Mariana Fabbiani está en la televisión ininterrumpidamente desde 1994. Trabajó en ciclos muy exitosos como Perdona nuestros pecados, El ojo cítrico, El resumen de los medios, Mariana de casa y El diario de Mariana. Desde que llegó a la tele no paró, hasta que en 2021 El Trece terminó su contrato. No fue ella la que tomó la decisión, sin embargo se la vio muy cómoda y muy feliz fuera de la pantalla. Dos años después algo la motivó a volver.
— Muy cómoda (risas). Empecé a hacer la cuenta de los años. Es más de la mitad de mi vida.
— Es fuerte cuando te dicen “se terminó”.
— Yo necesitaba parar un poco. Porque venía de esta cosa ininterrumpida, la pausa es rica y yo no la había tenido nunca. A veces es cuestión de ser coherente con uno mismo y decidir las cosas cuando es el momento, fue un aprendizaje. Para mí era el momento de parar y no sabía lo que me iba a pasar, vos sabés lo que es esa adrenalina cotidiana… ¿Cómo va a ser mi vida sin eso? No sabía si lo iba a extrañar, si iba a sentir que me faltaba algo. Y lo recontra disfruté.
— ¿Todo el tiempo?
— Sí, ¿sabés que sí? Lo disfruté. Empecé a extrañar el último tiempo la esencia de mi trabajo, la comunicación. Estaba haciendo y estoy trabajando en una docuserie para Star + que es un trabajo distinto, es una construcción que se piensa, se edita, se reedita y se vuelve a escribir. La tele tiene esa cosa de lo repentino que no extrañé durante un tiempo, al contrario, qué lindo esto de pensar con tiempo lo que uno quiere decir, cómo uno se quiere mostrar. Sentía que estaba adentro de una montaña rusa. Entonces esto de parar fue repensarme, ver quién soy ahora. ¿A ver cómo estoy ahora? ¿A ver qué quiero ahora? ¿Qué me gusta? ¿Qué tengo ganas? Y disfruté a mis hijos, el tiempo libre, el tiempo de no hacer nada. Tenía esos ratos en que decía, ¿qué hago con el tiempo libre? Nunca tuve tiempo libre.
— Hay horarios de síndrome de abstinencia de la adrenalina. No sé cuáles eran los tuyos.
— Sí, puede ser, el mío creo que por una cuestión de costumbre era a mitad del día.
¿QUÉ TENGO QUE HACER? ¡¿NO TENGO QUE HACER NADA?! ¡¿CÓMO?!
— A la tarde. ¿Y ahora qué hago?
— ¿Cómo sigue?¿Qué tengo que hacer? ¡¿No tengo que hacer nada?! ¡¿Cómo?! (Risas). Pero en esa nada aparece lo interesante. Y hay que bancársela. Hay que bancarse esa ansiedad que te da no tener algo concreto que exponer, que concluir.
— Es un vacío importante. Los que somos la cara de un programa además no faltamos, llegamos mucho antes para la preproducción, el maquillaje, el peinado, el vestuario…
— Totalmente. Es la exigencia. Eso para mí empezó a ser una carga, sobre todo con mis embarazos. Viví mis embarazos al aire, el sentirme mal y tener que ir a trabajar con náuseas. No podés estar mal. Tenemos el entrenamiento, se prende y estás bien. Pero eso tiene un costo. Entonces fue: ahora me puedo enfermar tranquila. Y sin embargo fue cuando mejor estuve. Que loco que es eso. Cómo la cabeza a veces te juega la mala pasada. Para mí fue muy importante entender en qué me quería exigir y en qué ya no tengo ganas de exigirme.
DIJE: NO, YO NO VUELVO MÁS A LA TELE
— Hubo o hay momentos en que te preguntás ¿y si no vuelvo más?
— Ah sí, me lo re pregunté. Casi lo tenía decidido. Dije: no, yo no vuelvo más. No lo necesito. Hasta acá estuvo bueno, lo disfruté. No estaba mirando tele entonces decía, ¿por qué volver a un lugar que no consumo? Me entraron todas las dudas con respecto a mi rol en la televisión. La verdad es que me motivó Marcelo Tinelli con la propuesta de América. Logró encender algo. Venía de estar extrañando mi trabajo un poquito, ya me estaba picando.
CUANDO ESTÁS EN LA TELE LO QUE SUCEDE AHÍ PARECE MUY IMPORTANTE. NO ES NADA IMPORTANTE
— ¿Sabés que nadie cree que no querer volver más a la tele era una posibilidad? Pero doy fe, estabas bien.
— Estaba bien, la verdad que sí. Está bueno saber que hay vida después de la tele para los que hacemos tele todo el tiempo. Aprendí que cuando estás en la tele todo lo que vos decís, todo lo que los demás dicen, todo lo que sucede ahí, parece muy importante. Y la verdad es que no es nada importante. Cuando no estás en la tele decís: pará, ni me enteré de eso, no tengo idea de lo que me estás hablando. Hay que ponerlo en el lugar que tiene que estar, no ocupa todo, hay una vida ahí afuera.
— ¿Por qué volver a la tele si la tele no es lo que consumís? ¿Hay algo que se da en la tele y no se da en las redes?
— Es difícil de poner en palabras, pero tiene que ver con un intercambio, con una relación tácita. No es lo mismo. Soy activa pero en las redes no tengo el mismo rol que en la televisión, no estoy hablando todo el tiempo, no estoy revisando lo que está sucediendo. Es distinto lo que elegís mostrar. La tele tiene esa cosa medio sin red.
— Siempre dijiste que no sabías cocinar ni siquiera una omelette. Durante este último tiempo se te vio cocinando, en Instagram.
— Sí, pero todo mentira (risas). Eso que hice lo hice pero no mejoré nada.
— ¿Intentos?
— Tengo nuevos electrodomésticos me ayudan mucho a atravesar momentos difíciles (risas). Tengo toda la intención pero soy malísima. Soy muy mala cocinando. No me sale rico. No tengo paciencia. Le quiero poner amor pero me doy cuenta de que no se lo pongo. No me sale rico, es una realidad. Pero le puse onda y en las redes me apoyaban mucho. Se sentía un aliento extra.
— ¿Qué te decían?
— Tiene buena pinta (risas). Pero no, no es mi fuerte. Lo tengo totalmente asumido. Al principio me costaba porque soy una persona perfeccionista, también tengo que cocinar bien. ¿Cómo puede ser que no? ¿Que mis hijos no coman rico lo hecho por mamá? Me aprendí dos o tres platitos como para que alguna vez puedan decir “esto me lo hacía mamá”. Esa es buena (risas). Estos chipás que hacía mamá, que algo les quede en la memoria.
YO SOY NATURALMENTE ENÉRGICA. BUSQUÉ LA CALMA. BUSQUÉ BAJAR
— Cuando no había nada para hacer, nada de nada, ninguna obligación ¿Qué elegías hacer? ¿Salir a caminar? ¿Correr en la cinta?
— Primero leí un montón. Volví a leer. Me gusta mucho leer y es un hábito que fui perdiendo con la maternidad primero, con el trabajo después. El trabajo me obligaba a leer cosas que no eran las que quería leer. En esos momentos busco bajar la adrenalina. Lo que elijo en mis momentos de ocio es bajar, yo ya soy naturalmente enérgica. Volví al yoga. Busqué la calma. Busqué bajar.
— Para ahora…
— Volver (risas). No, para ahora aplicar lo aprendido. Uno no es el mismo todo el tiempo. Hace dos años que dejé la tele. En estos años me pasaron un montón de cosas. Uno ni se da cuenta todas las decisiones que tomás diariamente que van modificando tu forma de ser con vos mismo y con el resto. ¿A ver si puedo aplicar algunas cosas que entendí? Me siento un poco más sabia. Menos exigente. Quiero disfrutar de mi trabajo. Realmente vuelvo por elección, eso me permite ponerme en un lugar distinto, elegirlo.
Mariana cambió, no es la misma. Salió de la montaña rusa y hoy mira el mundo desde otras perspectivas. Se prepara para volver con El diario de Mariana, su magazine de actualidad, todos los días a la tarde por América. Promociones, reuniones de producción, conversaciones con los periodistas del programa… la actividad vuelve a ser muy intensa.
— ¿En qué se verá lo que aprendiste? ¿Vas a sentir menos presión? ¿El rating no importará tanto?
— Bueno, el rating importa. Del rating depende tu continuidad y la de todo tu equipo, es una responsabilidad cuando tenés un equipo grande detrás, no es que vos podés decidir qué hacer. El rating está, pero habrá que tomárselo de otra manera. Cómo te tomás que no haya estado ese número que esperabas. Nunca compré del todo lo del minuto a minuto, no entré ahí. Tengo una imagen muy clara haciendo DDM cuando nos estaba yendo increíble. Vi detrás de cámara a todo mi equipo de producción que en lugar de estar mirando el aire, el programa, miraba el monitor en el que que estaba el minuto a minuto. Estábamos haciendo un número altísimo evidentemente, y ellos miraban cómo cambiaba el número, como si fuera el que sale en la ruleta. Qué loco en lo que nos estamos convirtiendo, en vez de estar mirando lo que está pasando acá miramos lo que está sucediendo con el número. Yo estoy en el programa. No todo se justifica por el número. Y en América me da la sensación, porque trabajé en América y lo viví, tenés la oportunidad, nadie espera de entrada que vayas a ser primero. Tenés esa pequeña elasticidad que te permite elegir artísticamente lo qué querés.
— ¿Hay cosas que no volverías a hacer en un programa de actualidad?
— No soy de arrepentirme mucho de lo hecho. Pienso en no volver a hacer cosas que sienta en el momento “estoy incómoda”. A veces tenés esa sensación, algo no te gusta y sin embargo hay consenso y lo terminas haciendo. Por ahí voy a hacerle un poco más de caso a esa primera sensación.
LO SOCIAL ESTÁ A FLOR DE PIEL. EL DOLOR DE LA GENTE
— ¿Qué se puede saber del programa que estás preparando?.
— Es actualidad en todos sus órdenes, la actualidad implica a veces la actualidad dura, el policial, la violencia, la política y otras veces es espectáculo o un caso social. En este momento me parece que lo social está muy a flor de piel. El dolor de la gente. Lo que está pasando. Cómo se siente la gente. Relacionándolo al momento del país y a la búsqueda personal. El programa es un magazine finalmente, inclusive el panel estoy intentando que sea lo suficientemente ecléctico como para poder abordar el tema del día, a veces será actualidad dura y a veces una frivolidad divertida. La vida misma.
— ¿Vas a entrevistar políticos?
— Sí, eso es parte del asunto. Año electoral, vamos a ver cuánto quiere ver la gente a los políticos. Me parece que hay cierta resistencia a escucharlos y a verlos. Supongo que también será parte, es la actualidad. A veces te levantás y a las ocho de la mañana vas a hacer un programa, a las diez es otro programa, a las doce otro y cuando estás al aire es completamente distinto al que pensaste en un principio.
— ¿En qué cambió la Argentina en relación a lo social estos últimos años que no estuviste en la tele? ¿Qué ves que no veías antes?
— No veo algo que no veía antes. Quizás hay más hastío. Me parece que hay más agotamiento. La gente no da más. Es un poco la sensación que respiro. Lo vemos todos, lo sentimos todos ¿no? Está difícil la situación. Pero es más de lo mismo.
ES DURO CUANDO TODO EL TIEMPO ESTÁS PRESENTANDO DOLOR
— ¿En qué ves que la gente está peor?
— Obviamente la inflación, lo económico tiñe todo. Porque es el origen de muchos de nuestros problemas. Inclusive la inseguridad parte de nuestros problemas económicos. Todo está teñido por la economía en este país desgraciadamente hace mucho tiempo. Pero yo quiero a mi país, tengo esa esperanza. Yo soy de las positivas, de las que siempre piensan que todo puede estar mejor aunque parece que está siempre un poco peor. Me parece que tenemos una fuerza especial los argentinos, esto de que nos las arreglamos y salimos adelante. Quizás por eso también a veces nos pasa lo que nos pasa, porque sabemos que igual salimos adelante. Pero está difícil para todos. Se nota. Se vive. Se respira. No podemos estar ajenos al dolor.
MOSTRAMOS UNA HISTORIA. ¿Y NO HACEMOS NADA PARA AYUDAR? ES MUY CRUEL ESO DE LA TELEVISIÓN
— El humor es una cuerda que sabés tocar, va a ser difícil este año hacer humor y actualidad.
— Y, es difícil. Uno desde el humor puede decir muchas cosas, todo se puede decir. A veces las cosas más duras es más fácil decirlas desde el humor. Pero también hay que tener cuidado, tampoco se puede hacer humor de todo. Ojalá tengamos nuestros ratos más livianos y se pueda también aflojar un poco. A mí los últimos años de DDM me costó la actualidad. Es duro cuando todo el tiempo estás presentando dolor. Vos sabés, te vas con eso a tu casa. Yo me voy con eso a mi casa. Esa entrevista que hice, esa madre que le mataron al hijo. Me voy con eso. No me puedo desentender. Es más, en muchos casos que he presentado dije: pará, mostramos esta historia, ¿y ahora qué hacemos? ¿No hacemos nada para ayudarla? ¿Queda así? Hay que levantar el teléfono. Utilizar las influencias que uno tiene desde su rol de comunicadora y decir, a ver qué puedo hacer. Cómo puedo aportar un granito de arena para cambiar la realidad de esta persona que estuvo una hora hablando en mi programa. No me puedo hacer la desentendida cuando me voy de acá. En ese sentido me cambió. Yo soy empática por naturaleza, pero el programa me obligó a entrar en historias que me impactaron, que me conmovieron, no les pude seguir siendo indiferente y es más, sigo en contacto con mucha gente que entrevisté y que de alguna manera pudimos ayudar. Sin contarlo tampoco. No hace falta contarlo. ¿Qué hago con todo esto que acabo de escuchar? ¿Ya está? Me resulta muy cruel eso de la televisión.
LA TELEVISIÓN SIRVE PARA DARLE VISIBILIDAD A MUCHOS TEMAS, PERO NO DEJA DE ESTAR USÁNDOLOS
— ¿Utilitario?
— Y sí, porque la televisión sirve para darle visibilidad a muchos temas, pero no deja de estar usándolos. Hay una ida y vuelta un poco cruel ahí que yo como persona no comparto. Si puedo ayudar, si me puedo involucrar de otra manera lo hago. A veces se puede, a veces no.
— Estás trabajando en un documental sobre la moda que toca temas sociales como por ejemplo el tema del cuerpo y el hostigamiento. Mucha gente es hostigada por la gordura pero también por la flacura.
— Sí, todo el mundo opina sobre todo el mundo, es así.
— Y se dicen cosas fuertes. Vos también padeciste eso por tu gastritis.
— Cuando estás expuesto, siempre. A mí porque estoy flaca. Parece que uno tuviera que pedir perdón por estar flaca. A veces estás muy flaca y no querés estar tan flaca y cuando te dicen “qué flaquita que estás” te duele, porque es como al gordo que le digan “qué gordo estás”. No está bueno opinar. Es algo que tenemos que a esta altura incorporar, grabarnos, sobre todo las viejas generaciones, porque las nuevas generaciones lo tienen incorporado. No se opina del cuerpo del otro. No se opina de nada del otro. Va en contra de todo lo que vemos en las redes, donde todo el mundo está opinando de todo el mundo todo el tiempo. Me metí en esos temas que no solamente tienen que ver con el cuerpo, también tienen que ver con el género, también tienen que ver con la edad. Estamos todo el tiempo hablando de cómo luce el otro, de qué se hizo el otro, de qué no se hizo, de qué se debería hacer. Me parece que hay algo que está pasando muy fuerte, se nota en las nuevas generaciones. Pero me pregunto, y es un poco el tema del documental, si la industria de la moda está incorporando esto de que hay una belleza hegemónica que ves en las pasarelas, que ves en las campañas, y que no representa a la mayoría. Hay un montón de gente que no se siente representada con lo que la moda ofrece. Cuánto hay de cierto en esta movida del body positive, de que nos aceptamos como somos y cuánto hay de hipocresía. Es lindo que estemos reeducando la mirada y que ya lo lindo no sea solo lo hegemónico, o lo que ya crees que era la belleza. Sino que lo lindo es la actitud, lo lindo es mostrarte con seguridad cómo sos. Un montón de cosas están pasando y las tenemos que incorporar, a mí me interpelan y entiendo que a los demás deberían interpelarlos.
ME PONGO NERVIOSA, ADELGAZO Y LA ROPA ME QUEDA FLOJA. PARA MI NUNCA FUE UN TEMA, ES UN TEMA DE LOS DEMÁS
— En algunos momento te han preguntado por qué estabas tan flaca. Tenias que explicar que el trajín te hacía adelgazar.
— Sí, mi problema es al revés, me pongo nerviosa, adelgazo y la ropa me queda floja. Y me gustaría estar más pulposa. Es entender que es mi cuerpo, adonde tiende mi cuerpo. Pero para mí nunca fue un tema, es un tema de los demás. O sea, cuando el otro viene y me dice: qué flaquita que estás, el otro seguro tiene un problema. Lo mirás y decís: el problema lo tenés vos, no está en mí. Porque yo no estoy opinando de cómo están los demás. Es rarísimo.
— Que divertido si le dijeras: el problema lo tenés vos.
— A veces lo he dicho. Me acuerdo una vez con una señora, pobre, que después me dio mucha culpa y le pedí disculpas en el momento. Pero me salió… Me dijo qué flaquita, ¿vos estás bien? Porque también está eso de que “tenés un problema”. No, yo estoy bien. “Usted está gordita, ¿está bien?” Le dije (risas). Me arrepentí mucho porque la verdad que no es mi estilo. Pero es como un espejo el comentario del otro.
VENDEN UNA CREMA PARA ARRUGAS CON UNA MUJER DE 20 AÑOS. NO ME SIENTO REPRESENTADA
— ¿Qué aprendiste en relación a las edades?
— Así como existe la belleza hegemónica también parece que tenemos que ser jóvenes eternamente. Y que a partir de determinada edad somos invisibles. De hecho las campañas que vemos muchas veces venden una crema para arrugas con una mujer de 20 años. No está bien, no me siento representada. Ahora hay una tendencia a que mujeres grandes, actrices, sean caras de campañas, fuera del país.
— ¿Hay ropa que ya no usás más?
— A ver, dejame pensar. Por ahí veo que mi hija está usando mucho algo y digo: uy, esto ya capaz que no es para mí. Pero sigo usando minifaldas. Mientras me la banque (risas). Mirá cómo uno mismo se pone esas exigencias. ¿Qué significa que no te la bancás? Si te gusta la minifalda ponétela igual. Parece que porque sos más grande te tenés que vestir de determinada manera, usar determinados colores. No, yo voy por la libertad. Yo voy por sentirse cómodo. Lo que a cada uno le sirve. Uno tiene que entrar a un lugar y sentirse bien con lo que lleva puesto, sea un jean, un vestido o la joggineta. Pero convencida.
— La respuesta es no. No hay nada que dejaste de usar.
— Por ahí uso menos tacos, Ando más cómoda, estoy eligiendo más la comodidad. No me gusta vestirme muy apretada o tener que estar pendiente de cómo se me ve. Si se me ve, si no se me ve. Elijo sentir que lo que tengo puesto va conmigo. Hablamos antes de la primera decisión, del primer pensamiento, ¿lo sigo? ¿Me lo pongo igual, aunque tanto no me convenza? No, ya no. Si no me convence de entrada no me lo pongo porque ya sé que después voy a estar incómoda. Me gusta la ropa y me gusta jugar con la ropa. La ropa habla de nosotros, del estado de ánimo. Hay días que no tengo ganas de vestirme y me pregunto ¿qué onda que no tengo ganas de vestirme? A veces estamos sin ánimo de vernos bien, pero en mí es una alarma. O si me estoy vistiendo con colores oscuros. La ropa habla de nuestro momento. Para mí la nueva tendencia es que no te importe elegir aquello que a vos te va.
— Pasan los años, ¿cuántos años llevamos casados?
— Son 17, es un montón.
— Cuando pasan los años muchas parejas empiezan a hablar o a fantasear con tener camas separadas o cuartos separados. ¿Te llegó?
— Sí, a veces lo amenazo “mirá que te levanto la pared”. Nosotros tenemos un dormitorio muy grande, le digo: “levanto la pared y lo dividimos en dos que estamos re cómodos”. Todavía no. Está bueno el espacio. A veces podés. A veces no. Depende del tamaño de tu casa. Está bueno tener ese lugar donde compartís y ese otro lugar si querés estar solo también tenerlo. Pero por ahora no hemos tenido la necesidad, seguimos durmiendo en la misma cama. Seguimos compartiendo la tele. Nos seguimos eligiendo después de 17 años. Las relaciones van cambiando y uno va encontrando nuevas maneras de comunicarse, es lindo cómo se va transformando.
— ¿Les divierte trabajar en el mismo proyecto o estar conectados con el trabajo?
— Nosotros nos conocimos prácticamente trabajando entonces el trabajo está muy incorporado a nuestra relación. A mí me gusta saber del trabajo de él. Me gusta poder darle una opinión o acompañarlo cuando sé que necesita. Y me gusta que él me pueda dar una opinión. Tenemos una admiración mutua en ese sentido o sea que está bueno para mí que sigamos compartiendo ese espacio. Elegimos compartirlo, que no es menor. Porque muchas veces nos hemos planteado che, ¿seguimos trabajando juntos o no? Porque también los problemas llegan a casa. Pero le vamos encontrando la vuelta. Ahora estoy más estricta con algunas cosas, cuando me quiere hablar de trabajo le digo: pedime reunión (risas). Un día estaba untando la tostada y me dice: ¿estás para volver a la tele? Fue cuando vino la propuesta de Marcelo. Yo le dije: pedíme una reunión. Mirá si yo te voy a contestar eso mientras me estoy haciendo la tostada. Para separar un poco los roles.
— ¿Cómo van a hacer todas las noches ahora otra vez?
— Está súper incorporado. Pero en casa logramos cierta armonía, a la noche no se habla. Pero además, ¿qué puede ser tan importante que no pueda esperar un rato, a que se duerman los chicos o al otro día? En ese sentido aprendimos a separar. Es un aprendizaje, al principio estaba todo revuelto, todo era una gran cacerola y todo se mezclaba. Es sano buscar alternativas, decir: lo que es laburo, lo hablamos en el laburo.
A VECES VUELAN LOS PLATOS, ES INEVITABLE
— ¿Vos decís que se va a sostener esta armonía?.
— Cuando el otro no lo sostiene, se marca. Decís no, esperá, estamos cenando, ahora no. Obviamente hay cosas que te exceden, como cualquier problema que traés del trabajo. Pero nosotros estamos muy informados de lo del otro o sea que no hay una novedad a la noche, nos acompañamos mucho. Funciona, nos respetamos los roles. Una cosa es el rol de productor y otra cosa es la conductora, yo puedo dar mi opinión y en algún momento tendré la última palabra y en algunos momentos la tendrá él.
— ¿No se pelean por la última palabra?
— Bueno, sí, qué no. Por supuesto. A veces vuelan los platos (risas). Es inevitable. No, por ahora le encontramos siempre la vuelta.
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