Costa: “Decían ‘que se vayan todos’ y no se fue ninguno, ahora hay una casta nueva, tan inmunda como la anterior”

La actriz lamenta que “en buena parte de la sociedad durante mucho tiempo se disfrazaron de inclusivos” y asegura que “la gente que está en contra de la ESI es porque le gustan los abusadores”

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Costa: “Decían ‘que se vayan todos’ y no se fue ninguno, ahora hay una casta nueva, tan inmunda como la anterior”

Siempre se sintió atraída por la fantasía de las telenovelas. Es capaz de recrear en detalle innumerables escenas que quizás, en épocas tan lejanas al streaming, habrá observado una sola vez. “Solo yo me puedo acordar”, sonríe. Y habla de aquella secuencia que la sorprendió en el televisor blanco y negro del “nono Felipe”, en Río Tercero, cuando su abuelo colocaba una pantalla azul delante del artefacto, para divisar algún color más, para aunque sea “ver como ven los perros”.

Y así, desde la memoria emotiva de Costa surge Manuela, con una Grecia Colmenares que tiene “la cara deformada -relata- porque la habían tirado a los cocodrilos en el Delta. La madre era María Rosa Gallo, que hablaba con un italiano un poco extraño. Era mala-mala. Y entonces la Colmenares baja con un vestido, y lo va a matar a Jorge Martínez. Y entonces la madre desde atrás le hace ¡, !. Y ella dice: ‘¡Mamáááá!’. Y ella le dice: ‘¿Ahora me decís mamá…?’. La había matado”.

Presa de la nostalgia, se le viene a la cabeza Luisa Kuliok en Cosecharás tu siembra, dándole indicaciones al chofer del auto pese a estar ciega. Y una Andrea del Boca reflexiva en Antonella: “Los seres humanos somos ángeles de una sola ala, para volar tenemos que abrazarnos”. Costa ríe: “¡Es hermoso! Pero yo todavía estoy buscando la otra ala, ¿entendés? Me encantan las novelas: puedo estar hablándote hasta mañana. Pero también, todo eso minó mi cabeza”.

No obstante, ese mundo de fantasía jamás la apartó de una realidad que le dolía, pendulando entre las carencias y los prejuicios. Una realidad que duele incluso hoy, cuando en la televisión argentina ya no existen las novelas ni en su vida personal, las carencias: Costa es una mujer de éxito radial, televisivo y teatral. Ahora, las causas de los dolores -como contará más adelante- son otras. Igual de válidas.

Costa: "La gente que está
Costa: "La gente que está en contra de la ESI es porque le gustan los abusadores" (Maximiliano Luna)

—No parás de trabajar, de lunes a lunes.

—No paro…

—¿Por qué?

—Porque siempre tuve miedo de no tener laburo. A una persona que pone un local de ropa o una fiambrería le pasa lo mismo: nosotros levantamos la persiana todos los días. Si le digo que no a un trabajo, me siento una ingrata. Y sería una deshonra, laburando en los lugares de privilegio que yo tengo: en la radio con Santi (del Moro), en la tele con Vero (Lozano), en Gran Hermano y ahora, con la obra de teatro (el musical Legalmente rubia, protagonizado por Laurita Fernández en el Teatro Liceo).

—Decime que estás guardando, que estás ahorrando.

—Sí, estoy ahorrando. Me compré mi casa, me compré otra casa. Vivo bien, vivo bien…

—Cuándo ahorrás, ¿sabés invertir?

—No tengo idea de nada. No soy buena para eso: compro dólar cuando está caro. Tengo una relación muy esotérica con el dinero que viene desde mi abuela: ella guardaba la plata en un rollo y cuando sacaba un billete, lo volvía a envolver al revés. Entonces mi mamá siempre decía: “La plata de tu abuela parece que tuviera hijitos”. La otra vez me pasó que había cambiado el auto y había sacado un crédito. Y yo no dormía: no puedo tener deudas. Entonces lo cancelé. Lo hubiera hecho desde un principio y era menos angustia.

—¿Cuándo empezaste a llamarte Costa?

—En la radio. Soy de una época en la que si vos tenías nombre de mujer, no te podías subir al escenario del under. Mira la discriminación misma, nuestra, si vos eras travesti o trans, el dueño del pub decía: “¿Por qué le voy a pagar para que se haga la mujer si está de mujer acá abajo?”. Entonces, siempre era el nombre de varón: Gonzalo Costa. Yo siempre quería ser nena y me llamaba Gonzalo. Cuando yo llego a la radio a las seis de la mañana, con un brushing espectacular, delineado negro, Santi me dice: “¿Tu nombre?”; “Gonzalo Costa”; “No, no, no, pará, vos pareces la hija de Isabel Pantoja, yo no te puedo decir Gonzalo. Acá, te vas a llamar Costa”. Y después, a la tarde, Vero me bautizó Constanza. Las veces que me puse nombre de mujer, me olvidaba, no me daba cuenta. En una época me llamaba Andrea.

—¿Andrea?

—Sí, sí. Nombre muy de travesti, no sé por qué. Y estaba en el boliche, le había dicho al chico que me llamaba Andrea, y él me decía: “¡Andrea, Andrea!”, y yo no me daba ni vuelta. Entonces dije: “No, evidentemente no es por aquí”. Pero la escritura de mi casa tiene una cosa que es muy graciosa: dice “ta, ta, ta, la propiedad, la señora Gonzalo Costa”. Y eso es un triunfo: “La señora”.

—Se viene Paulette, en Legalmente rubia.

—Se viene Paulette. Ya está: ya la tengo, ya la quiero.

—Qué loco verte en semejante producción: estamos acostumbrados a verte brillar en el escenario pero en tú espectáculo.

—Claro, en mi espectáculo. Por eso, esto es hasta un ejercicio de humildad: que te dirijan, que te asesoren. En un punto, siempre hice lo que quise. Y acá tuve que hacer el casting, tuve que preparar la audición.

—¿Cómo te pegó en el ego?

—Hice dos castings en mi vida. Uno me lo ganó Vivian El Jaber, que es una de las mujeres más talentosas. Y yo dije: “Si me ganó ella, no nos debemos nada”. Claro, te da bronca cuando te gana una que no tiene arte… Y el segundo casting fue este, ahora. Y sí, fue fuerte. Encima venía con la megalomanía de mi show, que siempre se llamaba Costa: De Costa a Costa, Costa presidenta, Costa es atlántica... El próximo se iba a llamar A la mierda Costa, porque ya no tenía qué más ponerle. Entonces, esto de formar parte de un elenco, de una compañía, tener que respetar un montón de pautas: formás parte de una cadena donde todo tiene que salir bien. Somos 17, más todos los técnicos: en total, casi 40.

Costa con Tatiana Schapiro en
Costa con Tatiana Schapiro en Infobae (Maximiliano Luna)

—¿Pero no estás cansada, Costi? Llegás del teatro, hasta que te dormís son las dos de la mañana, y a las seis estás al aire.

—A las seis hay que estar al aire. Y bueno…

—¿Cuándo dormís?

—Cuando puedo. Igual, tengo malos ejemplos: Santiago hace la gala de Gran Hermano todas las noches y a la mañana está en la radio también. Este laburo es así.

—¿Tenés algún placer culposo?

—Comer. Beber. Los excesos. Tampoco me dan tanta culpa porque lo sigo haciendo. Por suerte trabajo temprano: eso me recontra ordena. Sino, yo viviría borracha todos los días, saldría todas las noches, como cuando era joven. Pasa que después me aburguesé. Te das cuenta cuando vas creciendo porque antes, con un pedo, no te pasaba nada.

—¿Qué creés que hubiera pasado si no explotaba esta Costita a la que todos queremos?

Yo era refeliz en el under. El primer auto me lo compré trabajando en los boliches gays. Y volanteando en la peatonal de Mar del Plata: la gente no venía, entonces yo me hacía la que me desmayaba, me tiraba al suelo, se juntaba gente y ahí vendíamos entradas. O salía a la peatonal vestida de Panam, de Susana Giménez. Y yo era feliz.

—Nunca se te cayó un anillo, con nada.

—No. Yo pasé mucha miseria acá, ¿viste?

—Viviste en la calle.

—Claro. Los otros días en Gran Hermano se tiraban al suelo porque tuvieron que secar la yerba del día anterior. Y nosotros lo hicimos toda la vida. Yo vivía en una pensión en la calle Bulnes, éramos todos migrantes. Entonces: “¿Vos qué tenés?”; “Una lata de fideos”; “¿Y vos?”; “Una lata de tomate”; “¿Y vos, qué tenés?”. Y comíamos así. Me ha pasado de trabajar en el teatro con gente que decía: “Se rompió el aire, no hacemos función”. “¡¿Qué?! ¿De qué estás hablando?”, le respondía yo.

—¿Qué fue la cosa más loca que hiciste por amor?

—El amor es una locura en sí. Pero creo que la locura más grande no tiene buen final, ni buena anécdota: son las veces que me humillé, que me mancillé… ¿Para qué tanta necesidad de ser mirada, del otro, del cuerpo? Cuando yo era chica le decía a una amiga: “Nos tenemos que poner las tetas porque si tenemos tetas, vamos a tener novio”. Y después miraba a las otras travestis y estaban solas. No era garantía de éxito. Tampoco me fue muy bien en ese tema. Nunca hice elecciones saludables.

—¿Sentís que es un pendiente o sola la estás pasando bárbaro?

—La paso muy bien sola. No le doy explicaciones a nadie, no tengo horarios ni fechas en el calendario. Pero sí debe ser lindo llegar a tu casa y que te pregunten cómo estás.

—Querés la otra ala.

—Claro… Debe ser lindo. Pero bueno, no lo transité. Muchas amigas y amigos que están casados o en pareja me dicen: “¿Vos te creés que yo llego a mi casa y mi señora me pregunta cómo estoy?”. La última vez que lo intenté me fue mal y volví a sufrir. Y ya no tengo energía para eso. Cuando me conoció, me dijo: “Yo no miro televisión”. Él se hacía como que no sabía quién era yo, y no porque yo sea Elizabeth Taylor… Después te das cuenta de que sí: me tenía recontra fichada. Con él sufrí porque sí tenía ganas... Calculá que no tuve sexo en la primera cita, imaginate lo en serio que iba.

—¿En general sí hay sexo en la primera cita?

—Sí. ¿Para qué vamos a perder tiempo?

—Eso también nos lo dejó la telenovela: conocer a alguien y ya imaginarnos entrando de blanco.

—Sí. Yo siempre que conozco a alguien ya estoy embarazada. Y no… ¿Pero sabés qué es lo más triste de esto? Que yo lo siento, pero sé que no va a ser ahí.

—¿Te dan ganas de ser mamá?

—No. Yo soy de una época donde no había matrimonio (igualitario) para la comunidad. Imaginate, ¿qué íbamos a pensar que podía ser mamá? No soy de la época en que pensábamos que nos podíamos casar, que podíamos tener hijos, que podíamos formar una familia... Siempre fue un pensamiento de paria: “Bueno, elegiste esto, la vida te va a castigar por otro lado”. Es horrible, pero es así. Por eso no, yo no tengo ese sentimiento. Ahora, en la obra hago de mamá. Eso es muy raro para mí.

—Es cierto: antes no existía la posibilidad, pero hoy sí.

—Claro que existe. Mirá Lizy (Tagliani): está en carpeta para hacer una adopción.

—Flor De La V fue mamá con un vientre subrogado.

—Sí. Hay muchas nuevas formas de formar familia. Una chica gay que se junta con un chico gay tienen un hijo y lo crían, y son su papá y su mamá. Pero en eso, yo quedé ahí, antigua. Y en estos momentos no me puedo hacer cargo de nadie. No tengo tiempo ni de cuidar plantas.

Costa en Corta por Lozano
Costa en Corta por Lozano

—¿Hay alguien a quien le debas una disculpa?

A mucha gente a la que he dañado con el humor. Y el humor es hasta que le duele al otro. En los tiempos de bohemia, cuando trabajaba en el under, decíamos cualquier barbaridad, y hay mucha gente a la que le puedo haber causado un dolor con eso. No tengo nada más que ofrecer mis sinceras disculpas porque son cosas que, en esa efervescencia, no controlás. O querés ser más picante que la que tenés al lado.

—¿Y se los pudiste decir?

—Sí. Hay gente que no me habló más y me parece bárbaro también, porque yo no soy el Sagrado Corazón de Jesús: yo también tengo mis zonas oscuras. Y a veces tengo que pedir perdón porque cuando me enojo mucho, me ciego y digo cosas terribles. Así como de mi boca brota Benedetti, también brotan sapos y culebras. Es muy feo verme enojada a mí, muy feo, porque digo cosas muy hirientes. Tengo eso, la verdad.

—En Cortá con Lozano, con Vero hacen actualidad, y te veo tratando temas durísimos. ¿Qué te pasa con eso?

—Vivimos en un país muy injusto. No con Milei: injusticia de Milei, injusticia de Macri, injusticia de Cristina… Desde Rosas o más atrás, ¿viste? Estoy viendo mucha gente en la calle: en la puerta del teatro viven familias. En el programa tratamos mucha gente que pelea por una casa, por un techo, y vos ves las casas y decís: “No vale la pena pelearse por esto”. Y sí: es lo único que tienen, ¿entendés? Sí, eso me duele mucho. Es doloroso vivir en un país donde vos sabés que hay gente que no tiene para comer. O en estos días de inundaciones: el agua se llevó todo lo que tenían. Y en el país de mierda que estamos viviendo, no por el Gobierno sino en todo contexto, vos sabés que eso no lo van a tener nunca más... De esa gente admiro sus ganas de seguir viviendo porque yo no las tendría: si yo pierdo mis cosas, que me lleve el agua... Y ellos, no: siguen queriendo salir adelante.

—Aclarás mucho que no tiene que ver con este Gobierno, que es algo histórico.

—Este Gobierno es fruto de lo malo que hizo el anterior, y el anterior, y el anterior…

—¿Lo aclarás porque comulgás con este Gobierno?

—No, no, no. Nada más lejos.

—Te lo pregunto porque podía ser que lo dijera porque comulgás, o bien, porque hoy, uno se tiene que estar justificando por todo lo que dice.

—Uno expresa su posición política y empiezan a atacarte, empiezan un montón de cosas.

—Es tremendo.

—Esa pérdida de poder expresarse… Cuando hacía el show Costa presidenta, en el final decía: “Yo no quiero ser presidenta, yo quiero ser artista, yo quiero que la gente me quiera”. Todos hacemos política desde que nos levantamos, pero mi función en esta sociedad es otra. Y aparte, en mi profesión, si las cosas afuera están mal, la gente no va al teatro. Y no va al restaurante, no compra. Entonces, es todo lo que se desmadra. Pero hace muchos años que en Argentina vivimos muy mal, muy mal...

—Existe una pelea relacionada a la cultura, si es gasto, si es inversión. Y además pareciera que el Gobierno se enoja mucho con algunos artistas en particular.

—Yo pienso que con esas peleas distraen lo otro: estuvimos diez días hablando de lo que le dijo a Lali y no de la desfinanciación de la salud pública. Es un truco viejo como la injusticia: peguemos acá para seguir haciendo por otro lado, otras cosas.

—En materia de derechos Argentina realmente avanzó mucho: matrimonio igualitario, la ESI, todo lo que tiene que ver con identidad de género. ¿Asusta ir para atrás con eso?

—Claro que asusta. Y hay que estar más alertas que nunca porque no es acá, es en todos lados: la ultraderecha está gobernando el mundo. Esta liviandad que tienen para tratar ciertos temas, esto de decir que si vos sos gay es como si vos decidís no bañarte: después no te enojes si el otro te dice que olés mal. Esas cosas que una escucha y dice: “No puede ser. Yo no estoy escuchando esto en el 2024, en mi país”. Y sí, las escucho. Pero ojo, eso es el reflejo de buena parte de la sociedad que sigue pensando lo mismo y que durante mucho tiempo se disfrazaron de inclusivos.

Costa en Gran Hermano
Costa en Gran Hermano

—Hay un tema que a mí, en particular, me preocupa. Tiene que ver con la salud: para una persona trans, ir a hacerse estudios es muy difícil.

—Pero claro que sí.

—Entrar a un proctólogo, y la sala de espera.

—¿Y antes, cuando te decían el nombre de varón adelante de todo el mundo a propósito? La ley dice que al paciente hay que tratarlo por el apellido, y estas mierdas, mierdas mujeres o mierdas hombres, no importa, decían el nombre a propósito… En la Ciudad, el Gobierno anterior había puesto que para vacunarte tenías que poner el sexo; era “indefinido”. Yo digo: “Yo no soy ninguna indefinida”. Me dijeron: “No hagas lío, poné masculino y vacunate”. Me vacuné y después lo cambiaron. Tenía un amigo que estaba muy enfermo, estábamos yendo al Fernández a buscar la medicación para el HIV y me dice: “No saludes a nadie”. Le digo: “Mirá, si estamos acá es porque alguien hizo algo, eh”. Nosotros mismos también nos discriminamos: “Que no me vean acá”. A otro amigo le tenían que ir a buscar la medicación porque no se hacía cargo del HIV. Y me decía: “¿Cómo a vos no te da vergüenza?”. “¿Por qué me va a dar vergüenza? A cara descubierta hay que ir”. Y agradecer los avances, y agradecer a los médicos y las enfermeras, a toda la gente del sistema de salud. Ahora, yo tengo mi proctólogo de confianza.

—Aprovechemos para decir que hay que ir.

—Hay que ir al médico. Yo ya tengo 43 años, hay un montón de estudios que hay que empezar a hacerse, de próstata, de un montón de cosas. Muy mujer, muy mujer, pero el organismo es el organismo, y hay que cuidarlo. Cuando me hice hace muchos años el bypass gástrico, dije: “Bueno, lo que me quede de vida, sean 20 o 100 años, quiero vivirlos de otra manera”. Y hay que cuidarse en ese punto en todo sentido.

—¿Tenés familia trans?

—Sí, sí. Tengo a mi tía, María José. Y ahora tengo a mi sobrino, Tommy, hijo de mi hermana. Lo loco de María José es que nacimos el mismo día: 19 de marzo.

—Pará: María José...

—Es hermana trans de mi mamá.

—Hermana trans de tu mamá.

—Sí, es un quilombo igual. No lo vas a entender.

—¿Y cuántos años tiene tu sobrino?

—Tiene 17 años.

—¿Lo ayudaste en su transición?

—No hizo falta. Lo acompañó su familia, maravillosamente bien. No hubo conflicto. Los reaccionarios dicen “no educación sexual”. Yo digo que la gente que está en contra de la ESI es porque le gustan los abusadores. Porque si vos no le enseñás al nene y a la nena que nadie los puede tocar, que un montón de cosas, dicen: “No, no, la educación sexual a mis hijos se las doy yo”. No. Tiene que partir del Estado en adelante.

—La salud sexual es responsabilidad del Estado.

—Claro. En mi comunidad ahora hay algo que se llama PREP, una medicación preventiva del HIV. Se creó en Estados Unidos para las comunidades, como son los adictos a la heroína, que sabés que no se van a cuidar, que no van a usar preservativo. Pero ahora mucha PREP se toma por tomarla.

—Para no usar preservativo.

—Exacto. La PREP te previene del HIV pero no de la sífilis, de la gonorrea, de un montón de cosas. Y hay cosas que están bárbaras para las generaciones que vienen: para las nenas la vacuna del HPV es obligatoria. Hay un montón de cosas de la salud que tienen que ser del Estado.

—Ojalá se vengan buenas cosas, ¿no? Para todo.

—Mi mamá dice lo siguiente: “Mirá si vivimos en un país hermoso que desde que yo soy chica lo quieren fundir, y no pueden. Y tiene razón, tiene razón...

—¿Hay algún político que te guste, hay alguno en el que confíes?

—En (Luis) Zamora.

—No estaría teniendo mucha chance.

—Y bueno, pero la única lucha que se pierde…

—Le creías a Zamora.

—Le creo, le creo. Es una de las personas más honestas que ha pasado por la política. Yo siempre voté a la izquierda, pero es una izquierda tan rara la que tenemos acá.

—Cuando Milei habla de la izquierda, habla prácticamente de una enfermedad.

—Sí. Pero Milei está ahí porque la gente lo votó. Entonces, eso es lo que tenemos que revisar.

—¿Tenés amigos que lo hayan votado?

—Tengo mucha gente conocida que lo votó. El año pasado estaba en el cumpleaños de uno que era del PRO, entonces a la tercera, cuarta copa mía, salgo al patio y les empiezo a preguntar: “¿Vos a quién vas a votar? ¿Y vos a quién vas a votar?”. Y todos votaban a Milei. Voy al del cumpleaños y le digo: “Che, escuchame, todos tus amigos van a votar a Milei”. Sí, claro que conozco mucha gente que lo votó. Hemos vuelto al “que se vayan todos”, pero no se fue ninguno. Siguen todos igual. Todos igual. Es una casta nueva que, creo, es tan inmunda como la anterior. Pero siempre me preguntan acerca de si quiero que (Milei) se vaya, y no. Yo no quiero que se vaya.

—No. Que le vaya fantástico.

—Yo quiero que le vaya fantástico porque si a él le va fantástico, nos va fantástico a nosotros. Y en este devenir que tenemos, si el Estado se va a gerenciar como una empresa, bueno, ojalá sea una empresa a la que le vaya bien. Y que gane mucha plata, porque seguimos esperando la teoría del derrame: si empieza a ir bien de arriba va a ir más abajo, vamos a vivir todos felices…

—Costa, te espera un año alucinante por delante, con Legalmente rubia, que es una película que todos amamos pero que se aggiornó para la Argentina.

—La obra parece que tiene un mensaje estúpido y es todo lo contrario. Está reformulada, está actualizada. Esto lo vengo diciendo mucho pero soy la primera mujer trans que en una comedia musical de Broadway no hace de trans: hago de una peluquera, tengo hijos, me enamoro. En la primera gran reunión del elenco, en la primera lectura que se hace de la obra, todos teníamos la remera que decía Legalmente rubia. Empieza Laurita: “Soy Laurita Fernández y soy Elle”, que es el nombre del personaje. Entonces, cuando yo que tenía que decir que era Paulette, digo: “Bueno, si hay alguien que se pasó toda la vida queriendo ser otra, soy yo. Hasta que me di cuenta de que yo era yo, y que tenía que ser yo”. Todos llorando. Y ahí me puse la remera…

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