
Anita: — Cuando fui por primera vez a Luzu, hubo un corte que se hizo viral y todos me decían: “La rompiste, la rompiste” y yo no entendía de qué me hablaban. Me lo dicen hoy en día, pero todavía soy un poco incrédula de eso. Yo quería que me digan qué había hecho bien para repetirlo (risas). Me parece que lo que yo estoy haciendo, que me pega por el lado bueno y malo a la vez, es ser yo. A veces soy un jacarandá, una pandereta y a veces, cuando algo no me gusta, soy Morticia Addams. Yo lo blanqueé al aire y en Patria y Familia cuando me pasa eso decimos que me fui “a negro”. Ya me pasó varias veces estando al aire.
Camila: — ¿Pero tu mente se va a otro lado o es solo una reacción física a algo que te molesta?
Anita: — Por algún motivo cuando a mi cerebro hay algo que no le gusta, me transformo y mi cara no se mueve. Mi cerebro está diciéndole a mi cuerpo: “Cambiá la cara, cambiá la cara” y mi cara no cambia (risas). Estoy tratando de regular esas cosas. Es algo que es honesto, pero también es molesto.
Camila: — En la televisión de antes hubiesen dicho que es poco correcto.
Anita: — ¡Me echaban! A los cinco minutos me echaban en la tele, pero en estas plataformas que apelan un poco más a lo que uno es, por ahí se perdonan un poco más. En mi caso creo que eso viene a enseñarme cómo ya no necesito ser. En otra época de mi vida necesité ser más fría, más caracúlica...
Camila: — Para protegerte, quizás.
Anita: — Sí. Hoy siento que son cosas que ya no van con mi presente. Esa reacción tenía que ver con mi pasado, pero uno adopta posturas que son cómodas. Yo lo que estoy descubriendo ahora es que hay cosas de mi personalidad, de mi contexto pasado que no necesito en mi contexto actual. Estoy todavía en ese switcheo de poder decir: “Esto no me gusta tanto” y tener más voz. Yo conocí mi versión anterior y esta versión de ahora la quiero conocer. Quiero conocer más sobre mí.
Camila: — ¿Estás orgullosa de esta nueva versión?
Anita: — Sí. Creo que no convivirían una sin la otra. Aprendí a abrazar a mi versión anterior. Yo estaba muy enojada con ser así. Ahora me doy cuenta de que ese relax es beneficioso y me genera bienestar.
Camila: — ¿Con qué cosas te amigaste de tu vida?
Anita: — Con mi cuerpo, con los varones, con hablar porque yo pasé de no hablar nada a trabajar de hablar.
Camila: — Bajaste 40 kilos. ¿Cómo fue ese proceso y cómo era esa Anita de antes?
Anita: — Me parece que, conforme empecé a solucionar cuestiones en mi cabeza, llegó mi necesidad de ver qué estaba pasando con mi cuerpo, de ponerle más atención, de entender que ese cuerpo mío estaba librando otras batallas. Esto lo digo con el diario del lunes, por supuesto. Aprendí a abrazar a esa persona que yo era, entendiendo que en ese momento estaba librando batallas que me permitieron ser esta persona de hoy. Amigandome con mi cuerpo lo que encontré es bienestar. Arranqué diciendo: “Me quiero empezar a cuidar, quiero empezar a comer mejor” y entrás en esa rueda, empezás a hacer ejercicio. Al principio hacía ejercicio llorando, literalmente. Encima estábamos en pandemia, me ponía a alguien en YouTube y hacía ejercicio en mi casa, pero lloraba, pataleaba. Con esa rueda de hacer ejercicio, comer bien, salir a caminar, empecé en una ola de bienestar que dije: “Esto sí está bueno”.
Camila: — Cuando hiciste ese cambio y te volviste a mirar al espejo, ¿te gustaste o había algo que todavía sentías que tenías que trabajar en tu interior?
Anita: — Mi proceso fue primero trabajar lo interno y después llegué al cuerpo, pero en honor a la verdad me parece que todas y todos estamos todo el tiempo en un subibaja con este tema porque scrolleaste un rato Instagram, viste dos o tres minas que estaban bárbaras, después te viste al espejo y dijiste: “¡Ay no! Algo tengo que hacer”. Tenés esos baches de conciencia, pero hoy me pongo este vestido ajustado y voy. Desde los 40 kilos que bajé, subí 10 kilos más y estoy todo el tiempo en esa, pero es una construcción. A veces tengo días que digo: “¡Qué buena que estoy! ¡Qué bárbaro!”. Y a veces digo: “¡Ay, no! Me quiero poner ropa grande”. Qué sé yo.
Camila: — Pero es un avance mirarte al espejo y sentirte segura, decir: “Estoy construyendo algo que me gusta y con lo que me siento cómoda”.
Anita: — Es que es un trabajo de la cabeza y va más allá del cuerpo porque hoy hay pibas que se sienten seguras con todo tipo de cuerpos. Es una cuestión actitudinal y realmente de la cabeza. Antes de laburar cualquier cuerpo, hay que laburar la cabeza porque cuando vos te ponés a comer mejor o a hacer ejercicio o lo que sea, te das cuenta que “el enemigo” es la propia cabeza. No está luchando ni contra ir al gimnasio, ni contra comer lechuga, es contra tu cabeza. Tiene que ver con cómo laburás tu cabeza. Si vos estás muy segura de quién sos, cómo sos y de plantarte, no importa el cuerpo. El cuerpo es el envase que todos portamos y la actitud es cómo defendemos ese cuerpo.
Camila: — Mencionabas antes es que te amigaste con los varones. ¿Cómo fue eso?
Anita: — Sí. La he pasado bastante mal en vínculos y relaciones y cosas con varones. Entonces en un momento decís: “¿Qué onda? Estos son todos así”. Hasta que tuve un hijo varón y entendí que la vida me estaba dando la chance de criar un varón distinto y entender que todos los varones no estaban en la misma bolsa. No solo por tener un hijo varón, sino porque tengo amigos, familia, tengo a mi hermano...
Camila: — ¿Qué te enojaba de los varones?
Anita: — Todos nos hemos criado con una cosa patriarcal muy tajante, que inclusive es contraproducente para los varones. El patriarcado no tiene que ver sólo con algo que afecta en las mujeres, también impacta en los varones porque hay una forma en la que se supone que hay que ser varón, cómo tratar a la mujer y ser de tal o cual manera. Es una bajada muy tajante y ha sido bastante dañina, principalmente para nosotras, pero también en contra de los mismos varones.
Maternidad y familia
Camila: — ¿Cómo es tu experiencia con la maternidad? ¿Sentís que está romantizada?
Anita: — Está romantizada. Igual hay un punto en romantizarla y es en el amor de un hijo. No sabría cómo si quiera explicar lo que es el amor de un hijo. Pero es una decisión muy importante y hay que tomarla con responsabilidad porque así como es de linda…
Camila: — Es difícil.
Anita: — No sé si decir difícil porque la verdad es que no me ha tocado vivir una maternidad difícil. Yo tengo un hijo espectacular, mi parto no fue difícil, mi noches cuando él era bebé no fueron difíciles. Ahora está entrando en la adolescencia, vamos a ver qué tan difícil se pone este capítulo (risas). Pero la verdad es que es de lo único que no te podés bajar, por lo menos desde mi percepción. Es un vínculo muy poderoso y como todo poder conlleva una gran responsabilidad
Camila: — Y siendo madre, ¿qué cosas admirás de tu mamá?
Anita: — Haber maternado tres hijos siendo tan joven. Yo ni quiera sé qué hubiera hecho. Mi mamá creo que tenía 20 años cuando me tuvo a mí y a los 25 ya estábamos todos con mis hermanos Pato y Lali. Admiro a todas las mamás, a la mía por haberme dado la vida a mí y sobre todo por no haber claudicado a pesar del contexto, de la guita o cualquier cosa. Estar ahí estoica con tus pibes es increíble.
Camila: — ¿Qué valores sentís que les inculcaron tus papás a tus hermanos y a vos?
Anita: — Nos inculcaron muchas cosas buenas. Primero el amor entre nosotros, la relación entre hermanos. Mis hermanos son mis amigos no solo son mis hermanos. Nosotros en nuestra dinámica de hermanos la pasamos bárbaro entre los tres. Nos peleábamos, pero poco la verdad. Hicimos una buena comunión de hermanos. También nos enseñaron a tener de hermanos a nuestros amigos. Somos recontra amigueros y sabemos cruzar amigos. Por ahí a algún cumpleaños mío vienen los amigos de Lalo y Pato; y en un cumple de Lali están mis amigos también. Nos enseñaron mucho la cultura del laburo, a respetar el trabajo de los demás, el tiempo de los demás y eso fue clave en nuestras vidas.