María Lucila Fernández, conocida popularmente como Luli Fernández, es una modelo y conductora argentina. Su debut en televisión fue en 2003, en el programa Súper M, emitido por El Trece. Luego, apareció esporádicamente en Rebelde Way y Floricienta, mientras sus fotos destacaban en las tapas de las revistas más famosas.
Esto la catapultó a su primer gran éxito en la televisión: Patinando por un sueño, en 2007. Al año siguiente condujo Team Angels, un programa que se emitía después de Casi Ángeles. También supo brillar en CQC, Hombre al Agua, Gran Hermano y La Voz Argentina, entre otros.
Luli disfruta la vida junto a su marido, Cristian Cúneo Libarona y su hijo Indalecio, de cinco años. Formaron una familia ensamblada, debido a que el abogado ya era padre de Santos, María, Vicente y Jacinto, hijos de dos parejas anteriores, que tienen una muy buena relación con ella.
Actualmente, se encuentra enfocada en su marca de beauty integral, ‘Classy’, que suma 63 mil seguidores en la cuenta de Instagram, a tan solo dos meses desde el lanzamiento. La compañía no solo se enfoca en el maquillaje, sino que también comercializa aromas y productos de cuidado personal.
Emprender
Luli Fernández comenzó su proyecto como un emprendimiento, hasta que su socia, Luciana Orrequia, le explicó que habían escalado exponencialmente y, ahora, tienen una empresa con todas las letras. En dos meses lograron construir una enorme marca, con empleados, cientos de miles de productos en oficinas, trabajos con reconocidos laboratorios bioquímicos y todo lo que eso conlleva.
Pollo: — ¿En qué momento de tu vida estás?
Luli: — La verdad, creo que en el mejor momento, porque si me lo preguntabas hace dos años quizás no te respondía esto. ¿Viste que hay gente que dice ‘siempre el presente es el mejor momento’? Ni en pedo, a veces el presente es un bajón. Estoy en un momento de mucha plenitud. Así me siento, como estoy, donde quiero estar tranquila. Encontré nuevos propósitos, me siento muy, muy contenta con eso.
Pollo: — ¿En todos los cánones de la vida?
Luli: — Re. Dejé de perseguir ciertas metas que estaba, tipo, el caballito que va atrás de la zanahoria, y que me di cuenta con el correr de los años que no ya no eran las mismas que anhelaba hace un tiempo. Creo que a veces las personas nos quedamos muy estancadas en esa búsqueda de aquello que en algún momento y le ponemos mucha expectativa y brillitos y de golpe nos tenemos que dar cuenta que con el paso del tiempo es natural que esas expectativas y esos objetivos vayan virando y me parece que es parte de crecer, también. Es raro que quieras hoy lo mismo querías a los 14, cuando empecé a laburar.
Pollo: — ¿Te acordás qué querías?
Luli: — Pienso en el tema laboral. El tema laboral de ‘no, bueno, yo quiero que me llegue un proyecto de tele y quiero hacer otra cosa, así. Y quiero conducir esto, y quiero...’ y en un momento me distendí y así acepté hacer algo de espectáculos, y me divirtió la experiencia, y cuando no lo quise hacer más, no lo hice más. Y cuando encaré un proyecto de conducción y en el camino vi que no me terminaba de gustar, di un paso al costado. Es parte de permitirte ir eligiendo y tener el privilegio de poder hacerlo, obviamente.
Pollo: — La tele, ¿ya fue o no?
Luli: — Si me gusta el programa... De hecho, estamos construyendo un formato para streaming que está buenísimo y que para mí la va a romper si lo llevamos adelante. Pero si no se da, si no cierra, si no avanzo, no me queda la vida en eso. En otro momento de mi vida, si un objetivo laboral no se me daba, era como que había algo que se me desmoronaba en un punto. Hoy mi vida pasa por otro lado.
Pollo: — ¿Por dónde pasa?
Luli: — Por mi hijo. Pasa por mi familia, pasa por disfrutar de las pequeñas cosas que me hacen feliz. Me gusta quedarme haciéndome cargo de mi jardín y si me puedo permitir hacerlo durante una tarde, me lo permito, antes no me lo permitía. Antes estaba todo el tiempo tratando de llenar el tiempo, y ahora estoy muy conforme y muy feliz con encontrar a veces quietud y no estar todo tiempo ocupada.
Pollo: — ¿Qué fue? ¿Terapia o maduración?
Luli: — Creo que fue un poco y un poco. Creo que también el trabajar desde tan chica y el haber conseguido un montón de objetivos me llevó a de golpe tener una insatisfacción en un montón de aspectos y a tener que ir para adentro. Cuando vos empezás a ir para adentro, le encontrás el sentido a cosas más simples. Es un laburo, requiere arremangarse. Te enfrentás con cosas que no están buenas, pero es el proceso también de no estar siempre estancado en el mismo lugar. Y como con esta frivolización de que parece que lo único que te da disfrute y satisfacción es el laburo.
Pollo: — ¿Pudiste ahorrar a lo largo de tu carrera?
Luli: — Sí. Mucha gente piensa que ‘Ah, bueno, está con un tipo que le va bien’, y se sorprenderían si supiesen que el trabajo nuestro, sobre todo yo que empecé como modelo y que he trabajado mucho en Latinoamérica, nos permite, si somos ordenadas con nuestro dinero, que nos vaya bien, ahorrar y capitalizarnos. Yo tengo propiedades y no tiene nada que ver con mi marido. Hay una subestimación.
Pollo: — ¿A tu marido le va bien?
Luli: — Sí. Y a veces te dicen ‘Ah, bueno, si tiene plata...’. Te llegan esos comentarios y me da absolutamente lo mismo. Primero porque eso también creo que fue un click que hice. Dejé de estar preocupada por convencer al otro de aquello que sé que no es. Me es intrascendente. ¿Quieres pensar eso? Adelante. Si vos pensás eso, a mí me es indistinto. O sea, primero que no me cambia en nada. Segundo, que sé lo que tengo, no necesito demostrarlo, no necesito justificarlo. Pago mis impuestos por ello y ya es más que suficiente y está dentro de mi patrimonio y es más que suficiente. Cuando dejas de estar expuesto a la aprobación del otro, vivís más holgado.
Pollo: — ¿Qué era lo que más te molestaba que te digan?
Luli: — Que me digan, nada. En realidad siempre fui relajada en cuanto a leer un comentario y que me resulte bastante intrascendente. Y siempre fui consternada en relación a que ‘Este pibe está pensando esto y me lo puedo cruzar en ámbito de laburo. No quiero que tenga esta opinión de mí, porque aunque no es amigo y no voy a tener un vínculo’. Que alguien que me puedo cruzar piense que soy algo que no soy. Me refiero a más vinculado a cuando me tocó ser parte de un programa de espectáculos. Como, no quiero que te quedes con una imagen de que soy una chota, porque no lo soy, y me he tomado el atrevimiento de levantar un mensaje y decir ‘Che, perdón si esto te molestó'. No se me cae ningún anillo por eso y también voy más liviana.
Pollo: — Sos muy amiga del pozo, ¿no?
Luli: — Mi amigo es más gastador, yo soy más inversora. Yo le digo no, no te compres este auto, ‘Pero está buenísimo, está buenísimo’. No, pero compra en pozo. En un momento nuestro país se podía comprar en pozo y vos podías proyectar con mucho esfuerzo tener una propiedad.
Pollo: — ¿Cuántas propiedades tenés?
Luli: — Tengo varias propiedades.
Pollo: — ¿Fuiste comprando de pozo?
Luli: — Fui comprando de pozo y después pude comprar directamente sin de pozo. Bebo, tenes una entrepreneur en frente. (Risas)
Pollo: — ¿Tenés más de dos?
Luli: — Sí. Me ha ido muy bien, y la realidad es que me ha ido bien porque he sido siempre muy austera y cuando tuve lo que me daba tranquilidad para que si el día de mañana me pasa cualquier cosa, tanto yo como mi hijo tengamos un respaldo, empecé a gastar y a comprármelo.
Pollo: — ¿Alquilás las propiedades?
Luli: — Sí.
Pollo: — ¿Todas?
Luli: — Sí.
Pollo: — ¿Y quién maneja eso?
Luli: — Yo.
Pollo: — ¿Y hoy te das más gustos?
Luli: — Hoy me doy más gustos.
Pollo: — Como que te diga, te gusta un reloj caro. ¿Te lo compras?
Luli: — Sí. No me endeudo, jamás.
Pollo: — ¿Te gustan las cosas caras?
Luli: — Sí. Compro poco y bueno. Es poco lo que en Argentina, con toda la situación que hay, por supuesto en el país, por supuesto estamos hablando de un mundo de fantasía, está claro. No es la realidad de la mayoría de la gente y por eso lo comparto con vos, porque sos como mi hermano y en un contexto jocoso. La realidad es que soy muy consciente de la realidad que se vive y de hecho es muy poco lo que uno puede usar. También hay una cuestión de seguridad que es tremenda. Entonces soy muy prudente y cautelosa con qué elijo que no elijo, que uso, que no uso más, porque yo ya tuve una situación de inseguridad brutal.
Pollo: — ¿Qué te pasó?
Luli: — Que me entraron en casa, ¿no te acordás? Tremendo, espantoso. Entonces soy súper consciente, pero sí me he permitido, tengo 36 años, soy re chica y tengo la suerte de poder decir ‘Che, me quiero comprar esto, me lo compro’. Pero no soy gastadora, soy austera
Pollo: — Tal vez uno compra 20 cosas y vos una y...
Luli: — Y capaz gastamos lo mismo.
Pollo: — ¿Sacaste una marca?
Luli: — Saqué una marca. Hace un año y medio que estoy trabajando. Armé una empresa, en realidad, con una socia que yo ya había hecho otros proyectos. La realidad es que lanzamos hace dos meses y dentro de lo que es la coyuntura y todo, estamos con un nivel de facturación súper alto, una recepción increíble y también es consecuencia de la construcción de todos estos años. Entonces, me parece bien también reconocernos cuando el resultado de lo que llega en el presente es consecuencia de lo de las cosas que hicimos evidentemente bien en el pasado.
Pollo: — ¿Cómo se llama la empresa?
Luli: — La marca se llama Classy. Es una marca de beauty integral.
Pollo: — ¿Qué es beauty integral?
Luli: — Cualquier marca que vos pienses de beauty, asociamos a maquillaje, cremas, todo, que hay mucho en el mercado. Nosotros desde Classy lo que estamos proponiendo es un concepto distinto que aborda distintas áreas. Tenemos una línea de aromaterapia, por ejemplo. ¿Por qué? Porque creemos primero que todo lo que puedas hacer para enaltecer lo linda o lo lindo que ya sos, bienvenido. Creemos que la frivolidad, que un poco se se equipara o se asocia a todo lo vinculado al maquillaje, no es tal. A mí me pasó, sobre todo durante la pandemia, que hacía mucho video de maquillaje, y tuve tantas mujeres que estaban luchando, quizás, contra un cáncer, que me escribían y me decían ‘Flaca, me enseñaste a ponerme el corrector de ojeras, a taparme la ojera negra, consecuencia de tratamiento y me cambió el día’. Entonces hay todo un mundo que a veces, cuando volamos bajito por sobre lo que percibimos, que es propio de nuestras limitaciones e ignorancia, desconocemos. Entonces cuando vos te metés a ofrecerle a un público como es la mujer argentina, porque yo le hablo a la mujer más que al varón, que es coqueta, y que le encanta, y que a su vez también tiene mucha conciencia del autocuidado, y como en todo el mundo, las mujeres hacemos todo, somos ‘pulpo’, valoran mucho un buen producto. Valoran mucho el concepto de ‘Che, qué bueno. Algo que me invite a estar linda de adentro hacia afuera, algo que sea cruelty free, que sea libre de parabenos, que sea apto veganos, que sea hecho acá'. La argentina valora mucho el producto.
Pollo: — ¿Y cómo es emprender en Argentina? ¿Es fácil o es difícil?
Luli: — Es muy difícil.
Pollo: — ¿Por qué?
Luli: — Primero, porque nosotras cuando lanzamos la marca, la lanzamos en plena situación política dramática. La idea fue lanzar después de las PASO. Era imposible, No había un envase, la importación estaba totalmente cerrada, no había materias primas. Era imposible ser productor en Argentina de algo. Por lo menos en lo que es la industria cosmética, no había manera de producir. O sea, había un dólar oficial barato, que es por el que se rige la industria, pero no tenía materias primas, no podías hacer nada. La realidad es que con el cambio de gobierno, al permitir el ingreso de materias primas para la industria, yo no traigo un producto hecho en China, yo traigo materias primas de afuera porque acá no se generan y produzco acá. Acá hay unos laboratorios increíbles. Y yo voy a producir acá y ya tengo proyección para venta en Paraguay, en Chile, en Uruguay, me voy a ir para España. Estoy haciendo toda la validación de la empresa para afuera. Entonces desde acá, yo aseguro que puedo dar un producto a nivel internacional.
Pollo: — O sea, de Argentina para el mundo.
Luli: — Argentina es una bomba para producir. Tenemos unos profesionales del carajo.
Pollo: — ¿Y las trabas cuáles son? ¿Que no están los productos, o que no estaban?
Luli: — Las trabas eran que no entraban ni materias primas, ni envases. Y no hay industria acá que te produzca el envase que yo necesito.
Pollo: — ¿Y hoy se puede?
Luli: — Sí.
Pollo: — ¿Y los impuestos?
Luli: — Imposibles. Pero podés, porque el argentino siempre puede.
Pollo: — ¿No te dieron ganas en un momento, con tantas trabas, de decir ‘Bueno, ya está, no importa. Sigo con mi carrera’?
Luli: — No, porque cuando vos tenés un propósito vas por ahí. A mí lo que me pasó con mi carrera y siendo como toda acuariana, que no paro un minuto, había cosas que me empezaron a aburrir, y ya no le encontraba la satisfacción que le encontré muchos años. Ya no me divertía tanto. Entonces dije: ‘Che, por qué no probar otra cosa?’ Y acá encontré algo que me apasiona, que aprendí, que aprendo. Tengo un equipo de bioquímicos, farmacéuticos, laboratorios con los que laburo, que son un éxito. Son lo máximo y de verdad que la recepción de la gente es fenomenal. Entonces ahí fue cuando dije: ‘Che, ¿y por qué no salir a conquistar el mundo con una marca Industria nacional?’.
Pollo: — ¿Qué consejo le darías a alguien que quiere emprender?
Luli: — Tenés que prever todos los escenarios posibles, incluso aquellos que no te imaginás que tenés que prever.
Pollo: — Pero, ¿malos?
Luli: — Sí, sobre todo en Argentina. Pero nosotros ya sabemos que eso es así. Entonces, cuando vos sabes que tenés que sostener lo imprevisible, ya pasa a ser previsible. Entonces, vos decís: ‘Bueno, yo en cualquier proyecto que inicie en el mundo, tengo que dejar un fondo de reserva de $100′. Acá tiene que ser de $1000, porque nunca sabes lo que puede pasar. Mirá, yo te voy a dar un ejemplo. Un delineador de labios para la boca, un producto de maquillaje. Me lo tendrían que haber entregado en agosto del año pasado. Todavía no lo tengo. ¿Por qué? Porque no reciben la materia prima. Recién ahora están pudiendo producirlo. Lo voy a tener en 20 días. ¿Es culpa del laboratorio? no. Otro consejo que para mí es importante tener en cuenta a la hora de emprender: tenés que tener templanza y no echar culpas. Es la coyuntura. La culpa es del Gobierno, la culpa es del ex gobierno, el presidente, mamá, papá, no. Hay que hacerse cargo, arremangarte, e ir para donde querés ir.
Familia
Pollo: — ¿Cuántos son en la familia ustedes?
Luli: — Un montón.
Pollo: — Con Cristian, con tu marido, ¿hace cuánto están?
Luli: — 12 años. Casados hace casi diez.
Pollo: — ¿Y se soportan?
Luli: — Mucho. Somos grandes compañeros.
Pollo: — ¿Inda cuantos años tiene?
Luli: — 5 años.
Pollo: — Un solo hijo tenés. Y en la familia ensamblada, ¿cuántos son?
Luli: — 5 niños en total. Tiene 4 hermanos mayores.
Pollo: — Cuando vos conociste a a Cristian, él tenía cuatro hijos
Luli: — Cuatro hijos de dos mamás distintas.
Pollo: — ¿Y es difícil eso?
Luli: — Yo tenía 24 años cuando lo conocí, Cristian me lleva 18 años. Creo que había un componente de inconsciencia. Hoy, si me separo, ni en pedo me engancho con un pibe con cuatro hijos. Ni loca. Pero por la complejidad que tiene una familia ensamblada con tantos integrantes, no por otra cosa. Y la realidad es que no era consciente. No me imaginé nunca que nuestro vínculo iba a escalar a una familia. Yo lo conocí, me enganché y después la cosa.
Pollo: — Vos lo conociste con 24 y él con 18 más, 42. Y no te asustó.
Luli: — No, porque a los 24 nada te asusta. Ahora soy mucho más consciente.
Pollo: — Y entrás a esa familia. Con miedo pero yendo para adelante.
Luli: — Sí. Enamorada. Totalmente muerta de amor. Cris es un gran papá. Entonces lo que yo veía de él era todo era lindo. Cuando vos ves a un tipo que funciona también como papá, es un buen tipo. Es un buen papá, es un buen tipo. Entonces, la verdad que para adelante. Y me fui enamorando y el vínculo fue creciendo. Y después conocí a los chicos más grandes, más adelante, a los más chicos. Y la verdad que somos un familión.
Pollo: — Y, por ejemplo, si alguno se manda una macana, ¿podés decirle o no te tomás esos permitidos?
Luli: — Lo que pasa es que me parece que es un poco lo que hablábamos antes, en relación a la parte comercial de la vida de uno, creo que lo importante es tener claro cada uno su rol. ¿Qué quiero decir con esto? Si yo me lanzo a armar una empresa, yo sé que el startup de la compañía no lo puedo hacer. Tengo una socia que es la que se ocupa de eso. Si yo voy a ser la mujer, o me enamoro de un tipo que tiene hijos, tengo que entender cuál es mi rol. Yo no soy la mamá de los pibes, yo no tengo que bajar línea, yo soy la compañera del papá. Si puedo sumar, sumo. Con que no reste, válido. Entonces, ¿tuve que ampliar mi tolerancia? Sí. ¿Tuve que entender que esos hijos no los educo yo, sino que los educa otra mamá y ese papá? Sí. Cuando vos entendés y sabés tu rol, estás para sumar. Y si no podés sumar, porque a veces hay momentos en la vida en donde uno no siempre está para sumar, porque le pasan cosas, también intento no restar. Entonces, la cosa va avanzando. Obviamente hay momentos de los vínculos que están más estrechos, hay momentos que están más alejados, pero porque es natural, cada persona es distinta y transita distintas etapas. Pero la verdad que yo tengo una relación con los cuatro hijos de Cris que no me puedo quejar.
Pollo: — ¿Y nada de eso influye en la crianza de Indalecio, de tu hijo? Porque se van de vacaciones, hay que hablar entre mil personas prácticamente. ¿Y cómo es eso?
Luli: — La realidad es que de solo ver lo que Indalecio ama sus hermanos y sus hermanos a Indalecio, yo estoy fascinada. Cuando vos tenés un hijo, empezás a disfrutar mucho a través de tu hijo. Entonces, hay planes que capaz no me requete copan porque no sé si me copa irme 20 días con todo el familión. Capaz una semana, diez días es suficiente. Pero verlo tan feliz a Inda hace que inmediatamente se te haga un click, que vos empezás a disfrutar por él y lo que en otro momento decís ‘Ay, me da un poco de fiaca’, u ‘hoy somos miles o qué difícil convivir con tanta gente que no acostumbras a convivir, porque obviamente los chicos vienen todos los fines de semana y todos los miércoles, pero no vienen todos los días. Se te transforma, ¿entendés? Es es muy difícil de explicar, pero un hijo te transforma de una manera que, yo creo que también parte de mi presente, estoy convencida, tiene mucho que ver con la satisfacción que me da mi rol de mamá y disfruto mucho de eso.
El juego del millón
El Pollo invitó a Luli a gastar un millón de dólares, apoyando en la mesa una valija llena de billetes ficticios. La única regla es que el efectivo se debe gastar por completo en la cantidad de compras que prefiera, pero sin la posibilidad de donarlo o guardarlo.
Pollo: — 1 millón de dólares. Lo que quieras. Puede ser viajes, joyas, relojes. Lo que se te ocurra. 1 millón de dólares.
Luli: — Lo primero que hago, agarro 300 mil dólares y le compro un lindo departamento a Inda. A nombre de él. En realidad a nombre mío, o sea, que él tenga usufructo hasta que yo me muera.
Pollo: — ¿Y dónde le vas a comprar una propiedad? ¿Capital? ¿sabés barrio?
Luli: — Un Palermo, cerquita. Un tres ambientes o un lindo dos ambientes grande.
Pollo: — Bien, listo. 300 mil a futuro. ¿Qué más?
Luli: — Le doy 200 lucas a mamá, para que esté tranquila. Una gran parte se la puede llegar a gastar. Pero pienso que yo soy de la escuela de tener siempre un respaldo, ¡y qué respaldo 200 lucas cuando ella ya tiene su casa! Entonces me parece que puede estar buenísimo para, si en algún momento necesita, si se quiere hacer un viaje, para que vaya gastando.
Pollo: — Bueno, nos quedan 500 mil. Todavía no te compraste ropa, pero qué sé yo. Lo que vos quieras.
Luli: — 100 lucas, me los reviento en un buen viaje con Cristian a todo trapo. Mucho viajamos. Nos gusta mucho viajar. Nuestra plata la gastamos viajando. Viajamos una vez por año, seguro. A veces dos. Pero ahora acabamos de llegar de Japón, por ejemplo. Hicimos Japón. Hicimos Niza. Hicimos Montecarlo. Hicimos Italia. O sea, recorremos.
Pollo: — ¿Y para ir con esos 100 mil, a dónde irían?
Luli: — Quizás Sudáfrica, que tenemos ganas de que sea el próximo destino. Y por ahí me quedo una parte de Italia todavía sin hacer. Me gustaría quizás terminarlo. Todo lo que es el Lago di Como no lo hice. Toda la costa Amalfitana ya la conozco. Por ahí, lo que es la Toscana y el Lago di Como, que es arriba de Milán.
Pollo: — Bien. ¿Qué más?
Luli: — Me quedan 400 mil dólares. 300 mil, me los guardo.
Pollo: — No, no, hay que quemarlo.
Luli: — Una inversión. Otro departamento.
Pollo: — Hay que mantenerlo al departamento.
Luli: — Si vos lo tenés alquilado, el departamento te genera una rentabilidad y se paga sus propios gastos, porque salvo que haya una rotura o un gasto extraordinario, lo paga el inquilino.
Pollo: — Ok, hasta acá no te compraste ningún reloj, ninguna ropa
Luli: — No, pero me quedan 100 mil dólares. Me los hago mierda. Me compro dos relojes lindos. Me compro dos Rolex o un Rolex y dos Cartier, por los valores. Y después hago un descalabro. Me meto en Bottega Veneta, en Hermès, en The Row, en Celine, todas marcas que me gustan mucho.
Pollo: — Bueno, pasamos al próximo lugar: a la rula.
Números
La modelo se sometió al cuestionario y contó todo en relación al sexo, el dinero y los sentimientos. ¿Qué dijo?
Pollo: — ¿Qué cambiarías de tu crianza?
Luli: — Tal vez nada. Te va a sonar tipo de gurú, pero soy una convencida de que en definitiva, todo lo que transitamos nos lleva un poco a quienes somos hoy. Y hay cosas que no podemos controlar ni manejar. Lo que sucede en nuestra crianza, no podemos controlarlo ni manejarlo, pero aceptarlo sí. Y después de muchos años, aceptar un montón de cosas me llevó a tener un mejor presente y a tener mejores vínculos con mi viejo, por ejemplo. Aceptar que las cosas son las que te tocan. Pero para mí también desde algún lado los elegimos a nuestros padres, a nuestros hermanos. Entonces yo no cambiaría nada. Tuve una muy linda infancia, con todo.
Pollo: — ¿Cuál es tu inseguridad más grande? ¿Tenés inseguridades?
Luli: — Sí, un montón. Lo que pasa es que te frivolizaría si te hablara de una inseguridad física. Quizás inseguridades físicas tuve de más chica.
Pollo: — ¿Que qué te pasaba?
Luli: — Lo que nos pasa a muchas mujeres. Me hubiese gustado ser un poco más alta. Es como la que tiene el pelo lacio, quiere rulos. Como que en algún punto somos un poco así. Hoy las inseguridades son un poco más complejas. Ojalá fuesen algo físico que con un poco de esfuerzo se puede cambiar. Es más compleja la respuesta, porque en realidad no sé si se define por una inseguridad, pero sí aquello que me quita de mi lugar de tranquilidad, o de confianza, o de seguridad, por decirlo de una manera, tiene que ver con no poder estar conectada. Yo soy una mina muy mental, entonces, de golpe, cuando no puedo estar conectada, hay cosas que se me pasan, se me escapan. Entonces como que me desconecto un poco y eso me aísla, y no está bueno.
Pollo: — ¿Sos celosa?
Luli: — Era muy celosa y ahora estoy mucho más tranquila. Hace un par de años. Era de la que te revisaba el teléfono, la que te hacía un planteo donde no había planteo para hacer, medio hincha pelotas. Era más insegura.
Pollo: — ¿Y hoy no revisas teléfonos?
Luli: — No, ya no, ya no, porque cada vez que digamos, cada vez que reviso un teléfono o he revisado un teléfono, me pasa que yo me pongo desde un lugar en donde no me gusta lo que lo que me genero. ’Te reviso el teléfono y te hago un planteo’. Cris es un tipo muy especial. Aparte no tiene redes sociales ni nada. A mí lo que me pasó en estos últimos años es que me empecé a hacer responsable y cargo de mi misma en el sentido más completo de la palabra. Cuando vos te haces cargo de tu emocionalidad porque tenés la necesidad de revisar un teléfono, ¿qué es lo que sentís? Que ahí hay un hueco que se te está yendo, que te está afectando.
Pollo: — ¿Hace cuántos días no tenés sexo?
Luli: — Ayer. Cero días. No me suele pasar. Después de estar 12 años con tu marido, no es que tenés así como esa cosa de todos los días, porque todos los días nadie tiene después de 12 años. Una vez por semana sí, tiene que ser porque uno tiene que encontrar el espacio y es el momento de la pareja que uno también tiene que cuidar, porque si no todo pasa por los pibes. A veces es una vez por semana porque sucede y otra vez es una vez por semana porque hay que buscar el momento. Es un acuerdo tácito. O sea, está implícito una vez por semana.
Pollo: — ¿Cuánto te costó lo más caro que te compraste?
Luli: — Un departamento. 140 mil dólares.
Pollo: — ¿Cuántas veces lloraste en los últimos 30 días?
Luli: — No las tengo contadas, pero fueron menos de diez. Lo que pasa que estoy como en un momento re emocional, pero lindo, re lindo.
Pollo: — Lloras de emoción, no de tristeza.
Luli: — Como que estoy redescubriendo mi rol de mamá desde un lugar súper lindo, saludable, enérgico, amoroso. Cada mamá tiene su proceso y estoy fascinada con mi hijo. Son etapas, cada etapa es distinta y me tiene como embelesada, como que digo: ‘Ay no, no quiero que crezca’, pero sí, obvio, quiero que crezca, sea sanito y fuerte. Y me lo permito. No sé si antes me permitía tanto la emoción.
Pollo: — ¿Y cuántas bombachas tenés?
Luli: — Ay, no sé, no soy muy acumuladora. No tengo tanto. Y bueno, tendré 20 bombachas, 25.
Pollo: — Elegimos una foto. Quiero que me digas qué onda. Esto es una foto con Caro, con Pampita. De chica, cuando empezaste, te comparaban con Caro.
Luli: — Un montón. Al día de hoy tengo un montón de gente que me dice: ‘Ay, sos igual a Pampita’ y hay otros que piensan que me molesta. Eso jamás me molestó. De hecho, me parece hermoso que me vean parecida a, para mí, la mujer más linda de Argentina, en todo sentido. No me molesta, tengo re buena onda con ella.
Pollo: — ¿Querés tener otro hijo?
Luli: — Hay momentos en donde yo digo que sí que quiero. Cris, imaginate, tiene cinco. Entonces me dice, ‘¿te parece?’. Y hay momentos en donde estoy bien con Inda. Yo qué sé, Yo todavía soy chica, tengo un poco de hilo en el carretel, tengo 36, así que a mí me parece que la decisión de traer un hijo al mundo, cuanto más plena y consciente sea, mejor. Un hijo te transforma, es mágico, pero también te atraviesa. Si no, hay un montón de complejidades y es quitarle esa cosa de magia absoluta de la que se habla. Cuando se habla de maternidad, es híper difícil ser mamá, es complejo, es agotador, pero bueno, también es mágico. Es es como una contradicción en sí misma. Entonces creo que sí que me gustaría tener otro hijo. No sé si lo vamos a poder llevar adelante porque, primero nos costó un montón ser papás y, segundo, porque requiere mucha decisión y estamos ahí.