Luca Martin se lanzó recientemente a la conducción, pero su contacto con los medios viene desde que nació. Es hijo del periodista Matías Martin y de la reconocida actriz Nancy Dupláa.
Se crio en estudios de radio y televisión; y entre las grabaciones de las ficciones argentinas más exitosas. Su primera experiencia en los medios llegó a muy temprana edad. A los 16 años empezó a hacer columnas de cine en radio con su papá. Allí descubrió su vocación y se involucró de lleno en los medios.
A los 18 años, ingresó formalmente a trabajar y hoy a sus 23 años afronta el desafío más importante en su carrera. Junto con su padre, conduce del programa televisivo El Legado, que se emite por el Trece.
—¿Quién es Luca Martin?
—No es nadie. Es el hijo de una madre y un padre muy amorosos. Es alguien que está por fin trabajando en un rubro que le apasiona mucho y que puede explayarse un poquito de vuelta.
—¿Quién es tu papá y qué estás haciendo con él?
—Mi viejo se llama Matías, trabaja en medios hace un ratín y tiene mucha calle en esto de presentar. Es un groso en su rubro y es una de esas personas que respeto más que a cualquier otra, y no por ser mi viejo sino porque las cosas que ha hecho son impresionantes.
—¿Cuándo dijiste “quisiera trabajar en esto”? ¿Cuándo te hizo el clic?
— Desde chiquito eso siempre existía, siempre jodíamos un poco con la idea de hacer algo juntos y empezó en el 2016 con un trabajo muy simple. Yo tenía 16 años, iba a su programa en la radio a hacer una pequeña columna de cine, que hoy en día me la siguen mencionando, de hecho quedó muy atrás, pero fue muy lindo. En esos momentos me di cuenta de que no sólo quería hacerlo sino que era algo que podía funcionar, que era algo factible y no era una locura pensarlo.
—¿Le pediste ayuda a tu papá para trabajar en esto o surgió naturalmente?
—Empezó todo en 2016, nunca fue un “me das un trabajo”. Fue más bien como “che, ya hice un par de apariciones, de acá para allá, tengo una idea, tengo algo que contar, tengo algo que decir”. Y ahí surgió la pregunta: “¿Qué tenés para decir?”. Y mi repuesta fue: “Una columna en donde adherimos tres películas, tres series, a algún tipo de mood o de emoción, de actitud” y resultó en una columna medio divertida para poder discutir un poco de cine, charlarlo. Pero nunca fue pedirle a mi viejo un trabajo, hasta que cumplí 18 que fui a la radio, donde ya estaba trabajando hacía dos años, en Metro, donde estuve haciendo columnas y pequeñas apariciones y, al tener el pie en la puerta, me dio la posibilidad de estar en este mundo, que es un mega privilegio y con el que estoy super agradecido. Ahí, por primera vez, pedí un empleo y fue la oportunidad que me dieron la que me llevó a trabajar muchos años ahí, una radio que aprecio mucho.
“Mi viejo es un groso en su rubro y es una de esas personas que más respeto, porque ha hecho cosas impresionantes”
—¿Qué idea tenías de cómo eran los medios cuando eras chico y qué ves hoy que ya estás trabajando hace años?
—Desde chico siempre percibí este mundo como una fantasía, lo que ocurre frente a la cámara no tiene relación con lo que sucede detrás de ella, tras el micrófono, donde hay personas manipulando los hilos para que todo funcione. Siempre me pareció como una especie de magia, una conexión especial que experimenté desde que vi “Jurassic Park” cuando tenía cuatro años, y me di cuenta de que todo era ficción, que los dinosaurios no eran reales. Fue entonces cuando comprendí que mis padres estaban inmersos en ese mismo mundo de juegos y fantasías, y desde entonces siempre he sido muy aficionado a la fantasía.
—¿Tus padres te dieron algún consejo al involucrarte en el mundo de los medios?
—Los consejos son constantes, pero nunca fue como “El rey león” antes de la gran misión que el tipo te dice: “Confío en ti”. No, no es así. Es como que mientras vas creciendo te van impartiendo estas cosas, te van mostrando un poco qué necesitás en este mundo. Es perspectiva. No mirar todo a través de tus ojos porque no funciona. Es como tratar de ponerse en el zapato de los demás. Creo que más allá de lo que me dieron mis viejos, lo fui aprendiendo yo. Mis viejos siempre me avalaron: “Llevate bien con los demás, porque los demás hacen que lo que vos puedas hacer sea posible”. Siempre estuvo el “sé vos, pero no seas boludo”. Y por suerte creo que la gente que tengo alrededor ha hecho que trabajar sea bueno y sea posible, porque esa gente también es buena conmigo. No te podes llevar bien con la gente que te trata mal, pero por suerte he trabajado con gente que me trata muy bien.
“No nos pasó que nuestra vida haya sido super épica. Siento que soy privilegiado por todo lo que mis viejos trabajaron para darme la vida que tuve”
Luca transitó su niñez en medio de una intensa exposición mediática de sus padres, quienes, en el apogeo de sus carreras, en ciertas ocasiones, sufrían la persecución de los paparazis. Siendo consciente del privilegio de provenir de una familia destacada en el mundo de los medios de comunicación y el ambiente artístico, Luca ve a sus padres como personas comunes puertas adentro, experimentando las mismas realidades que cualquier otra familia.
La separación de sus padres cuando era muy pequeño llevó a cada uno a construir nuevos vínculos, resultando en que Luca tenga cuatro hermanos. Nancy formó pareja con el famoso actor Pablo Echarri, con quien tuvo dos hijos, Morena y Julián. Por otro lado, Matías Martin, recientemente se separó de Natalia Graciano, con quien también tuvo dos hijos, Mia y Alejo
—¿Cómo viviste tu infancia entre tanta ficción y la magia de los medios? y ¿qué cosas naturalizaste que hoy te das cuenta de que no eran comunes?
—Hay cosas como del mundo exterior, por ejemplo, que empezás a normalizar, cómo la gente trata a tus viejos y cómo la gente te trata a vos. Nunca nos pasó que nuestra vida haya sido super épica, tengo una vida muy privilegiada, estoy muy agradecido por todo lo que mis viejos trabajaron, para darme la vida que tuve, la infancia que tuve, que fue muy linda, pero más allá de eso no había cosas que marcaran la diferencia. Era muy parecido estar con mis viejos que estar con los viejos de cualquier otro, excepto con el mundo exterior. La gente te trata diferente, tanto para bien como para mal, hay mucha gente que es muy amorosa en la calle que ni conocés, pero que a mi mamá o a mi papá los conocen de toda la vida, de estar en calzoncillos en el living, escuchándolos, viéndolos, y para ellos eso ya es como una amistad. Esa gente trata con amor a mis viejos y a mí me trata con amor. De chico no sabés cómo procesar ese amor porque es como “no te conozco”, pero por suerte tanto mi viejo como mi vieja nunca fueron bananas ni locos, siempre reciben la buena onda bien y la mala onda es como “tomátela”. Ya han visto la cantidad de veces que han atacado a mi madre y a mi padrastro, y ellos se defienden, mantienen la cara normal y devuelven lo que tienen que devolver. Yo admiro mucho a mis viejos por no tener miedo al uno a uno con la gente, no tener miedo al qué dirán. Eso tiene mucha valentía y demuestra que no tienen un ego tan grande. Para que te puedan decir todas esas cosas, tenés que, en serio, creer en vos y creer en los demás y bancártela. Para mí eso es algo muy lindo.
—¿Cómo viviste vos esas críticas? ¿Te advirtieron tus papás que podía pasar?
—Siempre fui un pendejo medio interesado en el ojo público, en lo que está pasando, por así decirlo, así que te enterás por un lado u otro las opiniones de tus viejos antes de escucharlas uno a uno. A veces lees en un diario una cosa, escuchás en una nota otra, seguramente le va a pasar a mis viejos ahora conmigo, que escuchan que digo algo y “no sabía eso”. Pero nunca me agarró el “no puedo creer, todo este tiempo es que estabas politizado, estabas politizada”; no, siempre lo supe, en casa te comparten sus ideologías como vos compartís las tuyas.
“Al saber quiénes son mis padres la gente te trata diferente, tanto para bien como para mal”
—¿Qué pensás que heredaste de tu padre y de tu madre?
—Los ojos, las orejas de mi padre. Creo que hay un montón de cosas. Nos pasamos un montón de cosas de generación en generación, sea eso una cosa buena o una cosa mala, por lo general es medio irrelevante. Yo creo que lo que más saqué de ambos, es la fuerza, porque los dos constantemente se prueban una y otra vez y son fuertes, se la bancan, les importa lo que hacen, creen en lo que dicen, no se andan con rodeos, no tienen la manía de decir algo y después ir para atrás, que es algo que yo detesto. No está mal cambiar de opinión, lo que sí está mal es saltar de opinión en opinión, y creo que eso lo saqué de los dos: una convicción de creer en lo que creo. Yo ahora, en este año, estuve más verbal sobre lo que creo. El motivo por el cual no me da miedo opinar, sin importar los malos comentarios y perder amistades y lo que sea, es porque mis viejos me dieron esa convicción de “creé en lo que pensás, creé en lo que decís, ¿sino para qué carajo estamos hablando?”. Yo no quiero ser alguien que diga nada, quiero decir algo.
—¿Qué día sentiste que tus padres necesitaron de vos y que día vos los necesitaste más a ellos?
— Nunca nos llamamos así en un plan de “te necesito”; siempre que pasa algo uno o el otro lo sabe. Siempre que pasa una tragedia o sucede una situación fuerte o necesitan hablar con el otro, es como instintivo, ni siquiera hay que decir “te necesito”; es “estoy yendo”, nos apoyamos, nos entendemos.
“Yo admiro mucho a mis viejos por no tener miedo al uno a uno con la gente, no tener miedo al qué dirán.”
—¿Cómo manejaste la separación de tus papás?
—Nací con mis viejos separados. La estructura familiar no es precisamente lo mío, no porque no quiera tenerlo sino porque no es lo que yo viví. Yo tuve dos familias toda mi vida. Nací en una casa, estuve un año, después mis viejos se separaron y entendés que vas de casa en casa y en ningún momento, me parece, en la mente de un nene de 2, 3, 4 o 5 años hay esa duda de “la estructura familiar ¿qué pensará la Iglesia?”.
—¿Te sentís un poco presionado por ser el “hijo de” o tener la responsabilidad de tener padres muy reconocidos en los medios?
—Es más una presión que siento que los demás quieren poner un poco en mí. Siento que hay gente que, al tener una expectativa personal sobre lo que necesitan de lo que consumen, del arte o del periodismo o lo que sea que consuman, tienen como una expectativa personal y creen que vos, al venir de un nido de expectativas, tenés que cumplirlas. Una de las primeras cosas que aprendí cuando decidí meterme en la tele, en el arte, en el cine o lo que sea, es que vos tenés que hacer tus propias expectativas. Yo no me puedo valer por lo que los demás quieren, creen o esperan. Puedo hacer lo que yo quiero y si lo que yo quiero le gusta a la gente, buenísimo; y si lo que yo quiero no le gusta a la gente y bueno, no lo verá nadie, pero por ahora espero que lo que estemos haciendo les esté gustando.
“La estructura familiar no es precisamente lo mío. Yo tuve dos familias toda mi vida”
—¿Qué recordás del primer día que entraste al set a grabar con tu papá?
—El primer capítulo que grabamos fue un piloto y era mucho más precario, mucho más simple, no estaba todo listo. Me empezó a pegar esa sensación de “estamos acá” cuando ya iba el cuarto o el quinto, cuando ya hiciste una semana o hiciste cuatro días de trabajo fuerte y estás cansado y tenés que hacerlo todo de vuelta. Ahí me agarró por primera vez ese achaque, ese pequeño feeling en el corazón de “esto es de verdad, esto va a pasar, esto puede funcionar, puede ser real”. Me pasó la otra vez que volvimos del estreno de las películas de Bob Marley con mi papá, él me dejó en casa y tuve un breve segundo en que freno, lo veo y le digo: “Estamos trabajando juntos”. Me cayó la ficha. Nos dimos la mano con un beso como siempre y cada uno por su lado. Me sigue cayendo todos los días un poco, cuando lo veo en la tele también a veces que tengo una tarde un poco libre, me lo quedo viendo y digo “es de verdad”.
—¿Qué programas consumís? ¿Qué conductores?
—Y esto es culpa de mi novia. Vemos por lo general a la noche, era algo que hacíamos más en el verano, hoy en día hacemos un poco más denso por el tema “Gran hermano”, pero veíamos “Bendita”, nos divertía un poco la idea de este periodismo anti periodismo. Es como que vamos por el lado más cómico porque lo que creemos, o por lo menos yo creo, que el tono satírico, el toque sarcástico que trae “Bendita” es lo que hace falta. El tema es que es muy sarcástico, es al máximo, extremo, a mí me gustaría hacer algo más en medio del camino.
—Los programas de chimentos en algún momento han hablado de tus padres ¿alguna vez viste algún informe? ¿te molestó o no te importa?
— Me chupa un huevo. Aparte porque esos informes están re mal informados, o sea son chamuyo por 25 minutos y no están diciendo nada. Dicen nombre de la persona, dato de lo que creen que pasó, “hospital y bla, bla, bla, bla”. Son un sketch de Capusotto. A la que más banco es a Carmen, que por lo menos se divierte, ¿tan difícil es pasarla bien cuando hablamos? Ella, por suerte, le pone tanta onda. Y cuando veo a alguien hablando de mis viejos digo: “Esta persona no tiene ni idea dónde está el piso”. Así que ¿qué me va a ofender?
“Algunos programas de chimentos son un sketch de Capusotto. A la que más banco es a Carmen, que por lo menos se divierte”
Durante su infancia Luca sufrió las cargadas de algunos de sus compañeros de colegio. Sin embargo, él asegura que tener un núcleo que contención y aprender a defenderse de esas críticas lo ayudó a crear su carácter y a manejarse en la vida.
Si bien actualmente hay conciencia de que no se debe opinar sobre el físico de otras personas, aún las redes sociales y algunos espacios de la vida cotidiana siguen promoviendo esa mala costumbre. Este es el consejo del conductor para los jóvenes que sufren ante este tipo de comentarios.
—¿Cómo te manejaste en el colegio con tus compañeros? ¿Te cargaban, te decían algo?
—Yo era un chiquito gordo ¿cómo no me van a haber cargado? Pero siempre me supe defender y ante todo siempre tuve buenos amigos. Lo mejor que puedo decir de mi secundaria y primaria es que siempre tuve buenos amigos, nunca me quedé callado. Hay una diferencia entre ser un chico gordito y ser un chico gordito que viene de la familia que vengo yo que no me importa un carajo. Me podés decir algo y te lo voy a devolver, hermano, obviamente me he puesto nervioso y la he pasado mal, pero así es la secundaria, así es la primaria. Creo que lo que aprendés ahí es a defenderte y a valerte de la gente que importa, de tener amigos.
—¿Qué le dirías a un chico gordito que está hoy en la primaria y que quizás no sea tan valiente o no tenga una familia como la que tenés vos?
—Yo fui un chico gordito en la primaria, en una situación privilegiada y de amor y suerte. No solo se trata del privilegio de mis padres que tenían buen trabajo, porque el hijo del ingeniero puede tener padres con buen trabajo y no tiene nada que ver. Tuve padres que siempre me dieron amor, siempre me entendieron, y amigos que siempre me acompañaron. Quiero decirle a ese chico con sobrepeso que se siente mal en la primaria o secundaria actualmente, que lo mejor que puede hacer es no alejar a las personas que le brindan apoyo. Un error muy común de las personas solitarias, especialmente en la primaria y secundaria, es alejar a los demás por miedo. Estás tan acostumbrado a pasarla mal que alejás a todos, no querés que nadie te toque ni te hable porque temés que te lastimen. La gente puede ser mala, pero también está desesperada por amor. Todos necesitamos compañía, así que no se aparten por miedo a ser lastimados. El 90 % de la vida es sufrimiento, así que perdónense a sí mismos, no tienen la culpa, y perdonen a los demás, no todos tienen la culpa. Así es como hice la mayoría de mis amigos, simplemente yendo hacia aquellos que me brindaban buena onda. ¿Alguien te mostró simpatía? “Bueno, ¿qué te gusta? ¿Te gusta Marvel? A mí también me gusta Marvel. ¿Te gustan los cómics? A mí también me gustan los cómics”. Y así, simplemente compartiendo intereses, podés conocer a alguien. Sé que da miedo, pero hay que intentarlo.
“Hay una diferencia entre ser un chico gordito y ser un chico gordito que viene de la familia que vengo yo que no me importa un carajo”
—¿Qué te gustaría decirle a tus padres que nunca les dijiste?
—No hay nada que nunca les haya dicho. Hablamos mucho de todo, no hay ningún tema que no nos hayamos animado a tocar. Ya sea sobre romance, temas serios de trabajo, asuntos con amigos, cuestiones familiares, o mis propios temas personales de ansiedad o depresión, lo que sea. Nunca he tenido miedo de hablar con mis padres de nada. Así que si tuviera que decirles algo, sería simplemente: los quiero.
—¿Cómo manejás el tema de la depresión y la ansiedad?
—Todo el mundo tiene depresión, es normal. Hay alguien que dijo que la depresión es ira invertida hacia adentro, una ira que queremos expresar al mundo pero que dirigimos hacia nuestro interior. En mi caso, que no considero que sea extremadamente grave, tengo ansiedad no medicada, dislexia y otros problemas más limitados. Mi recomendación, aunque no tengo la solución definitiva para la depresión, es no permitir que la depresión nos controle. Es importante darle entidad a las voces internas que nos dicen que somos suficientes, que podemos lograr lo que nos propongamos. Es crucial creer en uno mismo y en la posibilidad de brillar un poco. Todos tenemos un destello dentro de nosotros, tal vez no sea propio, pero está presente en nuestras familias, amigos, mascotas, e incluso en aquellos que nos rodean en el trabajo. Este brillo se refleja en los amores pasados y presentes, en las pequeñas señales de la vida que nos muestran que la depresión no es lo único que existe.
“Sean excelentes el uno con el otro, trátense bien”.
—¿Qué mensaje o legado te gustaría dejar en las próximas generaciones?
—Un mensaje de una gran película con Keanu Reeves y Alex Winter que se llama “Bill & Ted’s excellent adventure”: sean excelentes el uno al otro, trátense bien. Lo mejor que puedo tratar de decir en este momento es: exorcicen lo malo, cuídense, edúquense, por favor, es muy difícil educarse a uno mismo, pero hoy en día con Internet está tan en las manos de todos tratar de educarse y, al mismo tiempo, sean bondadosos el uno al otro. Es re difícil hacerlo, pero tratemos de entendernos. Quiéranse, por favor. Ya sé que es un meme lo que estoy diciendo. Me pone mal tener que decir: “Che, ¿y si tratamos de querernos un poco?”, es gracioso pensar que hay que decir que tratemos de llevarnos bien.