Para González Sánchez, todo es una cuestión de tiempos: pasado, presente y futuro. Y de cada uno se ocupa.
Dos veces por semana, y como sucede desde hace cuatro años, invita a los oyentes de radio Mitre a realizar un Viaje al centro de la noche. Allí, acompañado por Marcelo Birmajer y Mariana Martí, el periodista retrocede en el almanaque para, a partir de acontecimientos relevantes, abordar problemáticas actuales.
Además, cada mañana y en la misma emisora, flanquea a Jorge Lanata para analizar “esta Argentina tan dramática como desconcertante, llena de situaciones de interrogantes permanentes, por este nuevo Gobierno. Javier Milei está pegando una sacudida: estamos discutiendo muchas cosas que antes no discutíamos”.
Gonzalo inició su carrera en la sección policiales, en aquella época de redacciones bulliciosas, viscerales y hasta románticas, propias del periodismo gráfico. La necesidad innata de narrar historias lo llevó a recorrer el mundo y publicar cuatro libros. Hoy, fantasea con el próximo. Y aquí su mirada se dirige al futuro, procurando abarcar la inmensidad del mar, su nuevo “objeto de estudio y de desvelo”.
“Hay un tema con el mar –dice con entusiasmo en esta charla con Infobae-: es un lugar no narrado, no contado desde el periodismo, donde no hay ley, donde todo puede suceder. Y donde, en buena medida, está en juego nuestro futuro, el de nuestros hijos, el de la vida. Hay que mirar el mar cada vez con mayor atención: está desprotegido, y cuenta con los recursos naturales del planeta. No solo hay biodiversidad; también hay litio, minería”.
—¿Cuál fue la puerta de entrada al mar? ¿Qué fue lo que te llamó la atención?
—Me enteré que hay actividades industriales dentro del mar que están rompiendo todo, y nadie lo ve. Te lo digo concretamente: se llama pesca de arrastre. Es la técnica industrial por excelencia de pesca del langostino. Está generando un daño que si no lo regulamos, va a ser muy costoso para todos nosotros. Y hay lugares de la Argentina, en el Océano Atlántico sur, en un área que empieza en Chubut y va hasta las Malvinas: no sabemos nada de eso y es la maravilla total. Hay que cuidar esos lugares. Si hay una gran causa ambiental cerca, es esa.
—Siempre te interesó la defensa del medio ambiente. ¿Qué te pasa con un Presidente que niega el cambio climático?
—Me inquieta, me preocupa. No sé hasta qué punto lo niega porque también estamos aprendiendo que es un personaje, que un día dice una cosa pero después, cuando baja a la práctica, hace otra. Entonces, yo estoy como todos: tratando de descifrar a Milei, a ese personaje que es provocador, desconcertante. Por momentos me enoja mucho Milei, y por momentos digo: “Bueno, al final, también está diciendo cosas que yo considero que no puedo estar en contra”. Voy y vengo.
—Es como que los argentinos tenemos que ir a todo o nada, blanco o negro; pareciera que se terminaron los grises. Pero uno puede acordar con ciertas cosas y pensar que otras son barbaridades.
—Mirá, no traje camisa gris, pero la hubiera traído orgullosamente porque yo estoy repleto de contradicciones. Básicamente, a mí me motoriza la duda, no tener resueltas las cosas, no saber. Pero está lleno de gente que no tiene dudas de nada, ni el periodismo: basta de comunicadores que la tienen clara porque yo supongo que, cuando se apaga la cámara, se van a su casa con las mismas dudas. No me la creo que haya tanta convicción. Si hubiera tanta gente con tanta convicción, este país sería mucho mejor. Digo: vale dudar.
—¿Te preocupa qué va a pasar con el litio en Argentina?
—Sí, me preocupa, pero del mismo modo me interesa que haya una discusión sobre el recurso. Y que ese recurso, dentro de los márgenes de lo posible, sea usufructuado. Me parece razonable. Tenemos un recurso ahí, y hay que hacer uso responsablemente, entendiendo que siempre habrá un impacto ambiental y que debe minimizarse, pero también, tiene que ser un buen negocio para la Argentina.
—La prioridad de la Argentina tiene que ser la gente, ¿no?
—Sí. No nos va a salvar el litio, no nos va a salvar Vaca Muerta. Nos va a salvar el sentido común. Nos va a salvar el razonamiento. Veía que en este pacto del 25 de Mayo, uno de los puntos es la explotación de los recursos naturales. No te voy a decir que no; sí, hagámoslo, pero de una manera responsable, sabiendo que siempre hay un costo para la naturaleza y un costo para las generaciones. Del mismo modo que necesitamos generar divisas. Entonces sí, en el medio, buscando un punto de acuerdo.
—Por ahora vimos muchos títulos y nos están faltando los cómo, pero uno de los puntos que se habló tiene que ver con la financiación de las campañas de los partidos políticos. ¿Qué pensás de eso?
—Está bien clarificar y transparentar absolutamente todo. Entiendo que hay una propuesta de que el Estado no financie más a los partidos políticos. No tengo la letra chica como para decirte si esto está bien, si esto está mal, pero yo en esto sí celebro, entre comillas, a Milei: vino a plantear una gran discusión de todo lo que estaba como agua quieta. Y eso es válido. En el fondo todos sabían que esta discusión tenía que suceder, y que si no la daba Milei, de otro modo la iba a dar el que le tocara. Lo que pasa es que es un personaje tan demencial, tan vehemente, tan inclasificable, tan sorpresivo, que claro, uno está pensando cómo sigue el show de Milei. Pero la discusión me parece razonable, y después hay otras cosas que no me parecen razonables. Hay unos canallas comunicando, diciendo las cosas. Son funcionarios y al mismo tiempo son canallas, y provocan a la gente en las redes sociales.
—¿El cierre de Télam?
—El INADI, Télam: todos sabemos que eso tenía que ser discutido, pero de ahí a celebrar y mandar mensajes provocativos cuando lo que estás haciendo es diciéndole a la gente que se va a quedar sin trabajo... Hay cosas que no hay que hacer y que hablan de gente muy primitiva. Ahí es donde yo desconfío de este Gobierno: cuando estos personajes aparecen y dicen las barbaridades que dicen. Es todo el tiempo así. Yo no puedo aplaudir muchos comentarios, pero sí puedo decir que es válido discutir que los sindicatos tengan una reelección cada cuatro años, ocho a lo sumo. Estábamos esperando que alguien dijera que eso tiene que pasar. O los aviones privados: ¿para qué?
—Y las jubilaciones de privilegio.
—También. Hasta la casta está esperando esa discusión.
—Algunas igual parecen títulos más para la tribuna, que no van a mover el amperímetro: uno aplaude la eliminación de las jubilaciones de privilegio, pero a la vez, de la Justicia no se dijo nada.
—No, no.
—Y los jueces también estaban sentados en la apertura de las sesiones del Congreso.
—Totalmente. Hay mucha letra chica que hay que analizar. El caso de los seguros también estaba pasando de largo, y hay suspicacias ahí: podríamos pensar que hubo una decisión del Gobierno de Milei de no tocar ese nervio, que lo tocó (el ex titular de ANSES, Osvaldo) Giordano porque lo sacaron. Entonces, digo: a ver, ¿qué tan tradicionales son, qué tanto responden a la vieja política? Y quiero ser claro con que no estoy de acuerdo con la salvajada del ajuste, y con la manera en lo está pagando la pobreza, la clase media y la clase media baja. Hay que sangrar, sí, pero también el herido tiene que ser atendido. No estoy diciendo que venga un gobierno peronista con emisión, planes, asistencialismo y lo que fuera para contener la crisis, pero yo necesito que te ocupes de las personas. Es un tema humano.
—En ese 62% de los chicos que están por debajo de la línea de pobreza, en cada uno hay una historia: un pibe que deja el colegio, una familia que no hace todas las comidas del día.
—Y eso es descarnado. Y eso no habla bien de este Gobierno. Es inhumano. Después está esa porción de la Argentina, que nosotros tenemos la suerte de estar ahí, que puede sangrar un poquito más. ¿Qué sería sangrar para nosotros? ¿No salir a comer esta noche, evitar un gasto superfluo, que seguro tenemos un montón?
—Pero tenés una clase media a la que la prepaga le aumenta todos los meses, al igual que el colegio. La nafta es un delirio. ¿Creés que va a seguir existiendo la clase media en la Argentina?
—Parafraseando a Lanata, hoy tenés un país con un 60% de pobreza, que puede estar discutida, pero el número da más o menos por ahí, y un 40% que no lo es. Una lectura es que este país va a un 80% / 20%. Un país con un universo de pobreza muy amplio, y un 20% agarrado en una especie de burbuja, de una celda, sin querer salir de ahí, cada vez más encerrado en un falso bienestar. Bueno, yo no quiero eso. No quiero ese proyecto de país. Siempre me pregunto al aire y discuto con mis compañeros en la mesa cuál es verdaderamente el proyecto de Milei. Entiendo que quiere libre mercado, que todo se venda y se compre, pero no me dice nada sobre cuál es la clase media que quiere Milei, cuál es el tipo de prosperidad que propone. De todos modos creo que hay algo que es paradigmático: todavía en este ajuste demencial, el Gobierno tiene un apoyo mayoritario. Está ordenando la macro y está sufriendo mucha gente, pero aun así, los números indican que tiene apoyo.
—Algo que se puede llegar a discutir durante este Gobierno tiene que ver con la edad de imputabilidad de menores.
—Mirá, no tengo una posición definida con eso. Es una situación compleja. Me cuesta pensar que un chico de 14 años tiene que estar preso. Pero a la vez, cuando pasa lo que pasa, cuando un chico de esa edad mata por un celular, digo bueno, esto tiene que solucionarse de alguna manera. Pero todo el tiempo estoy cambiando de posición. Me indigno, me desilusiono, me pongo triste y quiero penas duras porque pasó algo horrible que me atraviesa. Y después, cuando estoy sereno, tengo otra mirada.
—¿Cómo estamos perdiendo a los chicos a los 11, 12 años?
—Ahí volvemos al punto de que Milei no es el responsable de la Argentina que tenemos. Hay un proceso que lo vimos venir y que fue vaticinado con elementos, con pruebas. Nosotros vimos esta degradación. O sea, uno puede estar enojado con la política tradicional, porque Milei es el panelista que hizo un camino aprovechándose de que la política tradicional nos estafaba. Este viaje de Milei por cadena nacional es la llegada de un panelista al Congreso. No quiero ser peyorativo con los panelistas, que son colegas y los aprecio, pero es un pibe que hace dos años no estaba en ningún lado.
—¿En qué momento pensás que Milei entendió que iba a ser presidente?
—No lo sé. Sí sé que él recoge un tipo de guarismo que no recoge nadie, que es el universo de las redes sociales. Y ese volumen de adhesiones no estaba en los planes de nadie. Durante la campaña, miré los seguidores de Instagram: era abrumadora la diferencia que existía entre Milei y Larreta, Massa y todos los demás. Y ahí había algo que ellos vieron antes. El peronismo tiene que discutir por qué lo corrieron por derecha, por qué al kirchnerismo lo sacaron por derecha. Por qué un líder populista de derecha los corrió del poder y se instaló cómodamente.
—A Milei no solo lo votaron los que tienen plata.
—Lo votaron todos. El otro día unos saltaban el molinete por el molinetazo y otros laburantes les gritaban: “Vagos de mierda, vayan a trabajar”. Ahí también hay gente que apoya a Milei. O sea, el apoyo a Milei es transversal.
—Hay algo en las formas de comunicar, en los enojos, en poner el ojo en alguien: eso siempre se lo criticaron al kirchnerismo y hoy, no pareciera ser tan distinto.
Aquí y allá
Sánchez viene de realizar un viaje “muy instructivo, de mucho aprendizaje”, que profundizó su mirada sobre “un conflicto de una complejidad extrema”. “En diciembre estuve muy cerca de Gaza, en el kibutz Nir Oz -precisa-, que es donde Hamas asesinó a 100 personas sin piedad”.
—Asesinaron, violaron, masacraron.
—Todo. Vi los horrores de primera mano.
—¿Viste el video?
—Sí, lo vi. Y es irreproducible. Nunca vi algo igual: esos niveles de odio, de violencia. El horror humano supera cualquier idea de ficción. No tenía dudas de que había sido así, pero cuando lo vi, me quedé doblemente impactado.
—¿Qué aprendiste en este viaje en particular?
—Que hay que estar en ese lugar para poder comprender un poco más. Que el Estado de Israel es un estado legítimo. Que Israel quiso entregar los territorios de Gaza en 2005. Que eso fue rechazado por intereses diversos. Que Hamas es una organización terrorista; tampoco tenía duda, pero ahí lo comprobé. Que hay un cerebro de la guerra que se llama (Yahya) Sinwar, que es el hombre que pergeñó, como un Bin Laden, toda esta operación en la que el Estado de Israel terminó atrapado, porque hay un repudio natural, hay una respuesta razonable a la agresión, y esta dilación, de no concluir la operación, termina por jugarle en contra. Pero aun así es inevitable: hay que terminar con Hamas.
—¿Crees que se va a poder?
—Netanyahu está en una posición muy determinante: esto no va a terminar hasta que Hamas sea aniquilado de la faz de la tierra. Pero también hay un contexto de presión internacional: el apoyo pierde fuerza. Y hay una discusión interna. Cuando llegás a Tel Aviv y te parás en una plaza, entendés la discusión interna: la presión de los familiares de los secuestrados, cómo tensan con el Gobierno, cómo algunos dicen que sí, cómo otros dicen que este no es el camino. Toda esa discusión no se ve. Entonces, es el aprendizaje natural de ir al lugar de los hechos. A mí me pone en un lugar mucho más seguro para hablar.
—¿Te gusta más la radio que sentarte a escribir?
—Voy a ser muy franco: yo disfruto mucho cada vez que estoy al aire. Cuando estoy cansado y se enciende la luz roja, me pongo feliz y me lleno de vida. Me aparece una energía. Pero cuando me siento a escribir también soy muy feliz. Y soy un cebado: me vuelvo loco y quiero escribir. Y soy preciosista para escribir, no escribo porque sí. No escribo tic, tic, tic, sino que miro, corrijo, pienso.
—¿A quién te gustaría entrevistar?
—A Joaquín Sabina. Es un pendiente. Y después, no tengo mucha gente. No tuve ídolos, nunca fui de idolatrar a los periodistas. Sí te puedo decir que Lanata era una persona con la que yo quería trabajar y ser su amigo, y de alguna manera lo conseguí.
—¿Y qué aprendiste con él?
—Lanata te enseña actitudinalmente: con su forma de ser, te marca pautas de aprendizaje. No te va a dar una lección y te va a decir cómo son las cosas, pero cuando Lanata va contando, va diciendo, vas aprendiendo. Y al cabo de un tiempo, te diste cuenta de que tu experiencia con Lanata te modificó.
—¿Si pudieras revivir a alguien?
—Ay, Dios, qué difícil. Una persona que no es conocida para el gran público, pero fue para mí un maestro de la vida: José Maldavsky, un periodista chileno que tuvo que exiliarse en Francia durante el gobierno de Pinochet. Se convirtió en documentalista. Un día detectó que yo trabajaba unos temas que a él le interesaban, leyó mi primer libro y apareció en mi vida. “Quisiera trabajar con vos”, me dijo. Y me contrató. Con su don de vida y de conocimiento, me iluminó y me marcó el camino. Un tipo de izquierda, un viejo comunista muy divertido. Murió en 2016. Afortunadamente soy muy amigo de sus hijos, que tienen mi edad. Uno nació clandestino, en Argentina; cuando voy a París lo visito. José es alguien que me falta en la vida, un amigo con el que yo caminaba horas y horas por las orillas del río Sena hablando de política, de trabajo, de cosas que nos apasionaban a los dos. Y me llevaba 40 años.
—Mencionaste a la dictadura en Chile, hablaste de tener un hijo clandestino en Argentina. Y estamos en un momento de mucho revisionismo de los 70, hasta en la cifra de los desaparecidos.
—Sí, una provocación estúpida. No creo que haya que abrir esa discusión, que es absurda: no le hace bien a nadie. Nadie gana, nadie pierde. Esas son las broncas que me agarro con este Gobierno: ¿qué cambia si fueron 30.000 o si fueron 8.000? ¿Qué cambia de la historia, qué cambia del dolor, qué cambia de la violencia política, qué cambia de la dictadura? ¿Qué cambia? ¿Por qué me tengo que meter ahí?