El presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Oscar Ojea, alertó sobre el impacto que está teniendo el plan de ajuste en las condiciones de vida de los más pobres y de la clase media, reclamó que se mantenga la distribución de alimentos mediante la participación de los movimientos sociales que administran comedores populares, y describió un complejo panorama social, desde la falta de acceso a remedios para el dengue, a una aguda crisis en los colegios católicos.
Reservado y de perfil bajo, Ojea no suele brindar reportajes. Recibió a Infobae en la sede de la Conferencia Episcopal y durante más de una hora habló de la situación social, de la pobreza, los primeros pasos de la gestión de Javier Milei y del papa Francisco. En la misma semana en que el sumo pontífice envió desde Roma un mensaje de alto impacto, el también obispo de San Isidro habló del Presidente y planteó cuestionamientos a algunas de las decisiones que se tomaron desde el 10 de diciembre.
“El diálogo es absolutamente fundamental para poder gobernar. Tenemos un sistema con instituciones que interactúan, no pueden estar unas sobre otras, tiene que haber interacción. Y tenemos que aceptar las distintas miradas. No hay un solo modo de ver, no hay un este la ve y este no la ve”, consideró monseñor Ojea.
En ese sentido, el prelado aseguró que en el país “se ha instalado una suerte de guerra entre pobres; la cultura en la que vivimos hace que nos miremos como enemigos, desconfiando unos de otros”. Y describió una escena conmovedora que, según reveló, se viene registrando en el último tiempo: “Nosotros ya tenemos adultos en los comedores y es un termómetro que marca la necesidad. En algunos comedores del gran Buenos Aires, donde había 50 personas, ahora hay más de 100″.
Además, el obispo planteó una serie de reclamos dirigidos a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, principalmente referido a la distribución de comida. Es que la funcionaria, a instancias del presidente Milei, puso en marcha una profunda reforma de la asistencia, que va desde la eliminación del plan Potenciar Trabajo, a sacar a movimientos sociales y piqueteros del reparto de la comida para los pobres.
“La Iglesia termina siendo defensora de que todos puedan comer. Para hacer llegar el pan a los barrios es necesario no discontinuar a los grupos ya existentes que están trabajando (...) Todo lo que atente a que los bienes primarios, como son los alimentos, no lleguen a nuestra gente no es bueno. Este es el modo concreto como están llegando actualmente a la gente. En el caso de que se quiera hacer un proceso de cambio, hay que hacerlo de otra manera, sin discontinuar”, manifestó el presidente del Episcopado.
Aunque evitó hacer nombres propios, el obispo de San Isidro advirtió que “para gobernar necesito entrar en contacto con la realidad, porque justamente tengo que intentar transformar la realidad. Es imposible que yo tenga contacto con toda la realidad, entonces, de alguna manera, tengo que dejarme ayudar”. Y agregó: “Puede haber como una lejanía al no conocer cómo se dan en los hechos ciertas cosas (...) No se trata de una persona que come según su tarjeta, si no se trata de una comunidad que se alimenta”.
Sobre la falta de medicamentos, monseñor Ojea manifestó que en Argentina “tenemos dengue y hoy estamos atravesando una epidemia”, mientras se están recibiendo muchos pedidos de paracetamol, sobre todo desde la zona del NEA, “una medicación que acá la tenemos al alcance de la mano pero en el noreste del país está faltando”. También subrayó que “tenemos un problema con los remedios oncológicos, porque para una parte de la población no son del todo accesibles, sobre todo entre los jubilados y los más pobres”.
Y también contó que la situación de los colegios católicos “es realmente muy complicada, muy difícil”. “En nuestros colegios que tienen el aporte del 100% tienen toda una planta funcional que las organizaciones privadas tienen que sostener, pero las cuotas no suben o no pueden subir en la misma medida en que suben los sueldos de los gremios. Además, la gente no puede pagar cuotas demasiado altas”.
El reportaje a monseñor Ojea
En el inicio de la charla con Infobae, el obispo de San Isidro mencionó como un ejemplo o modelo posible para la toma de decisiones al Sínodo que convocó en octubre del año pasado el papa Francisco y que reunió a obispos y referentes de la Iglesia de todo el mundo en El Vaticano. El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina contó esa “extraordinaria experiencia que se vivió de escucha y de contacto con la diversidad”.
“La Iglesia Católica que está en todos los lugares del mundo se reunió a través de sus representantes. Se formaron 58 mesas redondas, con personas de distintas categorías, funciones, lugares y jerarquías dentro de la Iglesia”, recordó. Y detalló que en esos encuentros todos tenían minutos para hablar y escucharse sin condicionamientos, sin pensar en qué voy a contestar, ni en clasificar al otro. “De alguna manera, la Iglesia que está viviendo esa experiencia convocada por Francisco, quiere llevar este Sínodo a un estilo de vida. Que la Iglesia tenga esta modalidad de escuchar con atención para poder tomar decisiones”, afirmó.
El presidente del Episcopado resaltó que “la Iglesia se presenta ante un mundo en guerra, un mundo con mucha violencia, muchos extremismos, un mundo con populismos de distintos signos que de alguna manera manipulan a las personas”. “La Iglesia quiere presentarse a través del Sínodo como un ejemplo, un modelo. Tenemos que tomar este estilo en la humanidad, porque si no nos escuchamos, no vamos a poder avanzar ni vamos a poder subsistir”, consideró.Las palabras de Ojea sirvieron de introducción y contexto para abordar la situación argentina, que combina desafíos y problemáticas tan profundas y antiguas como urgentes.
–Mientras pasa eso en el mundo, Argentina acumula problemas viejos, las urgencias de siempre, pero también fenómenos nuevos…
–Nosotros no vivimos ajenos a estas tensiones mundiales, donde cuesta muchísimo el paso del yo al nosotros. Nuestro pueblo se encuentra intoxicado de agresiones, de violencia, intoxicado de insultos y descalificaciones. A veces llegan a extremos que nos dejan perplejos, a todos nosotros, miembros de una sociedad muchas veces defraudada y al borde de la desesperanza, del desaliento y la tristeza.
Vivimos una gravísima emergencia social, pero es en las crisis donde se impone la fibra más íntima de la humanidad, de un pueblo, de una nación. Sin embargo, lejos de surgir en este momento una nueva imaginación de la solidaridad, la ayuda mutua y el sostener a los más débiles, se ha instalado una suerte de guerra entre pobres. La cultura en la que vivimos hace que nos miremos como enemigos, desconfiando unos de otros.
–¿En qué ve usted esta guerra entre pobres?
–Una señora me contaba que en un vagón de tren un hombre pedía ayuda porque se había quedado sin trabajo y otro trabajador -un hombre humilde- lo hacía culpable de su situación. Le decía “por culpa tuya, que sos un vago, yo estoy viviendo mal”. Sorprende ver el modo en el que nos miramos. No nos ayuda a pensar en la solidaridad, cuando en un momento de emergencia uno sabe que siempre hay otro más pobre, alguien a quien de alguna manera necesito socorrer.
–Es una escena dolorosa, que muestra una ruptura de lazos de solidaridad.
–Pero los argentinos tenemos la experiencia de la pandemia. En ese tiempo fuimos testigos de grandes actos de solidaridad y un gran espíritu de servicio, que se veía en los comedores, donde fui testigo de jóvenes que llevaban viandas a personas mayores organizadas por mujeres que hacían la comida.
Recibí otro testimonio extraordinario frente a la emergencia que tuvimos de un barrio que estaba prácticamente todo contagiado y nadie iba a llevarles nada. El párroco me preguntó y se me ocurrió recurrir a Campo de Mayo. Los soldados fueron 20 días a cocinar, exponiendo su vida y corriendo riesgos. Y se fueron aplaudidos por la gente. Enfermeras que se jugaban la vida para transmitir información a los seres queridos sobre el estado de sus enfermos.
–¿Y qué quedó de todas experiencias “positivas” que tuvo la pandemia?
–En esta crisis no aparece la imaginación de la solidaridad, más bien aparece la bronca, el enojo, el silencio, la tristeza y eso nos preocupa sobremanera. Es necesario entonces discernir prioridades. El diálogo es absolutamente fundamental para poder gobernar. Tenemos un sistema con instituciones que interactúan, no pueden estar unas sobre otras, tiene que haber interacción. Y tenemos que aceptar las distintas miradas.
No hay un solo modo de ver, no hay un “este la ve y este no la ve”.
–A ver…
–Claro. Hay distintas miradas, como hay distintas experiencias que me van llevando a tener una idea sobre las prioridades. ¿Por dónde empiezo, qué es lo que toco primero, qué es lo que recorto primero? Todo ese tipo de cosas requieren de un diálogo y una escucha. Es bastante difícil en una democracia tomar decisiones unilateralmente.
Hoy parece que hubiéramos perdido todo ese espíritu fraterno que induce al corazón del ser humano al vínculo con el hermano más débil. Esto me parece que es algo que necesariamente tenemos que recuperar. Sino, no vamos a parecer pueblo, no vamos a parecer nación, vamos a estar totalmente atomizados.
–¿Cree que ese estado de bronca y enojo es estimulado desde el poder?
–No quiero cargar las tintas sobre alguien en particular. Ni sobre el presidente ni sobre nadie. Ahora, si los dirigentes que tienen muchísima responsabilidad se mueven con agresividad y esto repercute, se contagia. Es parte de una serie de violencias verbales que padecemos como sociedad. Nuestro modo de hablar, de dirigirnos unos a otros, nuestro modo de tratarnos en la calle.
Es un termómetro también de nuestro estado de miedo, de nerviosismo, de repliegue frente a situaciones sociales que normalmente deberían llevar a juntarme, a comunicarme, ayudar o ponerme a disposición. Daría la sensación de que eso está como clausurado.
–Es un repliegue que se da también en un tiempo en el que se promueve más la individualidad.
–Hay todo un tema cultural. Es cierto que estamos viviendo una cultura fuertemente individualista, en la cual esta mirada de “bueno me arreglo solo, me conduzco solo, estoy viendo mi imagen continuamente, estoy absorbido por la imagen”. Hay una cantidad de cosas que ayudan a que me repliegue sobre mí mismo y no preste la atención debida.
–El presidente, como libertario, tiene una mirada que privilegia más al individuo por sobre lo social. ¿Qué opinión tiene de esto?
–Los católicos pensamos que lo fundamental en la vida del ser humano es la relación con los demás. El ser humano ha sido creado para otros, no es un ser aislado. No podemos vivir el aislamiento del yo porque no somos islas. Somos constitutivamente hechos para otros, para comunicarnos. Nuestro Dios mismo es Trinidad, es decir tres personas en comunión, que están continuamente intercambiándose, saliendo de sí mismos para comunicarse con otros.
Al ser imagen de Dios, nosotros naturalmente tendemos a la comunicación y a la relación, y nuestra identidad se va definiendo de algún modo a través de mis relaciones, de cómo salgo de mí mismo. Eso es como una concepción de vida y es imposible vivir sin el otro.
–En los últimos años hubo una exacerbación del Estado que hacía todo, el Estado presente, que terminó sin proveer siquiera salud, seguridad o educación de calidad.
–No podemos caer en una concepción estadocéntrica, ni tampoco mercadocéntrica. Tenemos que ver el Estado ¿pero para qué? Para algunas cosas y para qué cosas. Pero esos discernimientos tenemos que hacerlos juntos, tenemos que poder participar para, entre todos, poder discernir las prioridades.
–¿Pero promueven ese ámbito las autoridades? ¿Lo hace el presidente?
–Veo que el Presidente está muy convencido de sus ideas. Está con mucha pasión, con mucha vehemencia, mucha firmeza. A mi modo de ver, eso debería llevar a poder interactuar de otro modo con los otros poderes del Estado. Eso no se puede imponer, sino que eso hay que ponerlo en juego entre las instituciones.
–A propósito de esto, permítame volver a una idea. Habló de perspectivas y que no es que “algunos la ven y otros no la ven”. Le pido que profundice sobre este tema.
–Por eso comencé con el tema del Sínodo y lo puse de ejemplo. En esas mesas había 11 personas que cada uno tenía tres minutos para hablar y los demás debían hacer una escucha activa. Luego se preguntaba qué había resonado en cada uno de lo escuchado. Todos tenían que hablar de otro tema, de lo que provocó en sí mismos lo que se escuchó. Finalmente, se buscó discernir, primero consensuando, y después haciendo discernimiento. En todo el proceso cada uno se dio cuenta de que la mirada propia podía cambiar después de escuchar otras miradas.
Las miradas -más trabajando en comunidad- se enriquecen con las otras. Después habrá que tomar una decisión, y habrá alguien último que se encargará de tomar una decisión después de un discernimiento. Pero el discernimiento tiene que contar con otras miradas.
Vamos a poner un ejemplo: para gobernar necesito entrar en contacto con la realidad, porque justamente tengo que intentar transformar la realidad. Es imposible que yo tenga contacto con toda la realidad, entonces, de alguna manera, tengo que dejarme ayudar.
–¿A qué se refiere con “entrar en contacto con la realidad”?
–Si tengo que tomar una decisión con respecto a un barrio carenciado, debo tener un conocimiento del territorio. Tengo que saber qué es lo que está pasando allí y conocer, incluso, costumbres culturales de las cuales estoy lejos.
Vamos a hablar del tema de la alimentación. Entre los seres humanos, el hecho de comer tiene una dimensión comunitaria muy importante. Decimos “nos juntamos a comer”, o cuando vamos a encontrarnos decimos “vamos a comer”. Comer juntos hace más plena, más completa esta situación del comer. Normalmente el hombre tiende a no comer solo, tiende a comer en comunidad, en familia, a comer en conjunto. En los medios sociales donde esto se vive profundamente es en los medios más pobres. Se come de una olla, con dos o tres mujeres que preparan la comida y de esa olla comen muchos.
Todo este movimiento de lo que significa “comer en común”, “comer comunitariamente”, tengo que tener una percepción de cómo se da. Vemos que puede haber como una lejanía al no conocer cómo se dan en los hechos ciertas cosas. Y cuando es así, se pueden tomar decisiones que no son buenas o que están equivocadas porque se las está viendo desde lejos. No se trata de una persona que come según su tarjeta, si no se trata de una comunidad que se alimenta.
POBREZA, COMIDA Y PIQUETEROS
–Me da pie para hablar de la coyuntura y la decisión del Gobierno de reformar la distribución de alimentos. Hay una mirada muy crítica sobre los piqueteros. No los quieren como intermediarios.
–Nosotros entendemos claramente la necesidad de transparencia y la obligación de auditar estas partidas para cubrir necesidades primarias. Pero es necesario respetar las estructuras existentes que ya vienen funcionando para no discontinuar el envío de alimentos. En el mismo campo donde se da la comida comunitaria se pueden realizar las auditorías y los controles.
A través de Cáritas, con el objetivo de responder a la grave situación alimentaria y facilitar la respuesta rápida del Estado, la Iglesia Católica entregó en la Secretaría de Niñez y Familia un listado de centros con asistencia alimentaria de diversas instituciones. Queremos aclarar que los centros de Cáritas y las iglesias evangélicas cubren una parte menor del servicio de los comedores, en comparación con otras organizaciones, ya que en el territorio funcionan muchos comedores y de distintas características.
Queríamos dejar esto en claro: tenemos un servicio de comedores, pero no tenemos la totalidad del servicio, sino que hay una cantidad de organizaciones que lo hacían. Como eso se venía dando, a nosotros nos parece conveniente -y se lo hicimos llegar de distintos modos al Gobierno, en este caso vía la Secretaría de Niñez y Adolescencia- que es necesario no discontinuar y hacer los controles como tienen que hacerse. Pero lo que está funcionando, está funcionando.
–Pero el Gobierno ya decidió que no va a tener en cuenta a los piqueteros ni a las organizaciones sociales para esta tarea. ¿Qué dice la Iglesia sobre esto?
–Todo lo que atente a que los bienes primarios, como son los alimentos, no lleguen a nuestra gente no es bueno. Y creemos que este es el modo concreto como están llegando actualmente a la gente. En el caso de que se quiera hacer un proceso de cambio, hay que hacerlo de otra manera, sin discontinuar.
–¿Qué están detectando en los barrios en los últimos meses?
–Con la carestía de los alimentos, está empezando a venir a los comedores gente adulta. Y cuando viene gente adulta, tiene que vencer una barrera de vergüenza natural que produce asistir a un comedor donde generalmente hay chicos. Nosotros ya tenemos adultos en los comedores y es un termómetro que marca la necesidad. En algunos comedores del gran Buenos Aires, donde había 50 personas, ahora hay más de 100. Señalo esta situación, porque los sacerdotes que trabajan en los barrios carenciados, que tienen un conocimiento importante del territorio, lo viven con mucha claridad, con cotidianeidad.
–¿Esta gente nueva que se acerca a los comedores es parte de un fenómeno de estas semanas o empezó antes?
–No tengo estadísticas. En este momento llegan y es natural, porque hay alimentos que no se pueden comprar. Si en la clase media la vemos tan castigada, que se priva de muchísimas cosas que antes no se privaba... imagínese usted la situación.
–Frente a este panorama ¿qué contacto tienen con la ministra Sandra Pettovello?
–La ministra tuvo contacto con sacerdotes de las villas de emergencia y con obispos que integran la Comisión de Cáritas. Hablé varias veces con el secretario de Desarrollo Social, Pablo de la Torre. Presentamos informes de todo esto.
–¿Con la ministra no se reunió?
–Con la ministra personalmente no, pero tuvo un contacto a través de Cáritas.
–¿De esos contactos y esas reuniones, la transmisión de informes, inquietudes, dudas y solicitudes, qué respuestas tuvieron?
–Fuimos escuchados. No ha habido todavía respuestas, pero nos escucharon. Quiero ser claro en esto: los convenios a través del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) que se rubricaron, a través de Cáritas y a través de las iglesias evangélicas, se respetaron. No tengo conocimiento si se fue arreglando la situación con otras organizaciones.
–¿Sabe que en el Gobierno está la idea de que la Iglesia termina siendo defensora de los piqueteros? ¿Qué responde a eso?
–La Iglesia termina siendo defensora de que todos puedan comer. Para hacer llegar el pan hoy a los barrios es necesario no discontinuar los grupos ya existentes que están trabajando.
–Lo paso a otro tema complicado frente a este momento de inicio inminente de las clases ¿Cómo está la cuestión de los colegios católicos?
–Tenemos problemas sumamente agudos, que también los vive gran parte de la población. En nuestros colegios que tienen el aporte del 100% tienen toda una planta funcional que las organizaciones privadas tienen que sostener, pero las cuotas no suben o no pueden subir en la misma medida en que suben los sueldos de los gremios. Además, la gente no puede pagar cuotas demasiado altas, en caso de que subieran.
La situación de nuestros colegios es realmente muy, muy complicada, muy difícil. Tenemos diálogo con el secretario de Educación, Carlos Torrendell. La Comisión de Educación de la Conferencia ha tenido varias reuniones con él. Yo también tuve algunas reuniones con él.
–¿Y tuvieron respuestas?
–Todavía no.
–Se juntan muchos no.
–Vivimos un estado de aparente toma de decisión de que no... Pero tampoco quiero decir que el diálogo está roto porque el diálogo se mantiene y es importante. De hecho estuve hablando con el ministro de Salud (Mario Russo) por el tema de medicamentos…
–¿Qué pasa con los medicamentos?
–En Argentina tenemos dengue y hoy estamos atravesando una epidemia. Se están recibiendo muchos pedidos de paracetamol, sobre todo de la zona del NEA. Necesitamos de esa medicación que acá está y la tenemos al alcance de la mano. En la ciudad de Buenos Aires el paracetamol, cuando tenemos un poquito de gripe, lo compramos y lo tomamos. Pero en el noreste del país está faltando y es fundamental resolverlo.
–¿Usted me está diciendo que falta paracetamol?
–En el NEA nos están pidiendo paracetamol y se lo transmití al ministro de Salud. Este momento es el pico de la epidemia. También tenemos un problema con los remedios oncológicos, porque para una parte de la población no son del todo accesibles en este momento. Sobre todo para jubilados y los más pobres. Estas son las prioridades a las que hay que prestarle atención. Bienes primarios como los alimentos, salud, educación, que sirven para que la gente pueda vivir un poquitito mejor.
EL VIRTUAL FINAL DEL FISU
–Le pido que abordemos el tema del FISU, el fondo fiduciario que el Gobierno decidió desfinanciar y que servía para hacer pequeñas obras en barrios populares.
–Es interesante contar el origen de esto. Era un tiempo en el que yo estaba en Cáritas, en el año 2017. Primero me llamó Mario Quintana, después Carolina Stanley (ex vicejefe de Gabinete y ex ministra de Desarrollo Social de Mauricio Macri, respectivamente) y después los movimientos sociales, para que Cáritas hiciera de mediadora junto con Un Techo para mi País, de un diálogo para ir llegando a una evaluación de los barrios populares, a un censo.
El proceso duró dos años muy difíciles, donde varias veces las partes estuvieron a punto de levantarse de la mesa. Unos y otros. Fue la construcción de un diálogo entre dos sectores que no tenían nada que ver y para nosotros fue una experiencia muy interesante. De ese acuerdo salió el RENABAP, que es el relevamiento de los barrios populares.
En ese momento, dio una cifra que no es la cifra actual, que son 7.467 (villas y asentamientos), donde viven en la actualidad 7 millones de personas. En aquel tiempo daba 5 millones y se pudo hacer el relevamiento de los barrios populares, que para la dignidad de alguien que vivía en una villa fue fundamental, porque a partir de eso tenía domicilio.
Cuando yo era chico y nosotros íbamos a trabajar en la Villa 31, era muy difícil que un villero pudiera conseguir trabajo, porque le decían ¿dónde vive? En la villa, ¿no tenés trabajo? Por eso fue un paso importantísimo, no tanto en el resultado material concreto, sino en cuanto a la dignidad de quien vive en una villa. “Tengo domicilio”, y además se le daba un certificado, por lo cual adquiría derecho a servicios esenciales, como agua, luz y gas.
Fue un paso importante y luego lo aprueba el Congreso, en 2019, por una ley que tiene prácticamente unanimidad. Si hubo unanimidad de los sectores de la vida nacional en ese momento -aunque yo insisto que no fue suficientemente explicada ni comunicada del todo bien- ¿cómo suspender el servicio, cómo reducirlo a una cantidad ínfima?
Lo que significa para alguien que vive en un barrio carenciado una cloaca o el trazado de una calle que de alguna manera lo integra. Todo lo que tiene que ver con la integración es fundamental, porque todo lo otro no nos divide. Para el hacinamiento: en ese programa “Mi pieza” tener un lugarcito más para que la familia viva mejor. Para el mejoramiento de un baño. Hay una enorme cantidad de pequeñas cosas que a través del FISU se pudieron lograr.
–¿Si pudiera hablar con el presidente, le diría que revierta esta decisión y devuelva el financiamiento al FISU?
–Sí, sí. Al presidente le diría que no abandone esto, que es fundamental. Como estoy seguro, y él lo ha dicho reiteradamente, y lo ha dicho la ministra también, que no se va a descuidar la contención de aquellos que más lo necesitan, yo diría que la contención tiene que ver también con el modo de vivir.
–Antes de continuar le pido que volvamos por un momento al tema de la guerra de pobres contra pobres. ¿Por qué está pasando esto?
–Estaba reflexionando que muchos medios nuestros cuando tienen que pintar la situación de un barrio carenciado, pintan lo más tenebroso. La delincuencia, un crimen, un robo. Por supuesto que esas cosas las tenemos y son problemas muy serios y tienen que ver con la inseguridad y se dan en nuestro país y se dan en todos lados. Pero sin embargo no tenemos oportunidad de entrar en contacto con la enorme cantidad de valores que se viven entre los más pobres, entre los barrios carenciados.
Lo que significa cuidarse los chicos uno a otro, cuidar de los enfermos, lo que significa cuidar a los ancianos. Hay una solidaridad espontánea que hace que el ser humano también pueda ser feliz allí. Hay muchos valores que tenemos que aprender. En la Exhortación sobre la Alegría del Evangelio, el Papa dice que ellos, por compartir de una manera especial los dolores de Cristo, nos enseñan muchas cosas, son como maestros. Pero en los medios hay ciertas realidades que no están destacadas.
EL PAPA, ARGENTINA Y MILEI
–El Papa transmitió esta semana un mensaje ante jueces, fiscales y políticos argentinos. Defendió la acción del Estado y habló de la necesidad de mantener la legitimidad de origen y la de ejercicio de los funcionarios públicos. Le pido una reflexión.
–La cuestión de la legitimidad la comparo con la paternidad humana: no se es padre con solo tener un hijo, sino en el ejercicio de la paternidad. El Papa propone un ejemplo así, el poder se construye en el ejercicio y no solo en el origen.
–¿Y con respecto a la posibilidad de que pueda finalmente visitarnos por primera vez?
–Lamentablemente no le puedo contestar, porque la última vez que le pregunté me di cuenta que era una decisión solo de él. Él quiere venir, lo expresó, y yo deseo que venga. Como lo deseamos los argentinos.
–El Presidente todavía no recibió a la Conferencia Episcopal. ¿Tienen fecha? ¿Hablaron del tema?
–Cuando tuvimos la reunión de la Comisión Permanente de la CEA, en el mes de diciembre, el Presidente nos dijo a través de la ministra de Relaciones Exteriores que no podía recibirnos y lo entendimos perfecto, porque hacía muy poco tiempo que había asumido. Así que esperamos que cuando se dé la oportunidad podamos tener la entrevista con el presidente. Confiamos en que en algún momento se hará.
–Si pudiera darle un mensaje al presidente Milei ¿qué le diría?
–Le diría que, sin abandonar el énfasis y el apasionamiento que tiene con respecto a sus ideas, trate de mirar más a los costados. Es importante mirar para los costados y son importantes las otras miradas. No es solo ver o no ver, “la ves o no la ves”, sino distintas miradas. Esto me parece que puede ensanchar el panorama de la visión del presidente.