En una charla distendida, tres generaciones de actores intercambiaron experiencias, recordaron anécdotas y analizaron cómo fueron evolucionando con el paso de los años el cine, la televisión y el teatro.
Luis Brandoni, Benjamín Vicuña, Darío Barassi y Franco Masini se refirieron a la importancia del respeto entre colegas y a la responsabilidad de interpretar las historias de personajes que existieron en la vida real.
“Esto es un trabajo y hay que ser extremadamente respetuoso con el otro”, afirmó Brandoni respecto a las escenas que incluyen el contacto físico. Vicuña, por su parte, mencionó que, en secuencias de violencia, en nombre de la improvisación se cometen algunos excesos. “Trabajamos con el cuerpo y más de uno se comió alguna piña porque se escapó una mano o porque la coreografía no salió”, advirtió.
Además de enfrentar los desafíos inherentes a la profesión, tales como la creación de personajes, la capacidad de conectar con sus emociones y cautivar al público, los profesionales del mundo del cine y el teatro también deben sortear las vicisitudes cotidianas que pueden surgir durante rodajes o funciones. Estas incluyen desde cortes de luz hasta espectadores descompuestos en la sala.
“Me pasó una vez que una persona del público tenía una tos descomunal que sonó desde que arrancó hasta que terminó la función, en una sala muy chica. Le dieron agua, le pedí que se retirara, pero no quiso”, recordó Masini.
Con el lema de que “el show debe continuar” y entendiendo que los imprevistos son también parte de la tarea a resolver, Barassi señaló que en comedias se suelen utilizar esos exabruptos como parte de la obra, haciendo al público partícipe de los hechos inesperados.
Paoloski: —¿Ustedes mienten cuando actúan o hay verdad en lo que hacen?
Brandoni: — No, no mentimos. Actuar es un juego de convenciones, de complicidades entre el público y nosotros. Uno no miente, representa a un personaje, una situación, un diálogo. La gente sabe que ese personaje no soy yo, cuando lo hago más o menos bien y se diferencia de mí (risas). La gente va al cine, al teatro, para que le contemos un cuento. No estamos mintiendo.
Masini: — No, no es mentir. Es la verdad más grande para mí.
Vicuña: — Yo creo que no es mentir, pero pienso en “Las brujas de Salem”, esa obra maravillosa, en donde Abigail Williams tiene procesos de sugestión, de brujería. Yo creo que el actor logra, por momentos, entrar en estado de sugestión para, desde ese lugar, poder emocionarse, vibrar, sufrir un ataque de pánico y poder llorar a gritos por una situación inexistente en la realidad, pero que existe en su cabeza. Desde ese lugar creo que podríamos bordear la locura…
Brandoni: — Yo creo que no es saludable creerse del todo lo que uno está haciendo. Hay actores y actrices que tardan una hora y media en salir del personaje. Es insalubre.
Vicuña: — ¿No creés que queda en algún lugar del cuerpo?
Brandoni: — No, porque lo que pasa es la emoción. Yo voy a dirigir ahora una obra argentina que se llama “Made in Lanús”, que hice hace muchos años. Y estamos leyendo el guion, tres actores y yo, en una mesa, y en un momento nos emocionamos. Y no porque estuviéramos mintiendo sino porque lo que estábamos diciendo nos llevaba a la emoción.
Barassi: — No asocio la palabra mentira con la actuación.
Masini: — Creo que también pasa porque estás interpretando al personaje, tenés que creer lo que está pasando sino se cae el castillo que armaste.
Vicuña: — Hay dos cosas que la gente tiene asociadas a los actores: una es cómo memorizamos, que eso es canchero y nos agrandamos un poco al escucharlo. Pero la segunda es: “Son todos mentirosos” o “son grandes mentirosos” y esa te duele. Piensan que uno tiene a mano la posibilidad de mentirle al policía o a cualquiera en el día a día, y yo no puedo. A mí me tiemblan las manos, soy un mal mentiroso, pero cuando actúo algo sale bien…
Barassi: — Yo soy un gran mentiroso en la vida, no en el escenario. Amo mentir, me encanta la mentira, pero no la uso en el trabajo (risas).
¿Cómo viven las escenas de sexo y los besos en la ficción?
Charlas previas, acuerdos y hasta coreografías son herramientas que les permiten a los actores y a las actrices interactuar entre ellos e interpretar papeles que hacen reír, llorar, emocionar y hasta enamorar al público. Pero, ¿qué pasa detrás de esas escenas?
Brandoni: — He tenido oportunidad de besarme con muchas mujeres y lo que tengo muy claro es que eso es un trabajo y hay que ser muy respetuoso con el otro. En ese momento, hay que ser particularmente respetuoso.
Vicuña: — A mí me pasó en algún momento que me digan: “A ver, probá un poquito más”. Había una especie de coacheo en ese tipo de escenas…
Barassi: — Más allá de que haya una medida protocolar uno está en la escena con la actriz, con el actor y hay un contrato entre los dos. Se pauta en el momento hasta dónde y qué hacer y qué no. Se puede pedir, se puede consensuar.
Actualmente, en escenas que incluyan contenido erótico, algunas plataformas de productos audiovisuales optaron por crear el denominado “departamento de intimidad”, que tiene como fin la creación de un protocolo conjunto que establezca reglas claras durante la actuación de un equipo dentro del set. Sirve para delimitar hasta dónde cada uno quiere exponerse en su trabajo y congeniar la tarea entre todas las partes involucradas.
En esas situaciones de la cotidianidad de la profesión, los cuatro actores coincidieron en la importancia de “cuidar al otro” y ser respetuosos entre compañeros, entendiendo que todos les ponen el cuerpo a las historias buscando crear un impacto en el público que los ve. Pero, ¿qué pasa con las escenas de violencia?
Vicuña: — Lo que mencionamos en las escenas de sexo y besos no dista mucho de las secuencias de peleas, golpes. De alguna manera están emparentadas. Haciendo escenas de violencia, que están coreografiadas, más de uno se comió una piña, porque se escapó la mano… Trabajamos con el cuerpo y no hace mucho me pasó que una colega decidió improvisar y sintió querer darme un buen sopapo. Continué como un señor, pero sentí que me paralizó.
¿Por qué decidieron ser actores?
Brandoni: — De chico escuchaba mucho la radio, que era donde pasaba todo, porque no había televisión. Iba al cine de mi barrio y me gustaban sobre todo los actores cómicos. Terminé la secundaria, hablé con mis padres y me apoyaron en la decisión, pero no sabía cómo arrancar. Me llevó un amigo al Conservatorio Musical de Arte Escénico y ahí me di cuenta de que me gustaba, aprendí y me formé con grandes maestros a quienes hoy en día les debo gratitud.
Vicuña: — A mí me gustaba mucho un circo que había en Chile, que no era de animales sino una fusión de arte, una experiencia donde se recitaban prosa con texto de Roberto Parra. Me acuerdo de que entrabamos por los camarines y veía toda la mística de los actores con sus velitas, sus cosas, y dije: “Qué cosa más hermosa, qué familia increíble”. Ese fue un primer flechazo fuerte.
Masini: — Yo arranqué de muy chico, a los 11 años. Empecé a trabajar y paralelamente a estudiar actuación. En las obras que hacía en el colegio tenía una sensación de libertad y a los 13 años el director del colegio me llevó a hacer una obra. Durante 3 meses tenía solo dos textos. Eran tres palabras y en la tercera me mataban (risas). Después apareció la tele, me convocan de Disney y ahí comenzó todo.
Barassi: — Yo soy bastante enérgico y a mí el escenario me da calma, me ordena. Me vine a Buenos Aires a estudiar y yo soy de una familia muy conservadora que quería que estudiara una carrera universitaria de las tradicionales. Así que estudié abogacía, pero en paralelo también teatro. Me recibí, trabajé unos años como abogado y el día que entré a un estudio jurídico conocido, quedé seleccionado en una serie y terminé eligiendo la ficción.
La timidez y el escenario
En el inconsciente colectivo pareciera incompatible la posibilidad de que un actor o una actriz puedan ser tímidos, sabiendo que su tarea principal es presentarse ante miles de personas o frente a una cámara. Sin embargo, la vida social no es un set y los actores explican que, la mayoría de las veces, los personajes que representan no tienen nada que ver con cómo son ellos en la realidad.
Masini: — A veces la gente no entiende que son dos cosas distintas. Tal vez estás en una reunión social donde no conocés a nadie, estás tranquilo y te dicen: ¿Por qué estás tímido si vos después te subís al escenario y no te importa nada? Uno en su trabajo está cubierto detrás del personaje. No es Franco quien se sube sino el personaje. Ese escudo nos sirve.
Brandoni: — No siempre. Es relativo. ¿Vos subiste al escenario del Teatro Colón alguna vez?
Masini: — No.
Brandoni: — Ahí vas a ver lo que se siente.
Masini: — ¿Ahí no hay personaje que valga? ¿No hay escudos?
Brandoni: — No, es algo… increíble.
Un pecado muy común: olvidarse la letra
El avance de la tecnología, que se aplicó a diversos ámbitos de la vida cotidiana, también se implementa en las grabaciones, permitiendo agilizar los tiempos y corrigiendo errores a partir de la edición y el montaje. Pero en el teatro, la cercanía con el público hace del lugar un espacio íntimo en el que los actores deben resolver con rapidez los imprevistos que puedan surgir. Uno de los problemas que la gran mayoría de los actores vivió en algún momento de su carrera es quedarse en blanco.
Paoloski: — ¿Les ha pasado olvidarse la letra o que se la olvide su compañero?
Masini: — Me pasó. Primera vez que tenía que decir todo el texto. Pasan los primeros 10 minutos y de golpe se me va la letra. Empecé a mirar al público, la luz y, lo peor, es que estás ahí solo, no te puede rescatar nadie. Y la gente me miraba, esperando mi reacción.
Brandoni: — ¿Y qué va a hacer la gente?
Masini: — No, pero era peor. De los nervios, en un momento, bajé y empecé a inventar texto relacionado a la obra…
Paoloski: — ¿Pero en algún momento pudiste volver?
Masini: — Sí, no sé cómo, pero me acordé y volví a retomar.
Vicuña: — Yo maté ese fantasma. Con los años, entendí que no es tan grave, que se puede salir jugando. Tiene que ser un bloqueo muy importante para romper la cuarta pared.
En el contexto de aquellas cuestiones que pueden “sacarlos del personaje” o distraerlos durante una función de teatro, los actores mencionaron algunos acontecimientos insólitos en los que decidieron continuar con el espectáculo a pesar de todo.
Brandoni: — El otro día se nos cortó la luz en el teatro y eso claro que te desconcentra.
Barassi: — Tampoco uno es un superhéroe, pasan cosas y te afectan. Se corta la luz, te modifica, lógico.
Brandoni: — Uno tiene que pedir disculpas al público. Hay que arreglar como retomar la escena de manera verosímil…
Aunque también los roles se intercambian y pueden ser los actores aquellos espectadores que experimentan situaciones incómodas.
Barassi: — Qué feo también que es ser público y tener tos. A veces te pasa en una obra que empezás a toser y te querés matar.
Vicuña: — A mí me pasa con el sueño. Yo tengo bebés y duermo poco. Entonces, cuando mis amigos me invitan a ir a verlos al teatro y empiezo a bostezar o a dormirme siento que me están mirando y es un papelón.
Los colegas
En un mundo en el que desde los castings hasta las marquesinas todo pareciera ser una competencia, compartir proyectos con buenos talentos es propicio. Pero más aún lo es coincidir con buenas personas.
En el afán de generar nuevos vínculos con colegas al arribar de Chile a Argentina, Benjamín contó una anécdota curiosa sobre la puntuación que le asignaba a sus compañeros pensando que era un gesto de cariño.
Vicuña: — En mi país, la evaluación académica es del 1 al 7 no del 1 al 10. Entonces yo los primeros años en la Argentina no entendía por qué mis compañeros actores no me querían mucho. Y lo entendí después. Yo iba al teatro y entraba a los camarines a saludarlos y les decía: “Un 7, un 7″. Los compañeros se quedaban mirándome con cara de: “¿Y este chileno a quién le ganó?
Todos: — (Risas)
Barassi: — Aparte no hay nada más horrible que te digan que tu actuación estuvo como para un puntaje de 7.
Vicuña: — Después entendí que acá esa cifra es como que aprobaste con lo justo.
Con pasión y convicción de elegir formarse en la carrera que deseaban, este grupo de profesionales desarrollaron carreras exitosas, pero sobre todo trascendentes, dejando su huella en la pantalla chica y en el cine cada uno con su estilo y especialidad.