Se trata de su octavo libro en 18 años, desde aquel Contrato de señoritas: ni putas ni sumisas, publicado en 2006. “Pero este es distinto al resto -advierte Gisela Marziotta-, porque es artístico”. Argentina Iluminada encuentra su origen cuando, luego de tantos meses de sombras, la pandemia dejaba vislumbrar algo de claridad. Y por entonces el país necesitaba -tanto como hoy- que aquellas personalidades relevantes que surgieron en nuestro suelo –”los íconos populares”, como los define la periodista y escritora- aportaran su brillo.
Nació entonces una sociedad creativa: Marziotta, aportando su pluma para las biografías realizadas tras un exhaustivo trabajo de investigación, y el artista plástico Alejandro Marmo -responsable de la emblemática imagen de Eva Perón sobre la avenida 9 de Julio- sus esculturas.
Así, desde Tita Merello a Rodolfo Walsh, pasando por Gustavo Cerati, Carlitos Balá y Mercedes Sosa, llegando a Diego Armando Maradona y reparando en Raúl Alfonsín y la propia Evita, entre tantos más: cada uno de ellos tiene su obra de hierro, y una rica reseña -con información y anécdotas - que describe el legado y la trascendencia para la Argentina.
“Surgió la idea de empezar a iluminar un poco porque con la pandemia estábamos un poco apagados -remarca Gisela, diputada nacional del Frente de Todos-. Y el arte es esa herramienta a la que uno recurre para poder salir. Yo sentía que la Argentina necesitaba, y que seguimos necesitando como argentinos y argentinas, un poco de luz. Bueno, esto es un montón de luz: la obra de Alejandro y el legado que nos dejaron los que están representados en estas obras. Ese es el concepto del libro”.
-¿Cómo fue elegir los personajes?
-Fue un poco un ida y vuelta con Alejandro, porque él también debía tener una conexión para poder hacer cada obra. Y a su vez, sentir una conexión con eso que él hizo, y sentir la luz y la empatía con ese personaje. Fuimos eligiendo los lugares y los momentos. (La escultura de) Carlitos Bala en la Línea 39, porque es la línea en la que viajaba y donde empezó a hacer humor: arriba de un colectivo 39. Tratamos de buscarle un significado a los lugares donde los pusimos. Alfonsín, en Chascomús. Y todo ese ida y vuelta fue creciendo un montón, hasta que se convirtió en un libro.
-Además de las imágenes, el libro es de una calidad hermosa.
-Tiene una edición, un papel, una calidad de las fotos, y un nivel y una exigencia de la corrección de los textos... En Editorial Octubre trabajan increíble, con un compromiso enorme desde el contenido, la rigurosidad y lo estético. Eso debía tener: un criterio estético precioso, porque es un libro de arte.
-En el libro se te presenta como “mamá de Rafael y Alfonsina, hincha de Boca y peronista”. Que no te saquen de esas tres… Te vi feliz votando en Boca.
-Llovía un montón ese día. Y dije: “Bueno, voto y me voy”, ¿viste?, porque estaba hecha sopa. Y me quedé un montonazo de tiempo porque era una fiesta: fue una jornada rodeada de mística y con un resultado que me puso muy contenta. Ahora tenemos algunas dificultades respecto a la propuesta (de las sociedades anónimas) que tiene el Gobierno sobre los clubes. Para mí, los clubes son de los socios y las socias, y no era así para el candidato que competía con Riquelme, y que perdió las elecciones.
-Quiero ir a la periodista. ¿Cómo es dirigir cinco radios hoy, en este contexto?
-Es un montón. Y a esta altura del año es la etapa más difícil porque es cuando tenés que cerrar la programación, con los conductores, las conductoras, los columnistas, las columnistas. Todo es así, como todo es mucho. Me encanta el desafío de organizar, armar, pensar, repensar, porque requiere de muchísima planificación.
-¿Y cómo se planifica una programación con este escenario inflacionario?
-¡Uff! Este año es particularmente complicado no solo por la inflación, sino por esta decisión del Gobierno de no tener pauta oficial en los medios de comunicación por un año. Eso nos trastoca. Pensá que armamos un presupuesto contando todos los ingresos que hubo durante el año que transcurrió, más la inflación proyectada, la que se estima, que por lo general se hace en función del presupuesto nacional, que este año no tenemos. Con todo eso, más la pauta que se había recibido, calculás un porcentaje para el próximo año. Bueno, ahora se está armando un nuevo presupuesto, que no lo terminamos todavía: a esta altura ya debería haber estado cerrado.
-Todavía cuesta ver mujeres en cargos directivos en medios importantes.
-Sí. Y también cuesta que se sepa que estamos, porque muy poca gente sabe, incluso hasta colegas, que soy la directora de Aspen, Like, Mucha Radio. De Blackie, que tiene música nacional y popular. De La 750. O a la mejor saben, pero prefieren hacerse los que no saben. Todavía estamos en una instancia que no es tan aceptado. Nosotras tenemos otra empatía en función de que también conocemos nuestra realidad en la sociedad, y de lo difícil que es ocupar esos espacios, sostenerte, y que te respeten en esos espacios, porque no es lo mismo lo que tenemos que demostrar para después lograr ese respeto. Con el paso del tiempo y cuando más grandes somos, ahí sí lo vamos logrando. La juventud no es una buena aliada de las mujeres para lograr cierto respeto profesional. Es tremendo lo de ser mujer y joven.
-Y linda.
-Parece que es una combinación fatal. Así que agradezco estar cerca de los 50 porque ya siento que es como que ya de pronto, aunque sea por edad… Es tremendo lo que estamos diciendo. Es muy grave.
-Las nuevas generaciones lo tienen un poco más claro, ¿no?
-Sí, muchísimo más claro. Y sobre todo los varones de las nuevas generaciones, donde tienen incorporada la paridad de forma natural.
-Estos chicos son hijos de nuestra generación: ahí parece que algo hicimos bien.
-Algo hicimos bien. Ya tienen adquirida una deconstrucción. No es una generación que tenga que deconstruirse, como la nuestra. Yo fui educada en una familia tipo: mamá, papá, un hermano más chico, varón. Y en esa casa donde el papá salía a trabajar y la mamá se quedaba en casa. Y si a mí en un momento me preguntabas: “¿Qué hace tu mamá?”, yo decía: “Nada”. Hasta que empecé yo mi etapa de deconstrucción, y a reconocer y darle valor a ese trabajo que se hace dentro del hogar.
-¿Esa casa era peronista?
-No. Te diría que todo lo contrario.
-¿Cuando aparece en vos la militancia peronista?
-Desde muy chica. Yo quería ir a la escuela pública: tenía unas grandes peleas con mi mamá y no logré el cambio. Pero sí empecé a militar en un comité radical alfonsinista en Caballito, básicamente por antimenemista: Menem iba por la educación pública. Uno de los grandes motores que me acercó a la militancia es la defensa de la educación pública. Y después, cuando me dediqué a ser periodista, sentía que era incompatible la militancia política con el periodismo. Error. Ahora no creo en eso, pero en ese momento dejé la militancia y empecé a dedicarme exclusivamente al periodismo. Hasta que ganó Macri, y ahí sentí que tenía que salir a poner el cuerpo a defender lo que habíamos logrado durante los años de Néstor y de Cristina. Y sentía que tenía que ser más allá del periodismo, porque el periodismo cuenta lo que pasa, pero no puede resolver lo que pasa. La herramienta de la transformación es la política.
-Y desde que te involucraste activamente en política, te convertiste en legisladora. ¿Cuántas veces dijiste: “¡Para qué!”?
-No, bueno, como todo el tiempo. A mí me gustaría poder hacer más de lo que hago. Siento que es poco. Siento que el poder legislativo podría hacer mucho más de lo que hace: todavía tiene tiempos viejos, antiguos, porque las necesidades que hay que resolverle a las personas van mucho más rápido de lo que el de lo que el poder legislativo es capaz de legislar.
-¿Cómo van a subsistir los medios que dependen de la pauta oficial?
-Los medios más chicos no van a poder. No tienen forma de supervivencia. Las personas que trabajan en esos medios se van a quedar sin trabajo. Yo no quiero que eso suceda, pero lamentablemente, ese es el escenario. Y por otro lado, lo que pasa cuando estos medios más pequeños cierran, además de perjudicar a los trabajadores y trabajadoras, es que se silencian voces. Estos pequeños medios aportan un marco de mayor pluralidad a la comunicación, saliendo de la información hegemónica que tienen los grandes medios de comunicación, que son los que podrán sobrevivir.
-Ante la emergencia que atraviesa el país, ¿sacar la pauta por un año no te parece una medida acertada?
-En cuestión de los números, no tiene un impacto relevante. Es una decisión política más que económica. Insisto, no es solo dejar a las personas sin trabajo, que es un montón, sino también silenciar voces que son muy necesarias a la hora de consolidar la democracia. Sino, caemos pura y exclusivamente en esos grandes medios que pueden sobrevivir sin pauta.
-¿Qué te pasa con este revisionismo de los 70 que estamos viviendo?
-Me preocupa, porque yo sentía que habíamos logrado instalar una política de Estado respecto de los derechos humanos. La inicia Néstor Kirchner, pero se sostuvo e incluso hasta sobrevivió al macrismo. Junto con otros diputados presenté en el Congreso un proyecto para penalizar el negacionismo, y para impedir el ejercicio de cargos públicos de quienes niegan cualquier tipo de terrorismo de Estado.
-¿Como sucede en Europa con el nazismo, por ejemplo?
-Exactamente. Nunca pensé que íbamos a tener que llegar a la instancia de tener que presentar un proyecto de estas características. ¿Viste cuando creés que hay un tema que ya está, que no hay que debatirlo más porque estamos todos de acuerdo? Bueno, evidentemente, ahí nos equivocamos. Me hago cargo de ese error. El “ya está” es sumamente peligroso. Nunca está nada.
-Hay derechos que uno pensaba que ya estaban, como el matrimonio igualitario o ciertas libertades individuales. ¿Qué se hizo mal para que todo esto pueda estar pasando?
-Siento que todavía estamos en una etapa muy inicial de cómo despabilarnos de lo que pasó. Todavía yo no tengo la respuesta. Sí sé que hicimos un montón de cosas mal para haber perdido las elecciones como las perdimos con el actual presidente. No siento que ganó el presidente que tenemos, siento que perdimos nosotros, y eso requiere de una gran reflexión de todo este espacio del que somos parte, y de un enorme recambio de toda esa dirigencia, para poder volver a interpelar a la sociedad, y que la sociedad sienta que podemos ser nosotros quienes podemos resolver los problemas. Evidentemente, no resolvimos los problemas de los argentinos y de las argentinas, y por algún motivo la mayoría de la sociedad cree que el presidente que hoy tenemos puede solucionarle los problemas, y no nosotros. A mí me preocupa. Pasé por distintas etapas: estuve enojada, triste, angustiada, y siento que ahora no hay tiempo para todo eso. Ahora hay que revisar, reflexionar, reorganizarse.
-Es importante la autocrítica para entender a una sociedad dolida, preocupada, con un 62% de los chicos y adolescentes por debajo de la línea de pobreza.
-Nuestros resultados fueron horribles. Era muy difícil convencer a alguien de que nosotros íbamos a resolverle un problema habiendo tenido un gobierno peronista que, por primera vez en la historia, tuvo trabajadores en relación de dependencia bajo la línea de pobreza. Y si ese trabajador no nos votó porque está enojado porque no le resolvimos el problema, yo lo entiendo. El problema somos nosotros, que no pudimos hacer lo que se prometió. Pero por otro lado, en la composición del voto al actual presidente, después tenés un sector de la sociedad que no nos quiere, que es el que votó siempre en contra. Ni siquiera sé si creen que este presidente les va a solucionar problemas, sino que, básicamente, no nos quieren votar nunca. Y también lo entiendo: es parte de la historia argentina que fuimos transitando. Y después tenés a los que hoy, directamente, están en condiciones tremendas: “Bueno, votemos a este presidente que ahora tenemos para ver qué pasa”. Sienten que no pueden estar peor. Están tan mal que no hay nada que pueda ser peor. Nosotros tenemos que poder leer todos estos escenarios, esta composición del voto del actual presidente, para poder hacer la reflexión y este recambio que se necesita.
-Ahora voy a la Gisela mamá. Tenemos una gran deuda con las licencias y con algunos derechos de las madres. ¿Alguna vez creés que eso va a suceder en Argentina?
-Bueno, hoy, con este Gobierno, estamos mucho más lejos de todo lo que sea cualquier tipo de ampliación de derechos. Pero las mujeres, particularmente, vamos a estar un poco más complicadas. Hemos escuchado a la vicepresidenta. No hay una perspectiva de género en la fuerza política que hoy gobierna, y así, es muy difícil que nosotros podamos avanzar. Yo era sumamente crítica del Ministerio de las Mujeres, pero lo primero que hizo este Gobierno fue sacarlo. Y ya está.
-¿Cuántos años tienen Alfonsina y Rafael?
-Rafa ya tiene 13. Pasó a primer año: no lo puedo creer. El otro día me mandó un WhatsApp para decirme que tenía ganas de ponerse un arito, así que lo voy a acompañar. Y yo digo, ¿cómo es tan grande que quiere ponerse un arito? Nunca pensé que eso iba a ser tan rápido. Y Alfonsina tiene nueve, pasó a cuarto grado, pero yo siento que todavía es un poco bebé. Es chiquita.
-¿Qué hacés si Rafael te sale de derecha?
-No, no. Ya demasiado que es de River… La cuota la tiene cubierta. Mirá, yo creo que ya no podría pasar por cómo lo veo parado, plantado, por las conversaciones: tenemos debates re interesantes con él. Estuvo estudiando la Revolución Francesa, la Revolución Industrial, la Revolución Rusa, todo al mismo tiempo con lo que pasaba en Argentina. Y yo empecé a escucharlo y me gustaba su posicionamiento: “¡Qué bueno!”, digo. Lo llamaron compañeros que son más grandes que él, y que están militando en el Centro de Estudiantes, para preguntarle si iba a militar cuando estuviera en primer año. Me encanta que tenga un compromiso con determinadas causas, que las tiene como muy naturales. Alfonsina también es así. No sé si tuvieron muchas opciones, pero bueno, las tiene. Uno a los hijos los ama incondicionalmente, pero preferiría que sean de Boca y peronista.
-¿Alfonsina es de Boca?
-No. Es de River. Bueno, vengo de toda una familia de River.
-Vos fuiste la oveja negra.
-Claramente.
-¿Cómo anda el corazón, Gisela?
-Bien, bien. Estoy con los chicos y trabajo un montón; mucho, mucho. Me encanta. Pero siento que sí, que ya ahora. Estoy en una etapa donde los chicos ya son mucho más grandes: no es lo mismo tener una nenita de tres años a una nena de nueve; otro en el secundario. Así que sí, siento como que tengo más predisposición, que no la venía teniendo.
-Estás abierta, puede pasar.
-Y… empiezo a sentir ganas de enamorarme de nuevo. Cosas que yo, antes, nada. Medio que tenía una persiana en ese sentido. Y ahora siento que tengo ganas de eso.
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