Las conmovedoras historias de una familia de acogida: “Es durísimo cuando los bebés se van, pero vale la pena”

“Vamos a seguir llorando cada vez que un chico deje la casa, pero estamos felices de que tengan una familia para siempre”, aseguran Charly y Macarena, emocionados. Cómo es afrontar la crianza de un menor en tránsito y cómo siguen los procesos

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Las conmovedoras historias de una familia de acogida: “Es durísimo cuando los bebés se van, pero vale la pena”

Todo está en la mirada y las manos del bebé. Con pocos días de vida o apenas unos meses llega a esa familia que, desde el vamos, comprende dos cosas: ese bebé se va a quedar con ellos por un tiempo, pero lo van a amar toda la vida.

Y así, cuando le dan la mamadera, cuando lo arropan, cuando le hablan, cuando lo miman, ese bebé no mira y tiene sus manitos cerradas hasta con fiereza, como agarrándose en vano a lo único que recibió hasta ahí: la nada misma.

Pero en un momento, transcurridos días o varias semanas, ese bebé empieza a mostrarse permeable al amor incondicional que le dan. “Y entonces te mira, te sostiene la mirada. Y también abre las manos, las relaja, porque ya se siente seguro, porque pudiste vincular con él -cuenta Macarena emocionada-. Y vos hacés: ‘Uff... Se está sintiendo en casa. Vamos bien’. Y es cuando te das cuenta de que todo recontra vale la pena”.

A su relato se suma Charly, para poner en palabras eso que siente toda la familia por ese bebé, y que funciona casi como un mantra. “No sé qué te pasó, no sé por dónde viniste, no sé tu historia. Pero acá te vamos a cuidar, te vamos a amar y te vamos a dar todo lo que te pueda llegar a faltar, hasta que lleguen tus padres”.

Junto a sus dos hijos -Carmela y Tobías-, Macarena Sola Prats y Charly Brave conforman una familia de tránsito. Nucleados bajo la fundación Juguemos y Caminemos Juntos, alojan en su casa a bebés que -por alguna razón- la Justicia separó de su familia de origen.

Cada familia de acogimiento -como también se las denomina- resulta como un puente en la vida de esos niños, quienes quedan bajo su cuidado hasta que un juez determine su futuro; en la mayoría de los casos, dándolos en adopción, en otros definiendo la revinculación. Se estima que en la Argentina hay cerca de 9.500 niños judicializados, de los cuales solo unos 2.200 están en situación de adoptabilidad.

En estos ocho años, la familia de Macarena y Charly tuvo seis bebés a su cuidado. Hoy, hospedan a uno más, de poco más de un año: después de un tiempo -en semanas o meses- deberán entregarlo a sus nuevos padres adoptivos. “Es durísimo cuando se van... -reconocen-. Pero aun así vale la pena porque a ese niño o niña le cambiaste la vida, de verdad. Le sanaste el corazón”.

La familia de Macarena y
La familia de Macarena y Charly comparte un tatuaje, cada uno de ellos representa un triangulo, y cada uno de los bebés que pasaron por su casa es uno de los puntos.

—¿Cuándo arranca todo? ¿Cómo se convirtieron en una familia de tránsito?

Charly: —Maca es fanática de los bebés. Y un día decidió traer el tema a casa, mirando a un matrimonio que ya lo hacía. Dijo: “Che ¿y si hacemos lo que hace esta familia? ¿Les parece?”. Ahí nos anotamos.

—¿Qué edad tenían Carmela y Tobías?

Macarena: —12 y 13 años.

—Dijeron: “La adolescencia es fácil”.

Charly: —¡Vamos a meterle algo más!

Macarena: —Siempre quise tener una familia numerosa, pero no pude. Y bueno, por algo habrá sido... Lo hablamos en familia. Al principio era medio que no, y después la idea nos terminó gustando. No era tan conocido el tema, nadie sabía mucho de qué se trataba. Propuse probar una vez y si veíamos que no podíamos, que nos costaba un montón, no lo hacíamos más.

—¿Y entonces llegaste a casa con quién?

Macarena: —Con Oscar. Era chiquito: tenía 30 y pico de días.

Charly: —Y fue amor a primera vista, como nos pasa siempre con todos.

Charly en cada cumpleaños invita
Charly en cada cumpleaños invita a todas las familias de los niños que pasaron por su hogar: "Tenemos una multiplicación de amor "

—¿Y de la historia de cada bebé, qué saben?

Macarena: —Muy poco. Lo básico. Con cada uno viene su epicrisis para saber la atención médica que necesita: qué no tiene, qué tenés que reforzar, si viene con algún tipo de enfermedad o una medicación, lo que fuera. Pero cuando recibís estos bebés, más allá de lo que leés en la epicrisis, no sabés nada. Y empezás a entender un montón de cosas, como cuánto afecta el embarazo a un bebé, qué pasó en esos nueve meses. Y qué había en esa casa, qué hacía esa mamá.

—Y cuando llega un bebé a la familia, ¿sale no juzgar a los progenitores?

Macarena: —Al principio yo decía: “No puedo creer esta maldad”. Y con el tiempo vas entendiendo tantas cosas... Sobre todo, que tener un bebé nueve meses en la panza es un acto de amor. Por más que después decidas no quedártelo, por más que la situación que vivas durante el embarazo sea terrible, hay que sentirlo todos los días en tu panza. Aunque no te cuides, aunque no vayas a los controles médicos, que pasa un montón. Lo tenés adentro tuyo y lo sentís todo el tiempo. Llegar a los nueve meses es una decisión. Y para mí eso significa que hubo amor. De la manera que pudieron.

—¿Y cómo fue todo con ese primer bebé?

Charly: —Un gordo divino. No estuvo mucho tiempo en casa: dos meses y medio. Se pasó un poco rápido, con la adrenalina del tránsito.

—¿Se lo quiere como a un hijo propio?

Macarena: —Sí. Es un hijo más. ¿Cómo lo querés como a un hijo, si no es tu hijo? Sí, es así de raro. Pero te enamorás de lo que viene con él, y de lo que vas a hacer con él. Y te das cuenta de que lo cuidás más: sentís una responsabilidad diferente a la de tus hijos.

—Chicos, ¿cómo fue para ustedes ese primer contacto con Oscar?

Carmela: —Fue raro porque cambió completamente la dinámica de la casa. No sé, ya no podías estar gritando por toda la casa: de repente escuchabas un “¡Shhhhh!”. Era una vida nueva: yo no había tenido un hermanito más chiquito. Y con cada uno te vas adaptando a la situación que llega. Oscar se portaba muy bien, pero tenías otro que capaz era un poco más complicado.

—¿En qué momento te gana el corazón?

Carmela: —En el momento en que lo ves por primera vez, esté como esté: durmiendo, con los ojos así, haciendo nada... Ahí te ganó el corazón, completamente

Tobías: —Al segundo entendés que lo querés. Sabés que va a vivir con vos, que va a ser tu hermano, y no sabés por cuánto... Entonces, no podés esperar a arrancar.

Carmela: —Y ellos sienten mucho más de lo que uno piensa. Ellos saben todo.

—¿Y qué les pasa cuando se van?

Tobías: —Ahora estás como preparado. Ya sabés qué va a pasar, y te preparás desde antes porque tenés la vinculación (con su familia adoptiva). Sabés que es lo mejor para él, que lo ayudaste un montón, y te quedás con eso.

—No debe ser fácil cuando se van...

Macarena: —Es durísimo. Voy a seguir llorando cada vez que se vaya un bebé de mi casa. Sufrís en los días anteriores, cuando te das cuenta de que tu bebé deja de ser tu bebé, y que ya es el hijo de otra persona, que ya tiene el título. Pero a la vez, con el mismo sufrimiento tengo felicidad: en términos iguales, paso del llanto a la risa. Sé que es lo que tenía que pasar, y estoy feliz de que ese bebé tenga una familia para siempre, que nosotros no la vamos a ser. Me acuerdo de un bebé que nos costó mucho porque su primer tiempo fue terrible. Esa fue la única vez que casi abandono...

—¿Por qué?

—Era un bebé muy muy difícil porque venía de cosas difíciles. Y a mí se me quemaron los papeles por primera vez en mi vida. Ya no sabía qué hacer, no le encontrábamos la vuelta. Pero entendí que no podía renunciar... ¡Y menos mal que no renunciamos!

Carmela y Tobías con uno
Carmela y Tobías con uno de los bebés con los que compartieron su vida.

—Charly, ¿alguna vez dijiste: “No puedo seguir pasando por esto”?

—Cuando se fue Delfi, la segunda, los dos nos miramos y... “¡Basta! No puede ser que estemos sufriendo de la manera que estamos sufriendo. ¿Con qué necesidad?”. Pero entendimos que esa era nuestra función. Y que el sufrimiento era parte de ese amor, ese granito de arena para cambiarle la vida. Entonces, seguimos apostando.

—¿Cuánto tiempo transcurre desde que un bebé se va de casa hasta que llega otro?

Macarena: —En general, nos tomamos casi un año entre uno y otro.

Carmela: —Depende cuánto tarde uno en sanar. Antes de agarrar uno más, lo volvemos a hablar: “¿Estás listo? ¿Estás lista?”; “¡Sí!”. Pero ante un “No”, es: “Bueno, esperemos un poco”. Porque para darlo todo, uno tiene que estar bien.

Macarena: —Hay que descansar, desde lo emocional y desde lo físico. Desde hace ocho años que vivimos con bebés. Siempre tenemos un bebé, siempre tenemos uno que hay que darle de comer cada tres horas. Y cuando crece un poquitito... ahí se va. Los chicos no nos crecen.

—Y cuando se va de la casa de su familia de tránsito, ¿qué le pasa por la cabecita a ese bebé? ¿Cómo se trabaja eso?

Macarena: —Cuando nos cuentan que hay papás, y quiénes son, si es mamá-mamá, papá-papá, mamá sola, mamá con papá, les ponemos nombres y empezamos a charlar con el bebé: “Ya viene mamá y papá”. Y cuando llegan de a poquito empieza la adaptación a esta nueva vida, a estas nuevas personas, que para ese bebé todavía son extraños. Empiezan a vincularse de a ratitos, cada vez más ratitos, cada vez más rutinas, hasta que…

Charly: —Tenés que ir incorporando sus padres a su vida.

Macarena: —En las vinculaciones los chicos se van dando cuenta de que esto va en serio, que esta gente no se va, que no vino de visita, y que algo está pasando. Como que frenan un poco la simpatía y que esto les está gustando. Y hay que escucharlos: empiezan con dolor de panza, no quieren comer...

Charly: —O levantan fiebre.

Macarena: —O no duermen. Tienen ataques de llanto. Y muchas veces se les dice: “Bueno, aflojemos un poquito acá. Busquemos otra alternativa. Vamos a pasear”. Que los lleven a dar una vuelta, distintas cosas para aflojarlos. Y después surgen vínculos increíbles. Ahora nosotros tenemos una multiplicación de amor en esas familias y en esos bebés que pasaron por nuestra casa.

Carmela: —Debe ser raro haber estado en una casa y de repente, más allá de la vinculación, estar en otra, con gente que conociste hace unas semanas.

Macarena: —Después de un tiempo largo, largo, pero largo, eh... los papás nos cuentan que las primeras noches son horribles. Nos dicen: “Fue un horror. Lloró, lloró... No sabíamos qué hacer”. Pero la vinculación con la que será su familia definitiva siempre va a funcionar, tenga dos o cuatro años.

En Argentina hay aproximadamente 9500
En Argentina hay aproximadamente 9500 bebés, niños y adolescentes judicializados. La familias de acogida los cuidan y dan amor en forma personalizada hasta que se define su futuro.

—¿A cada familia le cuentan quién es el bebé que están adoptando?

Macarena: —Sí. Viene con un manual de instrucciones (risas). Les contamos todo. Desde cuánto tiempo le calentás la mamadera hasta el chupete que le gusta, o si para dormir lo tenés que poner de costado. Cómo darle la comida para que no la revolee. Qué le gusta, qué no le gusta. Todo, todo, todo. Les hago un detalle: les cuento quién es ese bebé y qué le hace feliz. Después, que ellos hagan lo que quieran.

—Su historia, su origen.

Macarena: —Sí. A cada chico le hago un cuaderno: les escribo un cuento como si fuera él. Y el cuento empieza con el llamado para ver si podíamos cuidarlo. En ese cuaderno hay un álbum de fotos, de los eventos, de los cumpleaños, de todo, y una historia contada desde él, en primera persona, para cuando crezca y empiece a preguntar. Porque los chicos preguntan: “¿Cuándo gateé? ¿Cuándo me salió el primer diente? ¿Qué fue lo primero que comí?”. Y que tengan respuestas para todo eso.

—¿Cómo es la noche del día que se van de casa?

Macarena: —Tratamos de dormir profundo y no despertarnos. Y bajar los decibeles: ellos se van y yo ordeno, guardo y saco todo, para no tener todas las cosas de bebé dando vueltas. Y soy una Magdalena que va llorando por los rincones...

—¿Se hace un duelo cada vez que se van?

Macarena: —Sí. Hay un silencio en la casa...

Carmela: —Es todo un movimiento lento. El tiempo se frena por un par de días.

Macarena: —Uno los entrega con el corazón estrujado pero al mismo tiempo feliz, porque es un niño que va a tener una familia para toda la vida. Lo van a cuidar y amar siempre.

—¿Qué saben de la historia de este bebé que hoy con ustedes, cuidándolo en casa?

Macarena: —Fue una mamá que quiso, que intentó, pero que no pudo. A veces necesitan un acompañamiento más fuerte para poder conseguirlo. Y bueno, finalmente no se logró. Desde hace dos meses ya tiene adoptabilidad y en teoría, en poquito tiempo tendrá su familia para siempre.

"Es más lo que te
"Es más lo que te vuelve que lo que das" cuenta Charly

—¿Para ser una familia de tránsito es fundamental no estar anotado para adoptar?

Macarena: —Sí, es un requisito. Yo sé que nosotros no podemos adoptar. Si quisiéramos adoptar, nos hubiéramos anotado para adoptar. Esa es la realidad.

—¿Qué otros requisitos hay?

Macarena: —Tener hijos. Y que sean mayores de cuatro años.

—¿Y en cuanto a lo económico?

Macarena: —Nada.

—¿Las fundaciones acompañan en ese caso?

Macarena: —Si pedís ayuda, está. Y generalmente tienen todo un organismo armado con lo que es la parte médica, los lugares donde hacer estudios, los pediatras que acompañan. La única limitante son tus ganas. Que la gente se anime. Que pregunten, que se saquen las dudas, pero que lo intenten. Vale tanto pero tanto la pena...

Charly: —Es más lo que te vuelve que lo que das.

—Hay muchos mitos sobre la Ley de Adopción. ¿Los tiempos son eternos, como está instalado?

Macarena: —No son tan ágiles como deberían. Hay gente que está esperando hace mucho mucho tiempo, y que sigue renovando su registro para seguir en adopción. Hoy, anotarte no es complicado. Pero no hay tantas familias anotadas para adoptar, como se piensa.

Charly: —Hoy, hay más chicos esperando familias.

Macarena: —El sistema podría ser más ágil, porque los chicos crecen y cuanto más rápido salen es mejor para todo el mundo. Hay muchísimo por cambiar y mejorar, desde la ley hasta a cómo se manejan las instituciones que intervienen.

—¿Cómo entablan ustedes el vínculo con estos niños a los que les escribiste su historia?

Macarena: —A través de los papás, de lo que ellos quieran tener con nosotros, desde qué lugar: a veces somos los tíos, a veces los padrinos, a veces familia. A todos los seguimos viendo. De los seis, con cinco tenemos un vínculo muy fluido y con el otro, lo vemos en eventos importantes. Festejamos el cumpleaños de Charly invitando a todos, entonces me voy a mi cuarto con el que tengo en casa en ese momento, para cambiarlo, y alguno me persigue: “¿Y yo dónde dormía?”, me pregunta. “En la cuna”, le digo. “No”, me dice, y me señala la cama. “Es verdad, dormías conmigo en la cama porque no te podíamos llevar a la cuna”. Siempre es con naturalidad. Uno es bastante vergonzoso, pero viene a casa y abre las alacenas para buscar la comida como si fuera su casa. Es que se sienten así, en su casa. Pero es súper meritorio de esos papás, que les cuentan: “Ustedes vivieron acá”.

Charly: —Este año cumplo 50, así que van a tener que venir todos. Y para ellos es un día especial, con la excusa de mi cumpleaños.

—Se juntan todos.

Macarena: —Sí. Los padres charlan con todos los chicos, juegan como si se conocieran de toda la vida. Ya saben quiénes son.

—¿Y qué les pasa viéndolos crecer, sabiendo que…?

Charly: —Es un orgullo.

Macarena: —Muchas veces los ves y decís: “Tienen un cachito nuestro. No es todo genética. Acá hay cosas, formas, personalidades”.

Carmela: —Gestos.

Charly: —Y en cada rincón de nuestra casa hay un pedacito de ellos, siempre.

Macarena: —Hay algo que me encanta, que pareciera una cualidad común de todos: tienen empatía. Nunca los vi pelearse entre ellos. Juegan como si se conocieran de toda la vida. Hay una cosa dando vueltas, que les quedó.

Charly: —Por ahí están en el pelotero y los ves charlando entre ellos, solos. Y vos decís: “¡Qué mágico!”.

Carmela: —Y cuando vienen, a veces saludan primero al bebé que en ese momento está en casa, antes que a nosotros.

Macarena: —Es como diciendo: “Hoy le toca a él. Nosotros ya estuvimos ahí”.

"Es un hijo más. ¿Cómo
"Es un hijo más. ¿Cómo lo querés como a un hijo, si no es tu hijo? Sí, es así de raro. Pero te enamorás de lo que viene con él, y de lo que vas a hacer con él."

—¿Qué es lo que más les gusta hacer con los bebés cuando están en tu casa?

Tobías: —Cuando se te ríen en la cara ya está. Ganaste. Y las primeras sonrisas están muy buenas. Cuando empiezan a soltar y relajarse.

Carmela: —La primera siesta, cuando ya sentís el peso muerto, que están completamente entregados. Ahí, ya está.

—¿Qué deseás para ellos?

Macarena: —Mi deseo, mi sueño, es siempre lo mismo: que se vayan a dormir sintiéndose amados. Todo lo demás, si tienen un auto, medio auto, una casa grande, una casa chiquita, seis plantas, un gato... no me importa. Que se vayan a dormir sintiéndose amados como yo sé que se sintieron en nuestra casa.

—Es un derecho: crecer amados y cuidados con una familia.

Macarena: —Sí. Y enseñarles que pueden pedir, que pueden desear. Pueden reclamar. Que no se tienen que sobreadaptar a lo que les toca. Que salgan después a la calle, a hacer su vida, y que sepan que pueden ganar ellos, que no tienen que aceptar lo que les venga. Que pueden elegir. Tienen los mismos derechos que todos los chicos a elegir la vida que quieren. Tienen el mundo en sus manos. No quiero que acepten que tienen otra realidad y que por ahí su vida no es igual. Es igual. Va a ser igual. Salí y peleate con el mundo por lo que querés, sabiendo que tenés los mismos derechos que todos los chicos.

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