Como ocurre una y otra vez en la Argentina, un asesinato en el conurbano bonaerense volvió a convertirse en un hecho político de gran magnitud y consecuencias inciertas. Para analizar este hecho y sus eventuales derivaciones -incluso en materia electoral- Infobae convocó al politólogo y ensayista Vicente Palermo, quien identificó algunas claves para entender un fenómeno recurrente pero que tuvo esta vez un condimento que no registra antecedentes: la agresión física de colectiveros contra el ministro Sergio Berni.
Fundador, ex presidente y actual socio del Club Político Argentino, Palermo describió un escenario preocupante, con aristas incluso inquietantes para el futuro, pero sin dramatismo ni pronósticos de tempestades inevitables: “El peligro de que se pierda el control es alto, pero no necesariamente eso va a significar un caos. No veo un peligro de caos”.
Para el intelectual, lo que hubo el lunes, después de que Pedro Daniel Barrientos fuera fusilado en el colectivo que estaba a un mes de dejar para jubilarse, fue una mezcla de impotencia del Estado, acumulación de frustraciones y promesas incumplidas, junto al hartazgo y una actitud que bordeó la provocación de Berni: “Con lo que hizo, propició ese estallido”.
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Además, el politólogo también habló sobre las cuestiones electorales. Reconoció que Cristina Kirchner puede “tener muchos votos”, pero no estaría dispuesta a presentarse por temor a una derrota inevitable. Se refirió también a Javier Milei, al que criticó con dureza por proponer la libre circulación de armas, pero le reconoció un posible rol positivo para el escenario político: con su radicalización, podría favorecer la construcción de un centro a ser ocupado por Juntos por el Cambio.
Y cargó con dureza contra Mauricio Macri, por pretender actuar como un gran elector, después de desistir de participar como candidato presidencial. Elogió su paso al costado, pero resaltó que “entró con el pie cambiado a su nueva etapa y eso no está ayudando a la coalición”.
La entrevista a Vicente Palermo
- Le pido una reflexión sobre el asesinato del colectivero de La Matanza, la agresión brutal que recibió Sergio Berni y las consecuencias políticas que tuvo ese episodio.
Quizás se pueda enmarcar todo esto en la crisis de seguridad que la sociedad argentina está percibiendo y experimentando. No estoy hablando de los datos objetivos, que ese es otro tema. Cualquier ciudadano de a pie asustado y preocupado puede decir “pero de qué me están hablando si la situación de la seguridad es terrible”. Lo entiendo, pero de eso no voy a hablar, sino de algo que se está experimentando cada vez más por los ciudadanos, que es una situación de inseguridad de la cual no se sabe cómo se va a salir, cómo se va a superar.
Tiene la delincuencia por un lado, todo el tema del narcotráfico, por otro, la crisis de organismos de seguridad. En fin, es una situación muy compleja.
En ese marco aparecen funcionarios que -sepan o no, tengan o no experiencia- son oportunistas. Berni es un oportunista a mi juicio. Con un exceso increíble de confianza en sí mismo y mientras dominaba los antecedentes de la situación, el ministro hizo lo que hizo y se produjo esa reacción brutal, que orilla a su vez con lo delictivo y que no se puede justificar de ningún modo.
No apruebo ni desapruebo esa conducta, no quiero hablar de eso ni es mi tema, pero sí creo que es una situación que se da en un marco que se percibe, en este momento, de hartazgo. Es una situación “hobbesiana”, en la cual nadie puede confiar en nadie. Si nadie confía en nadie, la actitud forzada es la agresión.
- ¿Estamos en un momento previo al contrato social?
Lo del contrato es más roussoniano que hobbesiano. El camino de Hobbes es el absolutismo, tampoco es una cuestión de juzgar las intenciones y la ética política de Hobbes, pero el camino de Hobbes no es exactamente el de Rousseau, si bien el de Rousseau tiene fuertes ambigüedades. Más allá de todo, lo que espero es que no pase a mayores la situación, que no se dé una situación de emergencia de la que surja un Leviatán, que de ninguna manera es deseable.
Reconstruir, reconstituir el contrato social -como usted comentó- es una tarea que exige mucha política. Exige recrear un mínimo de confianza y un sentido de autoridad que no sea despótica. Una autoridad no despótica es una cuestión difícil de lograr y cuanto peor están las cosas, más difícil de lograr es. Más fácil es construir una autoridad despótica, pero una autoridad no despótica es una cosa mucho más complicada, difícil y, por lo tanto, deseable.
- Lo que se vio en ese acto brutal, salvaje ¿es la manifestación o la reacción de una sociedad cansada, harta o una inoperancia del Estado ante una manifestación de gente exaltada? ¿Qué primó, un estado de ánimo o el rechazo un Estado que llega tarde y mal?
Las dos cosas. A mí me parece que hay un hartazgo, en el marco lamentablemente de una situación de desesperanza. En la Argentina domina una percepción de decadencia. No digo nada sobre si, objetivamente, la Argentina está o no en decadencia. Me refiero a esa percepción de decadencia, de que no hay futuro. Un hartazgo y ese hartazgo no necesariamente tiene estallidos colectivos.
No veo peligro de estallidos colectivos, ni veo peligro de caos. Puedo equivocarme de medio a medio, pero no veo peligro de caos. Lo que sí veo es este tipo de estallidos, estallidos que son casi individuales, donde hay una coyuntura de asimetrías. Y más cuando hay un señor como Berni que se pone en la boca del lobo y propicia ese estallido.
Sí hay mucho de vacío de autoridad, hay una situación de deriva, de estar a la deriva, y creo que se experimenta eso. Este episodio no hizo más que confirmar esta sensación, esta percepción, sea equivocada o correcta, no importa. Va un tipo a chamuyar, cuando ya había ido otras dos veces a chamuyar, y le dan una trompada, lo tiran al suelo y lo tiene que salvar una Policía que no es ni siquiera de su jurisdicción. Es un caos que llama a uno a preguntarse ¿qué está pasando acá? ¿qué tipo de orden nos está garantizando el poder público?
- En su mirada, ¿hay un orden o ya el Estado está perdiendo ese control y está perdiendo esa capacidad de poner orden, de imponer reglas?
El peligro de que se pierda el control es alto, pero no necesariamente eso va a significar un caos colectivo. Un caos, porque un caos colectivo es un pleonasmo. Por otra parte, uno no sabe qué crecimiento puede tener y a qué velocidad las manchas ya de desorden, las manchas caóticas.
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Por ejemplo está la situación del narcotráfico en Rosario, que es una ciudad donde uno puede pasarse una semana ahí y no darse cuenta, si no sabe, de que el narcotráfico ha penetrado tanto en la ciudad. Alguien puede ir y decir “llegué y pensé que los tiros iban a pasar por encima de mi cabeza y no pasó”. Eso no contradice que el narcotráfico está y que ha copado determinadas zonas y determinados campos de acción, de intercambio. Uno no sabe en qué velocidad se van a extender esas manchas o cómo se las va a poder parar. Algunos piensan que eso no se para a los tiros, que eso se tiene que parar afectando los circuitos financieros del narcotráfico.
- Ante estos episodios que vemos ¿cuánta violencia está dispuesta a tolerar la sociedad? Lo planteo desde otro ángulo, ¿estas expresiones violentas están rompiendo un límite? Incluso violencia política.
Por ahora niveles de violencia política no tenemos y no hay ninguna evidencia de que vaya a haber. Uno podría mencionar las 40 toneladas de piedras contra el Congreso, que ataquen a una persona como a la vicepresidenta, o el uso sistemático de la fuerza para impedir algunos derechos por parte de otros ciudadanos ¿eso es o no una violencia?
De acuerdo, tenemos todo eso, como un problema endémico y que está bastante extendido, especialmente en el área de la Ciudad de Buenos Aires, pero también en otras, se siente y afecta la vida cotidiana de la gente.
- ¿Esto que pasó con Berni, más otros episodios, como el intento fallido de magnicidio de Cristina Kirchner, las piedras y demás no están mostrando una tendencia de violencia pública?
Lo que están mostrando es un desborde, como una suerte de disolución de la autoridad. Pero esto ya viene de hace más de 20 años, viene del 2001. Se admite a regañadientes que el Estado tenga el monopolio de la violencia pública, el monopolio de la violencia legítima, pero con la condición de que no haga uso de ese monopolio. Eso un día lo dijo de modo brillante Tulio Halperín Donghi, a quien desde acá le hago un homenaje.
El monopolio de la violencia legítima la tiene el Estado, pero que no lo use porque si lo usa reaccionamos. Esa es una situación rarísima y se pueden encontrar muchos ejemplos. Es una situación que está muy entrañada en la sociedad argentina. A esto uno le puede buscar hasta razones históricas, que tienen que ver con la historia de los últimos 50 años, con la relación entre ciudadanía y autoridad, que quedó muy maltrecha después del Proceso, precisamente por la violencia irracional del terrorismo de Estado.
No vamos a hablar ahora de eso, supongo, porque llevaría mucho tiempo, pero más allá de la genealogía que uno puede hacer, lo cierto es que se llega a una situación y hay gente que cree que puede recuperar el monopolio de la fuerza legítima. Eso se puede recuperar con política, no sólo con fuerza. La fuerza hay que monopolizarla, legítimamente, y lograr que los ciudadanos la reconozcan y no que decidan ellos mismos usarla.
Por eso me parece una locura que un candidato a presidente diga que va a permitir la libre circulación de las armas, que cada ciudadano tenga libremente armas, porque eso ya es un paso más hacia el abismo, hacia el suicidio colectivo. En una sociedad donde el monopolio de la violencia legítima se está cayendo como arena entre los dedos, proponer eso es terrible. Y ejecutarlo sería una pesadilla.
- Comparaba lo ocurrido con Berni con el ataque a Cristina Kirchner y me interesaba poner la lente en los protagonistas de estos dos episodios de violencia. Los “copitos” y trabajadores enfurecidos por el crimen de un compañero. ¿Hay alguna conexión entre ambos hechos y protagonistas?
Diría que no, salvo los elementos de comparación más elementales que uno puede hacer. Me parece que no porque en el caso de Cristina Kirchner a mí me evoca más a “Los Endemoniados” de Dostoyevski, pero en una versión de farsa, en una versión grotesca. Un grupito que no va más allá de eso, porque eran gente que actuó en base a una ideología determinada -más allá de que la ideología sea marciana y delirante- y quiso asesinar a la figura política, en ese momento, quizás la más importante de la Argentina.
En el otro caso, primero que no se trató de matar a nadie -y no me parece bien ni lo estoy aprobando- pero no se trató de matar a nadie y el móvil fue reaccionar con furia ante una situación en la cual ellos se sintieron extremadamente perjudicados por la omisión del poder público.
El poder público omite, mira para otro lado, se borra, macanea y versea. Tenemos la oportunidad de desahogarnos y lo hacemos. Punto. Es frustración-reacción, frustración-agresión. Lo más importante en este hecho es la omisión del Estado.
Los loquitos que quisieron matar a Cristina no tenían un problema de omisión del poder público, al contrario, lo que en todo caso uno les puede sonsacar es que querían destruir al poder público.
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Los que agredieron a Berni querían vengarse o satisfacer la frustración y la bronca frente a un poder público que recurrentemente los venía omitiendo, debido a lo cual sus compañeros colectiveros murieron. Y encima era el tercero. Ese problema de omisión del poder es un reclamo que muchas veces no va a ser algo meditado. Nadie piensa en poner un equilibrio, ver cuántos son y qué hay que hacer. La gente no piensa así y no se puede esperar que lo haga. Ocurre algo así y la reacción es “esto es inadmisible”.
- ¿Puede generar un efecto imitación o puede afectar la acción política, sobre todo un año electoral?
No tengo ninguna duda de que habrá un impacto del tema de la seguridad o de la inseguridad y el tema de que los poderes públicos omiten o no omiten y qué dirigentes prometen, creíblemente, llenar ese vacío de omisión de los poderes, ese vacío de autoridad y qué dirigente no es confiable para ellos.
No tengo ninguna duda de que va a ser parte de la agenda electoral. Muchísima gente va a juzgar a cada candidato tomando en cuenta, entre otros elementos, no únicamente este elemento.
- Ahora dejeme sumarle complejidad. A Berni lo termina rescatando la Policía de un distrito que gobierna la oposición y Berni termina más peleado con su propio grupo, con el gobierno nacional.
Es sin duda parte del grotesco, es una cosa ridícula. A Berni le hubiese convenido callarse la boca decir “bueno, lo que pasó yo lo lamento, repudio a los que me agredieron, voy a seguir laburando y no me voy a hacer problema por eso”. Pero no fue así. Tampoco fue un partido de la oposición, fue la Policía, la fuerza de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires.
Berni tendría que haber pensado en matar la pelota, no pensar “esta es la mía, voy y hago un gol”. Le terminó saliendo un gol en contra. Esto surge un poco de la soberbia que hay en los políticos, que no se sabe muy bien de dónde les sale. Se sacan fotografías en las que están siempre sonriendo, con suficiencia y auto confianza que no se sabe de dónde sale. Con lo que está pasando y ellos sonriendo.
- Que también haya ocurrido en La Matanza es un dato. En la provincia de Buenos Aires y con un funcionario peronista.
Si hay algún tipo de conocimiento acerca de una trama más oscura, no lo conozco. Hasta ahora no me parece encontrar ninguna evidencia en lo que leí sobre cualquier cuestión política. No es raro que acontezca en La Matanza, porque es donde probablemente del país entero, hay más empresas de ómnibus, circulan más colectivos y más colectiveros hacen su trabajo. Y por otro lado, es la zona más sensible de todo el país. No me extraña que a Berni lo haya tentado la situación y haya pensado “esta no me la pierdo”. No hay ningún distrito electoral más importante que La Matanza.
De cara a las elecciones
- Lo aprovecho para preguntarle también de política y elecciones. ¿Cuál es la mirada que tiene sobre la grieta y cómo pudo modificarse el escenario con la aparición de Javier Milei? ¿Cambió esa dualidad kirchnerismo-antikirchnerismo?
Una cosa es si existe o no existe la grieta y en qué consiste. La otra pregunta es que, suponiendo que hay una grieta, qué pasa si emerge un tercer actor. La tercera es qué clase de tercer actor es.
A la segunda pregunta yo diría que, en términos más abstractos, es bueno que emerja un tercer actor que complejice la competencia. Una de las razones por las cuales es bueno es porque va a evitar la radicalización. El peor problema de la grieta -y es algo que hay que evitar- es la radicalización de las partes, no que haya una grieta en sí, una línea de corte entre dos, una oposición agonal entre dos, porque eso es bastante común.
Si se evita la radicalización de esa línea de oposición, uno puede quedarse tranquilo, porque es muy difícil gobernar bien con ese problema. Ahora ¿aparece un tercero y quién dice que eso no sea bueno? Con Milei -que no lo quiero ni en figurita- objetivamente se configura un triángulo político y tal vez sea una cosa positiva. Por ahora no me parece que sea tan positivo porque Milei radicaliza más, pero en una de esas, Juntos por el Cambio decide no acercarse e imitar a Milei, sino diferenciarse.
Aunque Milei en sí sea un “radicalizador”, paradójicamente puede tener un buen efecto, porque como “gran radicalizador”, podría empujar a que se desarrolle un centro, que quizás tenga que ser de Juntos por el Cambio. Si Juntos por el Cambio plantea “nosotros vamos a ir por el centro”, con una distancia crítica al kirchnerismo y de Milei, ahí no es que desaparece la grieta, pero la composición política no es una composición tan radicalizada, porque en el medio se crea un centro importante.
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- ¿Qué representa Cristina Kirchner para el sistema político y cómo juega su figura en el ordenamiento de la política?
Tengo una opinión demasiado sesgada, extremadamente crítica sobre Cristina Kirchner, pero creo que ella no está ordenando la política. Hasta ahora la está desordenando. ¿Ahora tiene capital político? Puede ser que todavía tenga un capital político importante. Presuntamente no lo quiere jugar, aunque hay un montón de gente desesperada para que lo haga, entre otras cosas porque no es lo mismo ser candidato a intendente o candidato a diputado agarrado de las faldas de una persona como Cristina Kirchner que, en principio, tiene muchos votos, que hacerlo en total desamparo.
“Soy candidato a intendente, ¿y quién es tu candidato a presidente? No me acuerdo”. A Cristina le dicen, “vos tenés que jugar”. Y ella creo que no quiere, me parece, por dos razones. La primera y principal es que me parece que tiene miedo de perder, que no sería nada extraño, porque ya perdió elecciones, pero el riesgo es volver a perder. La segunda es que se mete en un berenjenal tremendo, donde solamente si gana va a poder salir, para entrar en otro berenjenal. Habría una tercera que tiene que ver con que ella, en realidad, está desdibujando su imagen, porque ella prometió y se inventó el asunto de la proscripción, que no tiene ni pies ni cabeza.
A mí me parece que hay dos formas de contribuir por parte de ella, de aquí en adelante, en el ordenamiento de la política. Una de ellas es retirarse, como hizo Macri. No estoy comparando ni a favor ni en contra.
- Es un camino.
Complementaria a esta, contribuir en la elección de un buen candidato, cosa que para el Frente de Todos no es fácil. No sé cuál sería. Scioli tiene muy pocas intenciones de voto, pero sería el menos malo de los posibles candidatos.
- ¿Y Juntos por el Cambio?
Juntos por el Cambio tiene el gran problema de seguir siendo Juntos por el Cambio, que no es sencillo y creo que la correcta decisión de Macri de no ser candidato estuvo bien, pero lo que está empezando a hacer después de eso está mal. Entró con el pie cambiado a su nueva etapa y eso no está ayudando a la coalición.
Con lo que está haciendo (Macri) el riesgo de que la coalición se deshaga aumenta. No incluyo en esto su primera movida en estos tiempos de desistir. Perfecto, pero después que desistió, ser el “meta garante” de la coalición es una cosa muy difícil, que se puede. Pero no así como él lo está haciendo.
- ¿Qué es lo que no debería hacer?
Él está haciendo lo que no debería hacer.
- Pero qué sería eso que debe hacer
Tener una intervención tan directa. Empezó diciendo “bueno, si hay alguien que yo veo candidato, yo lo voy a decir”. Le faltó agregar “yo lo voy a decir como cualquier otro afiliado, al PRO, a la Unión Cívica Radical, cualquiera tiene derecho y yo también tengo derecho”. Perfecto, Macri.
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Pero no, él no lo va a decir así. Eso es darte a entender. “Mirá, yo quiero ser el gran elector, de un modo u otro”. No, esa no es. Y después meterse en el tema de Jorge Macri. Están orillando en algunos distritos como en Mendoza, de Mendoza hoy no tengo novedades. Pero están orillando en algunos distritos con la ruptura y eso es muy malo y ahí tiene que imperar la disciplina partidaria. Al que juega con eso, se le corta la cabeza, no puede ser que se juegue con fuego. Los distritos como Mendoza como la Capital Federal son claves y si se empieza a romper por ahí, empieza a romperse todo de abajo hacia arriba.
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