Luciano Leyrado es hijo del reconocido actor Juan Leyrado. Su infancia transcurrió en set de filmaciones, que le permitieron no sólo conocer cómo se crearon reconocidas series de televisión y películas argentina sino también amar ese mundo artístico e involucrarse en él desde muy temprana edad.
Inició su carrera como realizador después de varios años de participar como actor en proyectos de cine y televisión. En 2005, dirigió publicidades y videos musicales. Su buen desempeño en ese rubro lo llegó a recibir el premio al Mejor Video Musical en el Festival de Cine y Video de Nueva York.
En 2015, estrenó el documental Alcarajo, en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Mar del Plata; y en 2019 enfocó principalmente su actividad en la escritura de guiones y en dirigir.
En 2023, estrenó Oliva, su primer largometraje de ficción, del cual también es co-guionista. Además de ser un paso importante en su carrera profesional, esta película tiene una carga emotiva que va más allá de la labor artística, ya que el protagonista es su padre.
— ¿Quién es Luciano Leyrado?
— Estoy tratando de descubrirlo en mis años de terapia, en principio. No sé, me creo una persona curiosa, inquieta, que tiene ganas de jugar todo el tiempo.
—¿Estas ganas de jugar impactan en tu cine?
— Es como cuando uno juega cuando es chico y crea diferentes escenarios, personajes y demás. El cine, la escritura hasta tocar un instrumento me permite jugar ese juego y mantener esa infancia lúdica.
—¿Quién es tu papá?
— Mi papá es Juan Carlos Leyrado.
—¿Eso influyó en tus ganas de ser director y actor?
— Yo creo que el tener un padre actor me permitió conocer más en detalle estos juguetes para armar historias, tanto mi viejo como mi vieja. Yo soy hijo de Juan Carlos Leyrado. Está Juan Carlos Leyrado y Juan Leyrado. Es como Sandro que estaba Roberto Sánchez y Sandro. Bueno, acá hay Juan Carlos Leyrado, que es mi papá, y Juan Leyrado, el que todos conocen, el otro papá.
—¿Cómo los diferencias? ¿Cuáles serían las características que tiene cada uno?
— La diferencia es que Juan Carlos es mi papá y Juan Leyrado es el actor, el que todos conocen. Juan Carlos Leyrado es una persona, un compañero alucinante, espectacular y Juan Leyrado es un actor de puta madre. Yo creo que logré unirlos a los quizás en Oliva, la película que hicimos.
“Para mí está Juan Carlos Leyrado, que es mi papá; y Juan Leyrado, el que todos conocen, el otro papá. Es como Sandro y Roberto Sánchez”
—¿Cómo impacta la fama de tu papá en tu vida?
— Estoy cada vez más tomando noción y conciencia de que haber acompañado a mi papá y a mi mamá, en mi infancia, a diferentes lugares, me hizo absorber una data alucinante de gente, de artistas, de actores, de músicos y yo lo disfrutaba mucho. Los veía tan contento a ellos viviéndolo que decía: “Che, esto está buenísimo”. Cuando decidí empezar a actuar. Mirá, acto fallido o no, cuando decidí empezar a estudiar actuación, yo tenía 8, 9 años. Me acuerdo que fue como: “Pará, ¿de verdad, querés esto?” y yo insistí mucho. Fui a la escuela de Hugo Midón y después estudié 12 años de actuación y creo que tenía que ver con eso con: “Che, estos la están pasando genial acá” y esto de poder jugar, de curiosear, de ser inquieto. Estoy todo el tiempo en movimiento. Viene de ahí, de mamar, de mi infancia.
—¿Creés que sos muy autoexigente con tu trabajo?
— Soy muy autoexigente con mi trabajo. Soy muy autoexigente conmigo, más allá de mi trabajo; y a veces cometo el error de ser muy exigente con el otro. Me interesan mucho los vínculos, de hecho trato de contar siempre sobre los vínculos y trato de estar atento al otro. A veces tengo ese inconveniente soy muy servicial, o sea, prefiero recibir gente y atenderlos que salir a comer afuera y demás, aunque me gusta hacerlo, pero digo me gusta mucho, disfruto mucho ser anfitrión y esto lo que me hace es estar atento al otro y si soy muy exigente con el otro también es importante aprender a pedir disculpas sobre eso y entender que el problema es mío, no del otro.
—¿Cómo fue dirigir a tu papá?
— Haber dirigido a mi papá fue totalmente placentero. Me lo hizo muy fácil, fue muy simple estaba todo tan claro y yo y te voy a decir algo que se lo dije a él en ese momento, le dije: “Vos no estás haciendo este personaje porque sos mi papá, porque sos Juan Carlos Leyrado. Estás haciendo el personaje, porque sos Juan Leyrado. Porque si yo tuviese que llamar a un actor para hacer este personaje, te tengo que llamar a vos. Se dio cuenta cuando se lo dije, no lo había tomado de esa manera. Cuando le dije esto fue como sentí un brillo en su mirada, hay algo que ahí se conectó y me pareció que fue muy lindo ese rodaje.
—¿Sentís que llevar el apellido de tu papá te abrió puertas en el cine?
— Yo no creo que me haya abierto puertas más fácil porque no es tan fácil que tengas un padre conocido, una madre o un hermano. Tiene que ver con que me parece que entra más en la fantasía, es algo ajeno a mí. Nos é si el otro dice: “Voy a llamar a Luciano porque es el hijo de…”. No, no sé. Ahí eso ya es un tema del otro. No recuerdo nunca haber utilizado mi apellido para decir: “Hola, soy el hijo de Juan”. No lo hice nunca.
“Haber acompañado a mi papá y a mi mamá a diferentes lugares, en mi infancia, me hizo absorber una data alucinante de gente, artistas, actores y músicos”
— ¿Desde cuándo usás gorras?
— Una vez cuando dirigía una publicidad estaba con un productor amigo y, en un momento en la reunión, me saco la gorra y me dice: “No, no, no, te pido, por favor, que te la pongas porque siento que no estoy hablando con vos”. Un poco pasa eso, con mis amigos pasa eso, con mi familia. Yo uso gorra hace, no sé, el recuerdo gráfico que hay, la primera foto que yo tengo eligiendo una gorra era el año 1992, del siglo pasado. Es un problema que fue profundizándose con el tiempo, o sea, yo hoy ya necesito tener cantidad de gorras para elegir. Ya me volví medio un especialista en gorras, tengo un kit de limpieza de gorras. Tengo mis case para llevar gorras en los viajes como antes llevaban los sombreros y demás. En mi habitación tengo todo una pared con gorras puestas que elijo cual quiero usar, hay algo del objeto que me gusta.
—¿Cuántas gorras tenés?
— Obviamente voy renovando, pues se van ensuciando destruyendo y demás, pero podríamos decir que estoy cerca de las 40 gorras, entre 30 y 40 que debo tener seguro.
— ¿Además de la actuación, ¿Tienen algunos gustos compartidos con tu papá?
— Más que compartir la actuación creo que comparto contar historias, insisto con eso. Yo con él comparto contar historias, las hace súper bien. Descubrí que él era un excelente actor cuando hizo un personaje de un cuadripléjico y yo vi a mi viejo cuadripléjico, pero no, estaba Juan Leyrado haciéndolo, vi a mi viejo. Me puse mal cuando lo vi, porque con su actuación me hizo creer que no estaba bien él y eso me puso mal. Ahí dije: “Mirá lo que me hizo creer…”
— ¿Creciste en el medio del set?
— Mi compañero de las pelis que estuvimos haciendo y de guion y demás, Agustín Rolandelli, me dijo una vez: “Vos hablás el idioma del set, naciste en un set, entonces te manejas libremente, sabes dónde pisar, sabes cómo hablarle a los que están dentro de un set y eso uno lo tiene que estudiar o aprender”. Es como el que nació en una casa que se hablaba francés y español. Yo creo que el idioma del set lo tengo. Me di cuenta porque los otros me lo estaban haciendo notar. Me encantaba acompañar a mi viejo cuando grababa y eso me parecía espectacular. Después me di cuenta de las locuras, mi viejo hizo una película que se llama Lo que vendrá de Gustavo Mosquera con Hugo Soto, Charly García y él, era espectacular, una locura. La primera película en la cual se usó el steadycam. Entonces, aprendí a que, por ejemplo, que las películas no son buenas o malas, las películas me gustan o no me gustan.
—¿Cómo te sentís ante las críticas?
— A mí lo que pasa con las críticas en general, las críticas sobre los trabajos, realmente los utilizo para crecer, pero de verdad lo digo. Me pasó con Oliva, me pasó muy claramente y tuve muy buenas críticas, tuve críticas malas, si querés llamarlo así y para mí fueron buenas igual porque a veces marcaban cosas que yo quería que sucedan. Me acuerdo cuando mi viejo estrenaba una obra de teatro y el chiste era esperar. Después del estreno salía la crítica al otro día en el diario y se esperaba cuatro o cinco de la mañana en el centro. Entonces se iba a comer y se tenía que esperar a que salga el diario para ver la crítica. Eso ya no existe de esa manera y las críticas hoy ya perdieron valor porque ya cualquiera crítica. Cuando dejemos de criticar un poco… No conozco a ningún chico ni chica que a los seis años, ocho o diez, diga: “Cuando sea grande quiero ser crítico”. Creo que eso es sociedad, es cultural, es de todo, es lo que nos está pasando es esto de postear una foto de un vaso de agua y abajo comentan: “Amí no me gusta el agua”. Bueno, maestro, no sé. Me gustó la foto, es agua, no sé.
“Un amigo me dijo una vez: ‘Vos hablás el idioma del set, naciste en uno y te manejas libremente’”
—¿Qué pensás sobre el recorte de la cultura?
— Considero que recortar cualquier fondo hacia la cultura es un desastre, o sea, un pueblo es cultura. Estoy muy preocupado con lo que puede hacer, con lo que pasa con la cultura de este país. Soy partidario de corregir lo que está mal y hacer crecer eso, no de destruir o de sacar y tirar por la ventana. Me preocupa, me está pegando, me angustia, ves lo que pasa con la cultura, lo que pasa a mí, lo que le pasa a gente que conozco: a compañeros, amigos y demás relacionados a la cultura. Si no contamos historias ese es el problema, volvemos a lo mismo o por lo menos como lo veo yo. Si no contamos historias, ¿de qué se va a nutrir los que siguen para contar? Nosotros somos producto de todas las historias que se contaron hacia atrás, eso nos va haciendo crecer, nos construye. Entonces, si cortamos contar historias nos vamos a quedar muy pobres por dentro.
— ¿Creés que le faltan más producciones argentinas?
— Yo no creo que en Argentina falten más producciones, creo que está vacío de producción. Es una crisis realmente muy grande la que está pasando respecto a las producciones. La gente ya no va al cine, todavía va al teatro porque es algo que no se puede reemplazar. Está mutando de alguna manera, pero yo trato de no pelearme con eso trato de entender. Sigo pensando que el cine va a estar siempre. Creo que cambió que la pandemia hizo también que esas costumbres se modifiquen, entonces ahora vas al cine de pasado. Hablábamos con Agustín, mi compañero, y decíamos que habla más la gente en el cine ahora. Hay productores que ahora la están pasando muy mal y con eso hay que tener cuidado. La industria audiovisual genera. Bueno, está mal llamada industria porque no está reconocido todavía como tal, entonces no tiene los beneficios de una industria, no está el reconocimiento, pero el universo audiovisual genera mucho laburo y genera mucha cosa afuera.
— ¿Qué debería tener el cine nacional para convertirse en industria?
— Yo creo que para que el cine sea una industria, reconocida como industria y demás, tenemos que aplicar algo. Tenemos que aplicar no sólo en el cine en lo audiovisual, te diría que en todo, y es cuidarnos un poco más, querernos un poco más. Hay una expresión que es: “No, esa es una peli Argentina”. Me pareció muy interesante, es como que vos quieras vender un departamento, pero decís: “Acá pasa el tren todos los días”. “El ruido no sabés lo que es, la humedad, se te cae ahora, lo pinté”. No estoy hablando de la estafa, estoy diciendo: “Che, loco, es un círculo vicioso. Si apoyas ir al cine, va a ser mejor cine y va a haber más industria, va a haber más laburo y mayor potencial; y eso va a ir creciendo todo el tiempo”. Es muy bueno lo que hacemos, seguro que hay muchísimo para corregir, pero si no hubiese que corregir ¿no sería aburrido también?
— ¿Y de dónde nace ese prejuicio?
— Existe un prejuicio sobre el cine argentino y sobre el cine en español. Pero en el cine argentino existe un prejuicio muy grande en la sociedad. La mayoría de la la gente no se sienta a ver una película y hay también un sentido de pertenencia. La gente ve películas porque hay que verlas porque si no se queda afuera el sistema.
“Es una crisis realmente muy grande la que está pasando respecto a las producciones. La gente ya no va al cine”
— ¿Qué legado te dejó tu papá?
— Mi viejo es una persona que disfruta mucho, le gusta disfrutar más allá que todo eso, genera, a veces, muchas complicaciones. Pero me parece que el disfrute, que el tema está en el disfrute. Uno tiene que tratar de hacer lo que a uno le hace bien. También a los otros digo, importándole el otro, obviamente, pero uno tiene que tiene que vivir el momento y disfrutarlo.
En el día del estreno de Oliva, un amigo mío, no estaba acá en Buenos Aires, me llamó para desearme suerte y demás;y me dijo: “Lucho, pensá en un director que te guste y cuántos estrenos tuvo y que no es fácil tener una película”. Se estrenó y fue alucinante lo que me dijo porque me puso un lugar de realidad de disfrute y tiene que ver con eso; y es algo también que mi viejo tiene muy presente. Es muy agradable el verlo disfrutar.
— ¿Qué mensaje te gustaría dejarle a la próxima generación?
— Un mensaje para la próxima generación sería continuar con este disfrute. Con disfrutar, disfrutar, cuidar y ser bueno. Hay que ser bueno viejo, buena persona, ser atento,vincularse. Para mí es muy importante vincularse. De hecho, cada vez que quiero contar algo o lo que cuento tiene que ver con los vínculos y me parece que eso es algo que me gustaría que tanto Mía como Frank, mis hijos, lo tengan presente y creo que lo están haciendo.