Su ex marido no quiso devolverle las llaves de su casa, le bloqueó sus líneas de teléfono y la amenazó con publicar videos íntimos. Se metió en su edificio, siguió todos sus movimientos. Hoy vive con un botón de pánico. El miedo y la vergüenza de vivir con un violento. Las señales y las advertencias que no quiso o no pudo ver.
Fabiana Araujo tiene un botón de pánico desde hace meses, su ex marido tiene una restricción judicial y no se le puede acercar. Fabiana es sinónimo de moda. Fue modelo de alta costura y desde hace muchos años conduce su propio programa de televisión, Donna Moda durante 23 años y hoy ADN Moda. Cálida, firme, elegante, discreta, siempre guardó perfil bajo. Atravesó dos enfermedades graves, cáncer de mama y síndrome de Guillain-Barre y salió adelante. La conocemos fuerte, nunca se mostró vulnerable.
– Los que estamos frente a una cámara o tenemos mucha gente que nos mira ponemos a veces esa especie de coraza porque tenemos que sostener nuestra imagen y porque el otro nos quiere ver bien. Cuando sos modelo al que te contrata para su desfile no le importa si te sentís mal, si te dejó tu novio o si tu mamá se enfermó, vos tenés que hacer tu laburo. Entonces, uno pone la mejor cara y sale.
– Y seguís con la mejor cara. ¿Cómo vivir con un botón de pánico?
– Es como un celular, lo tengo en mi cartera. Si mi ex marido, Alejandro Pérez Escoda, se acerca a menos de 300 metros y siento que puede ser una amenaza hacia mí, aprieto ese botón y automáticamente viene la policía.
– ¿Qué pasa si están los dos invitados a un mismo evento?
– Hace poco, para la gala del Hospital Rivadavia, él fue a ver a la presidenta de la fundación del hospital y le propuso comprar una mesa entera esa noche con la única condición de que yo no fuera. Y la doctora Chugri, muy sensatamente le pidió que se retirara, porque la fundación se ocupa de la salud, también de la salud mental. Le dijo: Fabiana es mi invitada, es cierto que al hospital le vendría muy bien tu contribución, pero no podés coimearme para que no vaya. Porque en esa gala o estaba él o estaba yo.
““UNO VA JUSTIFICANDO SU IRA Y SE VA SINTIENDO CULPABLE DE CREAR ESA SITUACIÓN”
– Hay señales que avisan que estás frente a un hombre violento.
– Las banderas rojas aparecen siempre. Cuando la violencia no es física y es psicológica, empieza muy sutil, te va entrando, limando de a poquito. Estas personas que ejercen ese tipo de violencia, tienen un costado muy encantador, muy luminoso, muy seductor. Entonces fluctuás entre el violento y la persona luminosa. Uno va justificando la ira: se puso mal porque yo dije tal cosa, porque yo hice tal cosa, porque yo no contesté tal cosa. Uno se va sintiendo culpable de crear esa situación.
“AL PRINCIPIO LE PEDÍA PERDÓN HASTA PRÁCTICAMENTE DE RODILLAS”
– ¿Qué hiciste las primeras veces en que te agredió verbalmente?
– Al principio le pedía perdón, perdón, perdón, perdón, perdón hasta prácticamente de rodillas. No quise decirte eso. No quise ofenderte, no quise que te sintieras mal. No quise, No quise. No quise.
– ¿Estaban casados legalmente?
– Nos casamos, Registro civil, sacerdote, Todo. Yo, a los 49, él 55 años. O sea, dos adultos. No era un casamiento así de adolescentes.
– ¿Los primeros meses hubo advertencias?
– Fuimos a Miami una vez y nos encontramos con unos amigos míos que viven allá. Con ellos, cuando yo viajaba sola, nos sacábamos siempre una foto los tres. Cuando fui con Alejandro mi amiga quiso repetir esa foto de los tres, como tantos años. “¿Para qué me sacaste de la foto?” “Sos una negra villera”. “A mí, que me educaron en Europa”. Pegó una piña a la pared del hotel.
– Cuando lo viste tan iracundo, ¿cómo lo justificaste?
– Él se ponía así también cuando tomaba. Dije, se desbordó, le hizo mal el alcohol, qué sé yo, esas cosas. Uno justifica y en esto me hago 100% responsable, porque yo estaba muy enamorada de él, absolutamente enamorada. Decís: ¿cómo lo saqué de la foto? ¿Cómo se me ocurrió?
– Te critica, te insulta y te dice que hacés todo mal. ¿Llega un momento en que te lo creés?
“ME DIJO QUE YO ME HABÍA ENFERMADO PORQUE TENÍA UNA GENÉTICA DE MIERDA Y UNA MENTE PODRIDA Y ME LO CREÍ”.
– En un momento te lo creés. Cuando él me dijo que yo me había enfermado porque tenía una genética de mierda y una mente podrida, yo me lo creí. Yo dije: la culpa es mía, claro, yo me enfermé.
– ¿Hacías terapia en ese momento?
– Sí. Cuando me enfermé con el síndrome Guillain-Barré estaba paralizada en una cama, no podía ni siquiera caminar. Mi terapeuta me decía que tenía que concentrarme en mi recuperación. “Ya vas a tener tiempo de patear el tablero, no es el momento, no podés estar sola”. Después venían estos períodos de sol y él era el Rey Sol, el que te atiende, el que te lleva en brazos hasta la habitación cuando no podía subir la escalera, el que te manda las flores más hermosas, el que te lleva a comer al restaurante más lindo. Entonces decís: esta hora de discusión vale por todo esto maravilloso que vino después, por estos 15 días fabulosos. Hasta la próxima pelea. Las peleas eran entre el día 10 y el día 15. Cuando estaba en el día 12 o 13 sucedían. Podía ser cualquier cosa, podía ser algo del trabajo, algo de su hija, algo que a lo mejor había hecho yo, su madre, su familia, algo.
– ¿Vivías tratando de que nada lo enojara?
– Todo el tiempo. Miedo, pánico, pánico, pánico. ¿Con qué humor vendrá hoy? Cuando abría la puerta y saludaba, yo decía: ¿está todo bien?
– ¿Tenías miedo de que hubiera violencia física?
– Nunca hubo violencia física conmigo, sí era un tipo que tenía brotes de ira. Era tremendo cuando se enojaba, la mirada, las cosas que me decía eran muy hirientes, muy.
– Te dijo frases que son muy fuertes, insultos. Pero además, te echaba de tu casa.
“ME ECHABA DE SU CASA: TE VAS DE MI CASA, TE VAS DE MI CAMA, TE VAS DE MI VIDA”
– Nuestro hogar conyugal era su casa de siempre, en Martínez. Entonces cuando teníamos algún tipo de discusión subida de tono, él me echaba. “Te vas de mi casa, te vas de mi cama, te vas de mi vida”. Se ponía tan loco que yo me iba. Por suerte yo tenía mi departamento en Capital, nunca lo había alquilado. Lo tenía este como para venir a… qué sé yo.
– Algo veías.
– Uno sabe en el fondo.
– ¿Cuántas veces te echo de la casa?
– Me echó cuatro veces.
““ME DECÍA: TE ECHO DE CASA PORQUE SI NO PUEDE SER MUCHO PEOR”
– ¿Las cuatro veces te fuiste y volviste?
– La cuarta vez le dije: Si me volvés a echar, no vuelvo. Y así fue. La quinta vez que me echó no volví, no volví nunca más. Él se justificaba cuando me echaba, me decía: te echo porque si no puede ser mucho peor. ¿Qué sería mucho peor pensaba yo? ¿Que me pegue? ¿Qué es peor que que me eche, me insulte y me grite? Todo esto que yo te estoy contando está documentado en el expediente.
– Son años de humillación.
– Yo tenía dos caminos, o quedarme con todo esto o tratar de sanarlo. Cuando nos pasan estas cosas a los que estamos en los medios de comunicación, sirve que uno las cuente. Le puede estar sirviendo a alguien que me esté mirando ahora, ese alguien puede verse reflejado y decir: si esta chica salió de ahí, ¿por qué no voy a poder salir yo? Ella pasó por todo lo que implica hacer una denuncia, por todo el peritaje, por todas las entrevistas con los psicólogos. ¿Por qué no lo voy a poder hacer yo? Si ella hoy puede mostrar un presente renacido, ¿por qué yo no puedo también un día renacer?
– Fabi, ¿cuánto tardaste en contarlo a tus amigas?
– Había amigas que lo sabían. Pero como también él era tan encantador con mis amigas, en el fondo la gente duda, no sé si te creen. “Ella estará nerviosa”.
– ¿Sentías miedo?
– Mucho. La verdad que sí. Esa mirada que tenía. Él decía que tenía un carácter firme, pero era un carácter jodido. Decía cosas muy feas.
“DIVORCIADOS, NO ME QUERÍA DEVOLVER LAS LLAVES DE MI CASA Y ME AMENAZÓ CON PUBLICAR VIDEOS ÍNTIMOS”
– Para llegar a la denuncia, ¿qué pasó con el miedo? ¿Cómo hiciste? ¿Tuviste que vencerlo?
– Cuando hice la denuncia ya estábamos divorciados, con papeles, con todo. Él no conforme con eso, me cortó los dos teléfonos, hizo una falsa denuncia por robo o extravío, mis dos líneas habían quedado en la cuenta de él, de su empresa. No solo me bloqueó la línea, sino que denunció los aparatos. No recuperaba ni la línea ni los dispositivos. Entonces dije, ¿por qué tengo que seguir aguantando esto? ¿Qué más quiere?
Divorciados él seguía con el hostigamiento, no me quería devolver tampoco las llaves de mi casa. Me amenazó con publicar videos íntimos. Le mintió al juez. Le dijo: yo no bloqueé esos teléfonos. Hasta que el juez dijo “vamos a pedirle al ENACOM quién pidió el bloqueo de estos teléfonos”. Y el ENACOM mandó una foto de él sentado en el living bloqueando los teléfonos. Un desastre.
““EL ENACOM MANDO UNA FOTO DE EL SENTADO EN EL LIVING BLOQUEANDO LOS TELÉFONOS. UN DESASTRE”
– ¿Qué era lo que más te asustaba?
– Al principio el susto era perderlo porque yo estaba muy enamorada, “no me va a querer más”. Ese era mi temor. Después, cuando empecé a estar más fortalecida, el miedo fue cambiando. A mí no me gustan las discusiones, detesto el maltrato, los gritos me hacen mal. Entonces, cuando él empezaba así… Argumentaba y argumentaba y argumentaba y podían ser horas.
“SE METIÓ EN MI EDIFICIO. TENÍA MI LLAVE Y NO ME LA QUERÍA DEVOLVER.”
– Miedo a que se enojara. ¿Tenías miedo de que se metiera en tus cuentas del banco?
– Podría haberlo hecho, no sé. Podría haberse metido en mi WhatsApp, no sé si lo hizo. Se metió en mi casa. Yo tenía una bicicleta que había quedado en su casa en Martínez, un día me llamó para decirme: te voy a llevar la bici para que la uses. Le dije que me estaba por ir, que no viniera y que en algún momento yo la iba a mandar a buscar. Ese día, cuando volví de grabar mi programa, vi la bicicleta en mi cochera. No tiene encargado mi edificio. O sea, él había entrado al edificio y había dejado la bicicleta.
“LO CUENTO PORQUE ES UNA MANERA DE VISIBILIZAR EL PROBLEMA. PORQUE SI A MI ME PASA ALGO…”
– ¿Cómo entró?
– Con la llave. Tenía mi llave y no me la quería devolver. El juez lo primero que hizo fue intimarlo a que me devolviera la llave, a que me desbloqueara los dos teléfonos y ordenó que hubiera contacto cero, le puso la orden de restricción y me dio el botón de pánico. ¿Sabés también por qué lo cuento y lo conté? Porque es una manera de visibilizar este problema. Porque si a mí me pasa algo...
– Una persona manipuladora puede estar esperando que pase el tiempo, hasta que no tengas más el botón de pánico. Y volver a aparecer.
– Puede suceder, yo no voy a estar eternamente con un botón de pánico. Yo lo necesitaba porque tenía pánico. Un día me escribió y me dijo: tu auto está en la calle Gorostiaga, casi nos cruzamos. Yo voy al gimnasio ahí, él sabe todos mis movimientos.
– ¿Cómo sabía el movimiento del auto?
– Dijo que pasó por ahí y vio la patente del auto.
– ¿Te seguía?
– No lo sé. Puede ser. Puede ser que me siguiera y puede ser todo. Puede ser cualquier cosa.
– ¿Cómo hiciste para estar tan fuerte?
– Hice terapia y también hice una terapia holística. Seguí mi terapia tradicional y este otro tipo de terapia en que me hacía ver cómo se maneja el otro desde sus problemas porque convengamos que él es producto de su mamá, su papá. ¿Me vas a decir que lo estoy justificando?
– ¡Ni siquiera tenés que entenderlo!
– No lo tengo que entender, pero quiero. Eso me ayudó a entenderme, a encontrar cuál es mi lugar y a saber que no quería volver ahí pero que lo podía dejar de buena manera y en buenos términos. Encuentro cada cinco minutos una cuenta de Instagram trucha suya para mirar mis historias. Es casi una criatura.
– Todo este tiempo no te dabas cuenta que te seguía, ni cómo se metía en tu vida. Hoy no sabés cuánto se mete.
– Desconozco. Sé que él está muy al tanto de lo que yo hago, de a dónde voy. Cuando me fui a Italia, todas mis historias, absolutamente todas las veía. Y la contactó a mi terapeuta, le dijo: yo sé que Fabiana está muy mal, me ofrezco a pagarle todo el tratamiento hasta fin de año.
– ¿Ya divorciados y sin contacto?
– Sin contacto. Mi terapeuta, que es muy viva, lo grabó. Él quería tener información de mí, saber cómo estaba yo. Por eso creo que hay una gran enfermedad en él.
– Sos una persona fuerte que atravesó primero un cáncer de mama y después el síndrome de Guillain-Barré que todavía te deja secuelas físicas. Estuviste paralizada.
“TUVE QUE APRENDER A CAMINAR DE NUEVO. ESTUVE EN CAMA TOTALMENTE PARALIZADA”
– Tuve que aprender a caminar de nuevo. Estuve en una cama paralizada totalmente. No movía las piernas.
– Todavía tenés secuelas. ¿No podés hacer todos los movimientos físicos?
– Los puedo hacer. Lo que pasa es que lo que no tengo es resistencia. Me quedo sin nafta. Si voy a un shopping a pasear lo tengo que hacer con paraditas. Me siento, camino más lento, tengo mis limitaciones y a veces tengo dolores porque el cableado quedó medio trucho. Ahí me quedó la parte dolorosa.
– Hay algo muy fuerte en vos. Mucha gente ante una dificultad se viene abajo.
“EL CÁNCER FUE UN GOLPAZO. Y EL SÍNDROME DE GUILLAIN BARRÉ FUE PEOR QUE EL CÁNCER”
– No es que yo no me vine abajo, ojo, pero pude salir siempre. El cáncer fue un golpazo. Yo era muy joven, tenía 43 años, fue todo un golpe. Y después, el síndrome fue peor que el cáncer.
– Fue muy brutal porque además de las piernas, se te paralizó la cara. Los que atravesamos una situación límite, una enfermedad muy grave, solemos descubrir que hay cosas que no nos importan más, que no somos los mismos, que cambiamos. La experiencia nos deja muy en claro qué es lo realmente importante. Pero después pasa el tiempo y nos olvidamos y nos volvemos a hacer mala sangre por temas menores.
– Mala sangre por el tránsito, sí. Cuando tuve el cáncer, aprendí a soltar el control, empezás a ser una paciente y tus tiempos ya no son tus tiempos. El tiempo de los rayos, el tiempo de la operación, el tiempo de la biopsia. Después me debo haber olvidado y me vino el síndrome de Guillain-Barré para decirme: flaca, no tenés el control de nada en tu vida, así que relajate y dedicate a concentrarte en tu adentro, en tu crecimiento espiritual.
– ¿Sos de buscar el control?
– Uno quiere que todo esté más o menos en su lugar, con su título, con su etiquetita porque eso te da una falsa sensación de seguridad. Es probable que siempre haya sido así. De chica fui autosuficiente, me gustaba valerme por mí misma, no pedir ayuda. Tenía mis tiempos, mis cosas, me gustaba no como no depender de nadie.
“TODO ESTO DA MUCHA VERGÜENZA. NO ES FÁCIL DECIR: MI MARIDO ME MALTRATA”
– Después de contarles la violencia que vivías a tus amigas, ¿que te dijeron?
– Me ayudaron mucho, a otras no les conté porque todo esto da mucha vergüenza. No es fácil decir “mi marido me maltrata”. Te da más vergüenza cuando sos alguien público. Esta fue una elección de grandes. ¿Cómo me pude equivocar de esta manera?
“ME DA VERGÜENZA CONTAR QUE NO ME ANIMABA A DEJARLO”
– ¿Qué es lo que más te da vergüenza contar? ¿Qué te echaba, que te decía cosas horrendas, insultos, que tenías miedo?
– Que no me animaba a dejarlo. Mucha gente que me escribe ahora me dice: la primera vez que te echó tendrías que haberte ido y no volver más. Pero no es tan fácil, no es tan sencillo. No es que uno baja un interruptor y ya está. Cuando uno expone su historia a los otros, automáticamente o te juzgan o emiten una opinión. Y a veces esas opiniones son dolorosas porque vos todavía no estás armada como para tomar esa decisión.
– ¿Tenías miedo de que te juzgaran?
– Era la sensación de fracaso. Porque mi matrimonio anterior fueron 23 años, una relación que se terminó porque un día nos miramos y dijimos que éramos hermanos. Es más, hasta hoy somos excelentes amigos y somos familia, compartimos con sus hijas. Era un matrimonio casi perfecto con Marcelo. Cuando yo hice esta apuesta… ¿al año decir que me fue mal? Era raro, no es tan fácil de afrontar.
– Da vergüenza decir: fracasé.
– Me costó mucho después de que pasó todo esto, tener esa mirada amorosa hacia mí. Decir: no pasa nada, te equivocaste, hiciste lo que mejor pudiste con las herramientas que tenías en ese momento. No te lastimes. ¿No lo pudiste hacer antes? ¿Te sometiste? ¿Te humillaron? ¿En ese momento no podías hacer otra cosa? Eso me costó aceptarlo.
– Se casaron con toda la pompa, en el Hotel Alvear. ¿Era muy glamoroso el paquete que él vendía?
– Muy glamoroso. Si él estuviera acá, te encantaría. Es educado, es sonriente, es caballero, te corre la silla, es atento y no es impostado. Eso lo tiene, pero tiene ese otro lado oscuro. Conviven el lado A y el lado B, así como es de luminoso el lado A es de oscuro el lado B, no hay término medio.
“ME CONTACTARON EX PAREJAS DE ÉL. ‘CUANTO TE ENTIENDO, A MÍ ME PASÓ LO MISMO”
– ¿Te escriben y te piden consejo ahora por tus redes?
– Mucho. Mucha gente se contactó conmigo, muchas mujeres diciéndome: yo pasé lo mismo, el padre de mi hija era igual, hace 25 años que estoy con una persona así, mi última pareja fue así. No sé cómo salir, no sé a dónde tengo que ir, hacer la denuncia, decime quién es tu abogada. También me contactaron ex parejas de él diciéndome: no sabes cuánto te entiendo, a mí me pasó lo mismo. Me habían escrito antes por Facebook y él me sacó el teléfono y lo borró, nunca pude ver el mensaje. Por suerte se contactó ahora y estuvimos hablando. También me escribieron sus vecinos linderos de casa. Me dijeron: nunca entendimos cómo una mujer tan agradable como vos estaba en pareja con un ser tan soberbio y egoísta. Vecinos de él desde hace 25 años. O sea que yo no me di cuenta. Yo no quise ver. No es que él se mostrara distinto. No, yo no quise.
– No intentes comprenderlo.
– No, es importante comprenderme, saber por qué estuve en ese lugar, por qué estuve ahí. Entablé una relación muy buena con su primera esposa, falleció lamentablemente. Hablé mucho con ella y muchas de estas cosas me las relató. Siempre pensé que lo decía porque en el fondo tenía algo de celos de la nueva relación. Él me decía que hasta que yo llegué ella era la reina porque había salido con otras pero nunca se había vuelto a casar, que ella no quería vernos felices. Y yo compré también ese paquete. Hoy a la distancia, con el diario del lunes, lamento que ella no esté para decirle: no te escuché. Pero en algún lado me estará escuchando.