En la agenda diaria de Maru Botana figura administrar y supervisar siete sucursales de sus restaurantes, además de clases de cocina, un programa en Twitch y un nuevo desafío en España. Pero por sobre todas las tareas, hay siete hijos que criar. La conocemos desde hace treinta años: Todo dulce en Utilísima, Sabor a mí, en Telefe, Maru a la tarde, Cocina rodante, El Gourmet y mucho más. Los años pasan y Maru cada día suma más y más ocupaciones.
— No sé por qué pero… soy feliz con eso. Me gusta tener proyectos, más cosas para hacer y desafíos. Todos mis días son distintos, me encanta, lo disfruto. A veces me voy a dormir ansiosa pensando todo lo que tengo que hacer. Hago un montón de cosas, pero sigo con esta pasión de cocinar y cocinar. Todos mis locales tendrían que tener la cocina a la vista como el último que abrí en Pilar. Es mágico y muy real. Cocino enfrente de todo el público, qué lindo.
— ¿Probás lo que cocinás?
— Pruebo bastante, lo que pasa es que tengo una conducta muy fit, me gusta mucho entrenar. El entrenamiento pasó a ser mi psicólogo. Es el momento del día donde estoy sola, entreno muy temprano. El momento donde no soy Maru Botana, donde reflexiono sobre un montón de cosas que hice o hago. Pienso en mis hijos, en cada uno, proyecto cosas que me gustaría hacer. Cuando entrenás todos los días empezás a alimentarte de distinta manera, tu cuerpo te lo pide. Entonces comés pensando en tu entrenamiento. Me gustan mucho los nuevos tipos de alimentos, las nuevas disciplinas, me fui haciendo muy apegada a las semillas y me di cuenta que me hacían muy bien.
— ¿Estás en el mismo peso?
— Un poco menos. Pero también es por la vida que llevo creo. No paro un minuto. A veces estás tan ansiosa que comés menos, o te perdés una comida. Y entreno un montón.
— ¿Cuánto tiempo por día?
— Casi dos horas. Me hace tan bien que me gusta compartirlo en las redes. Siento que te estoy contando lo lindo que la estoy pasando y que lo tenés que probar. Todos pensamos: “entrenar, qué fiaca”. Pero el placer después de entrenar es increíble. Y lo pude transmitir, no sabés la cantidad de gente que hoy se me acerca por eso.
— ¿Qué sería de tu vida si no entrenaras? Sos muy energética.
— Ay, como que me falta la vitamina, me falta algo, me siento rarísima, me falta mi motorcito. Me fui haciendo muy fan del entrenamiento, el año pasado corrí un 42K, el primero. Tenía pánico porque es un evento donde tenés que ir preparado no solo físicamente, también la cabeza. Si bien iba relajada y no me exigían nada, todos los maratonistas tienen un tiempo. ¿Cómo voy a hacer para hacer todo el laburo e ir entrenando? Tuve momentos de bastante miedo. Y la verdad que fue un placer. Lo pasé bomba, fue como un logro. Cuando llegué, agarré la medalla y me puse a llorar pero de emoción porque nunca me hubiera creído capaz de llegar.
— Cuando empezaste a entrenar, cuando eras muy joven, ¿tenía que ver con el deporte?
— No, por el físico, por estar bien. Porque me gustaba estar bien.
“SOY CAPAZ DE ENTRENAR A LAS DOS DE LA MAÑANA SI TENGO QUE VIAJAR”
— ¿Por estética?
— Sí, por estética. Por estética. Ahora es parte mía. Soy capaz de entrenar a las dos de la mañana si tengo que viajar, le busco al día mi espacio para entrenar. Pasé momentos súper difíciles y también entrenar te ayuda un montón. Entonces por eso también lo comparto, porque en las buenas y en las malas, en las alegrías y en las tristezas, el entrenamiento te provoca las endorfinas y todo lo que te hace estar bien.
“CUANDO FUE LO DE FACU, CORRER ME AYUDABA A NO EMPEZAR EL DIA LLORANDO”
— Hay algo químico decís.
— Sí. Te da energía. Te da potencia. Empezás tu día de otra manera. Lo difícil se ve más suave. Lo triste se ve más alegre. Cuando fue lo de Facu yo iba a correr y si bien estaba muy triste, en ese momento aprovechaba para largar todo lo triste y no largarlo adelante de los chicos que eran re chiquitos. No estar todo el día llorando. Quería superar toda esa situación que me estaba pasando, que tenía el corazón partido en dos, correr era como estar en una camita elástica. Me ayudaba a no empezar mi día llorando. Y me daba otra energía. Y ahí me hizo un clic.
— Corrés y llorás. Corrés y escuchás música. Corrés y pensás.
— Corro y escucho música siempre. Y pienso un montón. Y si tengo que llorar lloro. Y también me da placer. Cuando corrí la maratón estaba súper nerviosa, querían ponerme en la remera que dijera Maru Botana y dije que no. Quería estar de incógnito. Pero en el momento agarré mi teléfono y filmé toda la maratón, era una fiesta.
— Después de las dos horas para entrenar, ¿cómo organizás las actividades?
— A la mañana me dedico mucho a mi casa, a organizar mi casa, a dejar la comida lista. Básicamente me encanta que mis hijos tengan su comida lista y tengo un TOC que no puedo soltar. Tengo varios que están comiendo en casa con diferentes horarios y tengo solamente tres en el cole, y eso es lo que me preocupa. Ahí arranco con tutti. A los locales. A grabaciones. A hacer contenido para las redes. Viajar, viajé mucho durante dos años a Mendoza porque hicimos el hospital de Abel Albino de CONIN y todavía sigo viajando porque armé una cooperativa ahí.
— ¿Vas a armar un restaurante en Barcelona?
— Voy a abrir un Maru Botana en Barcelona. A ese desafío le puse pilas, tuve encontronazos con Bernardo, mi marido, que sí, que no. Y dije yo lo voy a hacer, lo quiero hacer. Quiero un desafío nuevo, lo necesito como persona. No me quiero ir de esta vida sin hacerlo. Y lo logré. Y estoy chocha.
— ¿Por qué ahí?
— Porque investigué en Estados Unidos, en Miami, en New York, y todo lo que yo quería transmitir iba a ser muy difícil por el tipo de cultura que tienen. Viajé a España, estuve unos días en Barcelona y me impactó el cariño de los argentinos, gente que lloraba en la calle cuando me veía. Y ahí ya me hizo un clic.
— ¿Cómo elegís qué mensaje de WhatsApp contestás primero?
— Los de Inesita, la más chiquita de mis hijas. Cumplió 11 la semana pasada. Si escriben en el grupo de Inés. Todo lo de Inés es lo que más leo hoy.
— El WhatsApp de las mamis de Inés?
— Sí. Un día mi hija que hoy tiene 18, cuando tenía la edad de Ine me vio agotada y me dijo: “mamá, no tenés que ir a todas las reuniones del colegio. Vos anda al colegio solamente cuando te llaman puntualmente para hablar de alguno de nosotros. Evítate todas las reuniones de padres, no vayas más”. Dije ¿no será demasiado hacerle caso? Al principio no le hice tanto caso. Hoy le hago caso. Obviamente cuando me llaman por un hijo puntual estoy firme, me encanta ocuparme de cada uno. Soy como una súper madre. Me ocupo mucho. Me preocupan y quiero que sean súper felices y que no les haya faltado nada. Bernie, mi marido, está en el campo toda la semana entonces soy yo su referente. Y hoy los chicos te demandan miles de cosas. Yo noto una etapa que es muy distinta a la nuestra. Cuando éramos chicos nuestros padres ni aparecían en el colegio y por ahí ni conocían a los padres de tus amigos. Yo no recuerdo que mis papás conocieran a los papás de mi mejor amiga. Hoy intimás más, te ocupás más, hacés programa. Mis hijos son re planeros, re amigueros, desde que son chiquitos. Me mudé más que nada por eso, porque necesitaba una casa más grande.
— Algunos años hubo siete chats de mamis.
— Sí, chats tengo miles. Miles. No son solo los de mamis, son los de los pools, miles.
— ¿Y entonces?
— ¿Y a cuál voy primero? Primero mis hijos, obvio. Cuando veo “ma”, es el primero que me estoy fijando. Y después sí, los locales o...
— ¿Cuándo hubo más gente en tu casa ayudándote con los chicos? Cuñados, madre, suegra, empleados, niñera, o la empleada.
— Cuando nació Juani, que venía después de Facu, y al poco tiempo quedé embarazada de Ine. Tenía contratadas a unas chicas que eran un amor, eran las niñeras y estos eran unos malcriados totales. Pero yo estaba a full, acababa de tener a Juanito y los chicos eran re chiquitos. Cuando falleció Facu los chicos eran muy chiquitos. Yo empecé a trabajar de vuelta, quedé embarazada, los chicos eran chicos, y necesitaba verlos, que no quedara un hueco. Habían perdido a su hermano y la mamá había empezado a trabajar. Fue el momento que más traté de nutrirme de gente divertida, que los entretuviera, que les diera alegría, felicidad.
“LE DIJE: AYUDAME, DECIME QUE HAGO. NO TENGO FUERZAS”
— O sea, hubo un tiempo que los chicos tuvieron animadoras.
— Animadoras. Prácticamente era así. Cuando estaba en el programa de Telefé de la tarde, muere Facu y al mes era el cumple de Luchi. Cumplía 6. Viene Adriana, Sapo Pepe, a cantar. Le digo que estaba desesperada, era el cumple de Luchi en un mes y con todo lo que me pasó no sabía qué hacer. “Ayudame. Decime qué hago, no tengo fuerzas. No tengo cabeza”. No hay que caerse.
— ¿Cuánto tiempo había pasado?
— Un mes. Y me presentó a Ana Pulido y te juro que no me separé nunca más. Me hizo el mejor cumpleaños del mundo. ¿Sabés lo que me pasó ese día? Estábamos en pleno cumpleaños en mi cocina con mi mejor amiga, que era la madrina de Facundo, la señora que lavaba los platos y dos amigas mías. Y entra un pájaro verde, tiqui, tiqui, tiqui, por toda la cocina y se va. Entonces nos miramos con mi amiga. Fue como decir: está todo bien. Nos quedamos calladas y nunca más dijimos nada pero para mí fue mi señal enorme, nunca me la voy a olvidar.”
“CUANDO SE MUERE ALGUIEN ESTÁS ESPERANDO UNA SEÑAL. ESE DIA FUE SÚPER MÁGICO”
— ¿Quién era el pájaro verde?
— Facu sería. Fue una señal. Creo un montón en las señales y en las cosas que te pasan. Cuando se te muere alguien así estás esperando la señal y ese día fue súper mágico. Y me lo guardé. Nos lo guardamos las dos, a pocos se lo contamos. Ya pasaron varios años y estoy acá y tengo ganas de contártelo, pero no por nada especial.
— ¿No hacés terapia?
— Hice en ese momento.
— En ese momento, cuando murió Facundo. ¿Te ayudó?
— Un montón.
— ¿Después? ¿Ya está?
— Sí.
““ES MUY DIFÍCIL SER MARU BOTANA”
— ¿Quién es tu mejor amiga?
— La conocí en el colegio de los chicos. Hay varias más. Nunca tuve hermana y me apoyo en esas mejores amigas como mis hermanas. Hoy no tengo mamá, los extraño un montón a mis papás, y mis amigos son mi familia. Hoy tengo mejores amigas y mejores amigos, les cuento todo. Son los que me acompañan. Me apoyan. Me psicoanalizan. Es difícil ser Maru Botana.
— ¿Qué es lo más difícil?
— Todo. Tu vida es de todos. Tuve una vida con mucha cosa. Una familia enorme. Muy expuesta. Me pasó lo de Facu. Viví cosas muy intensas en no tanto tiempo. Después fallecieron mis padres con un espacio de ocho meses. Siempre tuve que estar batallando, cómo salir de la situación, sonreír, ir para adelante, porque soy Maru y mi vida es así. Me gusta la sonrisa. Me gusta la alegría. Me gusta ir para adelante. Entonces es intenso. Soy muy amiguera, siempre lo fui. Me acuerdo de Claudio Villarruel en Telefé, me decía: ‘no te hagas amiga de la gente’ (risas). A mí me funciona. A mí me gusta. Yo necesito la contención, el mimo.
— La confianza.
— Sí, me gusta meterme en el grupo. Hoy abrí mi local de Pilar que tengo 35 chicos que trabajan y me gusta cocinar con ellos y meterme.
“YO SIEMPRE DIGO SÍ, PRIMERO.”
— Fue el Duki a tu restaurante
— Sí. Crack. Un productor mío de redes había escuchado que Luquitas Rodríguez quería hacer una especie de MasterChef. Le digo sí obvio. Yo siempre digo sí primero. Y me fue bárbaro. Fue una experiencia súper linda, lo disfruté como si estuviera cocinando con amigos. Ellos se metieron mucho en la cocina, en la receta, en lo que tenían que hacer, se comprometieron.
— Y además con esto sumas puntos con tus hijos más grandes.
— Fue el primer evento donde estaban todos mis hijos, desde la de 11 hasta el de 24, sin tener que decir: chicos vengan. Me encantó el Duki, lo que está pasando en la sociedad. Estos chicos van por todo. Siento que está buenísimo para el país, que los chicos quieran prosperar, que cada uno en lo que le gusta vaya para adelante y lo logre.
— ¿Tenés algún hijo con ese fuego? ¿Esa polenta que tenés vos, esa energía?
— Creo que la tienen, que la van a estallar. Sí.
— Por ejemplo, tenemos una modelo.
— Tenemos una modelo (risas). La modelo es lo más. Es divina. Yo les cuento un poquito las claves de lo que hay que hacer para llegar. Hay que pelearla, eso es lo que me interesa que vean. Hoy hay que enseñarles un poco que hay que lucharla. Las cosas no caen solas.
— Otra hija se hizo conocida porque trabajaba en Hawái limpiando casas, como empleada doméstica.
— Sí, Luchi. Nada que ver a todo lo que soy yo. Tiene su personalidad y su vida… No le gusta ni el medio, ni la exposición. Lo disfruta, lo comparte, pero no lo haría nunca. No tengo ninguno que haya salido de la cocina.
— ¿Ninguno de los chicos?
— No, porque estas cosas son, te nacen. Las chicas son muy artistas. Luchi estudia diseño gráfico. Sofi con el tema de la moda. A Ine la veo más por el diseño, viste. Y los varones son más de la tecnología. Pero esa pasión que tuve yo siempre de chiquita, de meterme en la cocina a los 6 años, de cocinar, no.
— Hay un marido, Bernardo, que trabaja en el campo y es marido de fin de semana. ¿Por eso la felicidad?
— Sí (risas) Imaginate que desde que estoy de novia viaja. Los chicos también se acostumbraron. Siempre fue así nuestra vida. Y lo logramos. Cuando me puse de novia y me lo dijo creo que casi me muero. Cuando lo tuve a Agus, mi primer hijo, yo iba mucho a lo de mi mamá. En la semana cuando él no estaba, hacía la valija y me iba a lo de mi mamá. Qué loco que pudimos tener tantos hijos.
— Esas historias, dos estilos de vida contrapuestos, suelen terminar diferente, en una separación.
— Sin embargo está buenísimo que tenemos dos estilos de vida diferentes. Es buenísimo. Tenemos nuestras historias particulares cada uno y el viernes entremezclamos las historias y nos contamos lo que le pasó a cada uno en la semana.
— ¿Es mucho más entretenido?
— A veces terminamos matándonos y a veces no (risas).
— ¿No llegás rota al finde?
— No. A veces sí. Cuando puedo aprovecho un huequito y me hago una siestita y sigo. Me hace súper bien eso para seguir. Hoy estoy a full porque el último local de Pilar me insume mucho. Es un mucho más grande. Va mucha gente. Estamos abocados los fines de semana casi toda la familia ahí.
— ¿Nunca existió en estos años la discusión de: yo me ocupo de los chicos y vos venís el fin de semana que ya está todo organizado?
— No, jamás, porque yo amo ser mamá. Lo deseaba cada vez que pasaba por debajo de un puente y pasaba el tren.
“HE LLEGADO TARDE, ME HE OLVIDADO CHICOS, ME HA PASADO DE TODO”
— ¿Pero en algún momento no querrías compartir la tarea?
— No, a veces le he planteado situaciones de ir a buscar a algún chico. Por ahí reclamás y cuando sabés que no va a suceder, ya está. Tampoco es que me costó. O sea lo disfruté. Corrí un montón. Me he olvidado chicos. He llegado tarde, cumpleaños, colegio. Me ha pasado de todo como cualquier mamá normal viste. Pero lo disfruté.
“MIS HIJOS ME DICEN QUE NO SOY UNA MAMÁ NORMAL”
— ¿Vos decís que las mamás normales se olvidan chicos?
— (Risas) Igual los míos me dicen que no soy una mamá normal.
— Porque llegar tarde sí, hemos llegado todas, pero olvidarse chicos (risas).
— Es que te juro, hasta el otro día me pasó. Estábamos todos en Pilar comiendo. ¿Juanito? Juanito se quedó jugando a la Play, pensé, nos lo olvidamos. ¿Dónde está Juani? No mamá, se fue con Agus. Y ahí me quedé tranquila. Te juro que fue horrible.
“HUBO UNA PÉRDIDA DRAMÁTICA EN EL ROCKEFELLER CENTER EN NUEVA YORK. LUCHI TENÍA 6 AÑOS”
— ¿Hubo algún olvido dramático?
— Hubo una pérdida dramática en New York en el Rockefeller Center y zafé porque Luchi tenía la American Girl en los brazos, fue lo que me ayudó a encontrarla. Pero sí, me re asusté.
— ¿Y cómo la encontraste?
— Porque le decía a la policía: es una chiquita que tiene la American Girl. Ella había encarado para el otro lado, había seguido caminando. Se había ido.
— ¿Cuántos años tenía?
— 6. Horrible. Sí, la pasé pésimo.
“ES HORRIBLE LA DESESPERACIÓN DE PERDER UN HIJO EN UN LUGAR QUE EN EL QUE NADIE TE CONOCE”
— ¿Cuánto tiempo la buscaste?
— Qué sé yo, ni me acuerdo el tiempo. Sí, ahí la pasé mal. Decís: no me puede pasar esto. En ese momento te imaginás de todo. Encima en New York, nadie me conocía. Es horrible. La desesperación cuando perdés a un hijo en un lugar que no es tu lugar, que nadie te conoce, es fuerte.
— Conozco todas las tortas y las tartas de tu negocio porque tengo la suerte o mala suerte de vivir a la vuelta. No es algo recomendable (risas). Tienen muchas calorías, todo es riquísimo.
— Hay cosas sanas che. ¿La tarta de verduras la probaste? Los ravioles de calabaza son re sanos.
— Recuerdo haberte visto con Juani en una sucursal de Belgrano.
— Ahora ellos se reparten, el mío es este, el mío es el otro.
— ¿Se reparten tus locales, decís?
— Se reparten. El mío es este, el mío es el otro, viste, tienen sus preferidos. Por eso te digo, no cocinan pero les copa toda esta historia. Es re lindo cuando me escriben cartas y ponen tu recorrido en vista de ellos. Sobre todo Agus me escribe cosas que vio desde chico, cosas que vivió conmigo.
“SIENTO QUE LES GUSTA ESTA MAMÁ CON TANTA ADRENALINA”
— Están orgullosos de vos.
— Supongo que estarán orgullosos o por lo menos siento que les gusta esta mamá con tanta adrenalina. A veces los agoto seguramente de verme, pero les gusta verme feliz con lo que hago. A Sofi que está en esta carrera de modelo le digo: no gorda, tenés que decir que sí, tenés que ir a todas las cosas que te proponen, no seas tan selectiva, andá con sonrisas. Pero porque yo fui así y eso para mí fue uno de mis secretos para llegar. Iba a todo, me invitaban y decía que sí. Iba con una sonrisa. Yo no conocía a nadie en el medio, nunca me imaginé estar en un programa de tele en mi vida. Por ahí ella lo ve distinto. Ella al revés y la admiro. “Esto no lo voy a hacer porque no me suma”. No sé quién tiene la razón. Yo creo que muchas cosas se logran desde esa pequeña situación, dejar puertas abiertas. Si no podés, decilo con una sonrisa. No, hoy no puedo pero la próxima vengo. Lo ve distinto. Cada uno tiene que hacer su experiencia y está bueno. Si te golpeas o si salís exitoso está bueno que sea tuya.
— Los chicos priorizan otras cosas ahora.
— Quizás. O prefieren encontrar el éxito desde otro lado. Yo perseguía una historia y ella persigue otra.
— ¿Los dejás libres?
— Y los dejo. Hago mi intento y después me voy para atrás. Tiro la piedra y me voy.
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