Coco Sily: “No tengo nada que ver con Milei pero entiendo a los que tienen esperanza porque el gobierno anterior me decepcionó”

El actor y humorista se percibe en las antípodas ideológicas del actual presidente pero admite que comprende su triunfo electoral porque se sintió “bastardeado” por el gobierno de Alberto Fernández, al que acompañó y apoyó. “Ver a un Martín Insaurralde es un dolor enorme que justifica un Milei”, graficó. Su visión de la Argentina, de la deconstrucción, del machismo y del amor

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—¿Coco, algo que te gusta y te dé vergüenza admitir?

—Hago videoclips cuando voy en el auto, con canciones muy berretas y románticas. Pongo un tema de Luis Miguel y me imagino que tengo cámaras en el auto. Entonces le voy cantando a cada cámara un pedazo de la canción, mientras manejo. Y creo que eso va a ser parte de una película, en la que yo soy el galán.

—¿Es cierto o me estás remando la nota?

—Te juro por Dios que hago esa boludez.

La sinceridad brutal de Coco Sily en cada una de sus respuestas es tan desmedida, tan transparente, que a veces pareciera ser una postura para la entrevista. Y nada más lejos.

Con esa manera de manifestarse, hasta casi visceral, el actor de 60 años (”Wikipedia dice que nací en el 62, pero soy del 64″, aclara) confesará que es un hombre “emocionalmente complejo”. Reparará sin culpa en aquella dedicatoria sentimental que lo expuso en un Martín Fierro, pero que, de algún modo, le abrió las puertas al gran amor que vive hoy.

También hablará de La Cátedra del Macho, de su deconstrucción y del feminismo. Dirá que “entiende” a Milei, aunque se ubique en las antípodas, y exhibirá su profunda decepción con los dirigentes de un gobierno al que apoyó en cuerpo y alma.

Y además mostrará su entusiasmo por Dios es argentino, su primer musical, dirigido nada menos que por Ricky Pashkus, con música de Ale Sergi (Miranda!) y libros de Osvaldo Bazán.

“Nunca me imaginé un proyecto así, hasta que me llamó Ricky: ‘Quiero que hagas un musical’. Me mandó el libro y no lo podía creer: ¡Es tan divertido! Es un Dios argentino, que en siete días tiene que hacer un Universo y no quiere. Porque se quiere ir, está apurado, se las quiere tomar. O sea, sos eterno, vivís desde siempre, ¿por qué te agarró el apuro de hacerlo en siete días? Él tiene una urgencia muy argentina”, dice Coco sobre el espectáculo que presenta de miércoles a domingo en el Multitabarís.

Coco Sily protagoniza "Dios es
Coco Sily protagoniza "Dios es Argentino" en el Multitabaris

—Nunca te hubiera imaginado en un musical.

—Sí. Y canto bien...

—¿Se canta en vivo?

—Claro, se canta en vivo. El musical está un poco armado para un actor, no para uno de esos genios de los musicales, que tenemos miles. Te arman una estructura: bailás, pero no bailás como loco; cantás, pero no cantás como loco. Y los otros sí. Los otros la rompen.

—¿En qué momento vos sentiste que Dios era argentino o que jugaba en tu equipo?

—El concepto de que Dios es argentino habla bastante de nuestro ego. Pero no lo veo como una cosa fea, desde la soberbia: es como un juego. Con todo lo que nos ha tocado vivir, con todos los dirigentes, de un lado y del otro, que han hecho cosas que vos decís: “¿Cómo resiste este país con todo esto que fue pasando?”. Porque Dios es argentino. Y nos cuida un poco, nos da una mano. De lo contrario, no se entiende.

—Aquella Cátedra del Macho, ¿podría darse hoy?

—Sí, tranquilamente. Porque a esa Cátedra del Macho lo único que le quedó fue el prejuicio de la palabra, cuando yo la hice durante un montón de tiempo, 12, 13 años, con 700 mil espectadores. El concepto del macho con el que jugábamos era muy barrial, de costumbrismo, de “las cosas que hace el macho”. No tenía un contenido machista porque el contenido machista, yo no lo tengo.

—¿Nunca?

—No, porque no vengo de una familia con esa estructura. Sí tenía los conceptos culturales del machismo cotidiano y más inofensivo, como quedarme sentado en la mesa y esperar a que mi vieja levante los platos. Lo que no tenía era el machismo y el patriarcado jodido del desprecio por la mujer, de considerarla un ser inferior. Me crie con una mujer que se levantaba, se empilchaba y se iba a laburar al centro, y volvía de laburar y criaba a sus hijos, porque teníamos la costumbre de que ella cocinaba.

—Era un evento.

—Era un evento. Entonces, nunca tuve ese concepto machista. Pero cuando empezó la revolución feminista, todo el mundo, sobre todo ustedes, las mujeres de los medios, dijeron: “¡Cagó Coco! No labura más porque, ¿viste?, La Cátedra del Macho. Y no pasó, porque todos los que la habían visto, hasta mi hija, que es feminista militante, veían que el contenido no tenía nada (machista). Que era solo la palabra.

—¿Cómo te llevás con tu hija feminista militante?

—Muy bien. Es el amor de mi vida.

—¿Te ha llevado a marchas?

—No, porque me enseñó que no tengo que ir a marchas. Que mi lugar de acompañamiento es sosteniendo lo que ella no pueda hacer mientras está en la marcha. Entonces, yo les explicaba a mis amigos, porque muchos querían ir y había muchas feministas que no les gustaba que el hombre participara.

—Ahí hay como dos posiciones.

—Hay dos posiciones. Pero yo entendía cuál era la posición y me parecía lógica: “Bueno, quédense ustedes con los chicos, quédense cubriéndonos en el laburo, quédense, que nosotras vamos a ir a pelear por lo nuestro”.

Coco Sily: "Me he parado desnudo en la puerta de la habitación y he dicho 'si te querés ir andate tranquila estás liberada'”

—Pienso en este macho deconstruido de las nuevas generaciones. ¿Cómo lo ves?

—Lo veo mucho mejor. Veo a los chicos con una apertura mental en cuanto a la cuestión de género, a lo social. Esa cosa cultural que tuvimos durante mucho tiempo, de menospreciar la capacidad por el género, a los chicos ya no les pasa. Y me parece que lo sexual también: hay una apertura donde por un rato las mujeres pueden jugar a ser hombres, los hombres al revés, y después, volver a lo mismo. Juegan un tiempo, no saben, “me gusta una chica”, “ahora me gusta un chico”. Eso me encanta. Y me hubiera dado exactamente lo mismo si cualquiera de mis tres hijos varones me hubiese presentado un novio. Lo hubiese olfateado como olfateo a las novias: solo importa es si es buena o mala gente.

—El macho deconstruido hoy, ¿qué debe tener claro?

—Tiene que considerar al otro como un igual. Considerar a la mina, a la mujer con la que está realmente, como una persona. Si la vas de cheronca, si la querés billeterear: “Nah, gordita, ¿cómo vas a pagar vos?”, sonaste. Igual, no estoy muy de acuerdo con unos conceptos del lado del feminismo.

—A ver.

—Me parece que frivolizan un poco la lucha cuando hinchan tanto los huevos. A mí, cuando empezamos con lo del piropo... No la grosería, la falta de respeto, el acoso. Pero digo, darle la misma valoración a eso que a la verdadera lucha, a las verdaderas conquistas, a que vos puedas ganar lo mismo que gana un periodista varón, que te evalúen por tus capacidades, no por una cuestión de género. Lo demás me parece que está bien. Bueno, ¿no te gusta que te abra la puerta? Tenés razón. Pero no me parece que haya que prejuzgar a un tipo porque culturalmente todavía le quedan esas giladas.

—Lo del piropo a veces es un lugar tan incómodo...

—¿Sabes qué me pasa? En mi vida dije un piropo. Por vergüenza. Pero cuando hablo del piropo, vos me dijiste un piropo cuando llegué.

—¿Qué te dije? Ya no me acuerdo.

—”Qué lindo perfume”.

—Sí, totalmente.

—¿Entendés? Si yo hubiese...

—Nos conocemos desde hace mucho. Y sé que no hay una situación de poder entre uno y otro.

—Nosotros nos conocemos, pero yo me cuido, ¿viste? Me cuido. Y me parece que está bien. Yo no estoy a favor del piropo. Pero, ¿cómo se seduce? Dennos un curso sobre cómo se seduce desde la deconstrucción, porque es recontra difícil. Si el universo no fuera tan generoso conmigo, yo ya estaba retirado... No quiero ningún quilombo, no lo sé hacer. Todo el mundo cree que yo soy un pistola bárbaro por el personaje y soy un tipo tímido. Siempre me costó el encare.

—Nuestra generación tenía el Dime que no, de Ricardo Arjona. Y todos jugamos un poco con eso.

—Claro. Eso tiene una implicancia ideológica recontra fuerte, porque te lleva al verdadero peligro: creer que el no, es un sí. Ahí es donde empieza la tragedia. “Me está diciendo que no, porque no. ¡Pero es un sí!”. Y terminan metiéndola en un telo, ¿entendés? Y ella está diciendo no. Eso es peligroso.

—Con tu pareja, Cinthia Chimi Meza, ¿cuánto tiempo llevan juntos?

—Un año.

—¿Pudiste pagar la primera cita?

—Sí...

—Dudaste.

—Bueno, ella vino al teatro y se fue. Y después lo que hice fue invitarla a mi casa. Armé toda una cosa que me fui a la mierda. En una casa que tenía en el Tigre había un jardín, con un fogonero. Prendí fuego, le puse un sillón, una botella de vino y unas almendras. Y en mi lado, una botella de whisky. Y cuando me paré a mirar eso, dije: “¡Esta piba sale corriendo!”. Porque parecía: “Date por entregada”. Era demasiado. Pero lo dejé. Y después ella me contó que, más allá de que era mucho, le gustó fue la distancia entre los sillones. Una distancia de charla. Y estuvimos cuatro horas charlando. ¡Nos agarramos un pedo los dos! Porque conectamos. A la media hora parecía que nos conocíamos de toda la vida.

—Alguna vez me dijiste: “No vuelvo a convivir”.

—No, no vuelvo a convivir. Y ella tampoco.

—Y así, van bárbaro.

—Sí, bárbaro. Los fines de semana me instalo en su casa del Bajo San Isidro, y es como que te vas a Pinamar: salís a caminar y todo está cerca del río, con unos restaurancitos divinos. Yo vivo en un departamento muy chiquitito pero muy lindo en Núñez, entonces ella viene en la semana y se queda un poquito conmigo. Ella es más joven que yo. Tiene 45 años.

—¿Y vive con los hijos?

—Vive con los hijos.

—¿Y cómo te llevás?

—Muy bien. Muy bien de verdad. Con los dos fui muy respetuoso. Supe manejar los tiempos. Uno de sus hijos está pasando por una transición, muy bien, muy feliz. Yo me relacioné desde ese lugar también: acompañar ese momento, porque es adolescente.

—¿Cómo fue para vos?

—Hermoso, hermoso. Porque es un ser divino.

—¿Está transicionando de hombre a mujer?

—No. Nada... Es la primera vez que lo digo y me siento un poco incómodo por ser yo quien lo dice. Pero lo hago porque ella (por su pareja) lo hizo público, en su columna en la radio, y con el permiso de él, por supuesto. Le ha hecho muy bien a un montón de gente, que no sabe cómo manejarse con ese tema. Ella es coach ontológica, tiene muchos consultantes, entonces también lo hace como una cuestión de servicio. Y yo soy su pareja y la estoy acompañando. Acompaño a sus hijos también. Pasó un año y tenemos una muy buena relación.

—Pero si esta situación que estás viviendo hoy pasaba hace 15 años atrás, con uno de tu hijos, ¿también estabas preparado?

—Este ambiente me ha dado la posibilidad de tener un montón de amigas trans, con las que tengo una relación familiar, divina. Tengo el recuerdo de mi barrio: “Guarda, que es travesti”, como si te fueran a hacer algo. Y esa deconstrucción me fascina: haber podido evolucionar desde ese lugar. Porque la vida es evolución. Sino, sería un embole.

—¿Cómo estás viendo a la Argentina hoy?

—Mal.

—Contame.

—Y... la veo muy difícil, muy dura. También veo a la gente esperanzada en algo en lo cual, yo no tengo esperanza. Pero entiendo a los que tienen esperanza. ¿Sabés qué fue lo peor para mí de este gobierno? En el momento en que más necesitábamos encontrar una salida que tuviera que ver con algo que nos uniera, apareció Milei con una cuestión muy confrontativa y muy picante en ese sentido. Yo no tengo nada que ver con Milei, nada, pero también lo entiendo a Milei. Entiendo el por qué de Milei, porque vengo de un lugar de compromiso político, y fui tan decepcionado y me siento tan bastardeado...

—¿Te sentís decepcionado del gobierno anterior?

—Absolutamente, absolutamente. Del gobierno, y de mucha gente a la cual conocí. Que es peor.

—¿De quiénes?

—No, no voy a dar nombres.

—¿De Cristina?

—No voy a dar nombres. Pero siento una profunda decepción. Ver a un Insaurralde es un dolor enorme, que justifica un Milei. Entonces, estoy como un poco parado afuera, mirando. ¿Sabes qué me pasa también? Que ya no me preocupa tanto para mí. No tengo esa militancia de joven. Ahora veo el país para mis hijos. Miro el futuro para ellos. Milei a esta altura, Cristina... Yo ya digo: “¡Qué cagada!”. Por eso Dios es argentino. Porque sino, ¿cómo resistimos a toda esta gente? De un lado y del otro, han hecho lo que quisieron, con tan poco amor por la Argentina.

—Los números que conocimos de pobreza hace muy poco indican que dos de cada tres chicos en Argentina están por debajo de la línea de pobreza.

—Eso me da un profundo dolor. Porque siento que los que están gobernando van a seguir acrecentando esa pobreza. Y me da dolor también porque los que yo alguna vez acompañé y apoyé, son los que dejaron gran parte de eso. Por el otro lado, ya tengo los huevos llenos de que todo el tiempo hablen de la herencia, sin parar. Y lo que estamos viendo ahora en cuanto a la expresión, al escrache, a las redes, yo no lo viví nunca. Decís cualquier cosa y es muy probable que abajo de esta nota aparezcan los trolls, con un nivel de agresividad y virulencia sostenida por el mismo presidente, que me asusta. Eso no pasó con Macri ni con Cristina, por marcar dos puntos ideológicos distintos.

—¿Te sorprendieron los videos que van apareciendo de Alberto Fernández y la denuncia de Fabiola Yáñez?

—Totalmente. Pero totalmente... Nunca fui amigo de Alberto, pero lo conozco. He hablado con él, personalmente. Yo tenía el programa de radio, lo llamaba y le decía: “Salí”. Lo que menos me imaginaba era ese costado.

—¿El violento o el mujeriego?

—Ninguno de los dos. Lo imaginaba un tipo medio chapado a la antigua, medio conservador. No lo veía en ningún lado de mujeriego. Me lo imaginaba con una exmujer de la política, qué sé yo. Y tendría alguna novia. Bueno, después Fabiola... Listo, nada más que eso. Lo de violento fue un cachetazo porque no es un tipo que lo imaginás. Es medio agua de estanque. Imaginar son prejuicios, porque uno no tiene por qué considerar que porque es agua de estanque, no es violento. Capaz que el agua de estanque es el más violento de todo, y el tipo que grita en la cancha es el más tranquilo.

Coco Sily junto a Chimi
Coco Sily junto a Chimi Meza

—Coco, me gusta que estés enamorado. Y que estés bien. Sufrí con vos en aquel momento, después de tu dedicatoria del Martín Fierro, y con la de Marina Calabró: quiero que nadie más le dedique un premio a nadie, porque no trae buenas cosas...

—No la conozco (a Calabró), pero en su caso es hasta una cuestión de educación. En mi caso, así lo fue. (Caramelito Carrizo) me había acompañado al evento y me pareció que estaba bien hacerlo. Fue una relación que duró nada. Yo no estaba pasando un proceso como ahora, en el cual me decreto profundamente enamorado de Chimi, pero lo hice por una cuestión de cortesía. Me queda esa caballerosidad, que quizás sea de otra época pero sigo sosteniendo. Y lo dije desde un lugar amoroso, más que sentido en profundidad. Y bueno, nada. Pasó lo que pasó. Y agradezco que haya pasado porque me encontré con esta persona con la que, si Dios quiere, pasaré muchos años.

—Coco, te propongo un juego, con varias preguntas. ¿Sexo todos los días o una vez cada tres meses?

—Todos los días. Viste lo que pasa con el sexo: más lo haces, más ganas tenés de hacerlo; menos lo hacés, menos ganas tenés de hacerlo. Entonces prefiero todo.

—¿Dar o recibir un baile erótico?

—¡Qué susto me diste! Recibirlo. Imaginate yo, en un baile erótico. Me he parado desnudo en la puerta de la habitación y he dicho: “Si te querés ir, andate tranquila. Estás liberada”.

—No, eso no pasó.

—Sí, claro que pasó. Y se murieron de risa y de amor. También lo hice desde un lugar de seducción. El humor, el chiste. Y te dice: “Vení acá”, porque da como una ternurita jugar con eso. Pero no, un baile erótico es mucho. Nadie me lo ha pedido tampoco.

—¿Y si Chimi quiere que le hagas un baile?

—Se lo haría, porque respecto a nuestra sexualidad, tenemos un componente de humor muy alto y de jugar al extremo. Somos muy guarros en la palabra, en lo que nos decimos. Entonces creo que nos divertiríamos mucho.

—¿Y qué cosa no me pidas porque esto no va a suceder?

—Bueno, no sé. Y... alguna hazaña erótica, que en este momento este cuerpo no está disponible. “Hagámoslo en una hamaca”. “No, no. Hagámoslo en una cama y peguemos una ducha. Estemos cómodos”. Si hay un ratón y un copete, puede ser. Pero normalmente ya no estoy para los trotes.

—¿Cómo calificarías tus capacidades amatorias? Podés ponerte un puntaje, podés ser un animal o podés darme un adjetivo.

—Está muy bien hecha la pregunta. Si querés te contesto a las tres.

—Dale.

—Ocho. Un alazán negro, ese caballo sin doma, salvaje, libre. Un aventurero.

—¿Te bancás una pareja abierta?

—Ni en pedo. Absolutamente. No puedo imaginármela a ella en otra situación erótica que no sea conmigo.

Coco Sily con Tatiana Schapiro
Coco Sily con Tatiana Schapiro en Infobae (Candela Teicheira)

—¿Cuándo y por qué fue la última vez que lloraste?

—Ayer, en la función. Hay una canción donde Dios cuenta que nunca tuvo un cumpleaños, que no se sabe de qué signo es, que nunca nació. En un momento dice: “Qué difícil es ser yo”. Esa canción me emociona. Pero soy llorón para todo.

—Ese “qué difícil es ser yo”; ¿alguna vez lo sentiste?

—Está buena la pregunta. Sí. Es difícil ser yo. Soy emocionalmente complejo.

—¿Te deprimiste alguna vez?

—Sí. Soy melancólico, bastante depresivo. Soy muy existencialista: no entiendo el sentido de la vida, el por qué, el para qué.

—¿Estuviste deprimido al punto de necesitar ayuda?

—No, no. Pero alguna vez tuve un ataque de pánico y mi psicólogo me mandó a un psiquiatra. Me dieron una pastenaca. Es muy angustiante lo que te pasa.

—¿Qué sentiste?

—Me agarró un ataque de pánico arriba de un escenario haciendo Network. Pensé: “No llego al final del monólogo. Me muero antes”.

—¿Y qué hiciste?

—Llegué al final, porque llegué. Y cuando fui al camarín, me angustié y lloré. Me fui a mi casa y llamé a mi psicólogo.

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