A Ricky Sarkany lo conocí hace 33 años. Cuando llegaba a la fábrica de Nuñez, su papá Esteban me contaba el recorrido completo del zapato, cómo se hacían, quienes los hacían. Tuve la suerte de que un experto me mostrara cómo cortaban el cuero, las suelas, los tacos, cómo se cosían. Un oficio artesanal que heredaron distintas generaciones Sarkany. Cuando Ricky entró en la industria, en pocos años logró hacer crecer su marca de un modo único, inimaginable. Sus zapatos se conocen en toda la Argentina y traspasaron las fronteras. Pero el primer zapatero de la familia Sarkany fue su bisabuelo.
— Mi bisabuelo hacía zapatos en Budapest. Mi abuelo también. Mi padre también, llegó a Argentina en 1950.
Ricky vive entre mujeres. Está casado con Graciela y tiene cuatro hijas mujeres: Sofia, Josefina, Clara y Violeta. Está destinado.
— Vivo entre mujeres. La perra es hembra. La señora que trabaja en casa. En la empresa son en un 90% mujeres. Estoy totalmente rodeado. Y trabajamos para mujeres.
Sofía fue la primera de sus hijas que compartió con Ricky el diseño de los zapatos.
— Es que todos los que somos zapateros tenemos este amor por el diseño, por transformar un pedazo de cuero, una suela, un taco, en algo que para otra persona es un objeto de deseo, un objeto de culto. Yo aprendí de dos grandes maestros, uno mi padre y otro mi hija. Era muy común que el hijo siga el oficio o lo que hubiera estudiado el padre. Pero cuando yo terminaba el colegio quise ingresar directamente a trabajar en la fábrica y me dijeron que no. No solamente a mí, tampoco el hijo del armador de zapatos, el hijo del cortador de zapatos. Ese señor no quería que su hijo tuviera ese trabajo cotidiano tan esclavo de hacer todos los días lo mismo. Nos mandaron a estudiar.
— Estudiaste ciencias económicas pero volviste a los zapatos ¿Lo mismo le pasó a Sofi?
— Yo nací entre zapatos. Sofi, Josefina, Clara y Violeta también. Yo hacía zapatitos en miniatura con pedazos de cartulina cuando era chiquito. Es un amor por ese trabajo artesanal ancestral. Cuando estudié ciencias económicas el marketing me apasionó. Sofía tenía una formación de artista, estudió en el Saint Martin’s College of Art en Londres. Ella hacía lo que ella quería y la gente lo adoptaba inmediatamente. Lo que a mí me costó 20 años a ella le costó simplemente uno.
—Las mujeres no nos deshacemos de los zapatos, los guardamos, los coleccionamos.
— Te tengo que corregir, los hombres también. Muchos de los diseños que hacemos son sin género. No hay ninguna razón para que un hombre no use zapatos con taco si quiere usar zapatos con taco. Vivimos algo que nunca imaginamos que fue la pandemia, con un aceleramiento hacia lo que íbamos: el no vestirse para aparentar o disfrazarse para estar en un grupo social, sino ser lo que uno aparenta ser. Y al mismo tiempo privilegiar la comodidad. Nosotros dejamos de hacer zapatos de hombre de cuero con suela y con taco como los que usan los abogados porque lo que queremos contar es la comodidad y que uno se exprese como mejor se sienta. Nos vamos hacia diseños de zapatos sin género que en su mayoría son zapatillas.
— En tu fábrica había un sector importante dedicado a las novias. No había novia que no fuera a buscar los zapatos.
— Sí. Una vez en Nueva York encontré una casa de zapatos de novia, tenía unas botitas de novia de encaje y se me ocurrió hacerlas. En la revista Para Ti hicieron la tapa con esa botitas. Vino una madre con la hija que quería casarse con botitas. A mí me encantaba atender al público. La madre se aleja y me dice: “Sarkany, ¿puede venir un segundito? De ninguna manera autorizo que mi hija use botas en su casamiento.” Todas esas cosas ya no existen más.
— Extraño esa fábrica donde están el papá y el hijo, mostrando cómo se hace el zapato, recibiendo a las clientas. Toda una ceremonia.
— Más lo extraño yo. Es una parte importante de mi vida. Cuando venía una novia también venían dos suegras. Mi trabajo era de psicólogo porque estaban todos nerviosos. Las dos suegras no podían tener el mismo color, yo sabía que si alguien quería el mismo zapato tenía que decirle “no, éste le queda mucho mejor”, tratar de manejarlo de alguna manera. Fue una época hermosa. Hermosa por el trato cotidiano con la gente. Estaba invitado a todos los casamientos. Nunca fui a ninguno, porque si iba a uno tenía que ir a todos.
Al poco tiempo todas querían sus zapatos y Sarkany además de atender en la fábrica, abrió locales. Después abrió muchos más, decenas de locales. Hasta que llegaron las franquicias y los locales en el exterior.
— Muchas de las puertas que se abrieron no las esperábamos. Es simplemente estar en movimiento constante. Cambió radicalmente la manera de comunicar y cambió radicalmente también la manera de comprar. Más del 50% de nuestra venta es online. El producto pasó a ser el consumidor, se analiza qué es lo que quiere el consumidor. Pero fundamentalmente la fuerza de ventas pasó a la de comodidad, entonces es hasta ridículo que una persona tenga que ir hasta un determinado lugar para buscar lo que quiere y que probablemente no lo consiga.
— ¿No le importa a la gente probarse el zapato? ¿No es necesario?
— No. Nuestros nietos le van a contar a sus hijos que sus papás, o sea nosotros, cuando queríamos comprar un par de zapatos nos vestíamos, agarrábamos el auto, íbamos a un shopping, estacionábamos, caminábamos, entrábamos al local, esperábamos que hubiera talle, color y modelo del zapato que queríamos para después volver a casa. “¿Eso hacían los viejos? Dejate de joder”. Hoy gracias a la logística, gracias a la tecnología, simplemente lo eligen desde el celular y probablemente ese mismo día llegue a la casa. Hoy una persona prefiere utilizar su tiempo en otras cosas. Como el auge del home office, en la medida que uno pueda trabajar en su casa, ¿por qué va a estar pasando el tiempo en un auto, en un colectivo? Una hora para ir y volver, gastar plata y estar afuera.
— Se están perdiendo lo que hacía Esteban Sarkany, mostrarme cómo se hacía el zapato. O lo que hacías vos: probarme, aconsejarme.
— El cuento hermoso de la Cenicienta. Pero hoy estamos en una época de inteligencia artificial.
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SI MIS PADRES PASARON POR UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN, EL COMUNISMO Y EL EXILIO YO NO PUEDO HABLAR DE CRISIS
— ¿Cómo es trabajar en esta crisis?
— En mi vida no puedo mencionar la palabra crisis. Crisis es la que vivieron mis viejos. Yo me tengo que lavar la boca cinco veces antes de repetirlo. Siempre se puede estar peor. Hemos pasado corralito, patacones, Lecop, el 1 a 1, el 4 a 1. Tengo clarísimo que la forma que uno tiene es medir la rentabilidad de la empresa, pero resignar parte de ella para que la gente esté bien. Hoy estoy acá porque tengo mucha gente que está trabajando. En la pandemia la pregunta que me hacían todos era: ¿va a echar gente? Yo decía: ¿cómo se me puede ocurrir echar gente? ¿La gente que me hizo llegar a donde llegué? Primero vendo una máquina, vendo una casa, porque cuando termine esto, esa misma gente me va a volver a llevar a donde llegué. Entonces la gente tiene que estar bien. Con ese grupo de gente trabajando todos los días, sabiendo que siempre hay una oportunidad y amando lo que hacemos vamos a pasar estos momentos difíciles. Tengo que remontarme a que en mi sangre hay padres que pasaron por un campo de concentración y que luego pasaron por el comunismo de Hungría, donde la fábrica de mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre pasó a estar en manos del Estado. Luego se escaparon en un bote a remos, con mi madre embarazada de 8 meses y 60 dólares en el bolsillo, llegaron a Génova donde pidieron asilo político, y un barco a vapor los trajo a Argentina donde no conocían ni el idioma ni la cultura. Si ellos pudieron pasar el exterminio en el campo de concentración, la guerra, el comunismo, el exilio, yo no puedo hablar de crisis.
— Hablando de profundo dolor, pensaba en la muerte de tu hija Sofía.
— El dolor es inmenso. Pensamos que nosotros no lo merecemos, no entendemos por qué nos pasa y no agradecemos todo lo bueno que nos pasa. Cuando yo me casé con Graciela quisimos tener hijos y no pudimos tener hijos. Fuimos a varios médicos hasta que finalmente el último, un especialista, nos dice: “usted no va a quedar embarazada, ¿si llega a quedar embarazada me puede avisar? Para la estadística”. Y nacieron Sofía, Josefina, Clara y Violeta de forma natural.
CUANDO VEO UNA FOTO CON SOFÍA PIENSO… ERA TAN FELIZ Y NO LO SABÍA
— Pasaron un poquito más de dos años de la muerte de Sofía, pero el dolor tiene que aparecer todo el tiempo.
— Uno aprende a vivir o no le queda otra opción que vivir con el dolor. Yo te podría decir que es otra vida. Es el tiempo que sigue, porque el tiempo sigue corriendo, pero la vida no es la misma. Cuando veo una foto con Sofía de golpe pienso: era tan feliz y no lo sabía.
LE PERDÍ POR COMPLETO EL MIEDO A LA MUERTE
— Vos eras tan feliz.
— Sí. Y no lo sabía. Claro. El dolor es inmenso y es día a día. El recuerdo está presente. Lo que te puedo garantizar es que le perdí por completo el miedo a la muerte.
— ¿A la propia?
— Sí, a la propia. Entendí que estamos acá, no sabemos por qué, para qué y por cuánto tiempo, y que hay un campo espiritual que sigue latente.
— ¿Cuándo muere alguien muy querido hay una parte de uno que se tiene que despedir?
— Cuando muere alguien muy querido lo que sabemos con total seguridad es que todos los que quedamos en la tierra vamos a sufrir mucho. Pero no sabemos qué es lo que pasa con la persona que muere. Sabemos muy poco de la vida.
— Pienso en lo que uno siente físicamente cuando muere alguien que es parte de uno, como un hijo.
— Sí. Es un desgarramiento tremendo en una parte muy grande de mi corazón. Y uno puede seguir, la verdad uno debe seguir. Cuando falleció Sofía yo me quedé en el departamento un mes sin salir. Y más de una vez veía el balcón y decía: si quiero salvarme de todo mi dolor lo más sencillo es saltar. Es un salto mágico, dura siete, diez segundos, y el dolor termina.
— Nunca antes habías pensado en la muerte.
— No, le tenía miedo. Tenía miedo total. Hace 12 años me sacaron un riñón por un tumor, tenía cáncer de riñón, y tenía miedo cuando me iba a hacer los estudios, lo perdí por completo. Jamás en la vida iba a hacer eso, es un acto de cobardía absoluta saltar por un balcón. Pero es la forma más fácil de sacar este dolor que uno tiene. Jamás lo haría pero es lo que uno piensa.
— Hablaste de tu enfermedad con una sonrisa, cuando sonreís sos igual a Sofía.
— Soy igual a mi mamá. Yo pensé que era una tragedia la muerte y sigo pensando que es algo tremendo y me duele y la recuerdo a Sofía con la mayor de las alegrías, porque recuerdo cada uno de los momentos. El mundo occidental divide el tiempo en años. La vida no se mide en años.
— ¿Y eso quién te lo enseñó?
— La vida me lo enseñó. Voy a cumplir 63 años. La vida con la experiencia, con los golpes, te empieza a dar sabiduría.
— Vos sos ateo. Pero en algo estás creyendo.
— No tengo hoy ninguna duda de que sabemos muy poco de la vida. No sabemos lo que pasa antes de nacer y lo que pasa después de que dejamos el mundo terrenal. Estoy seguro de que existe algo que no conocemos que nos permite seguir conectados de alguna manera. Lo siento como propio y me han pasado infinidad de cosas.
— ¿Qué suponés que te hizo salir adelante? Salir de la intensidad del dolor, poder hablar y sacarlo afuera.
— Yo sé que si mi madre o mi padre, o Sofía estuvieran acá estarían contentos de que yo cuente con una sonrisa. El día que yo me muera quiero quiero que un amigo diga unas palabras con total alegría, que todo el mundo esté contento, porque sí estuve acá fui totalmente feliz. Esto de hacer un velorio para que la gente llore cuando una persona lo pasó maravilloso… Lo único que sabemos el día que nacemos es que un día nos vamos a morir. Para mucha gente eso es causa de angustia permanente y no le permite disfrutar. Sabemos que podemos hacer algo para tener un mundo mejor, una familia mejor, sacarle una sonrisa a alguien.
— A quien hoy no puede sonreír y no puede imaginar más que dolor por delante, ¿qué puede hacer con el dolor?
— Uno podría estar llorando todo el día. Uno podría estar sin salir. Se podría no afeitar la barba y quedarse. Podría no comer. Pero no son opciones. El tiempo sigue. Mis hijas me han dado un apoyo tremendo. Mi mujer me ha dado un apoyo tremendo. Mis amigos también. La gente con la que te encontrás en la calle. Yo lo que sí sé es que el tiempo que esté acá voy a tratar de ser lo más feliz posible, voy a sonreír, voy a recordar todos los momentos maravillosos. Sofía fue una millonaria, si medimos el tiempo en emociones, en alegrías, en haber hecho cosas.
— ¿Cómo son los encuentros con Félix, el hijo de Sofía?
— Lo agarro de la mano, me lo llevo a un costadito, me mira. Le digo: vos sabés que yo te amo. Me mira y sonríe. El corazón se me derrite. Verlo crecer. El contacto que tenemos no es un contacto cotidiano. Lo vemos no el tiempo que quisiéramos porque quisiéramos todo. Y todo sería escaso porque uno quiere siempre más.
— Querrías verlo más.
— Pero igual sería escaso. O sea, si vos decís todos los días seis horas no, es poco. Porque uno quiere agarrar y abrazar.
MIS HIJAS ME DIERON UNA LECCIÓN TREMENDA. NOS SACARON ADELANTE A MÍ Y A GRACIELA
— ¿Abrazás más ahora a tus hijas?
— Mi padre nunca me felicitó. Y yo sé que siempre estuvo orgulloso porque a un tercero se lo decía. No soy muy demostrativo. Pero mis hijas me dieron una lección tremenda, fueron las que nos sacaron adelante a Graciela y a mí después de lo que pasó. Y lo viven de otra manera. Llorando muchas veces. Recordando siempre, como recuerdo también a mis padres y recuerdo a algunos amigos. En el caso de Sofía yo siento tener una cercanía, a tenerla bien presente. Pasaron muchísimas cosas. Yo la siento cercana y está. Hay que estar atento a las señales.
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— Ricky, ¿cuándo parás vos?
— Jamás. El día que pare me habré muerto. Estar en constante movimiento y estar interrelacionado con la gente. Desde que murió Sofía el trabajo me hace pasar el tiempo y poder no sentarme a filosofar o a meditar. Y me tiene distraído por decirlo de alguna manera. Una especie de anestesia.
— Si no estuvieras trabajando te quedarías pensando?
— Es muy probable que sí. Pero el que tiene miedo y está pensando qué le va a pasar se pierde de vivir una buena parte de la vida. Las cosas que nos preocupan en su gran mayoría nunca ocurren. Y si ocurren tienen solución en su gran mayoría.
LLORO SOLO Y DELANTE DE LA GENTE, SONRÍO
— El trabajo, además de ser tu tarea, hoy es también tu terapia.
— Pero el trabajo cambió. Mi trabajo cotidiano de atender a las mujeres, probarles los zapatos, recordar qué tiene cada una, ver que esté todo bien, y estar preocupado el día de la boda de que no se rompiera a ver un zapato… Hoy es interrelacionarme con gente que maneja comunicación, diseño. Mi padre me enseñó a ver lo que todos ven y hacer lo que nadie pensó. Y a tratar de lograr que cada persona saque la genialidad que tiene adentro y la vuelque trabajando para la marca.
— ¿Te permitís entre tanta actividad y tanta marcha llorar?
— Claro que lloro, porque todos lloramos. Pero no lloro delante de la gente.
— ¿Solo?
—Lloro solo y delante de la gente, sonrío.
LLORÉ DURANTE TRES DÍAS SEGUIDOS, ENCERRADO EN UN VESTIDOR
— ¿Delante de tu familia tampoco llorás?
— No Aunque es bueno llorar. Lloré muchísimo durante tres días seguidos en un armario.
— ¿En un armario?
— En un vestidor. Me sentaba en el piso y lloraba. Josefina y Clarita, y también Violeta en su lugar, decidieron seguir adelante con el sueño de Sofía con su marca, con sus diseños, para lo cual habían trabajado tanto. Ellas podían decir: “no, hasta acá llegamos, mi sueño no es cumplir el sueño de otro”, pero se pusieron esto al hombro, trabajaron y trabajan muchísimo. Van a darle una impronta completamente renovada, y eso me tiene muy fascinado y muy ansioso, saber que vamos a ir hacia algo nuevamente desconocido. El relanzamiento de algo con una impronta distinta, manteniendo los valores. Porque Sofía había escrito los valores de la marca, en los que nos teníamos que centrar. Es algo que me tiene muy, muy motivado. Estamos esperando ese 15 de agosto para ese relanzamiento total de la marca que es parte de su vida y es parte de mi vida.
— La marca con tu nombre, Ricky Sarkany, la puso tu papá, no la pusiste vos. ¿Sofía Sarkany quién lo puso?
— Ella misma. Es una decisión brava porque los hijos siempre están sujetos a un cuestionamiento de parte de terceros, “es la hija de tal”. Y están sujetos a una comparación. Ella sabía que me ganaba fácil. Bien que lo hizo. Y lo que nos enseñó. Ella decía como artista que el compromiso con uno mismo es hacer de su vida la mejor obra de arte.
— Cuánta generosidad la de las hermanas trabajar bajo el nombre, la impronta y las decisiones de Sofía.
— Todos somos Sofía. Todos somos Sarkany. Todos somos uno solo y lo que inició lo hizo con el apoyo de todos, entonces todos tenemos que seguir adelante. Muchísimas veces mis hijas me preguntan algo, pero que yo responda no significa que me van a hacer caso. Yo me quiero ocupar también de todo, si se ocupan ellas uno podría sentirse viejo pero no, me hace sentir joven. Esto es parte de la vida.
ESTABA ORGULLOSO DE SER WORKAHOLIC. PROBABLEMENTE HAYA ESTADO EQUIVOCADO TODA MI VIDA
— Sigo usando tus zapatos pero extraño cuando tus consejos, elegir juntos. Supongo que las “viejas clientas” extrañamos esos encuentros.
— Yo también extraño. Fue una parte maravillosa de mi vida. Pero un aprendizaje constante hace que uno tenga que ubicarse en otros lugares. Más en este momento donde la gente joven privilegia otras cosas que las nuestras, que es dejar la vida en el trabajo. Dudo si yo soy el que tenía razón y no ellos que privilegian el disfrutar, vivir la vida y hacer de ella un momento de disfrutar. En mi momento yo estaba orgulloso de ser un workaholic. Y orgulloso de ser el primero en llegar y el último en irme. Me doy cuenta que probablemente haya estado equivocado toda mi vida.
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