Tiene 34 años, es actor, influencer y streamer. Desde muy chico estudia teatro, debutó en televisión en Patito feo y hoy trabaja en la segunda temporada de Tierra de amor y venganza. Ocupa la flamante quinta silla del más exitoso programa de LUZU TV Nadie dice nada. Es director de cortometrajes, de videoclips, de teatro.
— ¿Te gusta dirigir para manejar todos los hilos?
— Cuando tenés algo en la cabeza y después lo ves plasmado es espectacular. Lo audiovisual me vuelve loco. Más allá de hablar de temas que para mí son importantes me gusta que divierta, que llame la atención. Y tener charla, poder hablar con gente que te sigue me gusta mucho.
“CUANDO ENTRÉ A PATITO FEO ERA UNA PERSONA MUY ANSIOSA DESDE MUY CHICO, ESTABA MEDICADO”
— ¿Cuándo te diste cuenta que ibas por ahí?
— Empecé cantando desde muy chico, fue lo que me apasionó siempre. Después quedé en Patito feo, la primera novela que hice. Me mandé, casting abierto y 15.000 personas en Ideas del Sur, yo dije: voy. Mi preceptora del colegio me avisó. Pasé etapas, etapas… y en la última ya no me llamaron más. Yo era una persona muy ansiosa desde muy chico, con muchos problemas de ansiedad, depresión, estaba medicado. Entonces dije: aunque sea me digan que no. Les escribí a los de Ideas del Sur: por favor, yo necesito una respuesta. Habrán dicho este pendejo.
— ¿Te contestaron?
— Tenía 16 o 17. Me contestaron, sí: “hola Santiago todavía no terminamos de elegir pero te vamos a avisar”. Pasó una semana más, me llamó Stoessel y me dijo quedaste.
“PATITO FEO ERA MI SUEÑO, PERO YO VENÍA DE ESTAR MUY MAL. ATAQUES DE PÁNICO, DEPRESIÓN, ANOREXIA NERVIOSA”
— ¿Te trajeron un problema o una solución cuando te dijeron que entraste?
— Fue una dualidad muy grande el tema Patito porque era mi sueño de toda la vida, pero yo venía de estar muy mal psicológicamente. Muy mal. Ataques de pánico, depresión, anorexia nerviosa, muy medicado. Mis 12 años fueron una época muy dura. Muy dura. Empecé psicólogo, psiquiatra, nutricionista, medicación de todo tipo.
“SENTÍA QUE ME ATORABA CON LO QUE COMÍA, ENTONCES NO COMÍA. 38 KILOS PESABA”
— ¿Todo a la vez ?
— Todo a la vez. Mis días eran ir a un psicólogo, después a un psiquiatra para ver cómo se ajustaba la medicación. Subir la medicación. Probar una nueva. Sentía que me atoraba con lo que comía, entonces no comía. Era todo líquido lo que yo comía, licuado. Bajé muchísimo de peso, 38 kilos pesaba, entonces todos los días tenía también nutricionista. Me pesaban, había subido 200 gramos, 300 y bajaba.
— ¿Cómo te las ingeniaste en el colegio?
— No estaba en el colegio nunca. Los primeros años de secundaria fueron un horror. Una tortura. El bullying de la gente por los problemas de salud mental, por la sexualidad. En tercer año me cambié a otro colegio y empecé a estar mejor. En quinto año hice Patito, las grabaciones bien, pero a las giras no pude viajar a ninguna. Fui a dos.
— ¿Por qué?
— Estaba muy mal en ese momento, pensaba que si estaba lejos de mi casa y me pasaba algo a nivel psicológico la gente no me iba a entender. No estaba cerca de mi lugar, de mi gente, ni de mi familia. Me daba mucho pánico el hecho de alejarme de mi entorno, de mi círculo. Entonces fui a dos y fue una tortura.
— ¿Te costaba salir, te quedabas en la habitación del hotel?
— Imaginate que yo viajaba con las latas de suplementos porque era lo único que comía.
— ¿No salías a comer con tus compañeros?
— Nada, comer afuera jamás. Mi pre adolescencia no la viví directamente. Mucha época de no poder salir de mi casa, de no poder hacer nada.
— ¿Un viaje en avión?
— No. Por las giras me tomé aviones, fue la primera vez que viajé en avión. Pero después no. Me salían trabajos afuera, me he bajado de un avión. Todo un escándalo siempre.
— ¿Cuánto tiempo duró Patito y todo ese lío?
— Dos años. Ese lío igual siguió, es algo que me sigue acompañando. Ahora estoy con un proyecto muy grande de salud mental, una serie que está basada en un diario mío de cuando tenía 12. Yo me río mucho de mí, es como tragicómico ese diario. En los 2000 no había información, no había redes. Yo sentía que me ahogaba, que me atoraba. Al principio me hacían estudios de deglución, endoscopías.
— Nadie imaginaba que era emocional.
— No. Era ver “qué tiene el pibe”. Cuando hice el video en que hablé por primera vez de salud mental, de lo que me había pasado, un revuelo se armó…
— Nadie habla de problemas mentales. Es un tema tabú.
— Totalmente. Hoy en día el tema de la salud mental es mucho más grave de lo que nosotros pensamos. De la generación Z, vos tenés una hija de esa edad, el 90% ha sufrido ansiedad o algún ataque de pánico.
— Tenías simultáneamente anorexia, ataques de pánico y ataques de ansiedad. ¿Cómo es un ataque de ansiedad?
— Y depresión también. El ataque de ansiedad es un inicio también de ataque de pánico.
“EL ATAQUE DE PÁNICO ES LA MUERTE. SENTÍS QUE EL CORAZÓN TE LATE A MIL POR HORA. QUE NO PODÉS RESPIRAR”
— ¿El ataque de pánico es muy angustiante?
— Es la muerte, literal.
— ¿Cómo “es la muerte”? ¿Qué sentís?
— Sentís que el corazón te late a mil por hora. Que no podés respirar. Mil cosas podés sentir. Yo he sentido algo muy loco, porque soy muy hipocondríaco. Cuando escuchaba, por ejemplo, que alguien murió por un ACV, yo decía ‘un ACV, ¿y si yo lo tengo?” Buscaba en Internet los síntomas y automáticamente mi mente lo que hacía era recrear esos síntomas. A mí se me dormía el brazo, yo estaba sintiendo un ACV, pero no lo tenía. Yo sentía todos los síntomas, fijate el poder de la mente.
— ¿Los estímulos pueden ser cualquier cosa?
— Es así, cuando voy a un lugar lejos y tengo que agarrar una autopista, o ruta ni hablar. Cuando estoy en el auto y sé que por un trayecto largo no tengo retorno, o sea que si me pasa algo no puedo volver, me desespero. Una vez estaba mal, al borde de un ataque de pánico, pero tenía que ir a un lugar por la Panamericana. Al toque que entré en la Panamericana se me dormían las manos, sentía que no podía manejar, que me desmayaba, se me secaba la boca, no podía respirar. Era la muerte. Entonces agarré la primera bajada de la Panamericana para volver a mi casa. Estando a cinco cuadras de mi casa se me iban completamente todos los síntomas. Llegué a la puerta de mi casa y dije: no puede ser, no puedo ser tan estúpido, vamos de vuelta que ya estoy bien, me siento bien. Agarraba de vuelta Panamericana, entraba y de vuelta todo. La bajada. Eso lo hice once veces.
— ¿Hiciste ese recorrido once veces seguidas?
— Seguidas. Imaginate si alguien me veía desde un drone... Hasta que dije me quedo en mi casa, o puedo hacer esto in aeternum.
“SIGO MEDICADO. VOY A ESTAR MEDICADO DE POR VIDA”
— ¿La anorexia nerviosa hoy la manejás?
— Eso ya está. Eso ya lo superé.
— ¿Cómo fue que se resolvió?
— Con el tiempo. Con la terapia. Con la medicación. Yo sigo igual medicado. Para mí, voy a estar medicado de por vida. He intentado dejar la medicación. Justamente eso tiene que ver mucho con la serie. Yo la escribí hace 10 años cuando por presión social dije: no quiero tomar más medicación psiquiátrica, no quiero depender de una medicación. Porque realmente yo dependo de la medicación que tomo. Le hablé a mi psiquiatra; quiero dejarla, por favor empecemos a gradualmente dejarla de a poco. Y la empecé a bajar y cuando la bajé del todo entré en un pozo.
— ¿Te deprimiste más?
— No, eran ataques de pánico. No podía soportarlo. No podía estar con mi mente en un estado limpio de medicación.
“CUANDO TENÍA 12 LLEGUÉ A DECIR ‘NO QUIERO VIVIR MÁS ASÍ”
— Hay mucha presión social y la falsa creencia de que se pueden dejar de tomar los medicamentos psiquiátricos.
— Yo tenía también que hacer algo con esto. Porque cuando tenía 12 yo llegué al punto de decir ‘no quiero vivir más así’. No tenía referentes, no tenía gente a la que le pasara lo mismo. Mi viejo y mi vieja fueron para mí mi salvación. Porque hay muchos temas que hoy en día no se hablan, como el suicidio. Hay muchos temas que son muy delicados y que si hablamos de números es alarmante.
— Santi, el hablarlo públicamente y naturalizarlo también sana.
— Sí, cuando tenés un problema y no querés que la gente lo sepa es un doble problema.
“LA MEDICACIÓN PSIQUIÁTRICA LA TOMABA A ESCONDIDAS”
— ¿Ocultabas que tomabas medicación psiquiátrica?
— Claro. En la época de Patito la tomaba a escondidas, la tenía que tomar todos los días. Sí, me escondía. En esa época el simple hecho de ir al psiquiatra era: che, pero estás loco. Hay gente que todavía lo ve así.
— No es lo mismo que ir al psicólogo decís.
— No. El psiquiatra es para medicarte.
— Estás mal…
— Estás mal. Estoy mal María Laura (risas). Para mí es una necesidad urgente tener una Ley de Salud Mental.
“YO ME MEDICO PORQUE TENGO DEPRESIÓN. ME PERMITE ESTAR BIEN”
— Podés contar que se puede salir de ahí. Estuviste en un lugar que describís como la muerte y acá estás, triunfando.
— Claro, sí, es un mensaje. Yo estoy donde estoy por el trabajo que hice a nivel psicológico y por la medicación que tomo también. Hay muchos temas que no se abordan como se tienen que abordar porque la depresión es una enfermedad, no está tratada como tal. Yo me medico porque tengo depresión, cualquier otra enfermedad está bien medicarte, diabetes, lo que fuese. Pero la ansiedad, la depresión, los ataques de pánico…
— Es vergonzante.
— Sí. Sí yo estoy tomando algo que me hace bien, que me permite hoy estar con vos acá haciendo esta nota y antes no podía ni salir de mi casa, ¿por qué tengo que latigarme por estar tomando medicación? Me permite hacer lo que tengo ganas de hacer y estar bien, estar estable.
“DIJE: ME VOY A CASAR CON UNA MUJER, VOY A TENER HIJOS. MI PLAN ERA ÉSE, TAPARLO”
— Te hacían bullying en el colegio, ¿qué hacían? Se burlaban?
— Sí. Para mí el tema de mi salud mental empezó por mi sexualidad, por tapar algo que ya no podía tapar más. Mi mente por algún lado lo iba a sacar, ya estaba que explotaba. En la época de Patito hacía de un galán, era una presión. Yo de verdad dije: esto me lo callo toda la vida. Me voy a casar con una mujer, voy a tener hijos. Mi plan era ése, taparlo.
— ¿Por qué?
— El entorno en el que uno crece, el machismo, la sociedad…
“NO PODÍA NI CONTÁRMELO A MÍ. NO PODÍA DECIRLO EN VOZ ALTA”
— ¿No podías contarlo públicamente o contárselo a tus viejos?
— No podía ni contármelo a mí. Yo no podía decirlo en voz alta. Literal. Yo internamente sabía. Pero si lo exteriorizaba era el terror.
— Era tanto el estrés que provocaste todas estas enfermedades probablemente.
— Y fijate, no podía tragar. Me ahogaba. Todo era en la garganta, todas eran cosas que no podía sacar. El miedo a ahogarme. El miedo a morir atragantado. Yo no le contaba nada a nadie. Hasta que lo conté. Y ahí lo empecé a vivir, obvio. El ocultar, el tapar, es algo que para mí en algún momento te brota por algún lado. Yo tengo una cabeza que no para.
“CON 34 AÑOS PUEDO PILOTEAR UN ATAQUE DE PÁNICO. PERO LA ANSIEDAD NO”
— Santi, ¿manejás los ataques de pánico y de ansiedad?
— No. Con 34 años puedo pilotear un ataque de pánico. Ya lo conozco. Ya soy más amigo. Digo: sé que no te vas a morir, tranquilo. Pero la ansiedad no. Soy una persona muy ansiosa y a veces me voy para el otro lado.
— ¿Qué sería irse para el otro lado?
— Estar al borde de un ataque de pánico, sentirse mal.
“UN ATAQUE DE PÁNICO ES LA MUERTE. ES SENTIR QUE NO TENGO YA EL CONTROL DE MÍ MISMO”
— ¿Qué hacés en esos casos?
— Trato de relajarme y a veces, si estoy en un momento que no puedo más, me medico. Trato de bajar un poco, me quedo más tranquilo, cosa de evitar el llegar. Porque un ataque de pánico María Laura es la muerte. Es sentir que no tengo ya el control de mí mismo. Es como pensar que me estoy volviendo loco también un poco. Puede ser cualquier cosa un ataque de pánico. Podés sentir que te ahogás. Yo me he llegado a arrancar la ropa, sentía que me estaba prendiendo fuego. De todo te puede pasar. Siempre es la sensación de muerte. De que te está pasando algo, que te vas a morir.
— Hay algo que dijiste muy fuerte, hay cosas que no te decías a vos mismo.
— Es que yo no quería ni creérmelo yo. Yo decía: prefiero que esté adentro mío y no decirlo. Si lo escuchaba de mi propia boca ya no había retorno. Si yo decía; me gustan los hombres, chau. Algo iba a tener que hacer con eso.
“A MÍ ME ENCANTABA JUGAR CON COSAS DE MI HERMANA Y SABÍA QUE ESTABA MAL”
— ¿Qué creés que era lo más grave, lo que te provocaba terror? ¿La hostilidad?
— Pensá que yo ya venía desde muy chico con el bullying, puto, no sé qué, me han cagado a trompadas. Entonces hay algo que te dice vas a sufrir, que no está bien lo que estás eligiendo o lo que estás sintiendo. Te lo dice la sociedad también un poco. Desde tus viejos, tus compañeros, el colegio. Ya igual lo vivimos desde chicos, a mí me encantaba jugar con cosas de mi hermana y sabía que estaba mal. ¿Y por qué yo de tan chico sabía que estaba mal?
— Tenías que encajar.
— Hoy en día lo veo en amigos, en mis primos que tienen hijos, se quieren poner un vestido y se lo compran. Obvio que también hay gente totalmente retrógrada. Hoy en día hablamos de una apertura a nivel colectivo LGBTIQ, sin embargo andate a las provincias, es otra cosa, no sucede esto que estamos hablando. Yo soy un privilegiado al ir con la persona que amo de la mano por la calle. No lo puede hacer todo el mundo. Y esa también es la lucha del colectivo porque hay países, muchos países, en que se condena a las personas homosexuales. “Pero por qué marchan, si ahora está todo mucho más…” No, las pelotas. Hay lugares donde los matan directamente.
“NECESITO QUE SE HAGA ALGO PARA QUE LA GENTE NO ESTÉ COMO YO ESTUVE”
— Y hay retrocesos también en grandes países del mundo.
— Muchos. En España hubo un retroceso enorme, en Europa en general. Es triste y también es un poco aterrador ver que hay cosas que van para atrás. Porque uno sabe lo que cuesta todo lo ganado. El mío es un lugar privilegiado, conozco gente trans que han tenido historias de vida muy, muy difíciles. Por eso para mí una lucha es una cuestión diaria. También lo siento en el ámbito de la salud mental. Necesito que se haga algo para que la gente no esté como yo estuve. Más allá de ayudar siento que se lo debo a mi yo de 12 años.
“MI VIEJO ME LLEVABA A SU LABURO. NUNCA ESTABA SOLO YO. ESTABA TODO EL TIEMPO MAL”
— Muchos tienen que luchar contra todo.
— Hay gente que tiene padres que no entienden y hay gente que tiene hijos que no lo cuentan. Que no pueden soportar eso y eligen otro final. Eligen no vivirlo más. Mis viejos estuvieron al pie del cañón todo el tiempo. Mi viejo me llevaba todo el tiempo al laburo con él. Nunca estaba solo yo.
— ¿Por qué?
— Porque no podía estar solo. Estaba todo el tiempo mal.
— ¿Cuando estabas con alguien te sentías mejor?
— Sí. Mis viejos eran las únicas personas que podían calmarme.
— ¿Con qué te calmaban, con la presencia?
— Ellos ya me calmaban. Llamándolos, escucharlos era… fue un recorrido que hice con ellos. Mis amigos me los hice de grande, yo iba al colegio y no tenía amigos, porque no podía. Me perdí de todo lo que tiene la preadolescencia, hacer amigos, mandarte cagadas, conocer a alguien.
— Salir.
— Nada. Nunca tomé alcohol porque tengo fobia, tengo emetofobia que es al vómito.
“NUNCA PENSÉ QUE IBA A ESTAR COMO ESTOY AHORA”
— ¿Cuáles son las cosas que dejás de hacer para no entrar en crisis?
— Sinceramente, comparado con cómo estuve, estoy muy orgulloso de mí, del trabajo que hice a nivel psicológico. Nunca pensé que iba a estar como estoy ahora. Nunca. Pero por la fobia a vomitar no tomo alcohol. En este momento tengo en mi bolso un Reliverán sublingual por las dudas.
— ¿Qué te puede dar ganas de vomitar?
— Si a mí me llega a agarrar acá una náusea empiezo a los gritos y es un drama.
— Lo grabamos (risas).
— Por favor, sería espectacular María Laura. Te digo que hacemos un show, se hace viral. Por eso tengo Rivotril sublingual y Reliverán sublingual siempre. No puedo salir de mi casa sin. De toda mi vida. Por las dudas. No es que lo tomo. Es como un salvavidas para mí. Hace mucho que no tomo ninguno de los dos. Pero si estoy acá y me olvidé el bolso, olvidate, entro en una, pienso: mirá si me agarra un ataque de pánico, mirá si me agarran ganas de vomitar.
— O sea que antes el rescate eran tus viejos y ahora es el bolso con la medicación, por si acaso.
— Sí, soy yo, pero con unas pastillitas. La fobia a vomitar es tan grande que si me llego a intoxicar a mi viejo lo llamo.
— ¿Te calma por teléfono?
— Me calma, sí. Igual yo nunca vomito porque hago tanta fuerza que termino no vomitando.
— ¿Qué te dice tu viejo?
— Boludo, vomitá. O sea: no hay chances. Me relajo.
— Cracks tus padres. Hagámosles un monumento. ¿Entendés que los padres siempre tenemos la culpa de todo?
— Sí. Igual para mí la tienen, porque te crían tus viejos.
“VOY A COMER A LO DE MI VIEJO Y ME VOY LLORANDO, EMOCIONADO. YO SÉ LO QUE LE COSTÓ”
— ¿Qué hicimos mal? ¿Qué hicieron mal ellos?
— No es que ustedes hicieron mal, pero es también lo que hicieron con ustedes. Eso es lo que pasa. Con mi viejo tengo diferencias con el tema de la sexualidad, como a cualquier padre le ha costado. Cuando era más chico era pelearme con mi viejo, enojarme, llorarle. Ahora de grande lo veo a mi viejo y digo: claro, entiendo lo que era mi abuelo. Tampoco puedo pedirle a mi viejo que sea como yo soy o como yo quiero que sea. Enormes cambios ha hecho mi viejo con respecto a la aceptación mía y de mi novio. Hoy en día a mi pareja lo ama entendés. Muchas veces voy a comer a lo de mi viejo y me voy llorando emocionado, es una persona de 60 y pico de años, yo sé lo que le costó. Y obviamente eso lo sufrí mucho, pero también entiendo su sufrimiento y su lucha.
— ¿Te retaba?
— No. Pero era una cosa que no podía aceptar, era más fuerte que él. Después llegó un punto en que yo le dije: pa, todo bien, cuando vos estés listo.
— ¿No se le escapa un “pero abuelo quiero ser”? Viste que esas cosas se nos siguen escapando desgraciadamente.
— Sí. Pero cambió mucho. Yo de pendejo moría por ser papá.
— ¿Y ahora?
— No, ni en pedo. Hoy te digo que no hay chances.
— Te costó bastante estar en pareja.
— Un huevo me costó. Un huevo. Hacía 6 años que no estaba con nadie. 6 años. Recién ahora estoy entendiendo también por qué no podía y resolviendo unos mambos míos. Soy muy del auto boicot. Cuando me pasa algo bueno, me va bien, tengo que encontrar algo para que esté mal. De chico estuve tan mal que cuando está todo bien digo mmm, acá hay algo que no está bien, no estoy acostumbrado. Este estado no es normal, hay algo raro, vamos a mandarnos una cagada. Literal yo era así. Un palito en la rueda a mí mismo. Eso es lo que trabajé, ya hace bastantes años que vengo laburando
— Ahora qué tenemos? Psiquiatra y psicólogo?
— Siempre. Para siempre. Bueno, a ver, no sé. Quizás hablamos en 15 años y te digo: María Laura estoy con el budismo, dejé todo y estoy con las flores de bach, chocho (risas). Pero no creo, todo puede pasar. He intentado muchas veces, hoy en día no trato.
— Tu novio está en España. ¿Cómo se hace con los estados de ánimo?
— Es que por ahora no nos separamos tanto. Terminamos la novela y él se fue un mes. Yo me fui para allá ahora, acabo de volver. Para mí es un planazo viajar a España. No tengo ningún tipo de problema en ir para allá y quedarme un tiempo. Ahora estoy con mucho laburo acá, pero me recontra iría.
— ¿Cómo es la relación con Momi Giardina? Son íntimos.
— Es mi alma gemela literal. Es loco porque es una persona que conocí de grande. Creo que ya hace tres años que nos conocemos.
— ¿Tres? Parecen quince.
— Veníamos hablando por redes, empezamos a jodernos un toque por Instagram. Yo estaba en Estados Unidos. Cuando vuelvo le digo: che, cenemos. Esa noche cenamos, pero meados de risa toda la noche. Y así fue como le dirigí, le escribí el unipersonal y empezamos a hacer un montón de cosas juntos, ahora a ella le empezó a ir bárbaro. El talento que tiene esa mujer y la persona que es.
— Están mucho tiempo juntos.
— Sí, mucho.
— Y se divierten mucho.
— Muchísimo. En las buenas y en las malas también. Hay momentos en los que estamos mal y somos…
— Son como muy pareja, están todo el día juntos.
— Ella me dice soy su marido. Me dice mi marido sin sexo.
“MOMI ES DE LAS PERSONAS MÁS INCONDICIONALES QUE CONOCÍ. LA AMO CON TODO MI SER”
— Complementarios.
— Muy. Mandame con ella a cualquier lado. Hicimos un viaje a Miami a fin de año, lloro todo el día de risa con ella. Es espectacular. Y es de las personas más incondicionales que conocí. Hermosa. La amo con todo mi ser.
— ¿Te acordás de algún momento horrible donde ella estuvo firme al lado tuyo?
— Sí. Momi al principio no sabía lo que era un ataque de pánico. A mí una vez me agarró un ataque de pánico y ella no sabía qué hacer. Empezó a googlear al lado mío “qué hacer con una persona con ataque de pánico”. Estábamos en Mar del Plata, nos habíamos medio intoxicado, yo estaba por vomitar, ataque de pánico furioso. Y ella estaba con el celular, “qué hacer con… Yo hablando con mi viejo, ventana baja, taxi, estábamos yendo al aeropuerto. Y me dijo: “te lo juro, amigo esto lo vas a pasar. Pensá que pasamos un corralito”.
— ¿2001?
— Ése fue el consuelo de Momi. Ella dijo “le tiro esto y se va a calmar”.
— Le digo algo más grave.
— Llegamos al avión y se ve que había leído algo de levantar los brazos y respirar. Todo el avión nos miraba, ella decía: soltá, soltá rápido y ya está. Yo estaba pálido.
— ¿Vos hacías los movimientos?
— Yo los hice, sí obvio. Me sentía muy mal, el avión despegando, me doy vuelta y estaba dormida.
— ¿En medio de tu ataque de pánico?
— Apenas despegó el avión. Yo todo el viaje estuve re mal y ella se durmió todo el vuelo. La amo. Y hoy en día… en el último viaje a Miami tuve un ataque de pánico.
— ¿Otro?
— Sí. Y ahí estuvo…
— Ya sabía qué hacer, ya lo había googleado. ¿Qué hizo?
— Me calmó. Yo le decía: no voy a poder viajar. Y ella: “vas a poder viajar, venís conmigo, el auto lo llevo yo, te acompaño en un Cabify”. Y me calmó. “¿viste amigo? ¿Viste ahora cómo lo manejé?” (Risas) La amo. Y le cuenta a todo el mundo que ahora ella ya sabe. Es fantástica. Yo hablaría horas de ella. Tengo una debilidad enorme.
— Amor puro.
— Es amor, la amo con todo mi ser.
— Santi estás muy bien.
— Gracias (risas). Te quiero. Estoy bien. Te juro que estoy muy bien. Estoy en un muy lindo momento.
“ESTOY EN UN MUY LINDO MOMENTO, PERO NO ME SAQUES LAS SUBLINGUALES”
— Tenés el bolsito con las pastillas.
— Tengo el bolsito, eso siempre. Es lindo momento, pero no me saques los sublinguales. Estoy muy, muy bien, pero siempre está ahí el rescate.
— ¿Dónde querrías estar? Te proyectás o vamos viendo?
— No tengo un lugar o un proyecto que quiero hacer. Los proyectos que tenía cuando era más chico se fueron transformando mucho y hoy en día te juro que el proyecto más grande es mi propia tranquilidad. O sea, es mi estabilidad mental. Me di cuenta que yo ya sin eso no puedo hacer nada. Al principio tenía quizás sueños un poco más… decir: me encantaría hacer una película afuera, o cantar, siempre fue mi sueño cantar a lo grande, hice mis temas. Pero me parece que hay cosas para las cuales hay personas que están preparadas y otras no. Hay personas que no están preparadas para lidiar con todo el peso de una carrera y tienen que encontrar salidas que no están buenas. Como te conté, cuando no pude hacer las giras me dijeron de la producción: si no venís no estás en la segunda temporada de Patito. Y yo, mira que era pendejo, dije: será que no tengo que estar porque yo esto no lo puedo aguantar. Yo no quiero tampoco ir totalmente dopado, medicado. No, prefiero trabajar en mí y el día que lo pueda hacer, hacerlo bien.
— Estar bien. Ése es el lugar.
— Para mí ése es el lugar. Y es a lo que apunto con este proyecto sobre salud mental que estoy haciendo, porque también hay un concepto para mí muy errado del éxito. viste, Me parece que para mí va por otro lado. Porque ves gente muy exitosa, y detrás de ese éxito no hay un bienestar. Si hay algo que a mí me saca de ese riel no voy a transar con eso. Para mí no es por ahí el éxito.
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