El conductor emblema de los programas de televisión Grandes valores del tango y Feliz domingo, es referencia obligada de muchos conductores actuales. Su trabajo atravesó varias generaciones de argentinos. Incansable, es el dueño, además, de una prolífica carrera como escritor de tangos. Una esquina de Buenos Aires lleva su nombre, la esquina de Corrientes y Carlos Pellegrini. Fue famoso también por sus romances mediáticos con Silvia Süller y Giselle Rímolo. Silvio Soldán, a los 88 años, hoy sigue en carrera. Trabaja toda la semana, conduce eventos y programas y recorre el interior del país con sus presentaciones. Está en pareja con una mujer 30 años más joven, una admiradora que lo conquistó.
— Me gustaría que digas que tengo una plaza en Palpalá, provincia de Jujuy. La plaza Silvio Soldán, y como subtítulo Grandes valores del tango.
— Tenés 88 años y estás fantástico.
— Sí. Que botona que sos (risas). No, todo el mundo sabe que tengo 88. Nací el 26 de marzo de 1935.
“SI NO TRABAJO ME CANSO”
— ¿Cuántos años trabajaste de estos 88?
— Todos. Comencé en los medios a los 22 años. Hago eventos permanentemente, viajo a todas partes. Por el interior, por Uruguay. Estoy grabando un programa en Uruguay para toda América. Un programa con invitados, soy una especie de Mirtha Legrand, pero sin comer. Y tengo una oferta fantástica en Uruguay también, en el canal 4, Los Grandes Valores del Tango rioplatenses, con artistas argentinos y uruguayos.
— ¿Nunca te cansás?
— No. Si no trabajo me canso. Pero si estoy trabajando no, me siento muy feliz. Es que no sé hacer otra cosa más que trabajar. Si no trabajo me aburro muchísimo (risas). Tengo amigos, salgo a comer casi todas las noches, disfrutamos, lo pasamos bien. Compramos vida, diría mi amigo Cacho Rubio. Esto es comprar vida también, encontrarse con alguien como vos, tener una charla distendida.
— No te quedás en tu casa entonces, salís.
— Salgo permanentemente, sí. Manejo. Siempre me dicen: ¿manejas? Manejo como cualquiera y mejor que muchos también.
— ¿En qué cambió la vida con el paso de los años?
— Nada. Yo sigo siendo exactamente el mismo.
— ¿No hay nada que dejaste de hacer?
— No. Tengo un formato de Feliz domingo de una hora diez aproximadamente que tiene un éxito brutal. Hago cuatro, cinco eventos por semana. Me va muy bien. Después salgo con un conjunto musical y dos cantantes de tango y hago Grandes valores. Hace poco en el teatro Astral de la calle Corrientes recordamos a Feliz domingo, diez días, nos fue muy bien.
— ¿Y la salud?
— Bien. Por ahora. Siempre hay alguna cosita. A esta altura del partido no puedo decir que no haya algo. Tuve un pequeño accidente muy tonto y me tuve que operar de la columna vertebral, eso fue bastante complicado. Los primeros tiempos casi no podía caminar, pero ahora camino perfecto. Me quedó mucho miedo.
— Hay un secreto para estar así a los 88. Algo tomás o dejás de tomar.
— Un poco de vino, cerveza (risas). Algún champancito cada tanto.
— ¿Vitaminas?
— No. Un día Cormillot me llevó al programa que hacía para los gorditos, y me preguntó: ¿Qué desayunás? Nada. O a lo sumo una fruta. ¿Qué almorzás? No almuerzo. ¿Qué merendás? No tomo merienda. ¿Pero comés de noche? Sí, de noche como, mi única comida. Pero eso está muy mal, dijo. ¿Vos cómo te sentís? Me siento perfecto. Entonces seguí así (risas). Se la gané a Cormillot. Cuando estoy ocupado me olvido totalmente de la comida.
— ¿Es verdad que nunca faltaste al trabajo?
— No falto nunca yo. Jamás. En algún momento tal vez por alguna circunstancia, pero no, yo no falto jamás. Y siempre llego muy temprano.
“PARA QUE AHORRÉ? PARA QUE ME ESTAFEN. ME ESTAFARON MUCHAS VECES”
— ¿Para qué ahorrás? ¿Qué te gusta hacer además de trabajar?
— ¿Sabés para qué ahorré? Para que me estafen. Me estafaron un montón de veces. Y ahí se fueron la mayoría de mis ahorros. Vos conoces muy bien el caso. El tema Rímolo me costó mucha plata.
— Estuve al frente del programa Telenoche investiga, que investigó y denunció a Giselle Rímolo como falsa médica. Fue acusada por 57 casos de estafas a pacientes que iban a su clínica para adelgazar.
— Vos en ese momento dijiste: no tiene 23 años, no es médica, no tal cosa, no tal otra. Ni rubia es (risas).
— Te estafó.
— Me estafó en todo sentido. Económicamente, sentimentalmente. Todo.
— ¿En qué concretamente te mintió Giselle Rímolo?
— En todo. Yo pensé que era una profesional, que hacía las cosas bien. Porque atendía políticos, al jefe de policía de turno, médicos, abogados, ingenieros, deportistas. ¿Por qué tenía que dudar? Yo me enteraba de las cosas que ella me contaba, yo no iba a su consultorio. He ido seis, siete veces a sacarme una telangiectasia.
— Estuviste 61 días preso en la cárcel por este tema.
— Estuve en el “country” de Villa Devoto. Una experiencia más en la vida.
— ¿Te quedó bronca?
— No estoy arrepentido ni angustiado, nada. No lo pasé mal tampoco, me trataron de maravillas. Pasó. Tantas cosas pasan en la vida.
“EL MÁS DAMNIFICADO POR GISELLE RÍMOLO FUI YO”
— Pero vos fuiste uno de los más damnificados.
— El más damnificado de todos fui yo. Hay gente que se ha enojado conmigo. El que peor la sacó en esta historia soy yo sin ninguna duda.
— ¿Creías que Rímolo era una profesional?
— Totalmente. Hasta que después me enteré que se había recibido en un living.
— Y la apoyabas económicamente.
— No, cuando ella puso la clínica del horror, así la llamaban, yo no tuve nada que ver. Era una relación tóxica, teníamos momentos buenos y de repente nos separábamos por un tiempo. Y justamente cuando nos separamos ella puso la clínica. Cuando el juez, el doctor Bergés, creyó que yo puse la clínica, fue a preguntar a la inmobiliaria y no me conocían. “Porque usted le hacía publicidad en las revistas barriales de Devoto”, ella decía eso, inculpándome. “Usted le puso el contador.” Yo no conocía a nadie y creía en lo que esta mujer hacía. Hubo tres o cuatro fiscales, ninguno me acusó. Y el fiscal principal, el doctor Martín Nicklinson, cuando hizo el alegato final parecía mi abogado defensor, dijo: este tipo no tiene nada que ver.
— Te estafó, además, afectivamente.
— Afectivamente sí. Un día estaba viendo televisión, Intrusos, y Marcela Tauro dice: la vi a Rímolo con su nueva pareja, el doctor Gainedú, su abogado defensor. ¿Qué? (risas). Le dije a Tauro: tenías razón vos querida, yo pensé que no. Llegaron a contratar a una actriz desconocida como secretaria y cuando yo iba a la oficina aparecía como pareja de Gainedú. Son estafadores profesionales.
— ¿Cómo te recuperaste de eso?
— Me pasaron muchas cosas en la vida y me recuperé siempre. Son experiencias. Me pasaron muchas cosas malas pero me pasaron infinidad de cosas buenas. Le debo tanto a la vida. Pero tanto, tanto, tanto. Me estafaron varias veces. Un abogado, una escribana. Amigos. Los amigos del campeón. Porque yo nunca tuve quien me aconseje, porque mis viejos eran gente de pueblo, campesinos. Tenían muy poco estudio, muy poca cultura. Ellos no podían protegerme ni aconsejarme porque no tenían conocimiento. Y por eso metí la pata mil veces. Pero no me arrepiento, ya está. La vida me ha hecho muchas compensaciones. En la actualidad sigo siendo agasajado, siento que la gente me quiere en la calle, en todos lados. Trabajo permanentemente. La gente me ama, la gente me demuestra cariño, afecto, simpatía, amor.
— Te levantaste de muchas. No te fue bien con las mujeres. La historia con Silvia Süller terminó muy mal también.
— Hay mucho más (risas). Y sí, lamentablemente ¿no? Pero tuvimos un hijo maravilloso que tiene 32 años, Christian. Es un encanto, es un amor, es un chico de una seriedad total. Lo veo muy parecido a mí en cuanto al trabajo, le encanta trabajar. A mí no me gusta la gente que no trabaja. No me gustan los vividores. No me gusta la gente que no hace nada. Me gusta la gente que hace, que emprende cosas. Y mi hijo es así.
“TUVE MUCHÍSIMAS CONVIVENCIAS. CATORCE”
— Es curioso que a pesar de haber tropezado así, no dejaste de buscar pareja.
— No, nunca. Tuve convivencias, muchísimas.
— ¿Cuántas?
— Y, más o menos catorce. Un año. Tres años. Cinco años. Ocho meses. Pero bajo el mismo techo.
— ¿La más larga?
— Y la más larga será Silvia tal vez. Nunca me puse a hacer cálculos (risas).
— ¿Siete años?
— No, me parece que no tanto. Nunca me aguantaron tanto (risas).
— ¿Se iban ellas?
— No.
— O sea que eras vos el que no aguantaba convivir.
— Es que la convivencia es muy difícil María Laura. Por eso la pareja que tengo actualmente, una chica muy jovencita para mi edad, tiene 56 años, una chica grande que al lado mío es una criatura de jardín de infantes, vive en su casa y yo en la mía. Nos hablamos todos los días por teléfono, nos vemos cuando queremos vernos y la pasamos bárbaro. Y hace un montón de tiempo. Unos cuántos años. No digo la cantidad porque la gente hace cálculos.
— ¿Qué calcula la gente?
— Las cosas superpuestas que hay en la vida (risas).
“FUI INFIEL MUCHAS VECES. ¿SABÉS QUÉ DIFÍCIL ES DECIR YA NO TE QUIERO?”
— ¿Hubo muchas superpuestas?
— Sí, claro. Porque a mí me fueron infiel muchas veces y yo también fui infiel muchas veces. No sé si te queda claro (Risas).
— ¿Tenías varias relaciones simultáneas?
— Sí. Yo soy un tipo absolutamente fiel.
— ¿En qué quedamos?
— Soy absolutamente fiel hasta que noto que está por ocurrir algo. Yo escribo aforismos además de canciones y poemas: “Qué fácil es decir te quiero, qué difícil es decir ya no te quiero”. Cuando veo que la cosa se rompe, que ya no sirve más, ahí me pongo infiel. Mientras la cosa vaya bien, como con esta chica ahora, pasarán siglos y jamás la voy a engañar.
— ¿No es más fácil terminar la relación que ser infiel?
— ¿Sabés qué difícil es decir ya no te quiero?
— ¿Te costaba separarte?
— Claro, porque no es fácil. Vos notas ciertas cosas y decís: esto ya no va más. ¿Pero cómo haces para decirle que por eso no va más? Yo soy fiel hasta ese momento. En serio. Jamás he engañado a ninguna mujer sin saber que iba a terminar separándome de ella.
— Siempre quisiste convivir.
— Me encanta la convivencia, pero ahora ya no, me cansé de la convivencia (risas). Soy bastante enamoradizo.
— ¿Todavía hoy?
— No, además tengo a la chiquita. No miro a otra mujer, se acabó.
— ¿”La chiquita”?
— Sí, porque es chiquitita. Es la primera mujer chiquita que tengo de todas las mujeres que tuve, siempre fueron bastante voluptuosas.
— ¿Estás enamorado? Esta es la relación más larga.
— Sí, totalmente. Y esta es la más larga sí, sin dudas.
— Tenes una voz privilegiada ¿Enamorabas con la voz?
— Eso dicen, no sé. A mí me gusta mucho la poesía. Yo soy muy romántico. Escribo poemas, he escrito un montón de cosas. Sí, la voz por teléfono impresiona bastante.
— ¿Hiciste autocrítica sobre el final de tus parejas?
— Yo pienso que no hay un solo culpable, generalmente son los dos los culpables. La parte mía será porque soy perfeccionista, soy un poco hincha.
“SILVIA SÜLLER FUE MI GRAN PROMOTORA. CUANDO LA GENTE SE OLVIDABA DE MÍ APARECÍA HABLANDO DE MÍ”
— Recuerdo a Silvia hablando mal de vos en la tele.
— Fue mi gran promotora. Ella nunca dejó de promocionarme. Cuando la gente se olvidaba de mí, aparecía ella hablando de mí, Soldán existe todavía.
— ¿Qué pudo ofenderla mucho? ¿Por qué tanta rabia?
— Entramos en un terreno en el que no se puede hablar. No se puede contar. Hubo muchas cosas. Más de parte de ella que de parte mía.
— No se hablan, a pesar de tener un hijo en común.
— No, hace muchos años que no hablo con ella.
“UNO SE VA QUEDANDO MUY SOLO A UNA EDAD AVANZADA.”
— ¿Tenés muchos amigos?
— No muchos. A esta altura de la vida que van quedando por el camino. Eso es grave, es complicado. Porque no todos duran tanto como yo. Tengo muchísimos años. Y mucha gente se va a los 60, 65, 70. Uno se va quedando muy solo cuando llega a una edad avanzada.
— ¿Lo sufrís?
— Es triste, sí. Es doloroso. Se siente la ausencia de amigos entrañables, queridos, con los que compartiste tantos momentos. Pasan algún fragmento mío en televisión y veo que los que están alrededor se fueron todos. Quedé yo solito. Son muchos años y no todos llegan a esta altura.
— ¿Extrañás en particular algún amigo?
— Sí. Con Leonardo Simons éramos muy amigos, hasta que él tomó esa determinación tremenda de quitarse la vida. Jorgito Rossi por ejemplo, un amor de chico. Los extraño mucho a mis viejos. Mi viejo era un tipo muy callado pero era sabio. Yo lo quería enormemente. Mi vieja más dicharachera, pero también muy querible.
— Trabajaste muchísimo y en programas muy largos, había que poner el cuerpo ocho, diez horas. Una televisión distinta.
— Sí, Feliz domingo duraba entre ocho y diez horas. Totalmente distinta. Había cinco canales, ahora hay doscientos.
— ¿Qué ves hoy en televisión?
— Suelo verte a vos, hoy te vi por ejemplo. Veo muchos programas políticos. No veo realities. No veo novelas. Programas de entretenimientos sí. Me encantan los programas de preguntas y respuestas porque es lo que más me gusta hacer. Los 8 escalones es fantástico, admiro mucho a Santiago del Moro y a Guido Kaczka. Son los dos chicos de la nueva generación que están mejor ubicados. Con Guido Kaczka suelo ir de jurado a su programa. Con Santiaguito del Moro estuve en su programa Quién quiere ser millonario, fui con Christian, ganamos 500.000 pesos. En la entrega de los Martín Fierro me emocionó muchísimo cuando él me agradeció. Destacó a Cacho Fontana, a Héctor Larrea, tomó el Martín Fierro en sus manos y dijo: especialmente se lo quiero dedicar a Silvio Soldán que me marcó el camino. Te juro que pensé que había entendido mal. Yo lo estaba mirando. Me dio tanta emoción. Porque él no tiene ninguna obligación. Santiaguito del Moro no es amigo mío, no tiene ninguna obligación ni nada que se parezca. No es común algo así. Por eso me emocionó tanto. Se lo agradecí profundamente y personalmente.
— Estás impecable y sos muy coqueto desde siempre.
— Sí, me gusta empilcharme. Yo me siento mejor de traje que de sport.
— Pero la piel, el pelo. ¿Le dedicás tiempo?
— Sí, especialmente al pelo (risas).
— ¿Sólo te arreglas?
— Sí, totalmente. No tengo mucama ni valet. Con cuidado tengo que hacerlo el pelo.
“NO SÉ SI TENDRÍA EL CORAJE DE HACER LO QUE HACE PABLO ALARCÓN. PRESENTARSE SOLITO CON TU ALMA EN UNA PLAZA Y ACTUAR.”
— Porque existe la fantasía de que los que hacemos televisión tenemos un séquito que nos sigue.
— Mentira. Mentira. Lo conozco bastante a Pablo Alarcón y me dio mucha pena su exhibición en una plaza pública a la gorra porque es un actor que vale. Me dio mucha tristeza. Pero él está contento. Lo hace bien y lo hace con ganas.
— Necesita la plata.
— Totalmente. Por eso lo hace.
— Vos no necesitás plata.
— Claro, pero no sé si lo haría. No sé si tendría el coraje de hacerlo. Hay que animarse, ahí solito con tu alma presentarte en una plaza y actuar. No es fácil.
— ¿Cuándo descansás? ¿Cuándo no te da más el cuerpo?
— Afortunadamente hasta ahora el cuerpo me ha dado siempre, no tengo ese problema. Descanso como cualquiera. Tengo mucha actividad pero no son ocho o diez horas, hago un show que dura una hora y otro que dura una hora y media. Participo de ciertas cosas poco tiempo. Tengo mucho tiempo para descansar también.
— Hay dos grandes ejes en tu trayectoria, el tango y el entretenimiento. ¿Son dos amores, o hay uno que es más fuerte que el otro?
— Si tuviera que elegir alguno no podría. Porque me encantaba hacer Feliz domingo y me encantaba hacer Grandes valores del tango. Cuando hago los eventos de Feliz Domingo la condición que pongo es que nadie sepa que voy. Solamente la persona que me contrata, obviamente. Me encanta la sorpresa.
— ¿Vas con el cofre de la felicidad?
— Sí, pero una cosita chiquita. No el famoso cofre, ese era muy grande. Llevo la música, y cuando la escuchan, “Luces de mi ciudad” de Mariano Mores, empiezan a hacer palmas. Es maravilloso. Cuando aparezco ni te cuento, mi ego se va al cielo (risas).
— ¿Quiénes son los que te suelen contratar?
— Para los cumpleaños, casamientos, divorcios, que ahora se festejan también. Pymes. Empresas de todo tipo, grandes, pequeñas, medianas. Encaja en cualquier lado, porque Feliz domingo es un recuerdo maravilloso para la gente. No hay nadie que no lo recuerde, incluso los chicos que nunca lo vieron también lo conocen y lo festejan.
— Presentador, conductor, locutor. Pero además escribiste muchas canciones, muchos tangos.
— Tengo más de 200 canciones grabadas. Escribí con Mariano Mores. Escribí con Chico Novarro. Escribí con Sandro. Con Héctor Varela, hicimos un éxito muy grande. Con Hugo Marcel, otro éxito enorme. “Hoy la he visto pasar a María” con Hugo Marcel y “Así bailaban mis abuelos” con Héctor Varela. Con Horacio Guarany también escribí.
— ¿Tenés amigos músicos hoy?
— Sí, por supuesto. Con muchos salgo de gira y salimos a hacer, viajamos por todo el país. Con Alberto Bianco. Con Néstor Rolan.
— No puedo creer que viajes tanto.
— El sábado hago un evento acá, o dos. El domingo, otro evento. El lunes voy a Neuquén. El martes vuelvo, el miércoles voy a Uruguay. Vuelvo el viernes y ya el sábado tengo eventos acá.
— ¿Tenés secretaria para organizar la agenda?
— No, me organizo. No es tan difícil. Tengo un representante que es el que más me vende pero me puede vender cualquiera porque no soy exclusivo.
— ¿A algo le decís que no?
— Cuando algo no me gusta no lo hago. En televisión me han ofrecido muchos programas en los últimos años y no hice ninguno porque ninguno me gustaba.
— ¿Te arrepentís de algo? ¿De algo que no hiciste o de algo que hiciste y fue un error?
— No, me equivoqué un millón de veces por supuesto. Pero no, cuando me equivoqué me equivoqué y punto. Pero cuando fracasás no se nota mucho, Abel Santa me lo enseñó. Llegó a tener cuatro, cinco comedias en la calle Corrientes. Vos no conocés el fracaso, le dije. “Silvio, yo fracasé mil veces. Los éxitos duran dos años, cinco años y todo el mundo se acuerda. Hice comedias que se ponían en escena y a la semana se levantaban porque no iba nadie. De eso no se acuerda nadie”. Y es cierto. Yo hice un papelón impresionante haciendo una revista en la calle Corrientes. La tercera es la vencida, fue un horror. Duró una semana y hubo que levantarla porque no funcionaba.
— ¿Pero por qué un papelón?
— Encima el productor se afanó la guita (risas). Porque no funcionó. No pasó nada.
— Tiene que haber un secreto para que estés hoy con tantas ganas de trabajar y pienso que lo deberías revelar.
— Es que es hermoso trabajar. Y a mí me gusta mucho el humor. Lo que más me gusta de la mujer es el humor. Y la petisa tiene un sentido del humor total.
“ME PERSIGUIÓ TANTOS AÑOS. ME LLAMABA, ME ESPERABA, ME HACÍA REGALOS. UN DÍA LA INVITE A TOMAR UN CAFÉ.”
— ¿Es verdad “la petisa”, tu mujer actual, era una admiradora?
— Sí, me persiguió. Me siguió años hasta que me cansó.
— ¿Años?
— Sí. Me admiraba, me escribía. Me llamaba por teléfono a la radio. Iba a los programas de televisión que yo hacía. Pasó mucho tiempo. Me esperaba y me pedía un autógrafo, una foto. Se conformaba con eso. Hasta que un día la invité a tomar un café, porque la conocía tanto ya, la veía permanentemente. Para mi cumpleaños, o el Día del Locutor me mandaba a la radio dos docenas de sándwiches triples (risas). O masas. Y un día la invité a tomar un café. Y ahí empezó el romance. Pasó un tiempo, nos vimos nuevamente. Después pasó otro tiempo, y no dejamos de vernos nunca más. Hace mucho de esto. En ese lapso hubo otra, por eso no te digo la cantidad de años. Porque fue una cosa que nunca terminaba de consolidarse. Mientras yo estaba con otra persona.
— Era una aventura.
— No lo consideré nunca una aventura. No, era de una gran ternura.
— Pero vos estabas con otra persona.
— No sé, es muy difícil de explicar. Te tiene que pasar.
— Seductor las 24 horas. Pero el secreto para que estés así es el trabajo, el trabajo y el trabajo.
— Sí. A mí me encanta trabajar. Me divierte mucho trabajar.
— ¿Nos vemos acá en dos años, qué opinás?
— No sé, hay que prender la vela a San Pedro (risas). Perfecto, yo no tengo problemas. ¿Es una cita? (Risas).