Marina Charpentier es conocida por ser la mamá de Chano, Santiago Charpentier, cantante de Tan Biónica, pero más allá de la pública historia de acompañamiento a su hijo en el flagelo de las drogas, también es licenciada en trabajo social y se especializa en adicciones desde hace más de 20 años.
Su experiencia como madre y como profesional en el área permite que muchas familias, a través de grupos de diálogo y acompañamiento, puedan abrirse a la ayuda y emprender un camino que no es sencillo, pero salva vidas.
Durante la entrevista con Belén, Marina remarcó que en los últimos años existe una naturalización del consumo de marihuana que es preocupante entre los jóvenes; y llamó a los padres a estar atentos a determinados comportamientos para poder detener a tiempo la situación.
Belén: — ¿Cuál fue la primera alarma, el primer signo de que tu hijo Chano estaba consumiendo drogas?
Marina: — Como casi todos los chicos encontré un resto de marihuana en su mesa de luz y, como conocía el tema de la adicción y trababa en eso, para mí fue una alarma fundamental. Pero los padres hoy pueden no saberlo. Lo que más me preocupa y el mensaje que hay que difundir es que la marihuana es una droga grave. La gente le tiene miedo a otras drogas más importantes y la marihuana se mezcla con los síntomas de la adolescencia, entonces los padres no la detectan. Pero un pibe que fuma marihuana empieza con un porro un fin de semana, después todos los fines de semana, después para dormir, después para lo que sea, para divertirse y es un camino sin salida.
Belén: — ¿Qué es lo que tienen que hacer los padres cuando ven que sus hijos empiezan a consumir?
Marina: — Primero tiene que haber diálogo en la familia, siempre. Hay que preguntarle a los pibes sin juicio, no retarlos, decirles: “¿Vos probaste? ¿Querés que miremos juntos, que Googlemos los efectos de la marihuana?”. La marihuana te quita capacidad cognitiva, te altera las neuronas, te quita los síntomas de alerta. Una chica que fuma marihuana y está en un boliche, empieza a perder las alertas de peligro. La gente maneja fumada y eso te impide la reacción. Los chicos pierden la memoria, la capacidad para estudiar y además, voy a decir algo que es políticamente incorrecto, pero ¿viste que a los pibes ahora todo les da paja? No quieren hacer nada. Eso se llama síndrome amotivacional, o sea, no tienen motivación para nada. Entonces, ya no les interesa ni estudiar, ni recibirse, eso es peligrosísimo. Alerta padres: el consumo de alcohol y de marihuana es lo más preocupante en jóvenes.
Belén: — Dijiste muchas veces que recibías llamadas a cualquier hora, ¿qué te pasaba a vos cuando te sonaba el teléfono a la madrugada como mamá y como trabajadora social?
Marina: — Es muy duro el camino de acompañar a alguien que está consumiendo porque, claramente, hay peligro permanente. Cualquier persona que consume, esa dosis puede ser la última, puede generarte un ACV, puede darte un ataque cardíaco, cualquier cosa. Entonces, si vos sabés que tu hijo o tu familiar está en consumo, no vas a poder estar tranquila nunca. Es muy difícil acompañar. Hay cosas que podés hacer, pero hay cosas que no podés hacer, cuando tu hijo no vive con vos y tiene su vida ¿cómo haces? No podes estar controlando lo que hace o lo que deja de hacer. Es un camino que solo el que lo transita sabe lo difícil y doloroso que es.
Belén: — Un camino que lleva a mucha familias a tal vez tener que internar a un hijo a un familiar en su contra. A vos te pasó, lo viviste en carne propia, ¿qué significa eso?
Marina: — El articulo 20 de la Ley dice que se necesita voluntariedad de la persona para ser internada. Una persona que está en consumo tiene su voluntad cooptada. No puede determinar, no tiene sano juicio, no puede determinar si está en peligro para él o para los demás porque esa persona no sabe lo que le va a pasar y muy probablemente, aunque sea con marihuana, tenga un brote psicótico o tenga un brote de paranoia, tenga esquizofrenia, tenga cualquier cosa. Para esto necesitamos modificar la ley, porque se necesitan hacer un montón de cosas para lograr judicializar un hijo y lograr una internación. Las madres están desesperadas y nadie quiere firmar una judicialización que diga internación ¿Por qué? Porque la ley supuestamente defiende el derecho humano del paciente y eso es una mentira. En la práctica no se verifica, teóricamente y lógicamente es ideal, pero el enfermo no tiene la capacidad de discernir si está bien o está mal, si está en condiciones de tener una vida y convivir en la sociedad o no. No se da cuenta.
Belén: — En adicciones se habla mucho del “solo por hoy”, ¿cuándo hace que Chano no consume?
Marina: — 13 meses. Un año y un mes. Estoy muy feliz con eso. Por supuesto que es solo por hoy, un día a la vez, pero él está trabajando, está muy contenido, está en tratamiento. Hace un tratamiento muy intenso y eso se cumple. Él viaja con acompañante, con su médica a cada recital. No es fácil y Chano tiene las posibilidades de hacerlo, hay muchas mamás que no tienen posibilidades económicas. ¿Sabés cuánto vale un acompañante terapéutico? Es imposible.
Belén: — Desde el lugar de la familia, ¿cómo tomaron tus otros hijos el lugar de acompañamiento y tanta atención sobre Chano?
Marina: — En realidad un adicto cuando está en la familia, la familia toda entera sufre sobre todo, en mi caso, Bambi porque era su compañero de trabajo, su hermano del alma, que atravesó todo su consumo, más que yo incluso, porque él lo veía todos los días, yo no porque no vivía conmigo. Samanta es más chiquita, Chano le lleva 13 años, pero tuvo que convivir con eso y es lo que te toca; y buscó sus herramientas también, acompañó y habrá sufrido mucho también igual que todos nosotros.
Belén: — En todo este proceso de acompañar, ¿te sentiste responsable? ¿pusiste la culpa en vos?
Marina: — Sí, mil veces. Fui aprendiendo, tuve millones de años de terapia, pero en realidad nadie es culpable porque cuando vos entendés que es una enfermedad como cualquier otra, es como decir: “Tengo la culpa de que mi hijo tenga cáncer”. Y no es así. Esto es una enfermedad multicausal y hay un montón de cosas que se tiene que dar y combinar, además de la personalidad propia de la persona que consume que no siempre es responsabilidad de la familia. Sin duda, toda la familia es disfuncional y tiene que trabajar eso porque no es una casualidad. Generalmente, el adicto es el chivo expiatorio de una familia que tiene alguna problemática, pero también hay personas que consumen porque empiezan por fumar un porro para divertirse o por el alcohol y eso termina siendo una puerta a otras drogas de las que ya no vas a poder salir, que te vas a convertir en un dependiente de algo que te va a encarcelar la vida, del que no vas a poder salir, salvo con un esfuerzo tremendo y para eso necesitas herramientas, médicos, abogados, tratamientos, lugares de internación. Nosotros decimos que es necesaria la intención, nos llaman internistas y, en realidad, cuando un adicto está en pleno consumo, si vos no lo pones en un lugar y detenes ese consumo, nunca va a decidir por voluntad propia salir de ahí porque su psiquis y su química cerebral le pide más, más, más, más. No queremos internarlos para toda la vida, queremos internarlos un tiempo para que ese sea el camino a la recuperación y al tratamiento.
Belén: —¿Qué mensaje le querés dar como madre y como especialista en el tema a aquellas familias que hoy están atravesando esta situación?
Marina: — Primero que no se queden solas, que busquen ayuda. Nosotras tenemos una página que se llama @lamadre_marcha que se junten en los pueblos en donde estén, ya hay un montón que están replicando lo que hacemos nosotras, que vengan al museo Larreta a las 17 horas. Nosotras ahí las escuchamos, las asesoramos, las acompañamos. Esto es entre todas. Dolor compartido es medio dolor y realmente si vos hablas, lo sacás para afuera, la adicción es lo no dicho para el adicto y para el familiar también.
Belén: — ¿Da vergüenza la droga?
Marina: — La verdad que sí. La familia primero lo niega, no lo puede soportar. Hay madres que vienen al grupo y que sus hijos consumen hace 20 años y te dicen: “Yo creo que toma alcohol”. El otro día una madre contó: “Mi hijo vino y me dijo: ‘Mamá me drogo. ¿Querés verlo? ¿Quéres entender? Mamá me drogo’”. Y la madre no lo puede escuchar.
Belén: — ¿Y por qué da vergüenza?
Marina: — Porque se estigmatiza, se asocia con la delincuencia, que la sociedad no tiene la culpa del adicto. Detrás de un adicto hay dolor, sin duda. La primera dosis puede ser recreativa y puede ser feliz. El adicto sigue consumiendo para ver si puede reproducir esa primera dosis, que nunca más le va a dar ese flash o ese momento y, a partir de ahí, va a ser todo dolor. El que consume tiene dolor, va perdiendo cosas, pierde trabajos, relaciones, pierde esposas, hijos, es un camino horrible y a la gente le da vergüenza, no entienden que es una enfermedad. Si entendemos que es una enfermedad, ¿cómo te va a dar vergüenza tener a alguien que padece una enfermedad? Eso hay que luchar, hay que poner y la sociedad está empezando a entender que la salud mental es como cualquier otra parte de la salud o de la enfermedad.
Belén: — Viendo la película completa, ¿qué cosas sentís que no volverías a hacer?
Marina: — Si tuviera que vivir de nuevo, pondría más límites, sostendría más los límites. Yo creo que la enfermedad de la adicción es una falta de límites, entonces, padres por favor pongan límites y sosténganlos. Si le decís que si hace eso, pasa tal cosa, lo cumplís a raja tabla. Mi hijo atraviesa esa enfermedad, pero es una persona brillante, entonces el camino es el que le tocó, el que me tocó a mí, pero hoy los dos estamos bien, estamos felices, toda la familia está contenta, entonces bueno vaya a saber por qué a mí me tocó eso. Sin duda, el tema son los límites.
Un minuto
Belén: — ¿Cuál fue el peor minuto de toda tu vida?
Marina: — Tengo dos peores minutos en mi vida. Uno lo atravesé con mi hijo, la gente ya los sabe, y tengo otro con mi papá que estaba intensiva, estaba con mi mamá al lado que tiene Alzheimer. Yo estaba con él y empezó a decir: “Sacame los cables”. Llamo al médico y me dice: “Su papá está teniendo un episodio cardíaco. Tiene que decidir si lo entubamos o lo deja ir en paz”. Le pedí un minuto, bajé corriendo la escalera, mi hermana se acababa de ir, estaba en el subte, la llamo y le digo: “¿Qué hago Adriana?”. “Dejaloir,” me respondió. Subí la escalera y le dije al médico. A los dos minutos salió y me dijo: “Tu papá se murió”. Le tuve que decir a mi mamá, que no sé si alguna vez lo entendió, que mi papá estaba muerto. Esos dos minutos fueron los peores de mi vida. Mi papá era lo más del mundo, yo lo amaba mucho.