Guido, como conductor de televisión, tiene características que muy pocos poseen. Una, no se la cree. Otra, no se muere por estar frente a cámara. Tampoco la fama le divierte y mucho menos hablar de su vida privada. Pero es el más reconocido, el más exitoso, el gran conductor de entretenimientos desde hace muchos años. El último pasajero. A todo o nada. Las puertas, La tribuna de Guido, La mejor elección, Bienvenidos a bordo, Los ocho escalones...
— Sos un gran entretenedor.
— Soy un, sí, es una manera de decirlo. Son muchos años haciendo programas. Recién decías vos “no quiere aparecer cámara o quiere tal cosa”. Al estar al servicio de esos programas quiero cumplir lo mejor posible la función que me toca. Le doy mucha bola a entender que en los proyectos somos una parte de un organismo que nos trasciende. Incluso al conductor.
— Los gerentes de programación odian si uno no quiere estar delante de cámaras todo el programa, si uno prefiere estar viendo un poquito desde afuera la pantalla.
— Sí. Se la bancan bastante con Ocho escalones. A Suar le gusta más y entiende toda esta idea. Pablo a veces me ha dicho “dale, un poco más, aparece un poco más”. Pero cuando las cosas funcionan uno las puede defender mejor.
— No es solamente en Los ocho escalones, te he escuchado en off, años, en otros programas.
— Sí. Cuando me vas a ver al piso yo hago señas, le hablo al director por los previos. Voy de algún modo editando y seleccionando qué es lo que vamos a hacer durante el programa.
— Para vos es más importante el programa que tu propio lucimiento en pantalla. Lo que habla muy bien de vos Guido Kaczka.
— Te agradezco. Lo que la gente mira cada vez más me parece es un cuento, un programa, algo que le gusta, y no tanto a Guido o personas.
““EN ALGUNA CENA ME HE PUESTO EL TELÉFONO EN LA PIERNA PARA RELOJEAR CÓMO FUNCIONABA DETERMINADA COSA”
— Sos el papá de cuatro chicos y con poco tiempo. Hacés y conducís dos programas diarios de televisión y uno de radio.
— Sí, pero cuando me comparo con gente que hace otras cosas, en cantidad de horas somos similares. Nuestro trabajo, y a vos no te puedo mentir porque además nos conocemos, nos lleva las 24 horas del día porque nos apasiona, porque nos gusta saber, nos gusta pensar en esto. Es nuestro hobby. Entonces uno lo anda haciendo todo el día, aunque no esté en la productora.
— ¿Cómo haces para disimularlo cuando están los chicos demandando atención? No podés estar todo el tiempo mirando el teléfono.
— Trato. Trato. En alguna cena me he puesto el teléfono acá abajo para ver cómo funcionaba determinada cosa.
— ¿Escondido?
— No, me lo apoyo en la pierna. Sigo comiendo y un poquito he relojeado para ver alguna cosa que tenía que… Pero nos fuimos acomodando. En algún momento era más complicado. Yo en un momento hacía radio muy temprano y grababa dos programas. A la mañana la radio, después iba a grabar un programa que salía a la tarde, me iba a dormir la siesta a un hotel muy cercano al Trece y después grababa Escalones. Llegaba muy tarde a casa y me iba a las cinco de la mañana de nuevo a la radio. Eso me parece mucho, sí.
— Ahora, ¿cómo es la rutina?
— Ahora me voy a las 9 y media. Hago radio de 10 a 2 de la tarde. Hago el pase con nuestro amigo Santiago del Moro. A las 2 de la tarde me voy para la productora. Estoy hasta las 7, 7 y media. Voy a terapia. Y después de terapia vuelvo a casa. De 9 y media de la mañana a 8, 8 y media de la noche. ¿Está bien?
“TENGO DISTINTOS HORARIOS DE TERAPIA PORQUE VOY BASTANTE”
— ¿De qué hora a qué hora es la terapia?
— 7 y media. Depende, tengo distintos horarios porque voy bastante. 50 minutos de sesión.
— Vas cuatro veces por semana a terapia porque necesitás mucho pensarte. Y hacerlo en voz alta cuatro veces por semana.
— Sí. Me gusta hablar también. Me gusta dialogar. En general. Hago radio, soy conductor. Vengo a la entrevista con vos hoy. La terapia me ayuda mucho. Me ayuda a pensar, lo que tratamos de hacer todos, o la mayoría de las personas, pensarnos para adentro. Qué cosas nos complican para vivir con los demás. Cambiar algunos hábitos que no son los mejores, cuesta mucho cambiar un hábito. Y ando pensando, haciendo mi terapia para mejorar. Y para disfrutar más de la vida.”
“PENSAR PARA ADENTRO ES DOLOROSO EN MUCHOS CASOS”
— Buscás un interlocutor en realidad, vos te pensás todo el día.
— Sí, es cierto. Cuando uno piensa solo, hay gente que lo hace mejor y gente a la que le cuesta más. Pensar para adentro es doloroso en muchos casos y uno mismo se da el analgésico. En cambio un psicoanalista te puede ayudar a que ese tránsito sea mejor.
— Te da herramientas.
— Te da herramientas, sí.
“EL TALÓN DE AQUILES ES CAER EN ESOS GIGANTES QUE NOS CONDUCEN LA VIDA: LAS ENVIDIAS, LOS CELOS, LA RIVALIDAD”
— ¿Cuál es tu talón de Aquiles? Dijiste “cambiar hábitos”.
— Me parece que el talón de Aquiles todos lo tenemos, es caer en esos gigantes que nos conducen la vida. Las envidias. Los celos. La rivalidad. Pensar que lo que yo no puedo tiene que ver con el de afuera. Que en realidad la vida es injusta conmigo. Buscar justicia en la vida si no puedo hacer algo o no consigo tal cosa. Aquello que te sucede en la vida y que no es como vos te lo imaginaste. Que además es lo que pasa siempre: todo lo que imaginás, después no es como te imaginaste.
“ES UNA TENTACIÓN MUY GRANDE DECIR QUE TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR”
— Mucha gente en estos tiempos, cree que todo lo que le pasa de malo es por alguien o por algo de afuera, no se siente responsable.
— Es que “la vida me engañó”. ¿Cómo puede ser, con todo lo bueno que yo tengo para dar que este mundo que no me entiende? Entonces nos enojamos con el otro. Y el otro tiene el mismo problema que uno. Por eso también la terapia, ponerse un poco en el lugar del otro. Y entender, además, que en este momento María Laura Santillán es la relación que tiene conmigo y yo soy solo la relación que tengo con María Laura. Entonces voy a llegar a mi casa y voy a ser otro Guido. Guido, en definitiva, es sólo las relaciones que va teniendo. No hay un Guido que no dependa de los demás. Hacemos las cosas entre los dos. El otro no es culpable, es sólo una parte de un fenómeno que a veces se da y a veces no se da. De un encuentro que a veces se puede y otras veces no.
— Otro mal de la época es estar mirando para atrás. “Porque antes…” “Hace 7 años…” No importa qué.
— Es una tentación muy grande decir que todo tiempo pasado fue mejor. Te pasa todos los días, uno dice esto “es un desastre lo que está pasando, esto no era así”. Yo me acuerdo de cuando la lata de gaseosa valía 1 peso. Terminás diciendo cosas como ésta. Un delirio. La verdad que no conviene. No conviene. Yo no sé si el tiempo anterior fue mejor que éste. Seguro que no conviene enojarse porque lo único que tenés es esto ahora. El futuro es un deseo y el pasado es un recuerdo que además no existe en el pasado, sólo lo tenés en el presente. Es muy posible además que le pongas edulcorante. Cuando pensás en que todo tiempo pasado fue mejor, en ese momento no te sentías así.
“EN LA FELICIDAD APARECÉS, NO ES QUE LLEGASTE A LA FELICIDAD. DE GOLPE APARECÉS”
— Vale para los vínculos también. ¿Hay algo tuyo que tenés que trabajar en terapia siempre?
— Hay muchas cosas. Pero va surgiendo con los asuntos. Es un tema que sufrís todos los días, que las cosas no son como querés. Te levantás a la mañana y es muy probable que las cosas no sean como querés. Ante el mismo problema a veces te sentís bien y sobre eso que fue un problema tremendo decís ¿sabés que no me preocupa tanto? Es según como te levantás, cómo está el ánimo. Comprenderlo no te va a dar felicidad eterna pero, por lo menos, podés pensar que eso se va a pasar. Lo que pasa es que cuando te ocurre, sentís que es eterno el sufrimiento. Así como cuando te va bien o conseguís algo, sentís que es para siempre, que ya llegaste a un lugar. En la felicidad aparecés, no es que llegás a la felicidad. De golpe aparecés. De golpe estás y de golpe no estás. Para todo eso pensarse. Hablar, dialogar, encontrarse, resignar ¿no?
— Hace mucho tiempo que te va bien.
— Sí, me va bien.
— ¿Alguna vez has faltado a terapia? Decir: hoy me siento bien, hoy no quiero ir.
— Pero es que no voy cuando me siento mal.
“LA MAYORÍA DE LOS DÍAS NO ME DA GANAS DE IR A TERAPIA”
— No, pero quizás hay días que no tenés ganas.
— La mayoría de los días no me da ganas de ir a terapia.
— Ah.
— Yo ahora tengo terapia, cuando salgo de acá. Cuando salgo agarro el auto y digo: ay Dios, terapia ahora. Me iría a… Sí, me pasa. Pero también me pasa para ir a la radio a la mañana. Y también me pasó antes de llegar a esta entrevista, y ahora la estoy pasando genial. Porque cuesta salir. Nosotros hablamos antes de esta entrevista, y vos no debés haber sentido que yo estaba diciendo “María Laura: ¿cuándo es la entrevista?” No, porque tengo que ir a hablar y porque tengo que pasar por el asunto. La terapia es igual. Es como ir al gimnasio. Hay mucha gente que va al gimnasio, es fantástico ir al gimnasio, pero quién tiene ganas en julio a las 11 de la mañana? Lo que sí quiere uno es estar fortalecido y tener bien los músculos. La terapia es lo mismo.
— Es una inversión cuatro veces por semana. Es una inversión en uno.
— ¿De dinero?
— En todo sentido. De tiempo.
— Sí, de dinero sí, obviamente. Pero no una inversión en lo que vas a conseguir. A veces hay una idea de que con la terapia voy a conseguir la fórmula de la Coca-Cola. No te dice qué hacer el terapeuta, es una inversión en sentirte mejor. En tratar de disfrutar más de la vida.
— Siempre con el mismo terapeuta me faltó decir, desde hace 21 años.
— Sí, es una maravilla mi terapeuta. Tenés que encontrar un terapeuta que te sirva, la relación es de a dos. Que esa terapia sientas que te hace bien.
— Sostenés rutinas que te organizan, te calman, te hacen bien. No sé si lo seguís haciendo, pero recuerdo que terminaba el programa y la llamabas a tu mamá.
— La llamo a mi mamá. Cuando termina el programa ahora no la llamo. Pero hablo con mi mamá, hablo seguido.
— Le preguntabas cómo te había visto.
— Sí, es verdad. Mira cómo uno lo olvida. Pero seguimos hablando. En el último tiempo no tanto del programa pero sí, a veces me habla, lo mira. Porque además lo miran sus amigas, les encanta. Muchas veces me dice tal cosa, tal otra, pero me pasa también con mis hermanos. Hablamos mucho de tele. Tenemos una historia relacionada con la televisión entonces nos entendemos. Viste que los que laburamos en esto algo entendemos y a veces el otro queda un poco afuera. En mi familia todos entienden de televisión, de los medios.
— ¿Seguís siendo muy mamero?
— Menos. (Risas). Menos mamero.
— Lo de la tele fue como un flechazo que duró para siempre, eras muy chiquito cuando empezaste a grabar.
— Sí, era muy chiquito, mis hermanos arrancaron primero, Emiliano, después Analía. A mí me encantaba, me fascinaba estar en los canales. Pasaba dieciséis horas en los canales. Era muy chiquito y grababa horas, y horas y horas. En esa época no había un horario como tiene que ser, ocho horas, y los nenes menos horas, creo que son seis. No, me quedaba a vivir. Pero no me cambio por nadie.
— Y te quedaste a vivir en la tele.
— Y me quedé a vivir, sí. Sí, acá estamos. Mi vida es así. La tele. La radio.
— En tu rutina de todos los días también están los otros programas de televisión de Kuarzo.
— Sí, soy socio de Kuarzo y con Martín Kweller sí tenemos nuestra rutina. Nuestra reunión diaria.
— La tele es tu tarea, tu trabajo, tu hobby. Nosotros no tenemos hobbies.
— Es éste (risas). Sí. Uno lo haría de todas maneras. Hay gente que tiene esa gracia. A los deportistas les pasa. A nosotros nos sucede. Hay médicos que atenderían de cualquier modo. Enfermeros. A la gran mayoría no le ocurre. Le debés tener que poner garra si tenés que hacer un laburo que no te gusta tanto.
— ¿La inspiración cómo llega? ¿Las ideas cómo llegan? ¿Aparecen en un momento inesperado o aparecen contrarreloj? Si hay que renovar el programa, ¿las ideas aparecen en el camino? ¿Aleatoriamente?
— Las dos cosas. A veces se te ocurre algo y decís: esto puede funcionar, esto puede ser divertido. Y la necesidad también ayuda en televisión, a mí por ejemplo. A mí me gusta no ir tan de banca para que se me ocurran cosas. Estás jugado, estás complicado y tenés que pensar. A mí me viene bien. Lo que sí es cierto es que como conductor yo defiendo mis ideas en los programas míos. Me es más difícil cuando son ideas para otros programas, porque lo tenés que transmitir. En mis programas cuando se me ocurre hacer determinadas cosas en Ocho escalones, lo voy a defender con el micrófono.
— ¿Es más difícil cuando pensás ideas para otros?
— A veces tenés una idea, la proyectás desde lo que se te ocurre a vos frente al micrófono y después no pasa. Eso lo fui aprendiendo con el tiempo. No pueden ser los programas que se te ocurren una proyección de uno porque somos todos distintos, tenés que encontrar lo que calza en el artista o el conductor que está haciendo el programa.
— En tus programas hiciste y hacés cosas muy distintas entre sí estos casi 18, 19 años ininterrumpidos. Algunas relacionan el entretenimiento con el conocimiento, como cuando preguntás en Los ocho escalones, y otras juegan con lo bizarro. ¿Cómo se te ocurrió que podía funcionar en televisión una competencia donde la gente hiciera el ruido que hacían los dinosaurios?
— Las puertas, sí, es cierto, En esa época estaba saliendo YouTube, pensé que YouTube era un programa en sí mismo y ahí se me ocurrió lo de las puertas. Lo hablamos con mi socio y cuando se lo fui a contar a Codevilla me decía: no entiendo. Entonces llevé un papel con una lista de puertas: la puerta del chicle globo, la puerta de los dinosaurios, la puerta de los parecidos. Me decía, ¿cómo es el programa? Son puertas. Entonces Pablo, que además es muy divertido, me dijo: ¿y? Cuando Pablo me empieza a decir ¿y? Yo digo, ¡ay Dios! Porque no tenía una cosa tan armada. No le dije lo de YouTube, le contaba que salía gente de las puertas. Me dijo: ¿y quién gana? Gana el que más gusta. ¿A quién, a un jurado? No, no, entre nosotros. ¿Quiénes? Los que estamos ahí, la producción. Votaba una azafata, votaba un mozo y la producción. ¿Y cuál es el premio?, me preguntó. No vamos a decir cuál es el premio. ¿Cómo no van a decir cuál es el premio? No se decía cuál era el premio, se decía: premio chico y premio grande y eran electrodomésticos. Porque mi idea era que lo hicieras porque lo querías hacer, lo mismo que en YouTube. Ahora YouTube se volvió un negocio, todos lo hacen para poder ganar plata, pero al principio no.
— Cuando le explicaste que iba a haber distintas puertas donde pasaban cosas. ¿Le hiciste el ruido de los dinosaurios?
— Sí. Y la del chicle globo, el globo más grande.
— Y los parecidos.
— Los parecidos. Y los nombres raros. Los nombres llamativos, ganaba el más llamativo. Aparecían nombres que no podías creer.
— ¿Cómo le explicaste que decidirían ustedes mismos quién ganaba? ¿Y la gente ese método se lo iba a bancar?
— Pablo me dijo: bueno, hagámoslo y lo vemos. La tele tiene eso ¿no? Que de última veremos. Pero tengo que reconocer que el trabajo de él fue el más difícil, que es aceptar que salga al aire lo de las puertas, así que le agradezco mucho porque confió.
— Para mí el programa debió seguir.
— ¿Las puertas?
— Claro. Era desopilante. Vos sabés que hay gente que tiene guardados los momentos de Las puertas y los vuelven a ver.
— Pero eso hace también que los programas no sigan, porque en el fondo se mantienen.
“ES MUY RARO QUE ME RÍA AL AIRE. ESTOY METIDO. ESTOY PENSANDO”
— Renovemos Las puertas.
— Bueno, es para pensarlo. A mí me llegan, me mandan. De muchas cosas no me acuerdo y cuando veo digo: ¡uy Dios, qué era lo que pasaba ahí! Me preguntan: ¿pero vos te reías? La verdad es que no, a mí no me pasa al aire. Es muy raro que me ría. Estoy metido. En ese momento siento de verdad que tengo que ver cuál es el mejor dinosaurio y por qué. Estoy pensando eso. (Risas) Yo te digo lo que me pasa. Por ahí hablando así me decís: no, dale…
— Te creo. Te creo.
— De verdad eso me pasa, en ese momento estoy jugado a la situación. Después si lo veo en algún video de Instagram digo sí, mirá qué es esto!
“LOS PROGRAMAS QUE HAGO SON PROGRAMAS QUE YO MIRARÍA”
— Estás muy presente y por eso funciona.
— Sí, además los programas que hago, debe haber alguna excepción, pero son programas que yo miraría. y que yo, bueno, no participaría porque soy más tímido. Pero a mí me gustan. Yo no soy de la idea esa de “yo no compro lo que vendo”. No, no me gusta tanto eso. Para mí uno tiene que vender lo que estaría dispuesto a comprar.
“PARA MIS AMIGOS Y PARA MI MUJER TENGO UN PENSAMIENTO DE PERSONA GRANDE, DE VIEJO”
— Entraste a la tele y a los medios siendo muy bebé y siempre armaste vínculos con personas mucho más grandes que vos. Ahora por ejemplo con Guillermo Coppola.
— Sí, tenés razón. Es una característica de siempre. Para mis amigos, incluso para Sole, yo tengo un pensamiento de persona grande, de viejo, vamos a decirlo. No me gusta la palabra porque no representa eso, viejo parece de descarte. Pero sí, yo tuve estas relaciones así…
“ME GUSTAN LOS TÍTULOS UNIVERSITARIOS, CIERTAS SOLEMNIDADES DE LA HISTORIA. HÁBITOS QUE ESTÁN UN POCO DEMODÉ”
— Tengo.
— Tengo, sí. Bueno, pero yo ahora me siento par (risas). Ya me siento de los grandes. Jorge Palaz que era un tipo grande, con Yankelevich cuando yo era muy chiquito me súper enganchaba. Sofovich. Mareco, yo me volvía loco con Mareco. En mi colegio yo me iba a tomar un café con leche con el director del colegio. Nigro se llamaba. Para mí era lo mejor ir a hablar con el director. Con los pares fui muy amiguero, pero era el viejo del grupo, distinto, sí. A mí me gustan por ejemplo los títulos universitarios. Me gustan ciertas solemnidades de la historia. Me gustan hábitos que tienen más que ver con el romanticismo, que ya están un poco demodé. Por eso también la gente grande.
“A MÍ LA GENTE MÁS GRANDE ME GUSTA”
— ¿La formación, decís?
— Sí. Todo eso a mí me fascina. Me fascina el método. Me fascina lo que se aprende. Pero a la vez tampoco seguí exactamente ese camino tan así. Sí fui a la Universidad, pero lo creativo sale en el azar y en lo disruptivo. Coppola es un tipo muy llamativo y en el día a día, cuando va a la radio, nosotros nos volvemos locos con su manera de ser, con su cosa de la amistad. Qué sé yo, sí, a mí la gente más grande me gusta.
— ¿No hacés avisos publicitarios en las redes porque cuidás la tele o porque no te divierte y sos un señor grande?
— Cuando es sólo por dinero no me gusta. Yo siento que el dinero es una parte de las cosas que uno hace.
“NO LA PASO BIEN MOSTRANDO CIERTAS COSAS DE LA INTIMIDAD”
— Por ejemplo, un aviso en la tele sí haces cuando estás en el programa.
— Pero es para hacer un programa, es la manera que tenemos de financiarnos en televisión y de poder hacer los proyectos que trascienden eso, que obviamente dejan una ganancia y tiene que ver con la productora. No te estoy hablando como dueño de una productora, te estoy hablando como conductor. Pero al Instagram todavía no le encuentro la vuelta. A veces me pasa que digo: ¿y esto para qué? Bueno, porque ganas plata. Viste que ahora hay una cosa así. Cuando escucho eso digo: pero no entiendo, ¿para qué es? ¿Y qué hacemos? Bueno, ganamos plata. Obviamente si necesitara exactamente esa plata empezaría a tener un significado, pero no es que porque haya más plata está bueno. Sin embargo veo Instagram y gente que lo hace muy bueno. Pero no encuentro todavía un cuento ahí. Esto parece ser como un cuento moral. Cero moral. Me va a salir mal. O sea, si es por eso me va a salir mal. También es cierto que el Instagram está muy relacionado con la intimidad de la persona, y ahí a mí no me gusta. No la paso bien mostrando ciertas cosas de la intimidad y eso viene un poco agarrado de lo publicitario.
— ¿Ciertas cosas? Ninguna mostrás.
— No, alguna vez. Bueno, puede ser que no. Hay gente que lleva mejor esa cuestión de estar mostrando y otros que cuidamos más la intimidad. La verdad que, costo beneficio, sigo pensando que es más valioso cuidar la intimidad.
Guido tiene 4 hijos. Romeo, con Florencia Bertotti. Benjamin, Helena y Eliseo con Soledad, su mujer.
“ROMEO PIENSA PARECIDO A MÍ. PODEMOS ESCUCHAR VIDEOS DE FILOSOFÍA JUNTOS”
— ¿En qué se te parecen tus hijos? ¿Alguno se parece mucho a vos?
— En todos me veo un poco. Romeo, el más grande, piensa parecido a mí. Le da vuelta a las cosas. Podemos escuchar videos de filosofía juntos. Es muy inteligente él, muy especial. Piensa mejor que yo, para ser justos. No porque se me cae la baba, pero piensa mejor que yo. Y es un tipo que se pone muy en el lugar del otro y que anda pensando en el bienestar de las familias. De “las familias”, porque además es mi hijo con Flor. Y él entonces se ocupa. Una persona fantástica. Benja es muy sensible y en eso también me encuentro. Muy, muy sensible. Helena es más parecida a la mamá, a mi mujer, a Sole. Pero tiene cosas mías. Y el más chiquito es muy parecido. Tiene 2, es re yo cuando era chiquito, tratar de estar con los grandes, que me presten atención. Siempre te preguntan, y cuál es para la tele? Diría que el más chiquito. Yo cuando era chiquito me subía a las mesas para cantar tangos. Me gustaba actuar y hacer cosas. El más chiquito es así.
“¿MI FAMILIA SE QUEJA DEL TRABAJO? NO, LA FAMILIA SE QUEJA DE MIS GUSTOS”
— Cantabas tango.
— Cantaba tango. Ves, todo con los viejos (risas). Y me gusta ahora mismo. Me gusta el tango. Me gustan esas cosas. Me siguen gustando y sigo poniendo en el auto. ¿Vos me preguntás si la familia se queja del trabajo? No, la familia se queja de mis gustos.
— Claro, no ponés en La 100.
— No, en La 100 no ponemos tango. De vez en cuando me deliro un poco, pero como un chiste. Hago un chiste pero yo aprovecho, escucho y disfruto.
— ¿En el auto escuchás tango?
— Puedo poner tango totalmente. Puedo bajar toda una lista de reproducción de Goyeneche toda, toda, toda. Y de ahí irme a Edmundo Rivero y ver la diferencia con Julio Sosa y Falcón y buscar tangueros. Puede ser que un día me agarré de poner eso, sí.
— Gracias Guido por todo este rato, un placer verte.
— Muchas, muchas gracias. Hombre grande.
— Hombre grande. Me gustó estar con un hombre con tanta experiencia (risas).
— (Risas). Un placer.
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