En Espacio único, el ciclo de entrevistas de Infobae y Banco Comafi con mujeres de destacada trayectoria en negocios, industrias y proyectos tecnológicos, Verónica Marcelo, Gerenta General de Natura Argentina, contó su proceso de crecimiento en la empresa y cómo pasó de ser consultora a líder de operaciones en el país.
Verónica lleva veinte años desarrollándose profesionalmente en Natura. Su vínculo con la marca comenzó casualmente al recibir como regalo los productos de la línea mamá y bebé, tras el nacimiento de su hija, lo que la llevó a convertirse en consultora para poder adquirirlos fácilmente.
Si bien estudió licenciatura en turismo, su carrera dio un giro cuando descubrió el modelo de venta directa. Realizó un MBA que le permitió desarrollar habilidades estratégicas y de liderazgo que impulsaron su crecimiento dentro de la compañía y, con el paso de los años, asumió distintos roles como Gerenta de Ventas, Gerenta de Marketing en la Región y Gerenta Comercial hasta llegar en 2020 a Gerenta General a nivel nacional.
Durante la pandemia, enfrentó el reto de liderar a distancia, logró fortalecer el vínculo con su equipo y promovió la adaptación de la empresa a plataformas digitales. Verónica es un claro ejemplo de perseverancia y de cómo la pasión puede ser el motor para reinventarse.
— ¿Cuándo comenzó tu vínculo laboral con la cosmética y cuál fue tu primer producto?
— Me acuerdo perfecto el día que conocí a Natura en el año 2000, que fue cuando nació mi hija Jimena. Me regalaron un estuche de mamá y bebé, lo empiezo a usar y un día mi marido llega un día a casa y me dice: “Jimena no huele igual”. Esa frase fue clave. “Sí, porque se me terminó lo que usaba”, le respondí. Al otro día me llaman de Natura al teléfono fijo porque mi marido había pedido productos. Ellos fueron muy audaces en ese momento porque era raro que alguien llamara y los pidiera, entonces vino una supervisora de ventas a casa a traérmelos. Como venía el Día de la Madre, me invitan a un showroom en donde iban a mostrar todo lo que tenían para esa fecha. Fui con mi vecina, que las dos teníamos nenas chiquititas y ahí me hice consultora de belleza, vendedora, porque me llevé tres estuches: uno para regalarle a mi mamá, otro a mi suegra y uno para mí. ¿Qué pasó? Nunca llegaron a destino porque cuando me llegaron los productos vino una mamá del colegio a traerme a mi hijo más grande de un cumpleaños, vio los paquetes y me compró dos. Ahí dije: “Esto de vender está bueno”. Yo venía de una especie de crisis existencial. Era licenciada en turismo, trabajaba en agencias de viajes y cuando tuve a mi hijo más grande, empecé a hacer trabajos freelance. Cuando tuve a la más chica estaba en licencia y todavía redefiniendo qué iba a hacer.
— ¿Cuántos años tenías?
— 28 años. Ahí es cuando digo: “Voy a empezar con esto” y era un mundo completamente nuevo para mí. Yo no conocía lo que era la venta directa. Empecé con las mamás del jardín y con la familia. Después pasaron unos años y en 2004, en una caja de pedidos, llega una carta que todavía conservo, donde Natura buscaba supervisoras de venta en la zona en donde yo vivía. Puse esa carta en la heladera con un imán. Un domingo a la noche envié el currículum, me llamaron, empecé el proceso de selección y quedé. Ahí empezó mi carrera de trabajar en la empresa hace 20 años.
— ¿Cómo llegaste a ser gerenta general?
— Creo que hubo caminos que se fueron encontrando. Yo encontré en Natura un lugar que me permitió crecer, ser yo misma y aprender mucho. Esos primeros años, desde el año 2000 hasta el 2004 que ingreso a trabajar a la empresa, me dediqué a conocer en profundidad lo que era la venta directa y lo que hace en la vida de las personas. Tuve un montón de aprendizajes que me dejaron compañeras consultoras, revendedoras de los productos. Cuando ingreso como supervisora, para mi esa experiencia fue grandiosa porque me permitió ponerme en los zapatos del otro sobre qué necesitaba y encontré una empresa que daba las oportunidades de desarrollo y que apostaba al crecimiento de las personas.
— ¿Te costó esa transición de empleada a jefa?
— Creo que fue un proceso. Hoy sigo siendo empleada de la organización, pero en el liderazgo de equipos fue toda una transición y un aprendizaje. Yo soy muy curiosa, entonces esa curiosidad me llevó a aprender un poco más para poder seguir evolucionando y cuando encontré esos espacios no me quedé quieta. Hubo mucho de mi parte de querer ir aprendiendo y superarme. En esa transición de ir teniendo equipos, haber hecho el trabajo, haber estado en el campo de venta, me facilitó las cosas. Me comunicaron que pasaba a ser Gerente General de Argentina el 13 de marzo del 2020. A la semana se cerró todo por la pandemia y hubo que transformar el negocio.
— Otro desafío grande porque se pasó de la venta directa a la venta por catálogo virtual. Imagino que no fue nada fácil…
— No, no fue fácil. Tuvimos un montón de cambio que hoy digo: “Fueron todos muy buenos”, pero en ese momento llamé a un ex gestor mío que ya no trabajaba en la empresa para contarle y le dije: “¿A vos te parece en este momento justo me toca este desafío?” Él me dijo algo que para mí fue una gran enseñanza: “En vez de pensar eso, ¿por qué no pensás qué tenés vos de diferente? Y agarrate de eso para seguir adelante”. Y lo tomé.
— ¿Qué tenías y tenés de diferente?
— Creo que haber hecho todo el recorrido desde ser consultora, Supervisora de Ventas, Gerenta de Ventas, después estuve en Marketing en la Región, fui Gerente Comercial y cuando asumí tenía que hacer tantos cambios para poder cuidar a las personas y además hacer que la economía de cada uno y de la empresa siguiera circulando, pero la gente creyó en mí. Creían en alguien que había pasado por los distintos estadios.
— ¿Y creías en vos misma?
— Otras personas creyeron más en mí que lo que yo creía en mí.
— ¿Sufriste el síndrome de la impostora?
— Muchas veces. Tuve todas las inseguridades: tener que demostrar que yo podía, que no me elegían por ser mujer sino por las condiciones que yo tenía. Si todos se capacitaban cien, yo sentía que me tenía que capacitar doscientos. Me pasó de estar en ámbitos en los que en la mesa eran todos hombres o la gran mayoría y esperar a escuchar las preguntas que hacían otros para ver si la que estaba pensando estaba a la altura. Sí, todo eso me pasó. Hoy me siento mucho más segura, pero fue todo una construcción.
— ¿Cómo venciste eso?
— Me encontré con mucho apoyo interno. Mi nombramiento fue muy natural y además por mi personalidad, ante situaciones difíciles, sale mi fortaleza. Se me venía a la mente esto que me decía el ex gestor: “¿Qué tenés vos?” Y yo decía: “Tengo la experiencia”. Tal vez mis propias inseguridades las tapaba y las vencía con esa dote de responsabilidad. Siempre digo que mi responsabilidad fue por encima de mis inseguridades y las fui trabajando. Hay una anécdota que suelo contar y es que siempre, antes de entrar en alguna reunión importante, me decía a mí misma: “Soy Vero Marcelo. Vamos, vos podés. Lo vas a hacer bien” y me empoderaba con mi propio nombre, que para mí tiene un peso de la responsabilidad. Esa simple acción muchas veces me acompañó.
— ¿Sufriste el peso de los mandatos familiares?
— El peso de los mandatos lo sufrí un montón y si en algo trabajo mucho es en tratar de destrabarlos. Tuve dos mandatos fuertes: en mi casa era la educación por sobre todas las cosas y fue super importante para mí y lo agradezco. Pero el que no me conoce puede decir: “¿Tanto esfuerzo hiciste y hoy estás haciendo esto?” y para mí todo lo que aprendí de las mujeres de venta directa fue una apertura mental enrome que ayudó a esa Vero profesional y hoy lo agradezco porque me hicieron ser quien soy.
— ¿Te daba vergüenza en ese momento?
— Sí, esa primer sensación fue que vendí de casualidad. “Vendo porque es un ingreso extra, porque me resulta fácil, porque me gustan los productos”, te puedo decir todas las excusas que ponía para decir estoy haciendo algo que hoy me gusta y fui dejando en el camino otra cosa que me estaba generando estrés. Siempre supe que iba a seguir desarrollándome profesionalmente y ahí aparece el segundo mandato. Yo amo a mi mamá con locura, pero hay frase que ella me dijo una vez y a mí me marcó mucho. Cuando yo tuve a mi segunda hija, me dijo: “Para qué tuviste más hijos si querés seguir trabajando” y a mí me dolió un montón porque yo soy quien soy y feliz, siendo mamá y a la vez profesional porque me encanta trabajar, desarrollarme y estudiar.
— Una cosa no quita la otra, pudiste lograr el equilibrio.
— Sí, pude lograr el equilibrio pero hace 20 y pico años atrás eso era mucho más difícil o yo lo veía así. Entonces, hubo dos mandatos culturales que tuve que romper en esa época: ser mamá y trabajar; y el de “dejar todo por vender”.
— En esa época emprender era algo muy loco, osado y en plena crisis económica del país sobre todo.
— Sí, me mencionaban mucho que vender lo podía hacer alguien que no tiene estudio. “Vos con todas las capacidades que tenés, ¿te acordás que fuiste abanderada?”, me decían.
— Por otro lado es paradójico porque vos venís de una familia de comerciantes, ¿no?
— Sí. Mi familia materna vino de España, como tantos inmigrantes que venían y se dedicaban al comercio. Mi papá renegaba mucho de eso, pero en mi casa siempre hubo algún negocio: un quiosco, una pollería. Hemos tenido de todo. Yo siempre digo que tengo un recuerdo de mi niñez con el timbre y muchas veces lo aplico hasta hoy en día. Hay momentos de vacas más flacas que el timbre se atendía 24 por siete y otros momentos, en los que se estaba mejor, se ponían horarios de atención. Eso, como cada cosa que nos pasa en la vida, fue formando mi personalidad. Yo soy muy de ir para adelante, de adaptarme y si el contexto me lleva para un lugar, pensar cómo hago para doblegar ese contexto. Si es malo el contexto yo no me puedo quedarme sentada, no soy de quedarme llorando. Una revendedora me dijo una vez una frase que la uso un montón: “La queja aleja” y “las ideas acercan”, le agregué yo y lo pienso siempre. Para mí, en mi historia y la de mi familia, hubo contextos mejores y peores, pero está en nuestras manos hacerlo diferente. A veces se tenía que trabajar más y el timbre del quisco sonaba 24/7 y otras que estábamos mejor y atendíamos de lunes a sábados, por ejemplo. Hoy hago eso en mi vida. Hay momentos más difíciles y pienso qué podemos hacer diferente sin quejarnos. Esto es lo que nos tocó, ¿cómo hacemos para seguir nuestras estrategias?
— ¿Qué consejo le darías a aquellas personas que quieren emprender, teniendo en cuenta que la venta directa es un recurso a disposición?
— La venta directa es el emprendimiento más seguro porque no hay una inversión inicial. Hay que tener dedicación, metodología y ganas de superarse. Para mí la perseverancia, la capacitación constante, el estar abierto a relacionarse, a entender que en las ventas son más los “no” que los “sí”, pero hay que seguir tocando puertas y queriendo llevar los productos o los servicios. Si yo estoy convencida de lo que hago, ¿cómo no seguir adelante?
— ¿Qué talento hace falta para ser una buena vendedora o vendedor?
— Para mí la comunicación es muy importante, pero creo que tiene que ver más con lo actitudinal sobre todas las cosas. Tenés que atravesar vergüenza o inseguridad. Yo a veces hacía un llamado telefónico y decía adentro mío “que no me atienda” porque tenía que explicar y tal vez tenía temores, pero después cuando me atendían sacaba lo mejor de mí. Hoy lo relaciono con hacer ejercicio. En la previa no quiero ir, pero después cuando pienso en la satisfacción que me va a dar después de esa hora de hacer gimnasia, de sentirme bien y energizada, digo: “¡Vamos! A levantarse, hay que ir”. De la misma manera, vienen esos nubarrones de “no me va a comprar”, “¿tendré el mejor precio?”, pero frente a eso hay que animarse porque la satisfacción mayor es lo que viene después.
— ¿Qué sentís que te hace única?
— Creo que ser yo misma. Ser Vero Marcelo en todos sus aspectos, en todos los roles, y la búsqueda constante de la integridad.
— Te voy a hacer la última, que es la pregunta Comafi. ¿Consideras que las mujeres necesitan más educación financiera?
— Hoy Argentina tiene una brecha del 27,5 por ciento entre lo que gana la mujer y lo que gana el hombre. Como mujeres nos falta animarnos a tener educación financiera y estamos trabajando desde distintos ámbitos en hacerlo. El ambiente financiero, incluso en las casas, lo manejaba siempre más el hombre y en eso tenemos que desarrollarlos porque viene de algo cultural nuestro. Uno a veces le presta atención más a las finanzas corporativas que a las personales y hay tantos instrumentos y recursos que está buenísimo conocerlos. Comafi lo está haciendo, lo está propiciando y este es un espacio para eso también. Yo incentivo a que cada vez más mujeres estudien y se animen porque son sostén de familias y manejan la economía de la casa. Uno a veces cuando habla de dinero parece muy frío, un tema tabú o material, pero el dinero da autonomía. El dinero, la profesión, el trabajo, te dan independencia. El dinero es una herramienta más para tener esa autonomía y poder tomar decisiones con libertad.