Carlos Rottemberg: “No me gustan los planeros de guante blanco, en 49 años nunca le vendí una entrada a ningún gobierno”

El histórico productor hace un repaso de su vida. Su temprana vocación, las obras actuales y el trabajo a la par con su hijo. Cuenta además cómo se produjo el regreso de Mirtha Legrand a la televisión en 1990 luego de 10 años de ausencia

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Entrevista completa a Carlos Rottemberg por Tatiana Schapiro

Se escribe Rottemberg con doble t y una g al final. Pero se lee y se dice: teatro. La licencia gramatical, oportuna para empezar a describir a quien produjo más de mil obras en 49 años de trayectoria, no es tan errada. Su protagonista señala un juego de palabras que lo relaciona directamente con los escenarios: “Bordereaux, lo que recauda una función en venta de entradas, tiene 10 letras, al igual que mi apellido. Lo tengo marcado desde que nací”, sonríe. Y no exagera.

Cuando era apenas un niño y entraba a una sala de cine, Carlos cumplía con una costumbre que resultaba ajena a sus amigos: contaba cuántas personas estaban sentadas en sus butacas, listas para ver la película. Un gaje del oficio con el que comenzó su camino. Sus padres pronto concluyeron que ese niño no seguiría sus pasos en un futuro y la curtiembre familiar quedaría sin herederos.

Carlos Rottemberg en cuarto grado,
Carlos Rottemberg en cuarto grado, ya tenía absolutamente clara su vocación.

En cambio, su hijo mayor, Tomás Rottemberg, sí se abocó al teatro y trabaja a su lado desde hace una década. Respecto a la dinámica laboral que hallaron en este tiempo, a Carlos lo llena de orgullo una frase. “En una nota que dio acá, Tomás dijo: ‘Yo estoy en la diaria; papá es más institucional’. Lo llamé y le agradecí el término. Sí, soy institucional -reconoce-; me refiero a defender las instituciones. Me gustó esa figura que inventó: es un brochecito, un título”.

Por estos días Rottemberg se alista para unas semanas de nuevas funciones de Matilda, el exitoso musical protagonizado por Laurita Fernández. Mientras, continúa con la preproducción de Escuela de Rock, otra nueva apuesta enorme en estos delicados tiempos de crisis. “Se estrena en mayo y linkea en varios aspectos con Matilda. No solamente por la envergadura del proyecto y porque hay chicos arriba del escenario, siguiendo las leyes de minoridad, como es lógico, sino porque tiene un mensaje pedagógico. No es solamente el éxito por el éxito. Y lo digo hoy, porque en aquel momento, era el riesgo por el riesgo”, señaló.

Dispuesto al diálogo franco con Infobae, Carlos parece exhibir el mismo entusiasmo de sus primeros días como productor, que comenzaron casi medio siglo atrás. “En todos estos años nunca me había metido con el musical. Matilda, teatralmente hablando, fue el fin de la pandemia: se empieza a gestar en marzo del 21 para estrenar en junio del 23, o sea, más de dos años para ponernos en tiempo y espacio. Y salió muy bien, en todo sentido”, admitió.

Carlos Rottemberg con su mujer
Carlos Rottemberg con su mujer y sus hijos

Matilda tiene un despliegue arriba del escenario que es una cosa de locos. Quienes entendemos un poquito sabemos que eso es muy costoso. En este país, ¿ganaron plata con la obra?

–Dejó utilidad y por eso yo creo en seguir esa lógica de la reinversión. Escuela de Rock es producto de Matilda, también desde lo económico. No se estaría armando si no hubiese ocurrido esto que superó 140 mil espectadores en ocho semanas. Ahora, en enero, Matilda vuelve por un mes. No se puede trasladar a las provincias por un tema de envergadura del espectáculo, de capacidad de sala y también de metraje del escenario. Entonces, aprovechando el receso escolar y después de haber recibido centenas de mails y mensajes en Instagram donde nos preguntaban: “¿No se puede hacer en otro momento?”, se resolvió hacer estas cuatro semanas para darle un cierre improrrogable.

–Para hacer una obra como esta, hay que pagar derechos de autor en el exterior. ¿Se paga una única vez o la cantidad de espectadores influye? ¿Y se paga ahora o en un tiempo? Te lo pregunto por cómo estás planificando Escuela de Rock hoy, a mayo…

–Se pagan en dólares pero son, para decirlo fácil al público, una especie de seña. Se paga a cuenta de una ley que tiene Argentina, que es la Ley del Derecho de Autor, que se recauda para los autores a través de Argentores. O sea que, en el fondo, tiene que ser un fracaso para no recuperar la seña.

–¿Cómo se planifica un presupuesto de acá a mayo?

–Como cualquier actividad. El país no se detuvo nunca. A fines de 2024 cumpliré 50 años como empresario teatral, entonces miro las casi cinco décadas y pienso: democracia, dictadura, corralito, hiperinflación, Plan Bonex, Patacones, Lecop, Lebac, epidemias, gripe A en el 2009, pandemia covid 2020... Pienso en temporadas en las que no podíamos encender las marquesinas por falta de energía. Y me doy cuenta de que uno se va curtiendo. Cuando vos tomás responsabilidades, debés tener el pulso necesario para cumplir tus compromisos, pero también saber que puede haber emergencias, y las empresas tenemos que estar preparadas para sufrirlas. Una noche estaba en una ciudad de Italia haciendo una escala, encendí el televisor y vi a un empresario que dijo: “El riesgo es la justificación moral del empresario”. Me impactó la frase y la repito siempre. Si vos te fijás, la mayoría de las empresas seguimos abiertas porque tenemos que hacer un equilibrio, que como argentinos nos fuimos acostumbrando, a ver cómo recortamos, tratando de que se note lo menos posible, provocando el menor perjuicio posible al otro. Pero, fundamentalmente, seguir apostando a que somos de acá, trabajamos acá, vivimos acá…

Distincion a Carlos Rottemberg en
Distincion a Carlos Rottemberg en el Congreso (Verónica Guerman)

–¿Cómo se hace con el precio de las entradas con una inflación mensual del 12%, que va subiendo según el mes?

–La actividad teatral es muy cooperativista. Las compañías profesionales están a riesgo y porcentaje, son socios del negocio. Por eso, no conocerás a ningún actor, autor o director que enfrente una cámara y diga: “Estoy haciendo un fracaso”. Todos hacen éxitos. Todos. Si fuese por lo que decimos en los medios, no hay una butaca vacía en ningún teatro del mundo…

–Y todos siempre dicen que están evaluando proyectos.

–Por supuesto, como es lógico. Entonces, en relación a los costos, tiene mucho que ver con ese sistema que el teatro tiene hace décadas en Argentina. Y con respecto a la entrada, yo recién hablé de un delicado equilibrio, que pasa en cualquier actividad. ¿Cómo haces para seguir produciendo afectando lo menos posible el bolsillo de quien va a comprarte la entrada? Lo más complicado es esa ecuación.

–Que sigan viniendo.

–Que sigan viniendo y no pasarse. Y así lo vamos llevando. Además, lo vamos comparando con otras cosas, como para saber si estamos por arriba o por abajo.

–Hoy, ¿cuántas salas tienen?

–16 salas, repartidas. Hay 10 en Buenos Aires y seis en Mar del Plata.

–Idealmente, ¿tienen que estar todas ocupadas?

–En el caso de Mar del Plata, se abren puntualmente en temporada. Las de Buenos Aires sí tienen que estar ocupadas. Voy a hacer una analogía gastronómica. Vas con otras personas a un restaurante y decís: “¿Cómo nos sirvieron a todos juntos?”. Bueno, la milanesa estaba marcada, pero la pusieron a freír en el momento en que el comensal se sentó. Bueno, esto es lo que tenemos: los espectáculos marcados. Entonces, vamos pispiando para dónde va el público con cada estreno y lograr saber que esta obra va a quedarse mucho tiempo, pero tener esa otra lista para decir: “¡Ensayemos!”. Porque esta otra, que debutó hace una semana, no está mostrando que pueda seguir más de dos meses.

Carlos Rottemberg junto a Raul
Carlos Rottemberg junto a Raul Alfonsín cuando fue a ver "Made in Lanus"

–Tu hijo mayor, Tomás, sigue tus pasos.

–Siempre digo que si yo puedo estar charlando contigo así, relajado, es porque hay alguien que está trabajando: él. Yo no provengo de una familia de espectáculos. Me acuerdo cuando mis viejos nos juntaron a mí y a mis hermanas preguntándonos si alguno quería seguir con la fabricación de ropa de cuero. Mis hermanas fueron por la docencia y yo quería dedicarme al espectáculo. Y en el momento que había que conseguir gente que quiera dedicarse a lo que ellos se habían dedicado, que habían construido de la nada, cerraron la empresa. Y yo siempre pensé qué iba a pasar con Tomás cuando, después de la universidad, tuviese que elegir. Yo estaba preparado para que dijera “sigo” o “no sigo”. Pero apenas terminó, tomó las riendas y no paró.

–¿Cómo fue cuando tus papás cerraron el local porque ninguno de ustedes quería seguir sus pasos?

–Inteligente, inteligente…

–No generó culpa, no generó nada malo.

–No, no. Nada malo. Desde los cuatro años yo ya contaba cuántos chicos había en la sala de cine. Ellos tuvieron muy en claro que lo mío era una vocación muy temprana y que no iba por el lado que habían ido ellos. Por supuesto, yo estaba dispuesto a que Tomás hiciera lo que tuviera ganas de hacer.

–Y vos, a seguir el tiempo que tuvieras ganas de seguir.

–A ver. Me hubiera dolido. ¿Cómo no me iba a doler si esto se construyó…? Pero lo habría respetado, como mis viejos respetaron mi vocación.

Carlos Rottemberg en la entrevista
Carlos Rottemberg en la entrevista con Tatiana Schapiro

–¿Qué tendría que pasar para que te convenza de volver a producir tele?

–Yo soy muy respetuoso, incluso de mis limitaciones. Produje 21 años el programa de Mirtha Legrand pero porque produje teatro, Potiche, una obra que fue su despedida del teatro, aunque no lo sabíamos. Era 1990 y llevaba diez años sin televisión. Después de la función en Mar del Plata íbamos a comer. Mirtha se sentaba en la cabecera y nos decía dónde sentarnos. Estaba Juan Carlos Calabró, uno de los coprotagonistas, y ella le preguntaba: “¿Qué hizo Juan Carlos hoy?”. Calabró empezaba a contar que había ido a Playa Grande y había jugado al truco. En el segundo bocadillo lo cortaba y le decía: “Coma, Calabró”. Estaba también Juan Carlos Mesa: “¿Y usted, qué hizo?”. Empezaba Mesa y así, íbamos pasando todos. “¿Y vos, Carlitos, qué hiciste?”, me decía. Estábamos comiendo en un restaurante, en la calle Salta y Colón, pedí el teléfono en la caja y lo llamé a Daniel (Tinayre). “Acá, todos los días tu mujer hace el programa que yo veía por la tele, pero gratis. Yo quiero producir este programa. ¡Si ya está hecho! Es cuestión de poner dos cámaras”, le comenté. Esa es la historia de por qué yo hice televisión: por haber comido esa noche, en ese restaurante. Y la verdadera historia de la vuelta de Mirtha, después de diez años.

–¿Quiénes más estaban en esas cenas?

–Mesa, Juan Carlos Calabró, Iliana Calabró, Roberto Antier y mi exmujer, Linda Péretz. Ese era el grupito. Y Mirtha, como siempre. Por eso, yo salgo tiempo después con aquella frase, que hoy es muy conocida…

–”¿Qué país le vamos a dejar a Mirtha?”

–Siempre me preguntaban: “¿Y cómo está Mirtha de salud?”. Entonces lo resumí y lo sigo diciendo: “Tenemos que plantear qué país le vamos a dejar a Mirtha Legrand”. Pero la frase no tiene mayor valor que desearle buena salud.

–Y siempre tenemos que seguir pensando qué país le vamos a dejar a Mirtha Legrand…

–El otro día el nuevo presidente dijo, no sé a raíz de qué plan: “Esto va a ser dentro de 35 años”. Y yo, en casa, dije: “La única que va a verlo es Mirtha Legrand”.

–¿Te imaginás en algún cargo como funcionario de cultura?

–Para nada, para nada. Cuando recién hablé de mis limitaciones por respeto a la gente de televisión, esto también lo llevó al terreno de la política. Soy admirador de los políticos de carrera, que tomaron y abrazaron la política por convicción, no por otra cosa. Existen. Y en mi caso, además de ser incompatible, es un tema de capacidad. Siempre tuve muy en claro cuál era mi rol, que es el privado. Voy a cumplir 50 años en la profesión sin haberle vendido nunca una entrada al Estado, a ningún gobierno. Me parece muy claro no cruzar la línea entre lo público y lo privado. A mí no me gustan los planeros de guante blanco. Y otra cosa que tengo muy en claro es que yo transito la vida muy tranquilo. No me gusta, como dicen ustedes, los periodistas, vender pescado podrido.

–50 años sin venderle entradas al Estado, y mirá que han habido gobiernos de todo tipo y color…

–Siempre fue mi premisa. Y me jacto de decir que vendimos muchas entradas: 22 millones de boletos. Constituimos la empresa a partir de la venta de entradas. La empresa la armó el público. En eso creo. Por eso creo en la reinversión, en hacer crecer la industria nacional.

–¿Es verdad que a Laurita Fernández la conociste con un insulto de ella?

–Sí, sí. Ella estaba protagonizando Sugar en Buenos Aires, en Lola Membrives, y la obra iba a Mar del Plata, a un teatro nuestro. No nos conocíamos y coincidimos en el estacionamiento. Yo me acerqué al coche y le golpeé el vidrio para presentarme. Ella habrá creído que era un plomo… Le volví a golpear y me putea, según me cuenta después, pero por el plomo que quería que le bajara la ventanilla. El cuento es hermoso. ¿Cómo nos conocimos? Con una puteada de ella.

–No me vas a decir los nombres, ¿pero hay gente con la que decís “yo acá no vuelvo a trabajar”?

–Sí, hay una o dos personas. Hay pruebas evidentes de falta de ética, de falta de palabra.

–¿Qué pensás de los actores que se manifiestan políticamente y que, a veces, asumen un costo súper alto por eso? ¿Acompañás, lo entendés?

–Me parece que el costo es injusto. Todos tenemos derecho a expresarnos. Yo también tengo mis grietas: creo que la grieta hay que dividirla entre honestos y deshonestos, no por cómo pienses. O sea, vos podés pensar igual que yo y ser deshonesto. Y yo prefiero no tenerte cerca. Me parece buenísimo tener divergencias, escuchar y ser esponja con el otro. Es casi una tarea docente mutua, pero también es cierto que en algunos casos se han extralimitado. La sobreactuación, como pasa en el teatro, creo que no sirve en nada. Puede ser que en algún caso se haya sobreactuado. Pero en la general de quienes opinan, me parece que es injusta la crítica.

–¿Qué me encontraré este verano en las salas?

–Con mucha gente talentosa que Argentina tiene en artes escénicas y con una cartelera teatral y musical muy heterogénea.

–¿Creés que se viene una buena temporada?

–Yo creo que hay que seguir laburando y hay que seguir comprometidos, dar buena oferta. Y fundamentalmente, pensemos como pensemos, pensar que necesitamos estar mejor. Lo dije con cualquier gobierno, lo reitero también ahora: tenemos que seguir marcando todo lo que sintamos que está mal y seguir rescatando lo que pueda haber de bien, porque necesitamos estar bien, estar mejor. Necesitamos convivir con gente que esté mejor porque vamos a vivir mejor. No tengo dudas de que yo transito la vida mejor si los de alrededor están mejor, porque me va a tocar a mí estar mejor. Yo quiero pensar que mis hijos van a hablar en el futuro de esto que hemos vivido nosotros, los que ya somos grandes, como una etapa de la Argentina que ha sido superada. Van a hablar ellos.

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