Cuenta la periodista María O’Donnell que luego del suceso de su libro Born en el año 2015, se fue de vacaciones a Londres. Allí entró en su Facebook, algo que hace muy de vez en cuando. Recuerda la fecha precisa: 10 de enero de 2016, el día que murió David Bowie. Vio los mensajes, y entre ellos, uno la sobresaltó. Era de los hijos de José María Menéndez, ex empleado de Bunge y Born que participó de las negociaciones para liberar a los hermanos Jorge y Juan Born, secuestrados por la organización terrorista Montoneros el 19 de septiembre de 1974. Juan fue liberado el 23 de marzo de 1975, en mal estado físico y psíquico. Jorge, que llevó adelante parte de las negociaciones desde su “cárcel del pueblo”, salió de su calvario el 20 de junio del mismo año, nueve meses después de su captura. En realidad, ninguno de los dos hermanos se libró nunca de los efectos que les causó aquella traumática experiencia.
La periodista se contactó con uno de los hijos de Menéndez. Y el café que tomaron fue la génesis de su nueva obra: Born y Quieto (Espejo de la Argentina, Planeta). En una entrevista con Infobae, la autora contó que este segundo libro -mucho más que sólo un Born 2.0- fue “como una recaída. Yo escribí la primera versión del libro porque Jorge Born decidió hablar después de permanecer en absoluto silencio durante 40 años. Cuando terminé esa historia tan excepcional -porque se pagó el rescate más grande de la historia, 60 millones de dólares por los herederos del principal emporio económico de la Argentina en 1974-, dije ‘bueno, ya está’. Pero los hijos de Menéndez tenían las desgrabaciones textuales de los nueve meses de negociación”, reveló.
Y entonces, el cosquilleo por tener acceso a ese tesoro periodístico se tradujo en un trabajo intenso, que debió esperar la salida de Aramburu (Espejo de la Argentina, Planeta) su libro anterior, para ver la luz.
-¿Por qué creés que se contactaron con vos los hijos de Menéndez?
-Es una pregunta que me hice mucho también. Creo que es una historia que dejó muchas traiciones y muchos enojos... Pensá que estos empleados de Bunge y Born ponían su vida en mucho riesgo, se sometían a situaciones muy poco habituales. Estar tratando con guerrilleros, escapando de las fuerzas de seguridad, moviendo plata ajena en grandes cantidades…
-Hubo asesinatos.
-Mataron a uno de los directivos de Bunge y Born, Muzcat, para presionar porque no pagaban. Y muchos sintieron que habían puesto el pellejo y no se sintieron necesariamente lo suficientemente bien, no sé si agradecidos es la palabra, pero reconocidos por su trabajo. A Menéndez, al poco tiempo, lo jubilaron. Formó una consultora que seguía dando servicios a Bunge y Born. Pero él soñó con escribir un libro, porque sabía que tenía un material de un valor muy grande. Y por lo que me contaron sus hijos, él intentó que los Born le dieran el permiso para escribir ese libro y nunca se lo dieron. Había algo todavía de lealtad de parte de él, que no lo iba a hacer sin sentir ese permiso. Y cuando yo escribí la primera versión de Born, Jorge Born no me dió el nombre de Menéndez, dice alguien que se ‘ocupaba cosas raras’. Pero estando él cautivo, él le dice a Montoneros ‘traigan a Menéndez’ cuando se complican las cosas. Y yo creo que los hijos quieren darle al padre el rol que tuvo dentro del secuestro. Fue increíble, cuando me contactaron por Facebook, le dije “lo voy a entrevistar”, y me dijo “no, está con Alzheimer, en España, al cuidado de una de sus hijas. Era loco, porque se habían apurado a escribir la historia antes de que perdiera la memoria. De hecho me dieron unos borradores con algunos capítulos de su libro, con otro punto de vista, el del negociador.
-¿A partir de tener acceso a este material cambió tu mirada del secuestro?
-Si, en algunos aspectos. Por un lado, por mis conversaciones con Jorge Born hijo y algunos ex Montoneros, sabía que había sido el gran interlocutor en las negociaciones. Pero hasta dónde él había sido protagonista de su propia liberación, hasta dónde su padre se había sentido coaccionado o llevado por Jorge, hasta dónde Montoneros había usado la información que les daba el hijo cautivo para negociar o presionar al padre, todo eso era para mí era un interrogante. Con las desgrabaciones me di cuenta el rol absolutamente protagónico que tuvo Jorge Born, siendo cautivo y artífice de su propia liberación. Ese fue uno de los descubrimientos, sin lugar a dudas.
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-En las conversaciones que se reproducen en el libro hay un nivel de minuciosidad y de información que Montoneros tiene sobre Bunge y Born que solamente alguien desde adentro se los podría haber dado.
-Sí, hay momentos de las conversaciones que son, si no fuese una historia tan trágica, cómicos. Primero hay como dos lenguajes: el de un abogado típico de clase alta (se refiere a Videla Aranguren, abogado de los Born) discutiendo con los Montoneros que se ponían nombres de caudillos, Güemes, Peñaloza, Y momentos donde dice ‘oiga, pero usted está loco, nuestra compañía no vale eso’ y el otro le responde: ‘mire que nosotros tenemos información’. Y el abogado le retruca ‘los muchachos deben estar desequilibrados, llevan mucho tiempo encerrados, han perdido percepción de la realidad’. Entonces es también un juego de roles, como es toda negociación, donde evidentemente aparece información, sobre todo, de la compañía financiera en Suiza donde terminan luego de dificultades haciendo el último pago.
-¿Por qué la organización del secuestro y las negociaciones, desde el lado de Montoneros, recayeron en Roberto Quieto?
-Esto ocurrió en el 74. Los Montoneros habían roto con Perón en vida, cuando los echa de la plaza; muere Perón, asume Isabel. En ese momento Montoneros decide volver a la clandestinidad. Es decir, nunca habían terminado de desarmarse, pero deciden volver a enfrentar con las armas el gobierno constitucional de Isabel. Para eso se habían quedado sin fondos. Era una época, 74, 75, en la cual tanto el ERP como Montoneros se financiaban primordialmente con secuestros extorsivos de empresarios. Entonces deciden hacer “el” secuestro, en términos de que el botín les financiara ese pase a la clandestinidad. Firmenich y compañía hacen una especie de autoexilio en Córdoba, para preservarse. Y la experiencia militar, y la mayor trayectoria en materia de operativos no era de los jóvenes de Montoneros, sino los que venían de FAR y FAP, que se habían acabado de fusionar con ellos. Y Quieto, al lado de la cúpula de Montoneros, era un viejo guerrero, había hecho la fuga de Trelew, tenía de 30 y pico de años, era abogado laboralista. Y si bien se apoya en la Columna Norte que comandaba Galimberti -porque esto ocurre en la zona norte del conurbano-, le dan la operación a Quieto, confiando fundamentalmente en su capacidad de organizar el operativo, del cual dependía la supervivencia de Montoneros.
-Finalmente, cuando Quieto cae en manos de las fuerzas de seguridad, la cúpula de los Montoneros lo sentencia a muerte. ¿Qué significado tuvo esa decisión para la organización, para los militantes?
-Esto es un tema poco hablado, incluso, siento yo, entre los ex Montoneros. Quieto era una figura muy querida, muy respetada, era un cuadro importantísimo. Empieza primero una discusión de estrategia también. En el 75, con el ERP más mermado, Montoneros inicia un proceso de gran militarización, un enfrentamiento directo con las Fuerzas Armadas, la clandestinidad y Quieto era crítico de ese proceso. Entonces, mientras ocurre el secuestro de los Born, Montoneros se pone muy severo con los propios, cambia el Código de Disciplina Interno, establecen juicios revolucionarios muy duros en términos de cuánto debía aguantar un militante que caía en la tortura. Se piensa que había un militante indestructible, que tenía que soportar la tortura y lo que fuere. Quieto cae por violar ciertas normas de seguridad, se encuentra con su familia estando clandestino, cuando ellos mismos habían dicho ‘eso no puede ocurrir’. Los Montoneros primero lo buscan y rápidamente deciden dejar de buscarlo, alegando que la caída de ciertas casas de seguridad, develaba que Quieto los había delatado. Le hacen un juicio político en ausencia, que se publica en Evita Montonera, y lo condenan a muerte. Quieto fue uno de los primeros desaparecidos, a fines del 75, no había llegado la dictadura todavía. Una colega escribió un libro sobre él que tiene un título que para mí es muy importante, se llama Doble Condena. Lo condenaron sus propios compañeros sin darle el derecho a defenderse. Y dada la cantidad de información y el protagonismo que tenía, no hay ninguna evidencia que haya entregado nada. El golpe fue tan grande, que la caída de Quieto inaugura la pastilla de cianuro en Montoneros. La única forma de evitar que alguien que cayera en manos de fuerzas de seguridad dispuestas a torturar, hable o entregue información.
60 millones de dólares
En Born y Quieto se cuenta cómo se hizo el pago de 60 millones de dólares, casi la mitad de los 100 millones que Montoneros pedía en un comienzo. Las charlas -imperdibles-, son un constante tira y afloje entre las dos fuerzas. Y en Jorge Born se adivina un pírrico triunfo dialéctico cuando les hace ver a los Montoneros que no están preparados para manejar semejantes sumas de dinero. Ni que Bunge y Born puede disponer tan alegremente de esa suma en Argentina. Cuenta O’Donnell: “Born (padre) termina pagando 60 millones de dólares. Una parte importante acá en la Argentina. Después se dificulta muchísimo por el volumen. Viste que en un momento de las negociaciones le dice ‘oiga, eso es mucho más que la bóveda entera de un banco imagínense cómo voy a traer esa cantidad de dólares’, o ‘cada vez que tratamos de hacer compraventa salta el dólar’, porque era una cantidad de dinero que movía al dólar, al dólar blue, no sé cómo se llamaría en ese momento. Ellos le confían una parte de ese dinero al banquero Graiver, que después muere en un accidente, con lo cual esa parte se pierde. Pero hay una parte que queda en Cuba con Fidel Castro, y esa parte del rescate que queda en Cuba con Fidel Castro en el 76, una vez que la cúpula de Montoneros se exilia en Cuba, todo lo que vino después -las contraofensivas, el apoyo a la insurgencia centroamericana e incluso el aporte a la campaña de Menem que después les daría el indulto a los Montoneros-, todo eso tiene origen en el botín del secuestro de los Born”.
-Hay una escena, muy graciosa si querés, donde Born rompe papeles, los ordena en una mesa y les dice miren, esto son los dólares, imagínense calcular el tamaño de tanto dinero.
-Se nota y mucho en las desgrabaciones que hay un momento, cuando finalmente el padre acepta pagar, en el que Montoneros no está preparado para recibir esta cantidad de dinero. Montoneros enfrenta un dilema, porque como lo explican además después en la conferencia de prensa que da Firmenich cuando liberan a Born, no eran una guerrilla tradicional de la época, alineada con Cuba, con la Unión Soviética, o con China. Lo que buscaban era su autofinanciamiento para no depender de directivas de otros, pero a su vez necesitaban confiar el dinero en alguien. Nada nuevo si uno mira hoy, pero había alta inflación, distintos tipos de dólar, no podían ir a hacer un depósito a un banco con esa plata. Entonces, ¿qué hacía con ese dinero en efectivo una organización clandestina? Estaban obligados a confiar en alguien y eso les quitaba autonomía, por eso reparten el riesgo de darle una parte al banquero Graiver y otra parte a Fidel Castro.
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-Cuando liberan a Jorge Born sucede algo que puede parecer mínimo: le reclama a Firmenich un Rolex que tenía en el momento del secuestro y le habían sacado. Pero da la pauta que ya en ese momento se notaba su obsesión por recuperar lo que Montoneros le había quitado, sobre todo el dinero…
- Tal cual, cuando lo secuestran llevaba un Rolex, que era el reloj habitual de su mundo, digamos. Firmenich le da una muda de ropa nueva para presentarlo frente a los periodistas, y él le dice ‘¿y mi Rolex? El Rolex no fue parte del acuerdo, devuelvanme del Rolex’. Y es cierto, ahí aparece una obsesión que, yo creo, además le cambió la vida y le torció el destino. Ese destino de heredero él nunca lo pudo ejecutar, porque a los pocos años se desarma y se venden gran parte de lo que eran las empresas de Bunge y Born. Tiene una presidencia muy corta, y además su alianza posterior con el gobierno de Carlos Menem lo deja en una situación muy incómoda frente al resto de los accionistas. Él, de inmediato, decide que va a hacer cualquier cosa para recuperar la plata que le había sacado Montoneros y después encuentra en Galimberti y en Menem los socios perfectos para ese emprendimiento.
-¿El acercamiento de Born a Menem, poner ministros de Economía, el plan Bunge y Born, enmascara la intención de Jorge Born de recuperar esa plata, o lo hizo por afinidad?
-Es difícil establecer la secuencia, pero vino todo junto, ¿no? O sea, Menem quería dar el indulto a los militares, para licuar el indulto a los militares se lo quería dar también a los Montoneros, Firmenich estaba preso -de hecho la única causa por la cual condenaron a Firmenich es el secuestro de Born-. Los Montoneros tenían la plata de los Born, hicieron un aporte a la campaña de Menem con dinero proveniente del secuestro apostando a que Menem les iba a dar el indulto. Y aceptaron ser indultados junto con los militares, aunque después renegaron de la teoría los dos demonios. O sea, hay una situación en la cual Born quería plata, Galimberti quería plata e indulto, Firmenich quería el indulto, Menem quería plata y quería la idea de la pacificación nacional y meter todo bajo un mismo paraguas. Ahí hubo un momento, en el momento de Menem, una suerte de piñata, en la que cada uno sacó su provecho.
-Y ese dinero, digamos, se fue repartiendo entre todos estos protagonistas que vos mencionas.
-Bueno, ahí hay una vuelta que es todavía más compleja y paradójica, ¿no? Hay una parte de la plata en Cuba, que es la forma en que financian la campaña de Menem, y hay otra parte que había quedado con Graiver. Cuando viene la dictadura, toda la familia Graiver es perseguida por haber sido el banquero de los Montoneros y les quitan todos los bienes que tenían en la Argentina. Viene la democracia y Alfonsín firma un acuerdo con Papaleo y los herederos de Graiver por los bienes que le habían quitado durante la dictadura. Pero claro, ahí la pregunta era ¿y qué pasó con los 15 millones de dólares que le dio Montoneros a Graiver? En teoría Graiver los había utilizado para comprar un banco en Estados Unidos. Entonces inicialmente les dicen que corresponde la indemnización porque esa plata de Montoneros mal habida se usó en Estados Unidos, acá se les quitaron bienes, incluido Papel Prensa. Durante el gobierno de Menem, se presenta Born en el juicio Graiver, y dice ‘no, no, no. Esa plata tiene origen en la plata que me sacaron a mí’. Y ahí el juez Romero Victorica empieza todo un enjuague judicial rarísimo, en el cual terminan todos cobrando un poco de la indemnización de Graiver también, que termina siendo el resarcimiento que recibe finalmente Born, ¿no? Pero es una indemnización del Estado a los Graiver que después se reparte, y toma Born toma su parte. Es medio complicada la vuelta, pero es increíble.
-Esa obsesión por el rescate lo termina uniendo a uno de sus captores, a Rodolfo Galimberti. Es muy impresionante cuando contás que un testigo ve como a los 5 minutos de conocerse están hablando de plata, y dice ‘esto un poco los es lo que los une’.
-Bueno, Galimberti era el jefe de la Columna Norte. O sea, Quieto le delegaba todo lo operativo: los guardias, el lugar de Piojo 1, las cárceles del pueblo, todo eso estaba en manos de la Columna Norte. Galimberti se va a Francia cuando viene la dictadura, y rompe con la cúpula de Montoneros. Cuando se encuentra con Born había quedado muy resentido, muy enojado, porque él sentía que había llevado adelante la parte más difícil del secuestro y la plata se le habían quedado Firmenich, Vaca Narvaja y Perdía en Cuba, y él nunca había tenido acceso. O sea, tenía una obsesión también. Se terminaron haciendo bastante amigos Born y Galimberti. Roberto Perdía, me dijo una vez ‘Born ya, de alguna manera, había hecho lo que no tenía que hacer, o sea, ya había roto el código, por circunstancias en las que se le iba la vida, en esos diálogos con Montoneros’. Yo siento que su trato con Galimberti fue una continuidad de lo que él había vividolos nueve meses de cautiverio.
-¿Fue una suerte de síndrome de Estocolmo?
-Yo creo que no. Pensé mucho en eso, porque los dos buscaban algo. En la cabeza de Born su verdugo siempre fue más Firmenich que Galimberti. Galimberti, si bien fue responsable de su secuestro, estaba tan enojado con Firmenich como él cuando se encontraron.
-A lo largo del libro se cuentan muchas traiciones. Dentro de Montoneros, pero también dentro del mundo de los Born, ¿no? ¿Cuál es la traición que más te sorprendió?
-Es una historia de traiciones. Hay un hecho muy interesante para mí en las desgrabaciones, que es cuando ellos echan a rodar, evidentemente por cosas que les contaba Jorge Born hijo, la idea de ‘ojo que no todo el mundo en Bunge y Born debe querer que se le pague el rescate por la vida de estos dos muchachos. Hay gente que si estos dos muchachos no llegan a salir en libertad como dicen en un momento, vivos y sanos, bueno, puede pensar que les va a tocar antes ser los herederos del imperio’. Mario Hirsch, que había sido siempre la mano derecha de los Born, que eran dos familias muy unidas que la primera y segunda generación, cuando llega la edad de (Jorge y Juan) Born, Mario Hirsch no tiene hijos, entonces trae a la compañía a Octavio Caraballo, que era el sobrino. Jorge Born, los herederos, se llevaron mal desde un comienzo con él. Entonces primero se discute quién va a pagar los 60 millones, ¿los paga de su bolsillo la familia Born o lo paga la compañía? ¿Los secuestran porque son Born o porque son los herederos de la compañía? Y luego, de hecho finalmente Caraballo, a los pocos años de que Jorge Born hijo asume la presidencia, le gana la presidencia. En poco tiempo junta suficientes accionistas como para ganarle la presidencia. Esa traición es del todo inesperada para Jorge Born, pero a la vez Caraballo también se sintió traicionado, porque cuando Born empieza la gestiones para recuperar la plata, le dice ‘pero esa plata la puso en la empresa, no te la podés quedar solo vos y Juan’. Entonces, ahí, hay muchas traiciones de distinta índole.
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