Florencia Álvarez, con apenas 20 años, se convirtió en una sensación en las redes sociales gracias a sus cautivadores videos en los que canta en el subte y en las calles de la ciudad de Buenos Aires.
Con un repertorio que incluye tanto covers como temas originales, conquistó los corazones de sus seguidores, quienes están siguiendo de cerca su ascenso en la industria musical. En plataformas como TikTok, cuenta con más de 2.5 millones de seguidores, mientras que en Instagram alcanza los 1.6 millones.
Su historia de vida es inspiradora y está marcada por la superación. A pesar de haber vivido en hogares de niños y de haber pasado por momentos difíciles, incluyendo periodos en los que estuvo en situación de calle, nunca perdió la esperanza ni abandonó su sueño de triunfar como cantante. Hoy, esa perseverancia está empezando a dar sus frutos.
“Mi infancia estuvo marcada por series como ‘Casi Ángeles’; miraba todas las series musicales”, confesó la joven artista, quien en poco tiempo realizó colaboraciones con destacados nombres de la música como el cantante y productor uruguayo Fer Vázquez y el reconocido rapero Rusher King.
Nace una estrella
Antes de que sus videos se volvieran tendencia en las redes sociales, Flor trabajaba en atención al público en un comercio. Ese empleo que le permitía pagarse un techo donde vivir. Pero un día una charla habitual con un cliente le dio un giro a su vida y le abrió las puertas a iniciarse en la música.
Pollo: —¿Cómo arranca todo?
Flor: —Yo trabajaba en una panchería, hamburguesería, en Liniers. Había un cliente que venía y le ponía mayonesa y salsa golf al pancho. Siempre me acordaba de lo que pedían casi todos los clientes. Yo siempre fue re simpática con la gente y el venía vestido bien gaucho con poncho, la boina, la guitarra. Un día le digo: “Tocate una zamba”. Y me miró, levantó una ceja y me dijo: “¿Vos cantas?”. Yo cantaba algo de folklore, pero es algo que no se canta así no más. Ahí pensé: “¿Qué le puedo cantar que le guste?”.
Pollo: —¿Todo esto mientras estabas preparándole el pancho?
Flor: —Sí, si mientras lo atendía íbamos hablando. Le entrego el pancho y pongo el tema Para siempre de Kany García. Es medio folklore, pero moderno. Puse un karaoke, canté y él me dice: “¿Qué haces acá?”. Y yo le digo: “Y… trabajo”. Y me dijo de nuevo: “Pero ¿qué haces trabajando acá?”. “¿Dónde voy a trabajar?”, le pregunté. Y él me responde: “En el subte”. “Tengo entendido que hay como una mafia ahí. Yo no me quiero meter en problemas. Estoy tranquila acá. Me gusta hacer panchos”, le contesté. Pero ahí me dijo: “Te espero el lunes a las seis de la tarde en San Pedrito. Yo te hago entrar al subte”. Y yo no iba a ir. Estaba dudando y mi compañera me dijo: “No seas tonta. Andá”.
Pollo: —¿Tenías que pedir permiso en el trabajo o era fuera de tu horario?
Flor: —Tuve que pedir permiso, pero siempre me llevé bien con mis jefes. Son copados. Finalmente, fui al subte y me temblaban las piernas de los nervios.
Pollo: —¿Qué llevaste para ir a cantar?
Flor: —Un ukelele. Yo estaba nerviosa y solo miraba como iban pasando las estaciones de San Pedrito a Plaza de Mayo y de Plaza de Mayo a San Pedrito. Cantaba mirando el tablero porque no podía mirar a nadie de los nervios. Este hombre me explicó cómo se trabajaba ahí, los horarios y me presentó como su ahijada. Entré al subte apadrinada por El Turco, que era leyenda en el subte, en el Sarmiento. Es un hombre grande bastante respetado así que ya entré como con una coronita. Me apadrinó musicalmente y empecé a trabajar ahí cantando en el subte.
Pollo: —¿Y te iba bien?
Flor: —Sí, me iba bien. La gente siempre lo recibió bien y ganaba más que en la panchería.
El subte
Su primer “escenario” fueron los vagones y su público los pasajeros eventuales de ese transporte público que reconocían su trabajo no sólo con dinero sino también con halagos por su talento. Hoy, con una carrera en ascenso que busca un espacio en la industria musical argentina, Flor recuerda con emoción sus inicios y esas palabras, aplausos y aliento que recibió de sus primeras presentaciones callejeras.
Pollo: —¿Qué te pasa cuando pensas en tus inicios en el subte?
Flor: —Me emociona. Literal es el inicio. El subte a mí me abrió un montón de puertas y fue un lugar del que nunca recibí nada malo. Era como un refugio. Al estar en el subte ya estaba viviendo de la música. Estaba viviendo de lo que cantaba, de esos momentos lindos con la gente. Algunos me decían: “Vas a llegar muy lejos”. A mí me daba vergüenza, les decía gracias y me iba a otro lugar. Otros me decían: “Qué hermosos que cantás”. Y a mí eso ya me alegraba el día. Que la gente tenga una esperanza conmigo es lindo.
Pollo: —¿La gente no sólo te daba algo de plata por tu arte sino que te decía cosas lindas en el subte? ¿Es un recuerdo lindo de tu vida?
Flor: —Sí, estuve un año y medio o dos años. Pero iba todos los días. Los domingos también, eran los mejores días.
Pollo: —¿Lo extrañas?
Flor: —Sí. No cambiaría por nada subirme a un escenario y hacer lo que hago ahora con los shows. Pero sí me gustaría volver algún día. Es algo que lo charlé con mi equipo y me dijeron que un día vamos a ir a cantar de nuevo ahí. Tal vez disfrazados, para sorprender.
Adopción
Sufrió el abandono de su familia biológica, vivió en un hogar de niños y luego fue adoptada junto a sus hermanos. Sin embargo, esa nueva familia no funcionó como un espacio de contención y ella terminó intercalando estadías entre hogares y la calle.
Su historia conmueve por su resiliencia. A pesar de perderlo todo, siempre luchó por encontrar una salida.
Pollo: —¿Cómo está compuesta tu familia?
Flor: —Mi familia es rara en realidad. Me adoptaron de muy chica. Entré a un hogar a los 3 años y a un mes de cumplir los 7 años, me adoptó una pareja. Yo estaba con mis hermanos de sangre. Somos cuatro.
Pollo: —¿Estaban todos juntos en el mismo hogar?
Flor: —Sí, nos adoptaron a los cuatro. Pero la familia se fue como dividiendo muy rápido. Una de mis hermanas estuvo internada, otra se escapó y quedamos los más chiquitos. Mis papás se separaron y habían actitudes feas, malos tratos. Y yo decidí volver a un hogar porque soy una persona que no se permite sufrir. Sufrí muchas cosas, entones dije: “Ya está. Basta”. Ahí volví al hogar y estuve hasta los 17 años, entre algunas escapadas.
Pollo: —¿Te podés ir cuando querés en un hogar?
Flor: —Es ilegal que te retengan en un hogar, aunque también es ilegal que un niño esté en situación de calle.
Pollo: —Vos cuando te ibas del hogar, ¿vivías en la calle?
Flor: —Sí, dormía en autos abandonados. Tuve a mis compañeros del hogar que me cuidaron mucho en la calle. Teníamos un grupito. Yo era la única chica. Tenía 15 años. Ellos tenían 20 y siempre me cuidaron. Me preguntaban si había comido, me decían dónde podía bañarme. Nos cuidamos entre nosotros.
Pollo: —¿Cuántos años viviste en la calle?
Flor: —No llegué a vivir un año entero. Estaba algunos meses y decía: “No quiero esto para mí”. Y volvía al hogar. Pero también ahí a veces pasaban situaciones medio raras que no me gustaban, entonces no quería estar ahí y volvía a la calle. Era un constante ida y vuelta porque no encontraba un lugar para mí.
Pollo: —¿Y cómo está la situación con tu familia ahora?
Flor: —Volví a retomar el vínculo con mi papá a los 17 años. Con mi papá nos llevamos super bien.
La magia de las redes sociales
Flor logró notoriedad a partir de los videos que ella misma subió a TikTok y a Instagram cantando en el subte y en la calle. Los likes comenzaron a acumularse y su música empezó a llegar a cada vez más gente.
Ese fue el disparador para crear una comunidad que la sigue, la apoya y la acompaña en este camino artístico.
Pollo: —¿En qué momento empezó a suceder las magia en las redes sociales?
Flor: —Una vez subí un reel tocando en el subte. Tenía los pelos para cualquier lado y pensaba ese video no lo va a ver nadie. Lo subí y empezó a tener como 700 mil reproducciones en mi Instagram. Siempre subía cantando temas míos, pero después subí otro, “El amor de mi vida” y llegó a tener 30K de me gusta. Una locura. Ahí me apareció en Instagram un botón para llamar y decía que alguien me iba a asesorar sobre cómo manejar la cuenta. Cuando me comuniqué, me atendió una chica que me dijo: “Me encanta tu música”. Me dio consejos y empecé a subir más videos. Y me di cuenta que había algo con ese tema porque en el subte me iba bien, al gente lo aceptaba bien y lo aceptó en ese video. Y ahí dije: “Tengo que hacerlo de otra manera”.
Pollo: —¿Cuál era el tema?
Flor: —El amor de mi vida. Yo en ese momento no tenía celular, pero un amigo tenía un iPhone. Le dije que me grabara en la plaza y yo me reía porque la gente pasaba y me hacía gestos como que cantaba bien. Lo subí, me puse a trabajar en el subte y empezó a tener una banda de me gusta. Lo llamo a Alan, que es mi representante, y le dije: “Se despegó el tema”. Y al día siguiente tenía muchísimas reproducciones. Ya ni me acuerdo cuánto.
Pollo: —Además de tu público fiel, tenés muchos famosos que te empezaron a seguir y te likean, ¿sabes quienes te siguen? ¿le das bola a eso?
Flor: —No, lo tengo muy explotado. Agarro y veo cosas al azar. Tengo algunos artistas que sé que me siguen. Cuando me empezó a seguir Fer (Vázquez), Rusher King, FMK, no lo podía creer. Fue como (hace un grito). Marcela Morelo, Natalia Oreiro. Le conté a mi papá y se volvió loco. Yo veo las redes, pero a veces no llego a estar en todas porque estoy respondiendo TikToks, viendo lo que pasa en YouTube, mensajes de Twitter, lo de Facebook. Está todo tan explotado…
Pollo: —¿Podés creer lo que te está pasando?
Flor: —Sí y no. Lo tomo tranqui. Lo creo y digo: “Wow”. Pero a veces también digo: “No, no puede ser”. Fue todo muy rápido.
Pollo: —¿Con quién te gustaría grabar?
Flor: —Con Niki (Nicole), Carol G, que la amo y me encanta. Y mi top, la que más admiro es Christina Aguilera. Siempre la escuché desde muy chica.
Juego de millón
Como ya es habitual en Casino Resort, el Pollo le presentó a Flor una valija con 1 millón de dólares y la invitó a destinarla a lo que ella quisiera comprarse o en lo que le gustaría invertirla.
“No soy una persona materialista porque estoy acostumbrada a no tener nada, pero es lindo darse los gustitos de comprarse cosas. Ahora que puedo comprarme zapatillas, me las quedo mirando como una hora. No puedo creer tener más de un par”, reconoció emocionada.
Pollo: —Este juego es para fantasear qué te gustaría hacer con todo este dinero. ¿Qué comprarías Flor con un millón de dólares?
Flor: —Tengo un sueño. Me gustaría poner un hogar, pero artístico. Que sea no solo de música, que tenga una sala para baile, un estudio, telas, un espacio para circo. Que sea un hogar que tenga todos esos espacios. Creo que invertiría todo en eso.
Pollo: —¿Hogar para gente en situación de calle?
Flor: —Claro que tengan solamente accesibilidad los chicos que pertenecen a hogares y que haya cosas de primer nivel, que haya profesionales para atender a todos, psicólogos, acompañantes, etc.
Pollo: —Y entre la propiedad, los profes y mantenerlo… sí, puede llegar a ser que necesites el millón de dólares.
Flor: —Sí, pondría todo ahí porque es un sueño. A mí me hubiese encantado vivir en un lugar así. Pero no son así en realidad. Empecé a tocar el ukelele estando en un hogar. Me enseñó un operador. Pero sería lindo que haya profesores que te enseñen muchísimas más cosas. Pero cuando estás ahí no tenés posibilidad pedir nada. Lo haría de adolescentes, especial para esas edades.
Los obstáculos que atravesó en la vida no le quitaron su sonrisa característica. Sus sueños de poco se van cumpliendo, aunque aún le queda mucho camino por recorrer. Con talento y esfuerzo, avanza en pos de un objetivo que parece más alcanzable a partir del empujón que le brindaron las redes sociales para llegar cada vez a más personas.