El caso del Negro Tecla debe ser único en el mundo de la música: supo que su canción sería un éxito aun cuando esa canción, no existía. Lejos de la intuición o la premonición ciega, su certeza tenía un sustento firme: la gran cantidad de visualizaciones en TikTok que había cosechado el adelanto de “Rompe”, el tema en cuestión. Eran apenas 15 segundos; ahora debía componer el resto, dos minutos de música. Si esto fuera cine, el Negro Tecla había filmado el tráiler. Le faltaba producir la película. Lo hizo, claro. Y fue un éxito de taquilla, con salas -o más bien, entradas para sus shows- agotadas.
Hijo de un vendedor ambulante y una ama de casa, Giuliano Alesso Rover -su verdadero nombre- soñaba con jugar al fútbol: buscaba abrirse camino en Gimnasia y Esgrima, club de su Mendoza natal. La firma del primer contrato profesional era el anhelo. Hasta que todo cambió una tarde. Y los cánticos que soñaba escuchar de la popular, ovacionando su nombre, cambiaron por las ovaciones del público que canta y baila sus temas.
Antes, por supuesto, hay una historia para contar.
—¿Cómo pasas de ser Giuliano al Negro Tecla?
—A los 17 años, en la escuela todos me decían Tecla porque me la pasaba tocando el teclado. Y cuando me largué con la música, como era más morochito de lo que soy ahora porque entrenaba al rayo del sol y demás, quedó el Negro Tecla.
—La música siempre estuvo, pero antes estaba el fútbol.
—Sí, sí. Llevaba las dos ahí, a la par. Pero como vivo yo ahora, son dos cosas totalmente opuestas: pasé de despertarme a las siete de la mañana para ir a entrenar, a las dos, tres de la tarde.
—Después de un partido vemos cómo aparece la música en el vestuario, en los festejos de los jugadores. Y cómo ídolos de la música se encuentran con ídolos del fútbol también.
—Mirá, semanas atrás hice un show en Uruguay con la remera de (Federico) Valverde, que juega en el Real Madrid. Y me testeó: “Tecla, muchas gracias por usar la casaca. Cuando quieras te hago llegar alguna”, me dijo. Así que me llegó una firmada por él, en un cuadro. Siempre están ahí el fútbol y la música: como de la mano.
—¿A qué edad empezás a jugar al fútbol?
—Desde chiquito, siempre en el barrio. Después en un club, más profesional: jugué en reserva y en la primera local de Gimnasia y Esgrima de Mendoza.
—Y el sueño, ¿cuál era?
—Llegar a primera y firmar el contrato profesional. Yo ya estaba medio grande y me daba cosa pedirles plata a mis viejos para salir. Y hubo un momento en que no estábamos muy bien. Así que estaba por dejarlo y empezar a trabajar en una ferretería. A la semana se me pega un tema. Y se me cambió el sueño así, de la noche a la mañana.
—¿La música era un hobby o querías dedicarte a eso?
—No, no. Siempre fue más un hobby, era por el amor al arte.
—¿El fútbol no dejaba plata?
—No, no, no. Yo vivía con mis viejos. Me mantenían ellos. Tampoco teníamos plata en ese momento y dije: “Bueno, ya fue, voy a tener que dejarlo”. Estaba esperando el llamado de una ferretería, y de la noche a la mañana…
—Explota el primer tema: “Rompe”.
—Sí, de un día para otro el tema tenía como 10 millones (de reproducciones). Había tirado un adelanto de 15 segundos en TikTok, donde tenía unos 1500 seguidores. Yo no era nadie.
—¿Cómo fue ese momento en que agarrás el teléfono y ves que tenía tantas reproducciones?
—Se me trabó el celular. Tuve que cambiarlo: entraba a Instagram y se me trababa, lo mismo en TikTok. Las visualizaciones ya pasaban un millón y el tema completo todavía no salía.
—¿Pero vos tenías el tema completo o solo tenías esos 15 segundos?
—Esos 15 segundos.
—Te tuviste que poner a hacer el tema.
—Y no tenía para hacer el tema... Así que me pongo a hacerlo. Y dije: “Si estos 15 segundos fueron muy buenos, todo el resto del tema tiene que ser mejor todavía. Si es muy bueno al principio y después baja, no va a rendir”. Y se ve que el tema también le gustó a la gente. Le encantó. Lo grabé en mi casa: no estaba masterizado, no tenía videoclip, no tenía nada.
—¿Cómo lo grabaste? ¿Qué equipos tenías?
—Nada. Una computadora así nomás, de la casa, con micrófonos. Investigando cómo se grababa: todo lo produje yo. La pista sí la compré porque no sabía cómo hacer, pero las voces me las grabé yo. Cuando lo subo me lo bajaron por copyright: que esto, que lo otro, que no sé qué. Tuve que averiguar, tuve que comprarlo. Le pedí plata a mi papá: “¿Estás seguro? Mirá que es mucha plata”, me dice.
—No entiendo: ¿por qué tuviste que pedirle plata a tu papá si el copyright del tema era tuyo?
—Pero la pista era de YouTube. Fue en plena pandemia: eran 4500 pesos y cuando yo cuando salía a bailar, pedía 1000 pesos. Ya era un montón, imaginate… Mi viejo me dio la plata. Ahora ya se la devolví.
—Sale el tema completo y la rompe.
—Sí. A la semana ya tenía un millón; a las dos semanas 3 millones; un mes, y ya tenía diez. Y yo no tenía discográfica, no tenía representante, no se había grabado en estudio…
—Y frente a eso, ¿qué empieza a pasar?
—Se me subieron los humos un poco. Me llamaban de todos lados. Fue una locura: me ofrecían dólares por adelantado, departamentos, casas, autos… De todo. “Venite para acá que te damos esto, te damos aquello”. Yo tenía un solo tema pegado y me pedían muchos shows. “Venite, que te quiero hacer cantar”, y tenía un solo tema para cantar. Me llamaban muchas discográficas y muchas productoras, y como que no me animaba.
—¿Y quién te ayudó ahí a poner los pies en la tierra, poder pensar y decidir bien qué paso dar?
—Yo veía muchas cosas, y pasar de no tener nada a tener todo era como… ¿viste? Fueron mis viejos los que me mantuvieron, que no me querían dejar ir. Y tomé una de las mejores decisiones: el único contacto que agarramos fue con Warner Music. Hace unos meses se me pegó “Ahí ahí”. Ese tema salió dos años antes que “Rompe” y explotó ahora. Y ya después de pegarla en la música, me dediqué a la música nomás. Gracias a Dios, al día de hoy vivo de la música.
—¿Qué pasa con la presión de tener que generar un éxito? Las métricas pueden ser enloquecedoras.
—Mira, la verdad que me hacía esas preguntas: “Si hice esta cantidad de reproducciones con el primer tema, para el segundo espero lo mismo o más”. En ese lapso conozco a varios cantantes, y lo primero que me dice David Papichamp es: “Mirá Tecla, no te fijes nunca en las visualizaciones porque te vas a bajonear mal. Vos seguí sacando música, que es lo que tenés que hacer y lo que te gusta. Y si pegan, pegan. Que sea lo que Dios quiera”.
—¿Y te salió?
—Sí, la verdad que sí. Ahora hago música porque me gusta. Si se pega, se pega. Obviamente, lo que quiere uno es que tenga visualizaciones, pero qué sé yo.
—En este año qué llevás en la música, ¿pasó que algún tema no funcionara?
—Sí, por supuesto.
—¿Y te lo bancaste?
—Hay que seguir laburando. Porque esto es así: si de diez va pegás uno, es un golazo. Nosotros recién ahora estamos empezando a ser más conocidos.
—¿Cómo es un fin de semana de shows?
—Estamos metiendo más de cinco por fin de semana.
—¿Y el cuerpo da para eso?
—Yo tengo 22, así que me lo aguanto. Pero por ahí, si estoy cansado, digo: “Fa, me quiero ir a mi casa”.
—Te lo pregunto porque en la Argentina tenemos historias trágicas, de noches complicadas en las recorridas de los músicos con las combis, de ir de un lugar a otro, de gente que intentó meter 17 shows en un fin de semana. Y eso no terminó bien.
—Una vez hicimos diez shows en Salta y Jujuy, un fin de semana, y por ahí tuvimos que ir rápido porque sino, no llegábamos. Salió todo bien, pero siempre con precaución. Es más: hemos pedido meter dos, tres shows por noche, como mucho.
—El año pasado el accidente de Huguito Flores, cuando viajaba en el auto con la familia, fue tristísimo. Y en ese momento los medios hablábamos de esta sensación que existe de que hay que aprovechar el momento porque costó mucho llegar ahí.
—Sí, eso nos los dicen mucho a nosotros. “Hay que aprovechar el momento y meter todos los shows que puedas”, me dicen. Pero mirá, yo llevo a Juan, mi papá, a todos los shows, y él siempre nos controla. Hasta el día de hoy me sigue controlando. Él nos dijo que más de tres shows no, salvo que estemos fuera del país. Vamos a Uruguay, a Paraguay, y ahí sí conviene porque es una sola vez al año, o dos, ¿viste?
—También hay que tener mucho cuidado con la noche.
—Sí, sí. Bueno, en mi equipo ninguno toma y ninguno fuma. Todos me dicen que yo no soy lo que reflejo en mis canciones. Me parece que uno hace las canciones para que la sociedad se sienta medio identificada. Yo doy un mensaje pero, por ahí, no es lo que yo aplico. Yo no tomo y tampoco fumo. Ahora que dejé el deporte, lo que ando es en el tema de la noche.
—¿Cuál es tu tema preferido? ¿En cuál está tu corazón?
—Al principio me gustaba mucho “Rompe”, porque fue el que se pegó. Pero cuando me llamaban para los shows, yo no cantaba “Ahí ahí”.
—¿Por qué?
—No sé. Como que no me llamaba. Ahora lo tengo que sumar porque la gente me lo canta, me lo grita. Es lo que más me piden en los shows.
—¿Te acordás qué hiciste con la primera plata importante que ganaste?
—Mirá, creo que había ganado 50 mil pesos en un show, y le di una plata a mi viejo para comer, y lo otro me lo dejé yo. “Tomá, papá, vamos a comprar unas milanesas”, le dije. Y fue una locura... Hoy mi viejo está en mi equipo, trabaja conmigo.
—¿Pudiste comprar la casa o es el sueño?
—Está en los planes. Ahora los puedo ayudar mucho y estamos cómodos, dentro de todo. Tenemos una casa fija, bastante bien la casa, así que no era algo urgente. Tenía otras cosas, que ya las pude cumplir, así que también está en los planes comprar la casa.
—¿Cómo te llevas con la gente en las redes?
—Re bien. Cada vez que salgo en las redes hay muchas visualizaciones, la gente habla mucho de mí y me apoya mucho.
—¿Hay mucho hate?
—Sí. ¿Pero sabés por qué? Yo creo que por el nombre artístico. Piensan que yo, porque me llamo el Negro Tecla, soy un negro cualquiera. Como que me denigran. Y para mí, no es así. Me han educado muy bien a mí, así que yo tengo mucha clase como para sentarme a comer bien con alguien, y también como para comer en el barrio con los pibes, ¿me entendés? Y por ahí me dicen: “Ah, el Tecla, ¿quién se cree que es? Si tiene un tema pegado nomás…”. Y es mentira: yo ya tengo dos. Es así. Piensan que soy uno cualquiera, y cuando escuchan mis temas los cantan, los bailan.
—¿Qué les respondés?
—No, no puedo responder. Pero antes de decirme algo, me gustaría que me conocieran. Que sepan lo que hago. Que yo ni siquiera tomo, imaginate.
—¿Andás noviando?
—Estoy de novio. Ella estuvo en mi primer show pago, pero no sé qué le pasó se tuvo que ir; no me conoció al final esa noche. A la semana fue a bailar y nos conocimos ahí, bailando.
—Y no se separaron más.
—Hasta el día de hoy estamos ahí firmes. Me acompaña siempre.
—Cada vez que pegás un tema, así como aparece el hate también aparecen los mensajitos en las redes.
—Siempre están. No solo cuando saco un tema, sino después de los shows.
—¿Y qué pasa con eso?
—Yo respeto mucho a mi pareja. Así que vamos, trabajamos y nos vamos. Es así. Ni los leo, menos ahora, que tengo las redes explotadas. Ni estoy con las redes, solo cuando me dicen: “Tecla, tenés que postear esto”. Bueno, lo subo. Pero si no, ni eso. Es más, por ahí me olvido de contestarle a mi mamá...
—¿Tus redes las manejás vos?
—Sí. Al día de hoy las manejo yo.
—Y aparecerán las propuestas de publicidades y de canjes. ¿Qué es lo más bizarro que te ofrecieron?
—Una publicidad de juguetes sexuales. Una casa de esas cosas. Fui a hacer una sesión de fotos y querían hacer publicidad para eso. “No, yo no. No vengo para esto yo”, le digo. Eso fue lo más bizarro.
—¿Te pagaban bien?
—No.... Encima me querían dar un par de cosas ahí, que ni siquiera eran para mí, y querían que subiera fotos. Así que no. Sí le he hecho el aguante a muchos amigos del barrio que tienen emprendimientos de zapatillas, de ropa. Me están viendo las historias más de 100 mil personas, así que por ahí voy y les hago publicidad: “Che, miren amigos, acá están vendiendo zapatillas”.
—¿Qué querés que pase? ¿Ahora, con qué soñás?
—Me gustaría vivir toda la vida de esto.