Diego Schwartzman, conocido como El Peque, forma parte de la generación de tenistas argentinos top 100 nacidos a principios de 1990, junto con Federico Delbonis, Guido Pella, Facundo Bagnis, Juan Ignacio Londero y Federico Coria, entre otros.
Su formación transcurrió en el Club Náutico Hacoaj y llegó al puesto número 8 del mundo en el ranking ATP. Entre sus victorias más importantes se encuentran los triunfos ante jugadores Top 10, como Rafael Nadal en el Masters de Roma en 2020; y Dominic Thiem, a quien venció en el Masters de Canadá 2017, en el Argentina Open 2019 y en Roland Garros 2020.
A sus 31 años, reconoce que tuvo que calibrar su nivel de autoexigencia y que si bien se siente de 20 años, el cuerpo le da señales. “La intensidad con la que competimos y vivimos día a día, te hace dar cuenta de que fue pasando el tiempo”, señaló.
Schwartzman admitió que la rutina es parte de su vida diaria y que, incluso durante las vacaciones, le cuesta relajarse de esos hábitos. “Estoy acostumbrado desde muy chiquito a tener horarios, a entrenar, a ser prolijo y ordenado”.
Nadal y el sol
El Peque explicó que “es fundamental el clima en el tenis” ya que, al ser una pelota tan chica, el viento, la altura o incluso el sol son variables que el deportista de elite debe tener en cuenta como parte de su rendimiento.
“Cuando hay sol, la cancha está más seca. Eso genera que patine mucho más y que sea mucho más rápida”, remarcó sobre las condiciones que se pueden hallar en la superficie de polvo de ladrillo.
“A ‘Rafa’, que normalmente se destacada por la aceleración, lo beneficia porque hace que la pelota se vuelva más rápida y pique más alto. A él no le gusta mucho jugar cuando el día está nublado o lluvioso porque la bola pica más bajita y sus tiros hacen menos efecto”, detalló Schwartzman.
“Esa habilidad la hizo valer toda su carrera. Se siente imbatible en ladrillo y es muy difícil aguantarle el ritmo justamente por la aceleración y el pique que tiene la bola”, concluyó.
Su pareja y abrirse a las emociones
Enamorado y feliz, Diego desatacó el acompañamiento que recibió de su novia, Eugenia, durante estos últimos años. Contó que su relación se afianzó durante la pandemia mientras recorrían el mundo sometiéndose a test de detección de coronavirus para poder cruzar de país a país y que él pudiera competir.
Reconoció también que ella lo impulsó a ser más expresivo con sus sentimientos hacia su familia y amigos. “La gente cercana le valora mucho eso de ella. Que me ayudó a largar en palabras los ‘te quiero’ y ‘te extraño’”, admitió.
Leo: —¿Hace cuánto tiempo que están juntos?
Peque: —Cuatro años y medio.
Leo: —¿Cuánto ayuda Eugenia en tu carrera y en tu vida?
Peque: —Mi familia no para de agradecerle porque me volví mucho más sentimental desde que la conocí. El tenista tiene se vuelve muy frío con los años porque nos vamos de casa muy chiquitos y todo lo que sea expresar las emociones, el sentirte lejos de casa lo empezás a guardar adentro y te armas una coraza sentimental muy fuerte.
Leo: —Euge te hizo más sentimental, menos frío…
Peque: —Más humano en ese sentido y también a la hora de los viajes. Me ayudó a salir un poco de la rutina de ir del club al hotel y del hotel al club. Empezar a pasear y conocer un poquito más los rincones del mundo que te va llevando el tenis.
El tenista ideal
Ante la propuesta de Leo sobre armar un “Frankenstein” con las mejores características de tenistas del mundo, El Peque diseñó una versión teniendo en cuenta no tanto las aptitudes físicas sino las habilidades generales.
“De Roger Federer elijo la presencia, la elegancia. No le robo golpe porque es inimitable”, advirtió. Mientras que de “Rafa” deseó tener “la agresividad y la pasión que le pone” y de Novak Djokovic “el perfeccionismo y su capacidad de seguir lo natural, lo orgánico, cuidarse y respetar mucho el cuerpo”.
De los tenistas argentinos, eligió el estilo de Mariano Zabala. “Cuando era chico tenía esa sonrisa con la bandana y el pelo”, bromeó. Aunque no dejó pasar la oportunidad de llevarse “el revés a una mano” de Gaudio y su “facilidad para buscar una puteada divertida”. “A la gente le despertaba mucho carisma cuando hacía eso y después terminaba ganando”, recordó.
“Juan Ignacio Chela fue mi entrenador unos 6, 7 años. De él me llevo una mezcla de pasión y dedicación que a mí me la trasladó muy bien. Entender dónde, cuándo, cómo y siempre dar el 100 por ciento y, cuando uno no está al 100 por ciento, saber decirlo”, reflexionó. Para cerrar, de David Nalbandian eligió “cómo representó a Argentina en Copa Davis”.
La excepción a la regla
El tenis y otros deportes tienen algunas exigencias en materia de cualidades físicas. La altura es una de ellas. Aunque el ATP entre sus requerimientos establece que los jugadores deben tener más de 1,70 metros. Por unos pocos centímetros, Schwartzman se transformó en la excepción a la regla.
Esto sucede en muchas disciplinas y, como mencionó el propio Diego, ocurrió también con Facundo Campazzo, basquetbolista argentino que, con su 1,78, era uno de los más bajo de la liga, pero logró destacarse a base de esfuerzo, talento y carisma.
“Cuando te falta alguna característica deportiva tenés que llenarla con otras virtudes y pudimos llenar esos vacíos. Creo que la gente vio eso, lo valoró y lo demostramos tanto adentro como afuera de la cancha, rodeándonos bien, entrenando y dejando muchas cosas de lado”, remarcó.
Sin embargo, el tenista reconoce que la disciplina fue cambiando al igual que otros deportes, en base a la ciencia y al conocimiento de los cuidados físicos, mentales y de alimentación que deben tener los deportistas.
“A los que son muy altos también les pasaba que se les dificultaba la movilidad y eran más propensos a lesionarse. Eso empezó a desaparecer gracias a incorporar técnicas, ciencia y hábitos. Ahora muchos de 2 metros se mueven como una gacela. Es cuestión de ir cubriendo los vacíos que se puedan presentar”, opinó Schwartzman.
Cuestionario Random
Leo: —¿Pizza o pasta?
Peque: —Pizza
Leo: —¿Preferirías ser inmortal o invisible?
Peque: —Inmortal. Le tengo un poco de pánico a la muerte.
Leo: —El mayor miedo: la muerte.
Peque: —Sí, el pensar de que esto en algún momento se acaba. Me da un ataque de ansiedad (risas). Me gustaría vivir varias vidas en una. Imagino que de viejito en algún momento decís: “Ya basta. No quiero más. Esto se tiene que terminar”.
Leo: —¿Cuál es tu lugar en el mundo?
Peque: —El sur argentino. Parece que conozco muchos lugares por viajar, pero no tantos como me gustaría.
Leo: —Conoces muchos hoteles …
Peque: —Hoteles y pequeños lugares del mundo.
Leo: —Si pudieras elegir no estar nunca más en hoteles. ¿Firmás?
Peque: —Sí, toda la vida. De hecho cuando voy de vacaciones tengo prohibido ir a hotel. Basta de bajar al desayuno en un horario, que te estén haciendo la habitación. Está muy lindo todo el año, pero ya está. Es lo que hago todos los días.
Leo: —Complete la frase. Yo nunca…
Peque: —Podría ser hincha de River.
Leo: —A veces…
Peque: —Me gusta tomarme un vasito de Fernet. La clásica 70-30.
Leo: —Cuando sea grande quiero ser…
Peque: —Feliz y tener salud.
Leo: —¿Querés ser papá?
Peque: —Sí. Con Euge los dos lo tenemos en los planes. No, ahora. Pero sí lo tenemos pensado.
Leo: —¿Preferirías ser infiel o que te sean infiel?
Peque: —Que me sean infiel.
Leo: —¿Preferís tener tres brazos o tres piernas?
Peque: —Tres piernas. El hombre lo relaciona con otra cosa.
Leo: —¿Cómo te definirías en una sola palabra?
Peque: —Exigente creo que esto durante mucho tiempo me llevó a ser mucho mejor de lo que podría haber sido y este año me llevó a sofocarme un poco. Me exigí tanto que llegó un punto en donde no había más espacio y me cansé mucho. Tuve que relajarme y dejar de ser tan exigente conmigo mismo, entender que las cosas también van por otro lado.
Con 18 años de profesión, El Peque ya piensa en su retiro y en los múltiples caminos que busca ir abriendo para cuando eso suceda. “Desde los 13 años, sin importar la edad, la rutina es la misma. Entonces, se te despiertan esas ganas de hacer otras cosas y estoy entre tres o cuatro rubros, aprendiendo y probando”, concluyó.