Cuando María Becerra todavía no había cumplido 18 años y era una exitosa youtuber que transitaba con solvencia el humor, alguien vio en esa adolescente introvertida lo que nadie había visto. Cinco años después, y ya como cantante, es capaz de llenar dos noches seguidas el estadio de River Plate, y convertirse en la primera artista argentina en conseguirlo. También brilló en la entrega de los Grammy junto a J Balvin y participó de la banda de sonido de ese tanque de Hollywood llamado Rápidos y Furiosos, entre otros hitos de una carrera aún incipiente.
Hoy es La Nena de Argentina, marca y talento registrado. Pero fue José Levy quien no solo vislumbró todo aquello; también supo llevarlo adelante. “No soy yo: es un muy equipo grande. Somos como una familia”, se apresura en advertir este hombre apasionado por el mundo del entretenimiento y el marketing. Y con un notable recorrido en el cine como productor. Además de participar con distintas producciones en los festivales de Cannes y Berlín, consiguió que se realice en Hollywood la remake de Elsa y Fred –filme de Marcos Carnevale–, nada menos que con Shirley MacLaine.
Luego del respiro por las inolvidables noches en Núñez, la maquinaria volvió a encenderse. Este sábado Becerra estuvo en España: fue una de las estrellas del show previo a las finales de la Kings y Queens League, las ligas de fútbol creadas por Piqué. Cantó “Latte”, el último hit. Y de inmediato, sin dormir, María y todo su equipo iniciaron un raid demoledor.
Avión a Inglaterra; de ahí vuelvo a Los Ángeles y finalmente helicóptero hasta el Coachella, para aceptar la invitación especial de J Balvin, el domingo. “‘Mirá que tenés una hora para ir al camarín con él, dos horas para repararte, y salimos a la pista’, le avisé. ‘Sí, sí, lo hacemos’, me respondió. ‘Perfecto. Era lo que esperaba’, le dije”.
El relato de Levy en este encuentro con Infobae, que tuvo lugar unos días antes del viaje, resume a la perfección el espíritu de la cantante y su grupo de trabajo. Recién volverán a la Argentina a fines de mayo, una vez cumplidas distintas fechas y compromisos, desde Bolivia a México, de Estados Unidos a Portugal.
—¿Qué se siente ser el primer mánager que acompañó a una mujer argentina a llenar dos River?
—Se siente bien. A ninguno nos cayó la ficha todavía de lo que hicimos, de la importancia. Va a quedar en la historia: la primera siempre será María. Hoy la felicidad pasa por haber hecho el mejor show que hicimos hasta ahora. Y haberlo plasmado de la manera en que lo imaginábamos. Mi hijo (Julián Levy), que es el director artístico y de la imagen de María, fue el director de la puesta y del show, y pudo plasmar toda la locura que él tenía. Y todas las cosas que yo le decía: “Hagamos esto también, y podemos hacer esto otro”. Para lograr eso hay que tomar una decisión de nuestro lado, que también nos acompañó (la productora) DF: si vamos a invertir todo lo que va a entrar, no hay problema. O sea, no importa si no nos queda nada, si la cuenta da cero. Es una decisión muy fuerte porque uno dice, obviamente: “Dos River, ¿cómo no te va a quedar plata?”.
—En el imaginario, vos hacés dos River y te queda un millón de dólares guardado…
—Sí, sí. En el imaginario, cualquiera puede hacer la cuenta. Multiplica el valor de la entrada promedio por la cantidad de gente y te da una cantidad de plata que decís: “¿En qué la pusiste?”. Venía Julián y me decía: “Queremos hacer tal cosa”; “Tiene que ser el mejor show que se haya hecho acá por mucho tiempo, de nivel internacional. Vos hacé lo más grande que se pueda hacer. Todo lo que se pueda poner, ponelo”.
—¿No ganaron plata con River?
—Realmente no.
—Tampoco se perdió.
—No, no, para nada. Perder, no perdimos.
—La idea era marcar un antes y un después en los shows musicales, y salir hechos; con eso, estaban bien.
—Tal cual.
—¿Cuánto sufriste cuando no arrancaban las pantallas? Había sido una semana muy difícil en cuanto a lo climático y el arranque tardó más de lo planificado.
—El lunes tenían que estar todas las cosas para empezar a armar, y ya se empezó a ver que iba a ser un quilombo. DF estaba terminando el Lollapalooza y tenía el Asunciónico, y hubo todo un problema de logística de la gente y de las cosas. Estaba pronosticada lluvia y se armó más lío todavía. Si llueve podés atornillar caños pero no armar lo eléctrico. Eso retrasaba muchísimo el armado. Llegamos a un punto en el cual veníamos muy retrasados, entonces se duplicó la gente; en un momento había tres turnos de 8 horas, y duplicados los tres turnos.
—O sea, ya venías sufriendo...
—Todos veníamos sufriendo. Y lo primero que empezó a pasar es que no llegábamos a que estuviera listo. El mismo viernes a la mañana no estaba el escenario: estaban los caños pero no la madera. Las pusieron al mediodía, había que pintarlas y se tenía que secar la pintura. La prueba de sonido se pasó de las 12 a las cuatro. A las cinco teníamos que abrir las puertas para que comenzara a entrar la gente, pero eran las cuatro y no estábamos pudiendo probar sonido porque no estaban funcionando bien todas las cosas que tenían que más o menos funcionar. María probó sonido cinco y media, y se retrasó la apertura a las seis. De hecho, María empezó a cantar y se terminó de ajustar lo que no se pudo preparar en la prueba de sonido.
—¿Quién sufrió más: María o vos?
—María en principio fue la que más sufrió. Después Julián. Después, la gente de DF. Y yo también, con mi socio, Armando (Lozano), que estaba ahí. Últimamente se trabaja con cuatro generadores en vez de uno; si alguno se cae, se invierte, y se van superponiendo entre sí para que nunca se te corte la luz. Lo que terminó descubriéndose a eso de las seis, cuando empezaron a probar, es que había uno que estaba fallando porque estaba mojado por la lluvia. Saltaba y se apagaban las cosas. Y lo otro que pasaba es que, como estaba todo muy húmedo, había una descarga de fuga. ¿Viste cuando tenés el disyuntor en la casa que, apenas tocás algo, salta el disyuntor? Bueno, ese protector que tienen los generadores, con la mínima fuga, saltaba. Y no podían resolver que no saltara.
—¿Qué le decías a María para calmarla?
—El problema empezó a las diez y pico. Hasta ahí veníamos diciendo: “Okey, se descubrió que era un problema de estos”. Pero llega un momento en el cual no lo podían arreglar, no lo podían arreglar, no lo podían arreglar… La primera solución fue: “Busquemos un generador que se banque lo que se bancan los cuatro. Uno solo”. Y ese solo estaba en San Telmo: había que ir a buscarlo con un camión de esos que llevan containers, subirlo, y venir con policía para que pueda pasar entre la gente. Y el camión se decidió traerlo a las ocho; a las nueve pudieron ir a buscar el camión. Tardó una hora en llegar el generador, bajarlo, montarlo. “Ya está, ya podemos salir”, dijimos. A las diez ya estaba listo, le avisaron a María que vaya debajo del escenario, porque sale de un ascensor. Eran las diez. Y ella estaba esperando a que en cinco, diez minutos, ya se solucionaba. Empieza a pasar el tiempo. Y ella estaba ahí: “¿Qué hago? ¿Voy a salir, no voy salir? ¿Nos vamos a ir a casa?”. A la media hora empiezan a funcionar algunas cosas, se prenden las pantallas pero no andaba el sonido. Después se prende el sonido pero no andaban las pantallas. Después andaban las pantallas pero no el circuito cerrado. Siempre había algo que no andaba. La gente empezó a gritar. María estaba abajo, diciendo: “Están gritando tal cosa, salí a decir algo”. En un momento, Julián sale.
—El que explica es Julián.
—Sí. Y por pedido de María, que estaba casi llorando porque escuchaba que la gente protestaba, que decía: “¡Canten sin pantalla!”. Hasta que a las once, no sé cómo, de la nada, estábamos todos ahí, con toda esta cuestión.
—¿Se barajó que se cancelara?
—No se barajó porque ninguno quería dar el ok de que se podía cancelar. Nadie quería tener la energía de que podía llegar a pasar eso. ¿Viste que las pantallas de Led, que están una puesta al lado de la otra, tienen un ledcito rojo atrás, que se pone verde? De pronto empezaron a aparecer todos los puntitos, como todas hormiguitas verdes y rojas que se empezaban a prender. Y estábamos: “¡Ya está! Las pantallas están andando”. Probaron todo, y andaba. Y ahí el lío fue otro: “¿Y si empieza y a los diez minutos se apaga?”. Porque era lo que venía pasando...
—¡Qué miedo!
—Claro. “No sé… Dale, que empiece el show. Si se apaga, se apaga. Se van a la casa. Pero por lo menos lo empezamos”. Y bueno, salió de corrido y no frenó más. Y ahí, María estaba llorando. Salió llorando. La gente entendió que fue por la emoción. Pero estaba abajo, que no daba más…
—¿Pudo disfrutar en algún momento del show o ya era tanta la carga que…?
—No, no. Cuando salió fue como: “Ah…”. Y ella misma lo dijo.
—¿Y vos, en qué momento respiraste? ¿O estuviste todo el show rezando que no se apagara?
—No estaba en mi cabeza que pudiera fallar y apagarse. Si se prendió todo es porque iba a andar. No estaba la posibilidad de pensar que no iba a andar.
—Vamos un poquito para atrás. ¿Cómo la conoces a María y cómo llegan a trabajar juntos?
—En 2017 tuve la idea de hacer una película con influencers. Me parecía interesante promocionarla a través de los influencers mismos y no por carteles en la calle ni ningún tipo de publicidad, como se hace con las películas. Tenía un guion y empiezo a contactarme con muchos, para los diferentes papeles, y me voy dando cuenta de cuál es la historia de cada uno: si facturan publicidad, si no facturan; si los representa alguien, si no tienen manager. La mayoría no tenía manager, no tenía nada. Menos que menos para actuar. Veo esa falencia y, a partir de ahí, armo la agencia para poder firmarlos y también venderles publicidad y empezar a desarrollar la película. Me parecía lógico tenerlos dentro de una agencia nuestra, como hace Disney: hace un casting, decide que Olivia Rodrigo es la nueva actriz de tal cosa, y la tiene firmada por 10 años para todo. Porque después, una vez que la hace famosa, quiere tener parte de todo.
—Es una inversión.
—Es una inversión. Así nace la agencia Latinfluence, firmando a toda esta gente. Muchos eran youtubers, entre ellos Alexis Sanzi. Y su novia era María Becerra. Me reúno con los dos en un bar para hablarles de la película. María era súper tímida. Hoy es una María completamente nueva respecto a lo que era ella en ese momento.
—¿Ya cantaba?
—Sí. Tenía un par de covers. Y era muy buena como youtuber. Le pregunto si quería salir en la película. Me plantea que tenía un contrato con otra agencia, pero que no quería estar porque no le servía por la publicidad. Y me dice: “Si me ayudás a cancelar este otro, firmo con vos”. Y bueno, ayudamos a que pasara de la otra agencia, a esta agencia.
—Los de la otra agencia se quieren morir, ¿no?
—La veían más que nada como una youtuber, nunca la vieron como cantante. Le pregunté: “María, ¿querés actuar o cantar?”. Me dijo que le daba lo mismo. Empezamos a ir a unos castings; no la elegían. En un momento, en videos que hacía a capela de Ariana Grande, Beyoncé o Rihanna, vimos que tenía una voz increíble. Y un día en casa, con mi hija (Joelle Levy), que estaba aprendiendo a tocar el piano, hacemos un video: María cantando con el piano, sin ningún tipo de efecto, Autotune, ni edición. Lo grabamos directamente sobre el micrófono enchufado, con la cámara en un trípode filmándola a un costado, con el piano al lado. Y el video tuvo una cantidad de views… “¡Vamos por acá!”, le dije. Y ella estaba feliz. Después le dije: “¿Pero por qué no me dijiste que querías mucho más cantar que actuar?”. “Bueno, no. Me gusta mucho más cantar”.
—¿Y cuándo te diste cuenta de que tenías un fenómeno, de que era distinta?
—Eso yo lo veía venir… Ya me había dado cuenta cuando María era youtuber.
—A pesar de la timidez.
—Claro. Aparte de tener una buena voz, ser trabajadora y un montón de cosas más, es necesario tener eso que muchas veces, en las películas o en Hollywood, le dicen “it”. Acá le dicen estar angelada. Lo tenés o no lo tenés. Y no lo podés comprar, no lo podés aprender; no podés hacer nada con eso.
—Y vos, en María lo viste.
—María ya lo tenía en todos sus videítos. Ya lo tenía a los 15, 16 años: se compraba a la gente. Y sigue pasando hoy.
—La carrera de María fue meteórica.
—Yo sabía mucho de marketing tradicional y después, de marketing digital. Daba conferencias o clases sobre cómo desarrollar y promocionar tu sitio. (Con María) había algo que era muy característico: “Okey, tenés tres millones de seguidores, tenés esto, tenés esto, cómo se hace esto, para dónde vamos. El canal de YouTube no tiene que ser el mismo que tenés sobre humor por muchas cosas del algoritmo. Hay que hacer un canal de cero, de música, y lograr que toda esa gente vaya ahí”.
—Trazar una nueva estrategia.
—Tal cual. Cuando empezamos con las tres primeras canciones, con el primer EP, el tema era cuántos views iba a tener, qué iba a pasar. Hice todo un desarrollo del marketing en el cual, entre las tres canciones, llegaríamos a un promedio de siete, ocho millones de views. Obviamente, el productor me estaba mirando con una cara de: “Loco, pará, es la primera vez. No es cantante”.
—¿Y a cuánto llegó?
—Llegó a eso que yo había estipulado, más o menos, en un mes y pico.
—¿Qué te pasa cuando María habla de actualidad, sabiendo que eso a veces genera enojos en cierto sector de la sociedad? ¿Ahí el manager la banca, o le dice: “María, tenemos dos River por delante, llamate un poco a silencio”?
—Mirá, es muy complicado eso. Primero porque María tiene carácter y tiene cosas que quiere decir, y hay cosas que quiere defender. Y me parece buenísimo: yo banco eso. Cuando llegás al nivel donde está ella, o incluso un poquito antes, te convertís en un referente para muchos. Si vos decís: “Hay que tomar mucha agua”, todo el mundo va y toma mucha agua. Entonces, tiene que tener cuidado con qué es lo que muestra, qué es lo que dice, porque hay un montón de familias o un montón de chicos viéndola y escuchándola.
—¿Nunca le pediste que bajara el tono?
—No. Lo que hacemos es tratar de que, si ella quiere hablar de algo, no lo haga sin tener toda la información.
—Que no sea una improvisación.
—Claro. Ayudar a que lo que ella quiera hacer, esté hecho de la mejor manera. Es como con la música: “Vos querés hacer una canción, nosotros estamos para apoyar. Vamos a producirla con este y vamos a mezclarla acá y vamos a hacerla de esta manera”. En esto, es lo mismo: buscar lo mejor dentro de lo que ella desea hacer. Nosotros no le imponemos nada, ni le bajamos línea, y ella tampoco deja de hacer algo que siente que lo tiene que hacer. Obviamente, esto viene de una experiencia. Hace dos años y pico alguien le mandó un video horrible, y entonces María salió a hacer tres, cuatro historias diciendo: “No puede ser que a las vacas le saquen la leche de esa manera”. Se puso a todos los tambos en contra. También aparecieron los que decían: “No sos nutricionista, no tenés por qué decir si la leche es buena o mala para los chicos”, o “No tenés por qué decir esto, mi hija ahora no quiere tomar leche”. Me acuerdo que teníamos un show sponsoreado por una marca de leche en polvo. Cuando salió eso, directamente bajaron la campaña. “No hay problema, listo”, le dije. Pero todo eso fue de mucho aprendizaje: “¿Vos querés decir algo a partir de esto? Perfecto. Pero veamos cómo decirlo, cómo hacerlo, cuál podría ser la mejor comunicación al respecto”.
—Tuve la oportunidad de charlar con María hará un año y medio atrás. Me acuerdo que le pregunté cuál era su sueño y me dijo: “Comprarme una casa, y otra para mis padres”. Con los millones de visualizaciones que tenía y la cantidad de shows, yo me imaginaba a una Becerra multimillonaria en ese momento.
—Sí, eso es algo que ahora justamente está empezando a ver, qué comprar, porque quizás el dinero que ella quiere para hacer eso, está. Eso tiene que ver también con el management y con lo que vos proyectás como estrategia de tu carrera. Nosotros estamos con la distribución, puntualmente: toda la plata la ponemos nosotros, el equipo. Lo que entra, es lo que estamos invirtiendo.
—Es decir que, hasta ahora, hubo muchísima reinversión.
—Muchísima. Por eso digo: en ese momento no tenía ahorrado porque todo lo estábamos reinvirtiendo, y ella aceptaba ese juego de “vamos a ser internacionales, vamos a ir afuera”. Para eso, debemos tener videos que compitan contra los que hace Rihanna o, no se, The Weeknd. No podemos hacer un video que se vea que está hecho en Argentina.
—La estrategia inicial fue internacional.
—Sí, sí, desde siempre.
—Y para eso, hay que reinvertir.
—Tal cual. Calculá que para hacer un videoclip, nos gastábamos la plata de un departamento. Pero si no tenés esa decisión de invertir todo lo que ganaste en determinado show y ponerlo en la realización de tal videoclip, no tenés manera de hacerlo.
—¿Recién ahora ella está empezando a facturar un poco más como para ahorrar?
—Sí. En el 2023 se ahorró bastante. Antes, en el 2022, hicimos una gira por diez ciudades de España y volvimos con cero pesos. Fue una gira en la que invertimos en marketing para sonar en España.
—Como promoción.
—Sí. Y estar allá. Obviamente, con esa plata pagás alojarte en los mejores hoteles, viajar bien y todo lo que fuera. Pero cuando hacés la cuenta, no es que te quedó la plata que podrías ganar hoy, con diez shows. De hecho, ahora estamos con una gira de 20 shows de España, y ahí está quedando un poco más de plata. Pero la gira que estamos planeando por Estados Unidos, va a ser a costo hundido.
—También representás a tu hija Joelle.
—Sí. Tiene un montón de cosas súper copadas.
—Un perfil completamente distinto al de María.
—Sí, sí. Es un género diferente: canta más R&B, hip-hop. Es más la música como el estilo de Jorja Smith o de lo que era Amy Winehouse.
—¿Se pelean trabajando?
—Sí. A veces sí. Porque cuesta mucho que de pronto ella quiera hacer las cosas de una manera…
—Que no seas su papá.
—Sí. De hecho en WhatsApp tenemos dos grupos: uno es “Joelle”, con el que hablo todo lo que no sea trabajo, y el otro se llama “Joelle trabajo”. Entonces, si tengo que decir algo va por ese grupo, y si tengo que decir otra cosa, va por el otro. Para diferenciarlo.
—¿Te peleás más con Joelle que con María? Porque a María de alguna forma también la has paternado, acompañándola en todo este camino.
—Sí, porque empezamos cuando ella todavía no había cumplido 18 años. Y realmente me convertí en su papá, en cuanto a lo que es el trabajo. Y la relación es así, mutua. Me pareció muy lindo también que el vínculo pudiera ser de esa manera. Pero sí, quizás hay más posibilidades de que se enoje con algo Joelle antes que María. Aunque igual María se enoja bastante... Y me las dice como se le canta, como si fuera un hijo mío, y yo después tengo que ver cómo le digo: “Pará, estás equivocada. No es así. Pensalo”. O: “Te fuiste al barro”. Y me dice: “Sí, te pido mil disculpas. No tendría que haberte dicho eso”.
—Baja.
—Sí, baja. Lo mismo yo con ella, cuando me dice: “Pará, vos me dijiste o hiciste tal cosa”. “Sí, la verdad tenés razón. Perdoname”. Uno puede ser todo lo que quiera de bueno, pero también tiene errores y es humano. Te podés equivocar cien veces.
—¿Tiene techo María?
—Ella ya se puso un techo: dijo que quiere ser leyenda. Así que calculo que hasta ahí, no la vamos a poder parar (risas).
—¿La vas a acompañar hasta ahí?
—Si puedo, sí. La voy a tratar de acompañar hasta donde se pueda. Siempre pensé en cosas increíbles para lograr o lugares que es muy difícil llegar. Y ella viene y me dice: “No, estás loco”. “Vamos a llegar”, le respondo. Cuando salieron las tres primeras canciones, yo estaba en Nueva York y de pronto aparecen los carteles de Karol G en el Times Square, sacando un álbum. Yo estaba con María en videochat y le digo: “Mirá, una día vas a estar acá”. “¡Estás loco! ¿En Nueva York? Ni en pedo…”, me dice. Y terminó cantando en Nueva York, en Año Nuevo.