Década del 90. Los Tipitos hacían temporada en Villa Gesell. Y con la astucia propia de un especialista en marketing, a alguno de sus integrantes se le ocurrió dejar un cuaderno para que quienes asistieran al show, anotaran su número de teléfono... ¡fijo! Otros tiempos, claro, que parecen años luz: no había celular, ni correo electrónico.
Y entonces... “Cuando volvíamos, los repartíamos entre los cuatro -cuenta el cantante y guitarrista Willy Piancioli-. Hacíamos unas hojitas de Excel de unos 30 y pico de números para cada uno. Y a la noche nos dedicábamos a llamar a cada casa, para convocarlos al show. El primero que hicimos así fue El Sótano, y lo llenamos: de meter 200 personas pasamos a casi mil”. “¡De la nada!”, aporta el guitarrista Raúl Ruffino, todavía sorprendido.
—Y con los músicos llamando por teléfono...
Willy: —Uno por uno.
Raúl: —Era maravilloso. Muchos a los que llamábamos, no entendían: “¿Quién? ¿De Los Tipitos... qué?”.
Willy: —¡Claro! Porque por ahí atendía la abuela, ¿viste? Pero bueno, fueron pasitos que al principio parecían una locura, pero daban resultado.
Raúl: —Después también íbamos a tocar a Plaza Francia para promocionar un show que daríamos unos días después.
La anécdota aporta mucho más que las diferencias tecnológicas y el paso del tiempo. Describe también a una banda -que completa el bajista Federico Bugallo, y que en sus inicios también contaba con Pablo Tevez en la batería- que siempre tuvo en claro que, para crecer, no alcanzaba con hacer buena música. Hacía falta mucho esfuerzo.
Ayer Los Tipitos -que surgieron en Mar del Plata, allá por 1994- celebraron en el Gran Rex los veinte años de un disco emblemático: Armando Camaleón. Luego se irán de gira. Para seguir convidándole al público “una que sepamos todos”. Que tratándose de ellos, antes que una, son varias...
—30 años de banda, 20 de Armando Camaleón. Esos primeros 10 años, ¿costaron?
Raúl: —Sí. Fue todo under. Años sacrificados pero muy divertidos. No hay algo que pese, que te dejó una secuela grave en la vida. Fue hermoso.
Willy: —Son los momentos en los que te sostiene la música, la amistad, el objetivo en común. Recuerdo esa especie de fascinación por lograr eso que teníamos en la cabeza, que era siempre dar un pasito más: grabar el primer disco, grabar el segundo disco. Cuando nos quedamos solos, grabamos Cocrouchis.
—¿Tienen en claro todos estos años que pasaron? ¿Los sienten?
Raúl: —Sí, se sienten.
—El post show no será el mismo hoy de lo que era en 1997.
Raúl: —No. Ni la salida, ni el horario.
Willy: —Nada. Ni la vida. Ni las giras. Cada tanto lo hablamos: estamos en un momento en el que priorizamos disfrutar de esto que logramos. Ves para atrás y decís: “¡Wow! Mirá…”.
—Si les doy a elegir tres momentos significativos de la banda en todo es tiempo, ya sea en lo bueno o en lo malo, ¿con cuáles se quedan?
Willy: —El primero es la llamada de León Gieco cuando vivíamos en Mar del Plata y nos convoca en Cañada Discos, el sello que había creado para publicar artistas del Interior, para grabar el primer disco. Y nos radicamos en Buenos Aires.
Raúl: —Ese fue un logro. El otro fue cuando empezamos a salir del under, justamente con este disco. A escucharnos en la radio, a ver que los shows eran convocantes, que venía a vernos gente que nosotros no conocíamos. Y ver que los hoteles empezaban a ser mejores. Ese un momento importante.
—¿Se identifica el momento en que los hoteles pasan a ser mejores?
Raúl: —¡Sí, por supuesto!
—”Ya no somos ocho en la habitación”.
Raúl: —(Risas) Claro. En un momento nuestro manager, Andrés Vignolo, nos dijo: “Ahora van a venir las habitaciones singles”. Y te das cuenta de que todo empieza a mejorar. Tambiéns es difícil surfear esa ola, cuando todo viene de bien.
—Y ustedes sabían adónde iban: no eran solo un grupo de amigos que se juntaban a pasarla bien, sino que había una proyección.
Willy: —Había un compromiso muy grande de ocupar todo el tiempo, las 24 horas, en la banda. Y después, a través de la música, ver cómo subsistir. Porque había que pagar las cuentas y demás.
—¿Cuándo entendieron que iban a vivir de esto?
Raúl: —Mucho tiempo fuimos amigos, pero cada uno tocaba por su lado. Transitábamos la música recreativamente. Hasta que un día pensamos igual: “Todos tocamos, ¿por qué no hacemos un grupo?”, dijimos. Con Fede trabajábamos en el mismo lugar y renunciamos, porque nos demandaba un montón de tiempo armar algunos instrumentos que nos faltaban, las listas y qué sé yo. “Vamos a vivir de esto. Y vamos a dejar lo que estamos haciendo porque nos saca tiempo. No importa cuánto vayamos a ganar”, dijimos.
Willy: —Fue un cambio de vida. Hasta que en un momento llega el cambio: cuando empezás a escuchar tu música en cualquier lado. Entrás al chino y está sonando “Brujería”, y decís: “Está pasando, está pasando...”.
—¿Un tercer momento?
Raúl: —Un tercer momento... (Piensa). Te voy a decir alguna crisis que tuvimos, porque no todo fue color de rosa. Hubo un momento de estancamiento: estábamos cómodos con las canciones, con los shows, con la banda. Y nuestro propio manager nos decía: “Se tienen que reinventar”. Alberto Moles, de PopArt, nos venía diciendo: “Tienen que hacer un disco de folclore porque no son una banda de rock, netamente. Ustedes son populares, como una banda de León Gieco”. “Sí, sí Albert”, le decíamos. Hasta que decidimos dar el volantazo, porque estábamos en crisis, realmente, e hicimos un disco de folclore. Y todo se empezó a limpiar. Cambiamos de manager. Perdimos a uno (Pablo Tevez). Conocimos otra gente; otra música; otra manera de trabajar, de producir, de ver nuestro entorno. De pensarlo y de decirlo diferente, como en el folclore. Fue un momento maravilloso.
—30 años... ¿Nunca hicieron terapia con el grupo?
Willy: —No. Pero en un momento se propuso.
—¿Quién lo propuso?
Willy: —La persona que se fue, justamente (risas). No nos parecía una buena idea. Siento que con Fede y Raúl nos une una perspectiva, una mirada parecida. Y eso tiene mucho que ver con estos 30 años, porque es difícil sino compartir la vida con una persona que ve todo muy distinto, o al revés, o de otro color.
—¿Y ese integrante que propuso la terapia, iba por otro lado?
Willy: —Había como una olla que estaba a mucha presión, y que se destapó con ese disco de folclore, que puso en manifiesto algunas imposibilidades suyas de poder disfrutar de lo que nosotros sí disfrutábamos.
—¿Quedó todo bien después, con los años?
Willy: —Sí. Medianamente, sí.
Raúl: —Dentro de todo lo que se puede estar bien, estamos bien con Pablo.
—Wally, ¿tu tercer momento?
Willy: —Hubo un segundo disco respecto a este volantazo, el de rock nacional. Habíamos agotado nuestra fórmula: de golpe esto te parece ya un trabajo medio de oficina. Y el disco de rock nacional fue una especie de recreo. El de folclore, una vuelta al trabajo, pero desde otro ángulo. Cumplimos con irnos un poquitito a un camino lateral, y volver otra vez a la autopista.
—¿Qué pasa con que la música que uno compuso, acompaña a la gente como la banda sonora de su vida?
Willy: —Hace poquito me llevaba un chico en una aplicación de remís y me dice: “Che, ahora tocan, ¿no?”. “Sí, festejando 20 años de Armando Camaleón”, le digo. “20 años... ¿Sabés que mi papá me llevaba a la Costa con el 504, e íbamos viajando escuchando el disco? Lo conozco de pé a pá ese disco”. “¿Pero vos qué edad tenés?”, le digo, porque era demasiado joven... “25″. Claro, lo escuchó cuando tenía cinco años. Andá a saber cuántas horas...
Raúl: —Pobrecito... (Risas). El éxito es un poco estar en eso. Me acuerdo cuando fui a ver a Fito (Páez), con Tercer mundo: yo estaba en la segunda bandeja del Gran Rex, encendido. Y después pisar el Gran Rex del otro lado... Es la vuelta. Y un día... ¡estás en la casa ensayando con Fito!
Willy: —O viene Fito a la sala. Fue tremendo. Lerner.
—¿Cómo fue?
Willy: —Vino a ensayar a la sala y enseguida tiró una data sobre “Silencio”: “No, esto es así... ‘Hablando solo cuando es tarde y ya no hay más que hablar’”, con la mano, ¿no? Y lo llevó a su casa el tema. Se lo hizo propio. Y fue la presencia de un gran artista, de un verdadero maestro. Con Andrés Calamaro pasa un poco eso, también: lo escuchás cantar “Silencio” y parece una canción de él.
—¿Y con Charly, qué pasó?
Willy: —No tuvimos muchos encuentros con Charly; fueron furtivos.
Raúl: —Tuvimos unos desencuentros. Y en el momento que estuvimos más cerca de Charly, estaba explotado. Say No More. Estaba con el aerosol en la mano. Incluso Fede, nuestro bajista, le regaló una guitarra del año 62, una reliquia, que después fue un afiche de Demasiado ego; toda pintada estaba... Le regalamos una guitarra del año 62, una reliquia.
Willy: —Una reliquia, sí...
Raúl: —¡Y él la pintó toda con aerosol!
—¿Dolió?
Raúl: —Dolió un poco. Sobre todo a él (Willy), que la usaba mucho para tocar en la calle.
Willy: —Era mi guitarra. Era de Fede, pero era como mi guitarra. Pero bueno... Es Charly, ¿viste?
—¿Era la que usabas para tocar en Plaza Francia y convocar público?
Willy: —Exacto. ¡Era un violón! Una Hofner.
Raúl: —Estuvimos muy cerca de Charly en un cumpleaños. Él estaba en otra habitación, nunca nos animamos. Recuerdo que después nos llegó que se quejó: “Tus amigos no me vinieron a saludar”, dijo. Teníamos un miedo... Pobre.
—Inhibía Charly.
Willy: —Se sentó al lado y estaba sonando un tema de Bee Gees. Se dio vuelta y me pregunta: “¿Qué es esto?”. “Bee Gees, Charly”, le digo. “Ah... Suena bien, eh”. “Sí”, le digo (risas). ¡Qué genio que es! Un hermoso total. Aparte, lo flashero de Charly es toda su obra. Yo lo siento tan cercano.
—Ahora bien, ¿el rock les trajo más plata, más mujeres, más dolores de cabeza?
Willy: —Uff...
Raúl: —¿En ese orden?
Willy: —No sé cómo hubiera sido de otra manera, la verdad. Yo creo que muy parecido. Me parece que todo eso que vos mencionás, viene con uno. Esa forma de ver o de encarar la vida, de elegir o no elegir. Y eso viene o no viene, porque puede no venir también...
Raúl: —Vas a juntar mujeres, digamos, porque es lo que te interesa. Me parece que eso, ¿no?
—No es lo mismo estar en un escenario...
Raúl: —Claro que no. Hay que surfear esa ola también. Verse realmente dónde está uno, qué es lo que quiere hacer con lo que... Porque el camino es largo.
Willy: —El tema es ver qué haces con todo eso que empieza a aparecer. Digamos, cómo ves el futuro respecto de eso. Porque podés marearte.
—¿Te mareaste en algún momento?
Willy: —Creo que no. Fui bastante previsor. Capricorniano.
—¿Raúl?
Raúl: —Yo puede ser... un poco. Vengo del Chaco, llegué a los 18, y todos los años del under, solari en Buenos Aires, con mis amigos como familia. En ese momento tal vez me perdí un poco, pero de cómo administrarme, qué hacer. Me iba al shopping y me traía la casa de ropa en una valija. No tenía mucha… Disfrutaba muchísimo. Habían sido muchos años de necesidad, y ahí, estaban satisfechos.
—¿Había costado la infancia, la adolescencia?
Raúl: —Sí. Aunque mi infancia en el Chaco fue feliz, no deja de ser un poco acotada en los recursos o las cosas, heredando ropa o que te compren la misma ropa que tu hermana. Pero cosas así, nada grave. Hay realidades mucho peores. Y en el Chaco, más.
Willy: —De golpe sentir esos beneficios del cambio económico sí te lleva a malgastar. Pero tendimos a comprarnos instrumentos, a volcarlo en algo que después, te genere.
—¿Cuál de los hits los sorprendió? Decían: “No apostábamos tanto por este tema”, y después...
Willy: —Para mí, “Silencio”. Nos encantaba la canción y nos daba mucha pena que, en su momento, pudiera quedar afuera del álbum porque no encontrábamos el estribillo.
—¿Estuvo por quedar afuera?
Willy: —Estuvo por quedar afuera...
Raúl: —Se trabajó bastante.
Willy: —Quince días antes de empezar a grabar logramos redondear el estribillo, y recién ahí entró. La compusimos entre los tres. Arranqué yo, después Raúl puso el estribillo, que maridó perfecto con la estrofa que yo tenía. Y después faltó letra, y vino Fede y puso la letra. La remamos.
—¿Los sorprendió “Campanas en la noche” o esperaban lo que pasó?
Willy: —Siempre que viene un salto grande con una canción, sorprende. Para bien, obviamente. Y también fue muy sorprendente la recaudación en SADAIC. Dije: “¡Wow! ¿Qué pasó?”. Hubo un antes y un después.
—“Campanas...” no peligró: iba al disco seguro.
Raúl: —Esa ya estaba bastante redonda de movida. Vino bastante parecida a como está.
—¿Los enloquecen las métricas? Sale el disco, sale el corte, ¿y están mirando cuántas reproducciones tiene en las plataformas?
Raúl: —No, no. Me parece que es como una enfermedad del momento esto de la dependencia a los likes, a las redes, a ver qué está pasando ahí. Está tomando no solo la mente, sino el espíritu de las personas. Cambia el humor, la gente está como diferente en ese sentido. Todo es rápido, se aburren muy rápido. Los chicos que hacen trap están empezando a hacer canciones con estrofa y estribillo, no sé si te diste cuenta.
—¿Te gusta lo que está pasando?
Raúl: —Me encanta, porque lo otro también tiene que estar, el trap y la música de una camada de jóvenes que se entendieron y que lograron hacerse escuchar, realmente. Llamaron la atención de la Argentina y del mundo.
—Bueno, Duki acaba de hacer un Bernabéu. Está pasando algo con esta generación.
Willy: —Hay una comunión en los distintos enfoques de la música. Muchos de esos pibes saben perfectamente quién fue Spinetta. O sea, en ese sentido, no se desayunan ahora de que no tienen una memoria o un background de dónde viene la música a la que ellos pertenecen, o son la punta de lanza en este momento.
—¿Harían una colaboración con alguno de ellos?
Willy: —Sí, totalmente.
Raúl: —Claro que sí.
—¿Quién les gusta?
Willy: —Trueno me encanta.
Raúl: —Es tremendo. Becerra también.
Willy: —Becerra nos encanta. Son cosas que también comparto con mi nena, con Anita, de nueve años.
—¿Cómo se llevan con la política?
Willy: —Bien. Yo tengo un gusto por la historia más que por la política en sí misma. Y por escuchar y tratar de desmenuzar.
Raúl: —En mi familia tengo un diputado por el Chaco, pero siempre estuve como al margen de la política. Me enamoré cuando vino Néstor (Kirchner) y empecé a verla con otros ojos porque sentí que esa persona, nos involucraba. Y ahí quedé un poco enganchado con esa gente. Pero después, me hace mal ver que se pelean entre ellos y que no nos toman en cuenta. Esté quien esté, ¿no? Me gusta Lousteau: cómo es, cómo piensa, su sentido común. Pero me hace mal involucrarme demasiado en la política, y entonces me dedico un poco más a las canciones. Ahora me despegué un poco.
—Los convoca Milei para cantar en un acto. ¿Van?
Willy: —Yo no. No participo en general de ningún lado. Fueron muchos años de desazón hasta que, comparto con Raúl, llegó Néstor y nos mostró otra forma de hacer las cosas. Y me parece que Cristina también, en un punto. Pero el embanderamiento, a veces… Tengo amigos que son militantes activos desde hace muchos años y siempre les pregunto, me interesa el tema y hablamos mucho, y tengo mi opinión, o por lo menos, mi forma por lo menos de procesar la información. Que es un montón la información que hay. Y filosa, muchas veces. Pero hay límites en todo. Y me parece que nuestro Presidente actual traspasó esos límites. Para mí, para mí...
Raúl: —Sí, sobre todo el buen gusto, la sororidad, tratar bien al otro. Eso no está en esta gestión.
—¿Y todo lo que está pasando con la cultura?
Willy: —Bueno, esas son cosas que te tocan medio cerca. Son colegas. Nosotros sabemos cómo se labura cuando te contrata un municipio, ¿entendés?
—¿Y cómo se trabaja?
Willy: —El municipio quiere devolverle a su gente un sábado a la tarde, de 19 a 23, tres shows para que disfruten de la música, porque por ahí no tienen para comprarse el pasaje o la guita para sacar una entrada en un teatro de Buenos Aires. Y yo no lo veo mal.
—¿Se cobra lo mismo un recital en un estadio o en un teatro, que un show para un municipio? ¿El presupuesto de la banda es el mismo para una fiesta de una empresa privada que de una municipalidad?
Ambos: —Sí.
—¿No existe que, como es algo estatal, se puede manejar otro número?
Willy: —Ahí tenés tu techo como artista.
—Y tu piso.
Willy: —Digamos, vos podés defender tu techo a regañadientes o, si hay una discusión de: “Che, mirá, tengo tanto”, bueno, está en vos aceptarlo o no.
Raúl: —Porque hay también un circuito donde todos se conocen. Todos sabemos lo que cobran los otros artistas, los otros colegas, lo que pasa.
Willy: —Es muy chiquito y se sabe todo.
Raúl: —Tu precio es tu precio. Es lo que valés y es lo que vos defendés. Y no me voy a aprovechar: no le voy a cobrar más al otro porque sé que viene de no sé dónde.
Willy: —No, por esto que te dice Raúl: todo se termina sabiendo. Si hacés eso bajás tu credibilidad un montón: “A este le cobraste tanto...”. Este año hicimos una gira produciendo con teatros y productores locales, y no es lo mismo porque la gente igual ahí tiene que ir y pagar una entrada. O sea, de ninguna manera es lo mismo a que venga la Municipalidad de, yo qué sé, Roque Pérez, y que invite a Los Tipitos y costee todo el municipio, y que la gente pueda ir a ver un espectáculo gratuito en la plaza. Hace poquito estuvimos en los 55 años de General Alvear, y la gente estaba ahí, chocha, todo divino, ¿viste? La estaban pasando súper bien. Y vos tenés la posibilidad de viajar, tocarles; y ellos, de verte. Está buenísimo.