Puede que el entusiasmo sea la emoción que mejor defina el presente de Diego Topa. La descubre al hablar de Mitaí. “¡Es lo más lindo que hay! Te juro”, dice, hasta sorprendido con lo que va descubriendo cada día en su hija, quien lo llama “papá Tebo”. Aunque en este último tiempo, ya más grande -anda por los cuatro años y medio-, la niña comenzó a variar por un más convencional “papá Diego”. Y cuando eso sucede, la corrige (o más bien, le pide, le ruega): “No, no, Miti... Yo soy papá Tebo”. Cómplice, Topa aquí se explica: “¡Amo que me diga así! Fue lo primero que me dijo. Y nadie me dice de esa manera. Entonces, quiero eso”.
En este encuentro con Infobae, el animador infantil de 48 años hablará mucho de Mitaí, quien nació el 21 de enero de 2020 por una subrogación de vientre. Pero también de su trabajo. Y ahí comparte un entusiasmo parecido. Como cuando menciona un “renacimiento” profesional. O cuenta sobre Es tiempo de jugar, la obra que el 13 de julio levantará el telón en El Nacional, de cara a las vacaciones de invierno, dirigida por Emiliano Dionisi.
Y además se entusiasma al dar detalles de su vínculo personal y su proyecto laboral con Muni Seligmann. Y evocar a Haydeé, su abuela. Y recordar cómo gracias al matrimonio Fuseneco de Casados con hijos, logró “vivir durante mucho tiempo”.
Topa quizás no lo perciba, pero ese entusiasmo contagia. No debería asombrar: también lo logra con el público, cada vez que sube al escenario. Porque al fin, para Diego ese entusiasmo es fruto del amor. Y cuando es genuino, ningún otro sentimiento transmite tanto.
—¿Mitaí ya tiene alguna canción escrita?
—Una que no está en este show, pero la hago en el Topa en Vivo: “Para ser grande”. Habla de “no te apures”, porque los chicos vienen rápido ¿viste? De Topa pasan a Emilia (Mernes). ¡Es sin escalas! (Risas).
—Vas al supermercado, están las mamás, te piden videítos. ¿No te hincha?
—No. De verdad, eh: no me molesta para nada. “¿Me mandás un videíto, una fotito?”, o “nunca le pedí nada a nadie pero no puedo no hacer esto por mi hijo”, me dicen. Y yo las entiendo: a mí también me pasa hoy, como papá, que mi hija me pide cosas y tengo que tratar de conseguirlas.
—¿Mitaí ya entendió que vos sos Topa?
—Ella entiende todo. Absolutamente todo.
—¿Y qué le pasa con eso, con que seas amado por tantos chicos? ¿No le molesta?
—No, no. Ella se queda ahí, porque siempre hay alguien conmigo, su otro papá o mi hermano (Walter), y hago lo que tengo que hacer: sacarme la foto, saludar. Y le encanta acompañarme a la gira. Cuando ahora fui Paraguay estaba sentada (en la platea) con mi papá, su abuelo, para ver desde ahí la función. Y de repente me dice: “¡Papá, me hago pis!”. ¿Entendés? Así, de la nada.
—¿Y vos le respondiste desde el escenario?
—Sí. No puedo... Digo: “Perdonen, mi hija está en el público. Papá, llevala al baño”. Esas cosas me desarman. Me derrito.
—¿Ya te encontraste con las preguntas de una niña de cuatro años? Porque a esa edad empiezan a hacer preguntas: desde “¿cómo nací?” en adelante, todo.
—Desde que es chiquita venimos contándole a Mitaí su historia, como un cuentito. Y ama ver las fotos de cómo nació, de quien la llevó en su vientre. Ama verse bebé.
—¿Mitaí tiene fotos de cuando estaba en la panza?
—Tiene todo. Y ve todo. Le contamos todo.
—¿Tenés contacto con quienes hicieron todo el proceso?
—Con el doctor (Fernando) Akerman, que es lo más, sí; soy muy amigo. Y con la chica que la llevó en el vientre, que es un amor, hablamos siempre, nos mandamos fotos en los cumpleaños. Bueno, ella siguió también haciendo otros procesos. Tiene dos hijos.
—Qué grandeza, ¿no?
—¡Qué grandeza! Y qué amor. Siempre vamos a estar en contacto. Yo soy muy del corazón y de estar conectado de verdad. Fue la personita que la llevó a Miti durante nueve meses. Y ella también me manda (fotos) de sus hijos. Hay como buena onda.
—Te lo pregunté fuera de cámara; te lo voy a volver a preguntar, por supuesto…
—¡No! (risas). Todavía no. Quieren saber si Mitaí va a tener (hermanos). ¿Vos sabés que se lo preguntamos? Y dijo que no. Creo que le gusta lo de hija única.
—¿Y ustedes, como papás, en algún momento tienen la fantasía?
—Todavía no. No en este momento.
—¿Te encontraste con el papá que imaginabas que serías o te sorprendiste?
—Me sorprendí. Tampoco sabía bien todo lo que venía, y es mucho más de lo que uno piensa, sueña o desea. Mamá o papá: ustedes me entienden… Es mucho más de todo. Porque hay mucha poesía, pero también está todo lo otro: está la letra chiquita, muy chiquitita. Y en el momento que me dieron a Mitaí, y la tuve a upa, fue como que… No entendés nada. Pero me dicen que a todo el mundo le pasa eso.
—¿Vos la agarraste primero?
—Sí, la agarré yo primero, también por cuestiones de contrato: el primer contacto tiene que ser con los papás. En este caso, con sus dos papás. Y de los dos, yo fui el primero, porque corté el cordón. No se puede explicar lo que es ese momento…
—¿No te desmayaste?
—No, no. No sé, para mí era como un despegue, estaba como en la NASA. Era una cosa…
—¿Lloraste?
—Todo, todo. ¡Los nervios! Temblaba… La vida es increíble: el momento de la llegada de Miti… En dos pujos salió. Todo eso no te lo podés olvidar más. Queda en el alma, en el corazón.
Piensa, sueña, cree
Topa alcanzó la popularidad en las señales de Disney. Y si bien el vínculo profesional concluyó después de muchos años, las ganas continúan, al igual que los proyectos. “No tengo nada firmado con Disney, pero hay un amor de nosotros increíble: son mi familia. Y en algún momento va a venir algo requetecontra lindo. O sea, de mi lado estoy generando algo para (que sean) los primeros en llevárselo”.
—¿Qué estás generando? Contame todo.
—Estamos armando un proyecto de teatro espectacular con Muni. Una sitcom familiar, que no van a parar de reírse. Esto del revival, que también está pasando con Flor Bertotti, y lo emocional que sucede, es muy fuerte. A Muni le pasa lo mismo por la calle. Y hay algo que tenemos juntos: una química y un humor. Nos reímos, nos divertimos. Estamos todo el tiempo juntos en casa, nos vamos de vacaciones, las nenas se llevan bárbaro: Carmela (hija de Muni) es alucinante. Nos vamos a Disney juntos. ¡No sabés lo que nos divertimos!
—Cuando vas de paseo a Disney con Mitaí, vos estarás como íntimo con el Ratón Mickey…
—¡Ah, sí! ¡Con todos! Y con toda la gente de Latinoamérica, porque pensá que de Disney nos conocen de todos lados. Así que saludo a gente de Venezuela, Paraguay, Bolivia, México, de todos lados. Cuando vamos somos una atracción más.
—Tenés tu canal de YouTube.
—Sí. Me relancé ahora y estoy chocho.
—Y no hace mucho tiempo abriste tu cuenta de TikTok.
—Y fue una explosión.
—¿Entendiste que sos una marca?
—Todavía me cuesta. Recién ahora me voy dando cuenta de eso. Cuando estoy trabajando, voy para adelante con todo mi amor, mi esfuerzo, mi profesionalismo, y no estoy pensando en eso. Creo que eso también me salva un poco de marearme, y seguir siendo quien soy.
—¿Cada cuánto subís contenido a YouTube?
—Todos los viernes. Viajé hace muy poquito a Ímola a grabar mi disco porque mi productor musical es de Italia. ¡No sabés la cantidad de canciones que hice!
—¿Esas canciones están en el show?
—En este todavía no, porque Tiempo de jugar es la reposición del año pasado, que fue la primera vez que gané un premio.
—Ganaste tres premios Hugo.
—Sí. La primera vez en mi vida que gané premios por teatro. La primera vez...
—Hay algo muy importante, que hacés desde hace años: la función distendida. Tiene que ver con bajar un poco el sonido y encender más luces. Esto facilita que los niños y las niñas neurodivergentes puedan participar del espectáculo.
—Exactamente. Armamos esta función para que todos la puedan disfrutar. La música está a un nivel muy bajito. Cambiamos un poco también la manera de actuar, para que nos puedan entender bien.
—Y que nadie se asuste.
—Claro. Las puertas están abiertas. Pasan muchas cosas. Y es una de las funciones que más disfruto hacer. No te das una idea lo que lloran las mamás y los papás que se sientan a ver el espectáculo. “¡Gracias, gracias!”, te dicen. Porque uno no se da cuenta, pero los chicos también crecen con uno: los acompañás todo el tiempo en la casa, en el auto. Y poder hacer una función para que ellos también puedan disfrutarla, es increíble. Tenemos que prepararnos mucho para esa función.
—¿Qué cosas hay que hacer de manera diferente en esas funciones? Por ejemplo, no se aplaude, ¿no?
—Claro. Hay que hacer así (gesticula), con las manitos. Los chicos que tienen mucha sensibilidad a lo auditivo, los ruidos, los sonidos, a veces vienen a las funciones normales y ves que empiezan como a gritar, o se tapan los oídos. Entonces, toda la función se acomoda para ellos, como las pantallas, con las que se hace todo un trabajo. Nos asesoran mucho para poder hacer esta función. Será el 27 de julio.
—Diego, ¿cómo te llevás con la plata?
—Bueno, la plata se va... Nos pasa a todos.
—¿Sos malo administrando?
—Soy como despelotado.
—En todos estos años, ¿supiste ahorrar, organizar, pensar para el futuro, en Mitaí?
—Sí. Bueno, lo de la pandemia desfasó un montón. Frené dos años y pico de trabajar, así que fue como acomodarme en muchas situaciones. La verdad que siempre miro para adelante.
—Aparte el trabajo del artista está la autogestión, que muchas veces supiste hacer.
—Sí. Lo sigo haciendo. Y hay momentos que hay que invertir, momentos que hay que frenar. En esto tengo mucha intuición. No me desespero con “¿y ahora qué hago con esto?”. Por ahí, esa ansiedad la tengo en otras cosas.
—¿El puchito que guardás lo ahorrás, o hacés algo con eso y decís: “Voy a comprar bonos o tal cosa”?
—No. Lo que hago es pensar. Hoy, por ejemplo, tuvimos una reunión con Edu (por Eduardo Estrella, su nuevo mánager). Estoy grabando para mi canal de YouTube, y por ejemplo, en vez de alquilar las luces las quiero comprar. Sigo invirtiendo en mi carrera, en los shows, en el vestuario.
—¿Las cuentas de casa las administras vos?
—Todo manejo. Sí, me encanta. Mi papá también me ayuda. Mi viejo es todo.
—¿Sigue trabajando toda la familia?
—Sí. Mi hermano Walter está metido. Ya es productor. Para mí es increíble porque viene de gira y me ayuda. Todo es: “Wal esto”, y él, está.
—¿Alguna vez se pelean?
—No. Para nada. Cuando éramos chicos sí... Con mis dos hermanos. No éramos Los Bros (risas). Está Edgardo: es el serio de la familia, técnico químico.
—¿Y los tres se peleaban mucho?
—Ellos dos conmigo. Yo soy el más grande y el más sensible (risas). Y ellos dos, los futboleros y qué sé yo. Eran todo juntos. Y hoy somos más unidos que nunca.
—¿Te copiabas en el colegio?
—Sí. Pero aprendía. Me hacía los machetitos, y lo que me escribía me lo aprendía de memoria. O sea que nunca los sacaba, porque además, era tan miedoso…
—¿Hubo algún delito adolescente?
—¿Algún delito adolescente? Me han pasado cosas (risas).
—¡Contame!
—No de delitos; por ahí, de descuidos. Me pasó una situación con mi abuela hermosa, que la amo, que está en el cielo. En un momento había muchas ofertas, y yo, con la tecnología soy fanático. Entonces me había mudado con ella, y quería comprar un teléfono, pero había uno que tenía contestador. ¿Te acordás del contestador digital? Bueno, saqué el teléfono: probé esto, probé lo otro. Y me llevé el que tenía el contestador. Llegó el momento en que tenía que guardar las cosas, y cuando acomodamos las cajitas, el teléfono con el contestador estaba en la caja del (teléfono) que no tenía contestador. Al revés. Y cuando lo voy a pasar (por la caja del negocio) me dijeron: “Vimos cuando ustedes los cambiaron”. “¡Diego, qué hiciste!”, me dice mi abuela. “Yo te di el teléfono a vos, abuela…”. Nos mostraron por la camarita y les explicamos: “No, mirá, queríamos verlos”. “Bueno, vamos a confiar en su buena fe”. Igual, me estaba llevando el que era más barato, así que mucho no había hecho… Era al revés.
—¡Ah, estabas dejando el bueno! Como ladrón, un fraude, Diego…
—¡Por eso te digo! No, no, no… (risas).
—¿En un momento te fuiste a vivir con tu abuela?
—Sí, cuando tenía veintipico. Viví con ella siete años. Y a los 33 me fui: encontré una notita en su diario que decía el día que me fui de su casa.
—¿Por qué fuiste a vivir con tu abuela?
—Porque los castings, el trabajo, todo, era en Capital. Yo viví en Caseros durante mucho tiempo, y me fui a vivir a Juramento y Mendoza, creo que era.
—¿A los 33 años te mudaste a tu primera casa?
—Sí, mi primera casa alquilada.
—¿Y cómo fue esa primera noche viviendo solo?
—Para mí, hermosa. Igual, lloré un montón porque mi abuela era mi vida entera… Haydeé era alucinante. Pero me fui adaptando. Y yo confío en lo que hago: me acuerdo que en ese momento el alquiler me salía 500 pesos, tenía para tres, cuatro meses, y me fui igual. Yo daba clases de teatro en un colegio en Haedo, que las compartía con Érica Rivas. Ella quedó en Casados con hijos y con las grabaciones, ya no podía darlas. Entonces me quedé yo a cargo de la escuela de teatro de todo ese colegio, que fue alucinante. Gracias a dar clases en ese colegio me forjó a mí mucho más para entender a los más chiquititos, porque tenía desde jardín hasta séptimo grado. Pero cuando empiezo a vivir solo no me alcanzaba, y un tal Marcelo De Bellis, que también daba clases de teatro, no las podía dar.
—Que también estaba en Casados con hijos.
—Exactamente. Y yo daba las clases que él daba en Chacarita. Así que con las clases de teatro de María Elena Fusenesco y Dardo yo pude vivir durante mucho tiempo (risas).
—¿Cuándo dijiste: “¡Ah, la pegué! Ahora voy a poder vivir en serio de esto”?
—Con Disney. Cuando empezó todo el furor. Fue alucinante. Fue todo in crescendo, no es que fue una explosión. Primero hice Zapping Zone, después empecé con Playhouse Disney. Pero yo necesitaba seguir trabajando porque no me alcanzaba lo que ganaba. Cuando empecé a hacer Topate con Topa me fue muy bien: me compré mi casa con mi show. También la tele empezó a ir muy bien, Playhouse Disney. Entonces Disney me dijo: “¿Hacemos un show juntos?”. Estaba bueno unir la tele con el teatro.
—Y de repente, eras una megafigura…
—Fue impresionante.
—¿Y cómo fue comprarte tu casa? Al pibe que venía de Caseros, que vivía con la abuela, que la remó, que dio clases de teatro, un día se puede comprar su casa…
—Fue alucinante. Fue mi primer departamento, hermoso. Después lo tuve que vender porque con ese me compré mi casa, donde vivo ahora. Y donde la primera vez que fui, vi a mi familia, vi todo ahí. Vi a Mitaí… Fue increíble. Se sintió. No sé cómo decirte. Todo vi…
—¿Este es un buen momento tuyo?
—Sí. Estoy en un momento de renacimiento, diría. Así que estoy a pleno: con el teatro, con la música, con mi canal de YouTube. Es realmente un volver a nacer.