Micky Vainilla, Pomelo, Bombita Rodríguez, Violencia Rivas y tantos otros personajes ya forman parte del imaginario colectivo. Circulan como stickers de WhastApp, aparecen en reels de Instagram, vuelven a la vida en videos de TikTok. Todos los conocen, aun cuando la mayoría nunca los vio en la pantalla chica.
“Siempre supimos que éramos un programa de 3 o 4 puntos de rating”, sostiene Diego Capusotto en plural, para incluir a Pedro Saborido, su socio creativo en Peter Capusotto y sus videos. Lejos de lamentar este sinsentido, el humorista lo celebra. “Lo más interesante es que la gente se apropie de algunos personajes, de otros capaz menos, y que circulen”, destaca.
En estos días la TV Pública volvió a emitir el ciclo de culto. Pero es el cine –y no la tevé– el que hace posible este encuentro de Diego con Infobae. En el filme Las corredoras, una vez más se pone a las órdenes de Néstor Montalbano, con quien trabajó por primera vez en el inolvidable Cha Cha Cha, allá por los 90. “Yo me embarco con los proyectos de Néstor: si me convoca, en principio voy. Siento que tengo que estar ahí”, destaca este fanático de Racing que se soñó futbolista antes que actor.
Hablando de personajes, en la película Capusotto interpreta a “tres o cuatro”. Ambientada en 1959, Las corredoras “está planteada desde otro género del que habitualmente hace (Montalbano). Es una comedia más negra, con más misterio. Y de más locura también”.
―¿La pasás bien durante el rodaje de una película?
―No, no. Nunca la paso bien. El cine es lindo cuando está editado. Después, todo ese proceso de espera en curso es sumamente tedioso. En algún momento no sabés muy bien qué estás haciendo. Tampoco tiene el mismo proceso de un hecho teatral, donde tenés dos o tres meses de ensayo y llegás a la escena de una manera diferente al cine.
―¿Cómo se lo convence a Diego Capusotto para sumarlo a un proyecto?
―Con la idea. Medio que ya sabés si vas a entrar por ahí o no.
―¿El equipo es importante?
―Sí, también.
―¿La plata?
―Y… la plata se gana. Claro, sí.
―¿Es importante?
―Sí. En algunos proyectos, sí. Pero en otros se pelea la plata, claro.
―¿Cuándo entendiste que ibas a vivir de esto? ¿Con Cha Cha Cha?
―Sí. Cuando empecé a trabajar en televisión. Cuando nos dimos cuenta de que Cha Cha Cha ya había durado todo un año. Y cuando a los tres o cuatro años terminó, ya me llamaban desde el propio medio, desde otros programas que no necesariamente me gustaban, y en los que participé como actor porque empezaba a ser conocido. Para nuestra generación, la televisión era algo que no estaba dado. Es decir, éramos espectadores, pero yo sentía que era imposible trabajar en televisión y vivir de la actuación. Mientras trabajaba con mi viejo, hacía actuaciones: laburaba a la gorra y ganaba muy poco, pero el placer de actuar estaba por encima.
―En un momento, cuando todo se volvió un fenómeno, ¿te la creíste?
―No, porque era un trabajo que hacíamos entre todos, y en el día a día teníamos que superar lo que habíamos hecho la semana anterior. No tenías tiempo. En los casos de Cha Cha Cha, Todo x $2 o el programa con Pedro (Peter Capusotto y sus videos), yo era parte de la idea, la estructura y del proceso del programa. Tenía una parte vinculada con lo creativo, además de la actuación. Entonces, era mucho mejor.
―De haber seguido con el fútbol, ¿qué hubiera pasado? ¿Cómo imaginás la foto?
―Yo quería jugar al fútbol, no quería ser actor; lo de la actuación vino de grande. Jugaba bien, pero después es imposible saber qué te pasa en la carrera.
―¿Te imaginás en Italia, ponele?
―Hoy, con 63 años, paseando sí, pero jugando, no. En mi época, muy pocos se iban a jugar afuera; Maradona y alguno que otro. En mi generación, jugabas en un club y, si andabas bien, jugabas varios años en ese club. No te vendían.
―Pero vos, jugaste.
―Yo jugué, me fui a probar. Pero fracasé porque yo quería ser jugador de fútbol, pero quería ser suplente: no quería ser titular porque era vago.
―¿Hay un mito que se construyó en torno a Capusotto?
―¿Con respecto a que?
―A vos, a los personajes. ¿Qué te pasa con verte en las remeras de la gente?
―En principio, eso no está buscado. Siempre hay un trabajo que uno hace, más personal o más de equipo, que después genera lo que genera, pero nunca sabés hasta dónde llega. Eso está bueno. Cuando empezamos a hacer el programa con Pedro, fue algo a probar: era en un canal de cable, no había ninguna presión de tener un número de encendido ni nada. Fue como una banda que ensaya en una terraza o en una casa y que finalmente logra el objetivo de hacer un disco.
―Siempre fuiste muy cuidadoso de tu vida privada, del universo privado.
―En general no hago notas así, ni voy a programas. Es una decisión que siempre quise tomar y en algún momento lo pude hacer. En otros momentos no, pero por convención, porque te produce alguien y tenés que hacer un montón de notas para hablar un poco de qué se trata. Y después, por otro lado, ponerte a disposición de todos los que te puedan preguntar… Yo estoy corrido hace rato de eso: de ir a la televisión, de contar mi vida. No tengo interés en hacer público lo que me pasa en términos privados. Prefiero que lo que circule sean los personajes, que siempre son más interesantes que uno.
―¿Extrañás algún personaje?
―No, no. Ya están hechos. Los personajes nunca mueren; el que se muere es uno, digamos. Yo me puedo morir mañana y el personaje va a continuar. Ni siquiera ahora estamos extrañando volver con el programa, porque no sé si hoy haríamos eso. Quizás lo haríamos de otra manera.
―¿Hay algún personaje que te haya sorprendido, por el que no apostabas tanto y se instaló?
―Hay algunos que uno mismo descarta. Hay otros que los hacés y después no te gusta, o son fallidos. Y hay otros que estás a la espera de lo que pase. Hacer un personaje es parte de un proceso, en este caso con Pedro, con el guión, y nos pertenece a nosotros. Después, lo que pasa con la gente no lo sabés. Una vez que los personajes salen, con algunos pasan cosas y con otros, pasan menos. Es habitual. Estamos acostumbrados, ya desde la época de Cha Cha Cha, a los personajes que no les dabas un mango y resulta que rebotan ahí, en la gente, y a otros que pensás que van a generar una conmoción, y después no. A mí tampoco me gustan todos los personajes que hice; algunos me gustan más, algunos me gustan menos. Algunos fueron parte de un momento: no los volvería a hacer.
―¿Cuáles no volverías a hacer?
―Hay personajes que hacía en Todo x $2 que sé que, si los veo ahora, capaz que no me gustan tanto como cuando los hice en ese momento.
―Bueno, también hay algo del contexto.
―Acá, en Argentina, los contextos siempre se repiten. No es tanto por eso, sino por cómo está armado el personaje. O porque hoy los haría de otra manera.
―Un economista muy eufórico en un programa de televisión, que después se convierte en presidente: ¿podría haber sido un personaje?
―En la ficción, sí. En la realidad también, claro.
―¿Podría haber sido un personaje de Peter Capusotto?
―Sí, porque ahora hay una teatralidad en términos políticos que hace que alguien que forma parte de un panel, que dice que es economista, o que lo es, después termina siendo presidente. Sí, ha pasado. Y no solamente es así, sino que hay algo mucho más profundo: no sabés si es algo puesto por las corporaciones para hacer lo que tiene para hacer y después, dentro de seis años, se va a pasear con los perritos. Es otra posibilidad.
―Lo pensaba como personaje justamente por lo histriónico, o por cómo lo conocieron.
―Sí. Hay una puesta en escena que conduce a alguien, sea Milei o cualquiera, a un lugar de poder. Después, las políticas que se llevan a cabo son otra cosa, mucho más complejas, más profundas y, en este caso, más graves. Además, no hay ningún partido tradicional, sino que (Milei) viene de la propia televisión. Como la clase política desapareció y el debate político también, entonces hoy, para llegar a la gente, son todos personajes de comedia. Desde los conductores hasta los políticos.
―La Televisión Pública fue un espacio muy importante para tus ciclos y hoy, sin programación propia, vuelve a poner tus programas. Y además, estamos en un país que está debatiendo los medios públicos. ¿Qué te pasa con eso?
―Lo que estamos debatiendo no es nada más que un medio público; es el trabajo, es el futuro, es la soberanía.
―No querés poner el foco específicamente en la cultura.
―No. Lo pondría en todo. Lo reitero: en el trabajo, en el futuro, en la soberanía. Eso es lo que se está discutiendo, además de la cultura y los medios públicos.
―Venís hablando desde hace tiempo de la soberanía, incluso desde tu trabajo.
―Sí. La disputa que siempre pasó en nuestro país fue la idea de la emancipación y la idea de la entrega. Y esa discusión no cambió. Tampoco cambió la acumulación de capital de un sector reducido, concentrado. Eso sigue pasando.
―¿Te ofrecieron sumarte a la política?
―No, no. Me ofrecieron restarme, que fue lo que hice yo antes de que me quieran sumar.
―¿Y ser candidato a algo?
―No me interesa. Nunca me interesó.
―Siempre fuiste una persona muy comprometida.
―Si, pero una cosa es ser comprometido y otra cosa es ser parte de una actividad política. Yo hago lo que hago, y con eso estoy bien. Y tampoco se pueden hacer las dos cosas.
―Te preocupa la macro, pero estamos ante un momento de la cultura...
―Estoy pensando en un todo. Esto no es una pelea entre buenos y malos, sino que hay un escenario que no se resolvió y que dio pie a que aparezca otro escenario, que es desalentador. La política es mucho más compleja: no hay que pensar en términos de “somos los buenos contra los malos”. Hay que pensar que hay gente que por algo votó un proyecto. Y hay que pensar más en términos de profundización en lo político. Algunas cosas han cambiado y se supone que para bien, pero para mí son periféricas, como por ejemplo lo que se puede decir y lo que no, lo que hiere sensibilidades y lo que no. No es una buena época: la acumulación de capital de unos pocos, sigue pasando. Y eso es para lo cual habrá que estar dispuestos: para cambiar el orden de las cosas, para pensar en un todo y no en un sector.
―Me gusta esto de pensarlo en términos de buenos y malos, porque estamos profundizando un enojo entre nosotros enorme.
―Todos estamos conmovidos y discutiendo el fenómeno. Sí, todo muy lindo, pero en la política hay que discutir cosas que son más profundas, que tiene que ver con cómo se llega y qué se hace. Si no, es una ficción, porque estamos discutiendo todo esto con un porcentaje de pobreza bastante amplio. Hay que pensar en que hay gente que no tiene tiempo para pensar política o para pensar a futuro, que está en el día a día, que está para el orto.
―También escuchamos que los chicos en el Chaco no comen porque el Incaa hace películas.
―Eso es otro posicionamiento. Se hace nada más que para el impacto, porque es la verbalización y la puesta en escena que hay sobre la política, que es también dividir entre buenos y malos. O sea: “Esto es por culpa de…”. Y eso es todo mentira. Lo que es verdad son las políticas que se llevan a cabo, las que están ahora, las que estuvieron y de acá, después de un año hablando.
―¿Con la plata que hay hoy, se podría hacer en la televisión humor como vos lo hacés?
―No lo sé. No estoy pensando en hacer un programa de televisión, pero por otro lado, no sé si se puede hacer. A lo mejor sí, pero tampoco sé si la televisión es un medio para que te convoquen para hacer humor. Hay otros lugares de anclaje, como Internet o esas cosas, donde vos ponés una camarita y le das para adelante.
―¿Consumís streaming?
―No, no, no.
―¿No te gusta?
―Tampoco tengo redes.
―¿Qué te hace reír?
―A mí me hace reír la vida. Y lo que yo invento de lo que veo. Esa fue la función que hemos hecho en el programa: te reís de lo que ves, y te reís de la posibilidad de que eso que ves, sea otra cosa.
―¿Qué te pasa cuando un personaje tuyo, por ejemplo Micky Vainilla, circula por WhatsApp y de repente lo encontrás de vuelta?
―Ya estoy acostumbrado, pero es lo que uno más festeja. Para mí lo más interesante es que la gente se apropie de algunos personajes, de otros capaz menos, y que circulen. Y que se apropie de la idea. Los personajes ya circulaban en la época de Cha Cha Cha, aunque en menor cantidad porque era un programa más encriptado dentro de la televisión, por el propio concepto del programa. Todo x $2 se abrió más porque era un programa donde la parodia estaba más clara, y entonces ahí se empezó a sumar más gente. Siempre supimos que éramos un programa de tres o cuatro puntos de rating. Después la historia nos mostró que está bien, más no necesita, porque ahora nada tiene más de eso tampoco.
―Y la gente, en la calle, ¿te gusta o te espanta un poco?
―Si hay mucha gente me espanto. Pero encuentro situaciones muy gratificantes con la gente en la calle, sobre todo los que pasan, te saludan. Y hay algo de la foto que es una convención, que hay un parar. ¿Viste que la foto tarda cuatro, cinco segundos? Lleva menos tiempo que el autógrafo.
―Es más lindo cuando pasan y te dicen: “¡Eh, Pomelo!”.
―Y me encargo de decirles: “No, no soy Pomelo”. En general me llaman más por el nombre que por los personajes, pero aun así me parece que eso tiene mucho de afecto. Yo lo disfruto. Ahora, no voy a lugares que están llenos de gente. A eso siempre le escapé, hasta cuando no era conocido. Salvo a la cancha de fútbol, nada más.
―¿Cómo te tiene Racing? Es un tema doloroso, yo estaba tratando de evitarlo...
―En estos momentos prefiero evitar el tema, pero no es doloroso. Yo soy de Racing. No voy a ser siempre así.
―¿Si te doy a elegir entre Racing campeón o que vuelva el peronismo al poder, con qué te quedás?
―Y… siempre que volvió el peronismo, Racing fue campeón. Así que las dos cosas. El peronismo es para mí industria, trabajo y soberanía. Eso no está hoy, hace rato no está. Así que va a ser complicado...
―¿Racing campeón o Argentina campeón de la Copa América?
―Argentina ya salió campeón de América. Ahora, que salga campeón Racing.
―Quiero detenerme en el teatro, en El Lado C, con Nancy Giampaolo. En esas charlas abiertas pasa algo con el público: se conoce un poco más de Capusotto.
―Sí. Porque el escenario y el contacto con el público me permite hacerlo de una manera muy personal y muy particular, a diferencia de un estudio de televisión, que tiene sus reglas.
―¿Te acordás de la próxima fecha?
―El 14 de junio en Bernal. El 18 estamos en Chile. El 22 de junio en el Auditorio Belgrano. Y a fin de junio en Uruguay.
―Esas charlas que se dan arriba del escenario, ¿no las podemos ver en otro lado?
―En el Cartel de Cali.
―¿Van a estar en el Cartel de Cali?
―Sí, sí, sí. Nos invitaron.
―Año 2024, uno tampoco se puede poner tan exigente...
―Sí. Aparte, siguen teniendo poder.