“Disfruto mucho de lo que hago y soy muy agradecido de tener esta profesión, como supongo que lo harán los actores porno. Solo me puedo comparar con algo así”, describe José Palazzo, quien además se enorgullece de trabajar con “amigos”, como Charly García, Skay Beilinson y los integrantes de La Renga, entre otros.
A Palazzo no le alcanzan 365 días: con su empresa, produce más de 400 shows por año. La cuenta lo lleva a sumar “arriba de 5000″ espectáculos producidos desde aquella vez que decidió dejar colgado su título de abogado. Claro que hay -y hubo- sinsabores. Y los asume. “A nivel dinero, el rock es ingrato”, advierte. Por caso, cumplir su sueño personal de traer a Bob Dylan a la Argentina lo llevó a perder una suma muy importante -”lo que hoy sería una casa en un country”, ejemplifica-, aunque, como contará, aprendería una valiosa lección.
“Gané plata, pero también perdí mucha. Tuve años que podrían haber sido dorados y me eché un par de mocos, creyendo que me iba a sacar la lotería, y no me la saqué... -se sincera-. Igual, nunca proyecto mi actividad con un objetivo económico exacto. Las personas que solo piensan en ganar dinero del espectáculo están frustradas, tristes y no lo disfrutan”.
Más de dos décadas atrás, el país se dirigía a un estallido inevitable cuando Palazzo se embarcó en el proyecto que cambiaría su vida: el Cosquín Rock. Creyó que sería un fracaso. Se equivocó: en aquel verano de 2001 asistieron 9000 personas, registrando “el inicio de un crecimiento constante”. Para la próxima edición -10 y 11 de febrero- esperan 60 mil espectadores, con un lineup tan atractivo como variado: desde Ciro y Divididos al mítico Slash y los mexicanos Molotov, de Babasonicos a los Decadentes, de la música electrónica al reggae, con Duki y también Miranda! Y hasta Lali.
Es Palazzo quien, desde siempre, se encarga de armar “a mano” ese verdadero rompecabezas, negociando con cada músico, con cada mánager. “Cuando firmo un contrato, se acuerda el horario en el que tocan, cuánto tiempo, qué día y qué artistas habrá en los otros escenarios. Y me pasó una cosa curiosa: el agente de Slash me pidió que no se pise con Duki. ‘Todo el mundo lo irá a ver a Duki’, dicen en Estados Unidos”, confía el Señor Dueño del Rock, aquel que sueña con que Charly grabe con Bizarrap -”aunque no se va a poder”-, y se presta al diálogo franco con Infobae.
-¿Cuándo arreglaste con Slash?
-En abril.
-Y un contrato en dólares.
-Tenemos contrato en dólares con muchos artistas españoles pequeños, de 3000 mil, 5000 euros; tenemos los DJ, tenemos Molotov. A todos esos artistas les giramos en abril y mayo, y a partir de junio se planchó: no pudimos girar un peso más al extranjero a tipo de cambio oficial. Después vino un fenómeno llamado dólar Coldplay, una cosa media extraña donde empezamos a girar con un 30% más, pero por lo menos teníamos previsibilidad. En agosto se terminó de cortar y ya no pudimos girarles más. Ahora tenemos que esperar para ver cuáles van a ser las medidas para los que importamos y saber qué vamos a hacer.
-¿Y cuándo fijaste el precio de la entrada?
-En julio, y en septiembre salimos a la venta, con la grilla completa y con los contratos firmados. Pero nunca nos imaginamos que íbamos a tener semejante inflación. Y hay una realidad: con el 90% de los artistas, por más que sean argentinos, fijamos un precio en dólares, sujeto al blue, y a muchos ya les pagamos. Entonces no tenemos el riesgo del movimiento del dólar. Pero con todo lo que es internacional, no hemos podido. Es estresante, es muy dificultoso. Pero el que se enoja, pierde. Y no hay que bajar los brazos, aunque a veces dan ganas de hacerlo.
-¿El rock te trajo más plata, más mujeres o más quilombos?
-Las tres cosas, en ese orden. A nivel dinero el rock es ingrato porque como productor se gana y se pierde, y muchas veces uno cree que se gana siempre. Por ahí se gana más plata con Arjona que con el Cosquín Rock. Me ha pasado en muchos años. El Cosquín Rock ha tenido años muy deficitarios, entre el 2006 y el 2010, también el 2012 y el 2013, donde perdimos mucho dinero. Pero sabemos cuáles son nuestros riesgos. Ha ocurrido que en un show esperás 10 mil, y no es que van 5000 o 3000: van 500… Hay un montón de ideas de la gente sobre lo que sucede en el mundo del espectáculo, y la realidad es otra.
-Hablemos de los quilombos.
-He tenido quilombos de todo tipo produciendo a Charly García, al Pity Álvarez. Yo hice la vuelta de Callejeros: imaginate si me gustan los quilombos… Esa vez amenazaron a mi familia, me tuvieron que poner policía de custodia. He tenido muchos quilombos: algunos terminaron bien y otros, no. Siempre digo que parte de nuestra profesión es solucionar quilombos; a eso me dedico: me meto en un gran quilombo, que es organizar un evento, y voy solucionando.
-Alguna vez, hablando de la droga, me dijiste: “Era una especie de amiga que me acompañaba en algunas fiestas, después pasó a ser una socia en mis emprendimientos y no sé en qué momento compró la empresa y yo empecé a trabajar para ella”. Una definición fuerte.
-Una definición clarísima de lo que es la cocaína. Una de las mejores cosas que me pasaron en los últimos diez años fue haber dejado la cocaína. Primero, porque me hacía perder muchísimo tiempo, y somos efímeros: tenemos poco tiempo. Cuando pienso el tiempo que perdí, en mis ratos libres… me arrepiento mucho. Tuve momentos con experiencias bárbaras, no te lo discuto, pero en el momento en el que muchos de tus proyectos giran en torno a eso, es porque ya no la manejás vos. Mi tiempo se lo regalaba a esta maldición, y no volverá a suceder. Al que esté en ese plan, le recomiendo buscar ayuda porque no tiene que ver solo con la salud: tiene que ver también con la libertad.
-¿Costó mucho salir de ahí?
-Cuando tenés la posibilidad de vivir en un mundo como el que vivimos, donde hay muchas personas que consumen, decís: “¡Huy, qué bueno! De la que zafé…”. Es como ver a una persona enyesada. Cuando entendés todo lo que sucede, cuando ya lo viviste, cuando pasaste momentos muy malos, por más que creías que eran muy buenos, y cuando ves el tiempo perdido, estás lejos de extrañarla.
-¿Cuánto tiempo limpio?.
-Llevo diez años. Hasta el día de hoy, todos los martes voy a la clínica donde tengo terapia y cuando termina la sesión hago mis tests y se los mando a mi vieja, que se pone feliz. No tuve ningún problema serio de adicción, pero tenía la adicción. No le fallé a mi familia, no le fallé a mis hijas, no llegué tarde a reuniones, no cancelé cosas; simplemente, extinguía mi tiempo libre en eso. Cuando tomé la decisión, tuve que cambiar un montón de cosas y mis prioridades ahora pasan por otro lado. En estos 10 años nunca más probé. Jamás. No tuve ni recaída, ni ganas, ni problemas.
-Vuelvo al productor musical y te propongo armar un ranking: cinco shows, contrataciones o momentos que hoy decís “no vuelvo a pasar por esto porque fue un horror”.
-Justin Bieber, nunca más. No importa la suma de dinero: nunca más vuelvo a hacer un artista teen. No hay cosa más estresante, más violenta, más anárquica y más peligrosa que ser el promotor de un artista teen. No por ellos sino por las chicas, por lo que generan en ellas.
-¿El segundo?
-Estuve cinco años tratando de contactar al manager de Bob Dylan. Si es un tipo sumamente difícil, imaginate su manager. En un momento viene una empresa de Argentina, que va a traer a Bob Dylan. Me contacto. Y lo peor que te puede pasar cuando querés algo, es demostrar que lo querés: me cobraron una fortuna. Lo traje con una expectativa enorme, pero la gente no compraba la entrada y yo no entendía por qué: fueron solo 1300 personas. Y nunca lo vi a Bob Dylan: nunca supe dónde estaba; quise saludarlo y no pude. Subió, tocó terminó su repertorio alucinante, divino, y se fue. Nunca dijo ni “hello”, ni “thank you”, ni “goodbye”. Perdí un valor increíble. Y aprendí del legendario (productor) Gabriel Bursztyn: “El día que quieras hacer un artista que realmente te gusta, estudiá el mercado; y sino, tómate un avión privado con tus dos mejores amigos para verlo en cualquier lugar del mundo, te va a salir más barato”.
-¿Tercero?
-La época mala de Charly. Cometí el error de creer que Charly no iba a actuar como actuaba, y siempre le daba una segunda oportunidad. Él tenía problemas de dinero y los managers le duraban poco. Y yo era como su amigo del Interior: iba y le compraba los shows, le daba una guita. A veces hacía los shows; a veces, no. Siempre tenía quilombo.
Una noche a lo Tarantino
La anécdota de Palazzo con Charly, que involucra a Fito Páez pero también a Roberto Edgar, del grupo de cumbia Volcán, merece un párrafo aparte. Ocurrió hace más de 15 años. El productor estaba a horas de viajar a España cuando lo llamó el genial músico del bigote bicolor.
“Me pidió que vaya a la casa -inicia Palazzo su relato-. Estaba Edgard: ‘¿Qué hace este acá?’, digo; yo no entendía nada. Quiere que lo acompañemos al Faena: estaba grabando un disco con Fito. Empezamos a cargar cosas en la valija: un tecladito, unos cables, unos corchos, todo desordenado, todo mal. Eran las 22, yo me quería ir: el vuelo salía a las 6 de la mañana. Subimos al ascensor; Charly me dice: ‘Me olvidé un DVD’. Volvemos. Se busca el DVD. Cuando llegamos a la planta baja, Edgar Volcán se pone un sombrero raro: era el chofer de la limusina…”.
“Charly es un tipo muy creativo –continúa-, muy rápido, con un humor muy ácido y malo. Sumás todo eso y es Charly García, por eso es un genio. Él tiene un amor inusitado por Fito, pero por ahí es irónico, y si no le gusta mucho algo, lo va a criticar. Si lo querés a Charly, lo tenés que aguantar así. Llegamos al Faena. Fito quería hablar de música; quería hablar del disco y Charly le cambiaba el tema. Y le traía whisky, whisky, whisky, más whisky. Cuando veo, son las 2 de la mañana. Charly saca el DVD: ‘Veamos esto’. Pone Prince. Y son los temas parecidos a los de Fito. ‘Acá tenés todo resuelto, no hagas más nada’, le dice. Yo me quería morir de la vergüenza, me sentí incomodísimo. A él no le importaba nada. Y Fito, con una paciencia genial: hasta el día de hoy no sé por qué lo soportó. Así es el verdadero amor que hay entre los dos”.
“Charly ya estaba como inquieto. Me dan a mí su plata, yo se la doy a Charly: ‘Después me la das’, me dice. Yo me quería ir de esa noche de terror de Quentin Tarantino. Charly no se sentaba en el teclado: ‘Alguna maldad va a hacer’, dije, ya lo veía venir. Me dice despacito: ‘Pedí el ascensor’. ‘No. Andá y tocá, por favor te lo pido’. Charly se sienta, se pone los auriculares, escucha la canción y todo el tiempo me miraba, me miraba, como diciendo: ‘¡Pedí el ascensor, pelotudo!’. Pido el ascensor y hace como que va tocar. Hace un solo tono. ‘¿Está grabando? ¿Sí? Bueno, ponele loop’. Y nos paramos y nos fuimos al ascensor. Yo apretaba el ascensor así, como en las películas de terror cuando vienen con la motosierra o los zombis. Se cerró el ascensor y nos fuimos. Nunca más toqué el tema con Fito. Y ahí dije: ‘Nunca más en mi vida lo acompaño a Charly a hacer algo que no sea lo estrictamente planeado por mí y que yo sé cómo va a terminar. Nunca más’. Jamás en toda mi vida sufrí lo que sufrí esa noche con Charly García. Jamás…”.
-¿Los tres mayores divismos que te pidieron?
-Madonna fue muy especial. La producción de Madonna lleva su propio inodoro, por ejemplo. Muy divertido.
-¡No puede viajar con su propio inodoro!
-Te juro. Lo digo en serio. También llevó a su cocinero, que viajó 20 días antes: eligió todos los lugares donde iba a comprar la comida.
-¿Muchas veces no tenés contacto con los artistas?
-Se tiene que dar, no se puede forzar. Muchas veces ni los veo. A Luis Miguel lo produje como diez veces y nunca lo crucé ni lo vi pasar, nada. Todas las veces que fue a Córdoba llegaba en un auto polarizado, entraba al Orfeo con el mismo auto, lo subían en el ascensor de carga del estadio, abrían la puerta, subía al escenario, cantaba, cerraba la puerta y se iba. Y nosotros, flores frescas, almendras, whisky, todo eso. Después los técnicos estaban tomando un whisky de dos lucas...
-Luis Miguel, ¿otro divo?
-Altísimo divo. Dos veces me suspendió. Imagínate, todas esas señoras que iban a verlo hablaron muchísimo de mi abuela y de mi madre… Y la culpa era de Luis Miguel: no lo pudieron sacar del hotel. No sé cuáles son los hábitos de Luis Miguel, pero una vez que entra al hotel es difícil sacarlo.
-Me falta un tercer divo.
-Y… Fito Páez es nuestro divo nacional, ¿no?
-¿Qué te ha pedido?
-No pide nada, pero genera como una tensión a su alrededor. A eso le llamo divismo. Por eso es tan especial Fito. Y lo era Charly: tienen ese aura, pero ganado, como Luis Miguel, Madonna.
-¿Alguna figura internacional te ha pedido que le presentaras a una modelo, un artista en particular, a Messi?
-Muchos artistas que fueron a Córdoba me han pedido conocer a la Mona Jiménez. Los he llevado a ver el show en el escenario, como si hubiera una pared blanca, todos mirando a La Mona. Si hablamos de íconos vivientes, creo que todos quieren conocer a La Mona.
-Con Rodrigo la pasaste bien...
-Y no morí en el camino. Éramos muy jóvenes, teníamos la misma edad, entonces muchas de nuestras salidas terminaban muy tarde. Una noche habíamos recorrido, no sé, 10 lugares bailables. Una caravanas de shows. El último era un tinglado grande, no me voy a olvidar nunca. Entramos y había unos chicos que estaban esperando ahí, para saludarlo. Cruzamos por una casa, una cocina, un patio, subimos una escalera de construcción a un tinglado, ahí arriba, que era como el techo de una casilla. Y ahí cantó Rodrigo.