Kaki Rivas: “Sigo creyendo que algún día algo se inventará y podré recuperar la vista”

En Random, el ciclo de entrevistas de Infobae, el expiloto recordó el momento en el que perdió la visión en un hecho de inseguridad y cómo enfrentó el difícil proceso de dejar su profesión. Además compartió sus sensaciones sobre el nuevo desafío de competir en tenis adaptado, representando a Argentina.

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Roberto Carlos Rivas, conocido popularmente como Kaki Rivas, es un expiloto de automovilismo y actual deportista adaptado argentino. En su carrera como piloto, tuvo un destacado inicio y logró el campeonato de TC Pista en 1998 durante su temporada debut, lo que le permitió acceder a la máxima categoría del automovilismo argentino: el Turismo Carretera.

En 1999, Rivas compitió en 15 de las 16 carreras del Turismo Carretera, manejando tanto un Ford Falcon como un Chevrolet Chevy. Sin embargo, su carrera se vio abruptamente interrumpida el 9 de noviembre de 1999, cuando fue víctima de un hecho de inseguridad. En un intento de asalto, delincuentes dispararon y los perdigones que impactaron en su rostro dañaron irreversiblemente su nervio óptico, dejándolo completamente ciego.

Tras este trágico evento, Rivas no abandonó el deporte. Se reinventó como jugador de tenis adaptado para personas ciegas, representando a Argentina en diversos torneos internacionales de esta disciplina. Su determinación y espíritu deportivo lo han convertido en un ejemplo de superación personal que inspira a muchos dentro y fuera de la cancha.

Kaki Rivas: "Hoy soy el hombre más feliz del mundo, disfruto lo simple de la vida”. (Candela Teicheira)
Kaki Rivas: "Hoy soy el hombre más feliz del mundo, disfruto lo simple de la vida”. (Candela Teicheira)

Leo: — Te quedaste ciego a los 24 años, siendo piloto del Turismo Carretera y ahora tenés 49 años.

Kaki: — Sí, exacto. Casi la mitad de mi vida viendo y la otra mitad ciego. Es muy loco porque pensás que lo vas a tener eternamente, naciste con eso y lo das por sentado, pero de un minuto al otro, se te apaga la tele.

Leo: — ¿Qué fue lo que pasó?

Kaki: — Durante mucho tiempo dije que fue un accidente, pero un accidente es cuando te la pegas en un golpe en el automovilismo, lo mío fue una desgracia. Mi vida era todo alto riesgo, yo tenía la agencia de moto, andaba todo el día a fondo con las motos, corría en motocross, cuatriciclo, moto de pista, auto, karting, era todo riesgoso y siempre estaba muy precavido porque adelante mío se me mataban muchos compañeros. Sin embargo me vino por otro lado, por un hecho de inseguridad. Quedé en el medio de un tiroteo, yendo para el banco, me entraron perdigones por los ojos y quedé mal, estuve 15 días internado en el Hospital Italiano, los médicos decían: “Más de hoy a la noche no pasa. Este pibe muere”.

Leo: — ¿Vos escuchabas que los médicos decían eso?

Kaki: — No. Estuve 15 días inconsciente, 15 días que no despertaba y le decían a mi familia: “De esta noche no pasa”. Pasé el día uno, el dos, el tres, hasta que el día 15 desperté. A mí me contaron después cómo fue la secuencia del hecho de inseguridad hasta que terminé en el hospital porque no me acordaba. La ambulancia paró tres veces porque pensaban que no llegaba al hospital. Tenía toda la cara explotada, ensangrentada, horrible.

Leo: — ¿Los perdigones de la balacera te entraron directo en los dos ojos?

Kaki: — 15 esquirlas me entraron.

Leo: — ¿Vos en ese momento viste que eso venía hacia vos? ¿Te pudiste cubrir?

Kaki: — Yo iba para el banco con dos personas de seguridad: el que manejaba, yo al lado y uno atrás. Yo iba mirando para abajo, contando los billetes para ir a depositar al banco. De repente siento una explosión y como si me hubiera golpeado la cara contra la pared, que ves estrellitas. Siento todo eso y me me quedo ahí quieto, me hago el muerto. No entendía nada, veía todo negro. Cuando terminó el tiroteo me bajé del auto y ya no me acuerdo nada más.

Leo: — O sea que lo último que recordás y que viste es que estabas con la cabeza agachada, contando billetes, acompañado con dos personas de confianza y en una batida, viene la balacera y nunca más pudiste ver...

Kaki: — Nunca más. Todo negro. Ni siquiera borroso. Yo cuando despierto en el Hospital Italiano lo primero en que pensé es en las publicidades y todas las cosas que tenía que hacer. Tenía dos parches en los ojos porque tenía todo inflamado, yo pensaba en la carrera que venía la semana que viene. Al rato me dijeron: “Rober, tranquilo”. No me lo dijeron de una que quedé ciego, pero de a poquito me iban contando. Yo ahí prácticamente no podía abrir la boca, los movimientos eran muy lentos porque al entrar 15 perdigones por la cara, cualquier nervio que te toque o quedás cuadripléjico o no podés mover más los brazos o quedas sordo. A mí lo único que me tocó es el nervio óptico y por eso no veo. A partir de ahí empezó mi nueva etapa...

Leo: — ¿Cuándo y cómo te dicen que no vas a ver más?

Kaki: — Fue difícil porque no me lo dijeron de una. Igualmente, cuando me contaron lo que había pasado, que no entendía nada, el día que me voy del hospital a casa, había 500 personas esperándome: amigos, pilotos, periodistas y yo dije: “¡¿Por qué tanto kilombo?!” Es que ya el hecho de quedar vivo, estaban todos contentos. Los notaba a preocupados por cómo estaba y yo decía: “Quedense tranquilos que son dos días, se cicatriza lo que se lastimó y voy a estar bien”. Yo pensando que era nada: que era algo que se lastimó y se arregla.

Leo: — ¿Pero lo demás sabían?

Kaki: — Sabían todos, pero no estaba bien claro esto de que me tocó el nervio óptico y no iba a ver más. Igual pasaron 24 años y es el día de hoy que sigo diciendo: “En algún momento algo va a venir, algo se va a inventar y la vista es muy probable que la recupere”.

Leo: — Vos no tenés duda de eso.

Kaki: — No, olvídate. Me van a poner un ojo biónico que voy a ver, no sé, a 300 mil kilómetros, voy a ver todo (risas). Viste cómo avanza la tecnología… Es increíble.

Leo: — Si un día pudieras recuperar la vista, ¿qué cosas tenés ganas de ver por primera vez o de volver a ver?

Kaki: — Lo primero: mi hija Pili. Yo tuve una hija hace 12 años y la tuve en brazos sin poder verla. Sin ver con mis ojos, la veo con mi corazón. Pero uno de chiquito sueña con tener su familia, sus hijos, disfrutar. A mí me gusta el automovilismo, llevarla a correr… Todas esas cosas no las pude hacer. Igual es muy probable que si vuelvo a ver y me veo al espejo me asuste porque a mí me quedó la imagen mía de cuándo tenía 24 años, ahora no sé cómo estoy. Se que estoy pelado, medio viejo, pero me imagino todavía que tengo esa carita de pibito (risas).

Leo: — ¿Qué recuerdos te quedaron grabados en tu memoria?

Kaki: — Recuerdo mucho las carreras, las carreras mías, los podios, mis amigos festejando. Un montón de imágenes lindas.

Leo: — Cuando te enteraste del diagnóstico médico y de que no ibas a poder volver a ver, ¿cómo pensaste que iba a ser tu vida a partir de ahí?

Kaki: — ¿Sabés lo que sufría yo? Porque yo cuando pierdo la vista lo primero que digo es: “Quiero volver a correr”. No existe un piloto que haya quedado ciego y que haya vuelto a correr. No hay nada peor para un piloto que cortarle la vista. Yo tenía este sueño desde chiquito y logro lo máximo, llegar al Turismo Carretera, donde pasaron todos los grandes: Fangio y un montón. Logro eso en el año ‘99 y digo: “Ya está. Toqué el cielo con las manos” y pum de un día para el otro quedas ciego y no podés correr más.

Leo: — Encima habías sido campeón en TC pista en el ‘98, el año anterior, como debutante.

Kaki: — Claro, hice toda la escuelita. El año 2000 iba a ser el mío, apostaba todo ahí que iba a ser campeón y de pronto quedar ciego… No hay nada peor que eso para un piloto y esos 15 años que siguieron sufrí porque quería volver a las pistas. Me desesperaba.

“Quiero ser el campeón de la vida”, reconoció Kaki. (Candela Teicheira)
“Quiero ser el campeón de la vida”, reconoció Kaki. (Candela Teicheira)

Un momento

En 2015, Kaki pudo reencontrarse con su primer amor al volver a ponerse al volante de un Ford TC en el Circuito Roberto Mouras de La Plata. Lo hizo acompañado por su amigo Emanuel Moriatis, como copiloto.

Leo: — Fue una especie de prueba, con todas las precauciones necesarias, para que vivas una experiencia única. ¿Cómo te sentiste?

Kaki: — Tuve el pase de Hugo Mazzacane, el presidente de la Asociación Corredores de Turismo Carretera (ACTC), porque esas cosas parecen que son fáciles, pero no es así porque pueden pasar un montón de cosas. Pero Hugo es tan prolijo que organizó tan bien todo, me sacó un auto del museo con el que Ema había salido campeón, pusimos todos los walkie-talkie para tener una buena escucha porque yo me guío mucho por los ruidos. El sonido es fundamental para mí. ¿Sabés lo que fue para mí subirme después de 15 años a un auto de carrera y acelerar? El circuito me lo acuerdo de memoria. Después que hicimos todo eso, Ema me dice: “Lo que hicimos fue una locura. No lo haría nunca más” (risas).

Leo: — Él te agarraba el volante, te guiaba y ayudaba…

Kaki: — Sí. No estábamos buscando ningún tiempo, no teníamos que hacer nada de competición. Estábamos tranquilos, disfrutando de ese momento.

Leo: — Era como una especie de homenaje.

Kaki: — Y sí. Poder subirme al auto, sentir el olor a nafta, a aceite, tirar punta y taco, el ruido. Para mí es una locura. Me volvía loco.

Leo: — Es tu pasión.

Kaki: — Sí. Un periodista después de eso puso: “Manejando con los ojos de la pasión”. Me encantó ese título porque es pasión de verdad. Yo me acordaba todo el circuito. Me fue fácil, no fue algo imposible.

Leo: — ¿Fue la única vez que lo hicieron no?

Kaki: — Sí.

Leo: — ¿Lo disfrutaste?

Kaki: — Sí. Es increíble. Lo disfruté porque antes yo iba a las carreras y estaba con mis compañeros, con el Flaco Traverso, con (Guillermo) Ortelli, el Gurí Martínez y Emanuel (Moriatis), hablábamos hasta que en un momento ellos se tenían que ir a la carrera y yo me quedaba paradito ahí solo. Era feo sentir que se iban a todos a la pista y vos te quedás ahí en boxes.

“Los médicos decían: ‘Más de hoy a la noche no pasa, este pibe muere’”, recordó el expiloto en diálogo con Leo Montero. (Candela Teicheira)
“Los médicos decían: ‘Más de hoy a la noche no pasa, este pibe muere’”, recordó el expiloto en diálogo con Leo Montero. (Candela Teicheira)

Un nuevo capítulo: el tenis

Leo: — Estás compitiendo en tenis, ¿cómo empezó este desafío?

Kaki: — Hará ocho o nueve años que empecé a practicar. Al principio arranqué para entretenerme un ratito hasta que me tocó representar a la Argentina y fui a España a un torneo mundial y me encantó.

Leo: — ¿Es solo para ciegos?

Kaki: — Sí, es solo para ciegos y hay distintas categorías: la B1 que es ciego total, B2 que tal vez ve un poquito y B3 y B4 cuando ven un poco más. Yo soy B1, no veo nada.

Leo: — La diferencia es que juegan en espacios más chicos, con una pelota más grande que tiene un sonido como un cascabel.

Kaki: — Claro. Sí, nos permiten hasta tres piques. Cuando pica emite un sonido, entonces nosotros ahí le tenemos que pegar. Lo loco fue cuando me comentan que existía el tenis para ciegos, yo dije: “¿Me están cargando?” (risas). Hasta que me explicaron cómo era, fui, le pegué y no sabés cómo me atrajo. Es hermoso.

Leo: — ¿Qué te atrajo?

Kaki: — El desafío de jugar con el oído, con el sonido. Al principio no le pegas, parece que estás cazando moscas. Hasta que le pegaste a la primera pelota, aunque la tiraste a 300 metros (risas). Pero después lo lindo es aprender a dominar la técnica, representar a la Argentina y ponerme la camiseta, me encantó. En ese torneo en Alicante, España, quedo quinto y yo iba con todas las ganas de traerme la copa como campeón del mundo, pero me cagaron a palos.

Leo: — ¿No pudiste todavía salir campeón?

Kaki: — No, pero este año me preparé y conocí gente de primera. El profe Rodri, que me llamó para dar una charla de motivación para chicos, fui e hice una amistad. “Yo te quiero entrenar. Quiero este torneo de Italia entrenarte, darte una mano”, me dijo. Me explicó todo, es un fenómeno y es el día de hoy que me entrena. Lo lindo es que tenés una meta a la cual llegar, un desafió. Yo me puse el objetivo ser campeón del mundo.

La vida

Leo: — ¿Sentiste depresión después de perder la vista?

Kaki: — Depresión no, pero sí angustia. Me viene unos minutos y después se me va. A los 10 o 15 días que volví del hospital, me acuerdo en mi casa que cuando me despertaba me entraba la luz del sol y es feo abrir los ojos a la mañana y seguir viendo negro. Ahí es donde empecé a razonar qué había pasado.

Leo: — ¿Te enojaste con la vida? ¿Dijiste: “Por qué me pasa esto a mí”?

Kaki: — No, porque me fueron contando cómo pasaron los acontecimientos y en un momento me di cuenta que yo tengo que ser un agradecido porque la puedo contar. En cualquier otro caso, quedaba ahí tirado y decían: “Murió un piloto” y listo. Perdí la vista, nada más. Es un sentido. Lo que valoro hoy terriblemente es la vida. Yo hoy soy el hombre más feliz el mundo y no sé si soy más feliz que antes.

Leo: — ¿Más feliz que cuando veías?

Kaki: — Sí. ¿Sabés por qué? Porque ahora soy feliz con nada. Sentarme en mi parquecito, tomar mate, sentir los pajaritos, el pasto, el sol que me pega, nada, la naturaleza, lo que me da la vida, lo simple. Yo antes andaba en una Ferrari en la calle, andaba a 300 kilómetros por hora, iba a fondo, que las publicidades, que las carreras, los sponsors, que el negocio y realmente ¿disfrutaba la vida? ¿Disfrutaba el momento? No sé, me agarra la duda. Es un sentido que perdí y listo.

Leo: — ¿Cómo fue acostumbrarse a esa nueva vida?

Kaki: — Me daba vergüenza usar el bastón, que me señalen y digan: “Pobre pibe se quedó ciego, antes corría” hasta que un día no me importó más nada. Yo tenía una imagen de campeón, pero me dije: “Bajá a la tierra y enfrentá que quedaste ciego y tenés que salir a la calle con el bastoncito como salen todos y jugatela”. Me costó un montón. Hoy disfruto la vida minuto a minuto, no dejo nada para mañana, mañana puede ser tarde, hoy es la vida. Le doy las gracias por dejarme vivirla. Hoy yo quiero ser el campeón de la vida, que se juega todos los días, todos los días vas sumando puntitos.

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