Valeria Lynch, las veces que la quisieron “voltear” y la crítica a la nueva generación de artistas: “Soy la precursora del autotune”

La cantante, compositora y actriz habla de su relación con Mariano Martínez, de sexo, de compañía, del trasfondo de su canción “Qué poco saben de mí”, de resiliencia, de las “cosas dolorosas” y del talento de la nueva camada de artistas. A los 72 años, se prepara para brindar dos shows en el Gran Rex, de los que dice que no es una despedida

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Personajes - Tatiana Shapiro con Valeria Lynch

“No soy tan mala... Al final, soy buena. Pero a veces, ser bueno es aburrido”, dice Valeria Lynch, pícara. Su reflexión llega sobre el final de este encuentro con Infobae. La cantante, que desde hace años ocupa un lugar de privilegio en el imaginario (y el cariño) colectivo, prepara sus dos shows en el Teatro Gran Rex, para el 8 y 9 de noviembre.

“Tendré un repertorio con todos los temas que ya conocemos. Además habrá otros que no hago hace mucho, y que la gente me los pide. Y estarán los nuevos. Tengo una cantidad de temas... ¡Vayan con tiempo!”, ilusiona la cantante de Qué ganas de no verte nunca más, Piensa en mí y Me das cada día más, entre otros clásicos populares.

Pero antes Valeria habla de todo. Del amor creciente con el músico Mariano Martínez. De sus costumbres juntos, de lo que aprendió a su lado. De sexo y series. También de las “cosas dolorosas” que dijeron sobre ella: de las cicatrices incipientes (leáse Patricia Sosa), de las heridas que todavía no sanan (interprétese, Tais Bornes).

Además, acercará su mirada sobre la nueva generación de artistas, aquella que surgió en tiempos de plataformas y redes sociales: “Yo fui la precursora del autotune, en los 80″, advierte Valeria Lynch. Y así como es un placer escucharla cantar, es imperdible escucharla decir.

Valeria Lynch prepara dos shows en el Teatro Gran Rex los días 8 y 9 de noviembre
Valeria Lynch prepara dos shows en el Teatro Gran Rex los días 8 y 9 de noviembre

—¿Por qué, con los shows del Gran Rex, andan diciendo esto de la despedida?

—Bueno... yo no le diría despedida. Pero ¿quién sabe qué puede pasar después? El Rex es mi segunda casa, ya son tantos que miro para atrás y digo: “¿Y si es la última vez?”. Me dan ganitas a veces, pero no... ¿Quién lo sabe eso?

—Quiero saber con qué tema vas a abrir el recital.

—No te puedo contar.

—Por favor...

—No puedo. ¿Sabes por qué? Tengo a Aníbal Pachano y Ana Sanz en la puesta (en escena). Son mis amigos de toda la vida, pero además trabajé mucho con ellos: son tan exquisitos en todo lo que proponen.

—¿Vas a invitar a alguien al Rex?

—No. Iba a invitar, pero Aníbal y Ana me dijeron: “La gente te quiere escuchar a vos”. Así que esta vez, tengo que trabajar un montonazo.

—¿Las ganas están como siempre?

—Sí. Si no encaro un proyecto con pasión, no me sirve a mí. Y no le serviría a la gente. Ha pasado mucho tiempo. ¡Ay, Dios mío, cuántas cosas hice! Pero la pasión sigue intacta.

—Te veo con Mariano, y veo fuego y pasión en esa pareja. ¿Es así?

—Sí. Hay fuego, hay pasión. Pero además hay admiración, respeto. Amor genuino. Y tenemos una conexión musical muy fuerte. Él estuvo con la producción de (la canción) Qué poco saben de mí. La subí a las plataformas digitales para ver qué pasaba con la gente y se posicionó entre las diez canciones más escuchadas de toda mi historia musical. Es impactante.

—En ese tema cantás: “Soy la que tuvo que escuchar por la espalda palabras crueles, tan equivocadas”. ¿Tuviste que escuchar mucho que hablaran por detrás?

—No mucho, pero cosas dolorosas, que vos decís: “¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué no me lo dicen acá?”. Esta canción tiene que ver con la resiliencia. La escribimos con Mariano y Adrián Álvarez: entre los tres fuimos modelando frases.

—Hablando de la resiliencia: “Y me caí, me levanté más de una vez; siempre volví a estar de pie”.

—Siempre. Siempre veo el vaso medio lleno. A partir de eso, ya tengo un mundo por delante para levantarme.

—Sos una mujer súper pública. Te conocemos desde hace...

—(Interrumpe) Mucho.

Valeria Lynch destaca la admiración y el respeto mutuo en su relación con Mariano Martínez (RS Fotos)
Valeria Lynch destaca la admiración y el respeto mutuo en su relación con Mariano Martínez (RS Fotos)

—Sos nuestra. Pero con este Qué poco saben de mí, ¿creés que hay una imagen tuya que es distinta a la mujer que después cierra la puerta en su casa?

—En realidad, esta canción no tiene que ver con la gente. Tiene que ver con cierta gente. ¿Entendés lo que quiero decir? No se la canto al público. Se la canto a los que de verdad saben poco de mí. Y que no saben que a mí, no me voltea nada. Nada.

—¿Te quisieron voltear?

—Muchas veces. Sin fundamento, sin ganas, por algo que a lo mejor no tiene que ver con una convicción: tiene que ver con que estás manejada por alguien, manipulada. Eso duele.

—¿Tiene algo que ver con todo lo que pasó con Patricia Sosa?

—Tiene que ver con un montón de cosas. Lo que yo hago es cerrar. Cuando cierro, cierro para siempre. También escuché que decían de mí (por Patricia Sosa): “Y... a lo mejor la desbloqueo”. A mí no me bloquea ni me desbloquea nadie. Yo sola sigo adelante, a pesar de todo. Soy como me ven: genuina, auténtica; no tengo poses. Me gusta brillar arriba del escenario. Y cuando bajo, soy exactamente igual a cualquiera. Me pasan las mismas cosas, buenas y malas.

—¿Te dolió cuando habló de Tais?

—No sé de que habló. Pero no tengo muchas ganas de hablar de eso.

—¿De Patricia o de Tais?

—No, no. De Patricia. Para mí, quedó atrás. De verdad.

—Queda claro: Qué poco saben de mí tiene que ver con situaciones y personas puntuales, no con el público. Y pasaste por momentos dolorosos, como una separación con hijos de por medio.

—Es así. Pero yo tengo espalda para bancármelo. Y sigo adelante. Es que no pueden: “Los que creyeron que mi luz se apagaba, qué poco saben de mí”. Así que besito. Y gracias por estar.

—¿Cómo está todo con Tais?

—Más o menos, porque no estamos. Ya está. Es una señorita. Es una chica que se fue a vivir con su papá (Cau Bornes, su exmarido). Así que está buenísimo, está bien.

—¿Pero vos la seguís sintiendo como una hija?

—Yo la quiero mucho. Sí, sí. Siempre la quise. Y la quiero.

—Sé que es un vínculo muy fuerte para vos. Y se dijeron cosas feas.

—Sí, sí. Feas, feas. Y no ciertas, no reales, no verdaderas.

—Se llegó a decir que Tais se llevaba mal con Mariano, y que por eso vos le habías pedido que se fuera.

—No. Ella se fue, eligió. Se fue con su papá.

—¿Vos no le echaste?

—No. Nunca lo hubiera hecho. Todavía tengo en mi casa ropa de ella. Para mí ya es una etapa finiquitada y terminada. Pero lo que sí te puedo decir es que yo la quiero.

—Ahí sí estás abierta para un reencuentro.

—Sí. Siempre.

Valeria Lynch sobre Mariano Martinez :"Vino a cubrir un lugar que necesitaba: un compañero" (RS fotos)
Valeria Lynch sobre Mariano Martinez :"Vino a cubrir un lugar que necesitaba: un compañero" (RS fotos)

—Te decía que con Mariano me dan pareja apasionada, me dan fuego.

—Me encanta eso.

—¿Hay mucho chape en tu casa?

—Obvio. En mi casa y en todos lados.

—¿De los dos, quién es el que más busca?

—Yo. Soy más de estar encima, de decir “te quiero” a cada rato, de acordarme de la fecha. ¿Viste que los hombres no son tan del detalle? Por lo menos el mío. El que yo tengo es divino, es lo más. Vino a cubrir un lugar que necesitaba: un compañero, una persona que me admira, que me ayuda, que me contiene.

—Y que también, es un par.

—Tal cual: es un par en todo.

—No tenés que armarlo vos.

—No. Y nos admiramos mutuamente. Él no es tan rockero y yo no soy tan baladista, entonces nos fusionamos musicalmente de una manera increíble.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos?

—Cinco años.

—¿Están compartiendo dormitorio?

—Claro.

—Porque en alguna época vos dijiste: “Taza, taza, cada uno a su dormitorio”.

—Bueno, era otra situación. A veces uno depende mucho de... Pero me encanta compartir dormitorio. Y dormir cucharita: es una cosa de posesión, pero además es de acurrucarse y de que te contengan.

—Es incómodo, Valeria...

—Es incómodo después de un rato. Y das un codazo así, y se da vuelta. Pero me encanta. Yo siempre decía: “¡Ay, no! ¡Por favor! Lejos, lejos”. Tiene que ver con lo que a uno le pasa interiormente, porque cuando estás enamorada... Y sí, estamos muy bien.

—Y me decías que sos buscona.

—Soy buscona, pero no necesariamente hablo de sexo.

—Yo sí.

—Hablo de todo. Siempre estoy: “Mi amor, un besito”. O todos los meses me acuerdo de la fecha: “¡Ay, felicitaciones!”. Bueno, soy así.

—Valeria te llega con el conjuntito nuevo de ropa interior, dispuesta a ser...

—Yo soy de pijama. Pero pijama lindo. Y soy muy nocturna; él no tanto. Generalmente se duerme antes que yo, y me quedo ahí, viendo mi serie favorita. Igual, a la mañana siguiente me levanto temprano.

—¿Tu horario para el amor es la mañana?

—No. La noche.

—¿Cómo calificarías tus capacidades amatorias?

—(Canta un fragmento del tema “Como una loba”)

—¿Te casarías?

—No. Estoy muy bien así. Ya está. Ya pasé esa instancia, y muy bien no me fue... Igual, creo que no hace falta. Estamos muy bien, disfrutamos mucho del momento. Y estoy agradecida porque él me mostró otro lado de la vida.

—¿Qué te mostró?

—A saber disfrutar y pasarlo bien. Porque yo soy bastante más grande que él, y sin embargo, me dijo: “Lo importante es lo que hay acá”.

—¿Soltaste fácil el tema de la diferencia de edad?

—No. Al principio me costó. Pero ahora parece más viejito que yo, que parezco más joven. ¿Cómo puede ser? Es un chico grande, un tipo grande. Le duele todo: le duele acá, le duele allá. Pero de verdad que la pasó muy bien. Estoy muy feliz con él.

—¿En ningún momento te agarra la necesidad de decirle: “Andate un poquito...”?

—Hay veces que hacemos eso por decisión propia. Y nos hace rebien porque nos potencia. Pero una semana, diez días como mucho; (más) no aguantamos ninguno de los dos. Estábamos en Uruguay y me tuve que volver antes, y me hizo todo un drama porque me iba para Buenos Aires: “¿Por qué?”; “Pero Mariano, nos vemos en diez días...”. Entonces me llamaba: “Te fuiste. Estoy solo”. Pasaba eso.

—Te llevo a la música. ¿Harías una colaboración con algún músico de la nueva generación?

—Con Catriel. Me encanta cómo canta y qué músico es. El otro día subió una historia cantando Me das cada día más o La extraña dama, y me llamó la atención. También lo vi cantando un tema de Spinetta. “¡Apa! Es muy buen cantante”, pensé. Así que me encantaría.

—Tini hace muy poquito grabó con Coldplay.

—Sí, me encanta. Pensar que cantó conmigo en el Rex cuando recién salía de hacer Violetta. Era chiquita; ahora es una mujer, es hermosa. Me gusta mucho ella, y lo que está haciendo. María (Becerra) fue alumna mía, cuando era chiquita, de mi escuela. María canta hermoso. Me encanta que haya una música que se identifica con la juventud. Por ahí hay cosas que no las comprendo: yo no usaría tanto autotune. Muchos de ellos usan autotune todo el tiempo, y cantan fenómeno. Yo le daría más importancia a lo artistas que son, para que perduren, porque lo del autotune es una moda. Pero no me parece mal. Yo usé autotune.

—¿Con qué?

Fui la precursora del autotune con una canción que se llamaba Robot programado, en los 80. Fijate si conozco del autotune... Pero lo usé porque era un efecto, ¿entendés?

—No era una necesidad.

—No. Entonces, lo que yo digo es que hay muchos de ellos que son recontra talentosos. Muy. No tienen necesidad de usar el autotune. Muchos pueden solos. Me gustaría que muestren de verdad las condiciones que tienen.

El medidor de maldad de Valeria Lynch

—Te propongo un juego. Un test: un medidor de maldad para distintas situaciones que te voy a ir planteando.

—A ver...

—Te piden un caramelo, metés la mano en el bolsillo y te das cuenta de que tenés uno solo. ¿Se lo das o decís: “No tengo nada”?

—Depende de qué caramelo sea. Y de si yo tengo ganas de comer. Si tengo ganas de comer el caramelo, perdió. “No tengo”, le digo.

—O sea, el medidor queda por la mitad. Otra situación: nos sacamos una selfie, llegás a tu casa y ves que vos estás fantástica, pero yo estoy sonadísima...

—¿Qué hago? La publico igual. Cuando saco una selfie me miro yo, no miro a los demás. Y digo: “¡Dale, está buenísima!”. Por ahí Mariano me dice: “Pero yo salí horrible”. “¡No, mi amor! Estás bárbaro”. ¿Pero eso qué tiene que ver con la maldad? No es malo.

—Te llaman por teléfono para venderte algo: “Buenas, le quiero ofrecer el seguro de no sé qué...”. ¿Cortás a mitad de la explicación o esperás hasta el final?

—Corto.

—El medidor de la maldad se va inclinando hacia un lado...

—¡Pero no es maldad! A lo mejor me están queriendo hacer una estafa.

—Estás mirando la tele, suena el celular: te llama un familiar, una amiga, una de esas personas que no paran de hablar.

—Si es alguien de confianza le digo: “Mirá, estoy viendo algo importante. En un ratito te llamo”. Después no llamo, pero no importa. Si me vuelve a llamar lo atiendo con cordialidad, obvio.

—Subís al ascensor y escuchás que se abre la puerta de calle: viene alguien. ¿Esperás o cerrás la puerta?

—Cierro y me voy.

—Una amiga te pide que la acompañes a probarse un vestido. Se lo prueba, pero no la favorece.

—Si veo que no le favorece, se lo digo. Con tacto, pero se lo digo. Sí. No soy tan mala... Al final, soy buena. Pero a veces, ser bueno es aburrido.

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