Tini de Bucourt fue una modelo muy exitosa. Fue cara de marcas internacionales y brilló en las pasarelas. Cuando se retiró, decidió dedicarse a enseñar a las nuevas modelos a ser las mejores. Con el tiempo hizo cambios drásticos en su vida. Tini eligió empezar a explorar el mundo de la espiritualidad y se radicó en la India varios años. A partir de ese momento todo cambió para siempre.
— Sí, di media vuelta.
— Lo que tenés hoy en la cabeza no es un turbante que trajiste de India. Estás atravesando un tratamiento de quimioterapia por un cáncer de ovarios.
— Totalmente. Éste es un pañuelo divino que traje de Dubái. Yo vivo con cosas en la cabeza. Tengo pelo todavía, pero es finito, horrible, pero lo vivo con naturalidad. Toda mi vida usé cosas en la cabeza, no es tan importante. Vivo con naturalidad esta enfermedad que a mucha gente le da tanto, tanto miedo. Y de esto me gustaría hablar.
— Sí claro. Atravesaste hasta ahora dos sesiones de quimioterapia.
— Dos sesiones. Voy a tener seis. Y después vendrá una operación en la que vacían toda la parte ginecológica. Bajé 11 kilos antes de que me descubrieran el cáncer, la panza se me hinchaba de líquido porque el tumor genera una hormona con la que se defiende. Y me punzaron seis veces, seis litros de líquido. No comía. No podía comer María Laura.
Extrañamente Tini cuenta absolutamente todo lo que le va pasando. Y digo extrañamente, porque en esos momentos difíciles, muchos preferimos no contar nada y concentrarnos sólo en atravesar los tratamientos lo mejor posible.
“LE DOY GRACIAS A LA ENFERMEDAD”
— Contás lo que vivís desde el día uno.
— Uno. Y te cuento por qué. No es un tema fácil, obviamente no es lo que más me divierte en la vida. ¿Pero sabés? Es una oportunidad. Voy a llorar en cualquier momento porque estoy muy sensible, estoy muy vulnerable, pero de amorosidad. Recibo tanto cariño. Y además lo vivo como la posibilidad de ser yo al 100%. Hago muchísima experiencia conmigo, tengo cero miedo. Cero. Tengo amistades maravillosas. Mi familia está al pie del cañón. Les voy a decir algo: le doy gracias a la enfermedad. Porque sin esta enfermedad yo no hubiese tenido la oportunidad de tener las charlas que tengo con mi familia. Son de una profundidad María Laura… A mí la vida me paró. Para mí era normal lo que yo hacía, pero era un ritmo… No me daba cuenta. Lo primero que me pasó fue que se me rompió el tendón de Aquiles, estuve dos meses con bota. Estoy volviendo a aprender a caminar desde hace siete días. A los cinco de que se rompió el tendón, saltó el síntoma del cáncer.
— Hiciste caminatas larguísimas durante toda tu vida y en algún momento el cuerpo dijo basta.
— Si. Y acababa de volver de Europa, caminaba doce horas por día. Sí, doce horas por día. No con el calzado apropiado.
— Este parate decís que está logrando conversaciones increíbles con tu hija, con tu hijo, con tus nietos.
— Con todos. O sea, con todos tengo un excelente vínculo, pero ahora hablamos de todo lo que no hablamos nunca. Yo les cuento mi vida, Ceci mi hija, que vive en Nueva York, vuelve ahora el sábado. Ella documenta todo mi proceso y vamos a hacer de eso quizás un libro. Estoy escribiendo un libro. Estoy pintando, pinto también mi cáncer. Todo lo transformo en creatividad. Esto de parar dos meses con la bota, con una bola de hierro en el pie, como un preso, me sirvió para mucha reflexión.
“‘HABLO DE LA MUERTE TAMBIÉN. NADIE HABLA DE LA MUERTE”
— ¿Siempre fuiste muy espiritual?
— Sí, no siempre. Pero después de India más, sí. Yo por ejemplo hablo de la muerte también, nadie habla de la muerte. A mis hijos les dije muy abiertamente. Me dicen: Tini, vas a salir. Sí, es un deseo del otro. Yo también quiero salir. Les dije chicos, hay una chance de que por ahí parta. Puede ser. No lo sabés. Ni ellos ni yo. Yo hago lo posible para cumplir con todo, pero si parto voy a partir con el alma tan clara, tan bien. Tengo todo organizado. Tengo todo listo. O sea, listo quiere decir todo lo que hay que armar, las finanzas, está todo ordenado. Yo hablo de esto. ¿Sabés qué me duele a mí del cáncer? Hay gente a la que le da vergüenza decir que tiene cáncer. Hay otras personas que por cuestiones religiosas extremas lo viven como un castigo de Dios, porque hicieron algo mal. Hay que sacarle al cáncer esa connotación de cosa terrible. Sí, no es cómodo, pero también es tu oportunidad.
— El cáncer es terrible.
— Pero no podés salir.
— Hay que decidir de cómo tomárselo. Pero es durísimo.
— Por supuesto que es durísimo. Pero yo tomé la decisión de estar muy positiva. Cuando me la pasan, yo hablo con la quimioterapia. Digo: quimio, acá estamos, acá estoy de vuelta, vamos a trabajar juntas. Yo te voy a ayudar. Vamos a limpiar todo.
— Es muy lindo el ejemplo de tu entrega a la medicación. Hay gente que se resiste, que no se hace los tratamientos y trata de buscar cosas alternativas.
— No. Yo me hago el tratamiento. Hay que hacerlo. Hay que hacerlo y lo hago. Pero estoy muy serena. Estoy terriblemente serena, no puedo creerlo.
— ¿Qué es lo que viene por delante?
— En total tengo seis quimios. En principio. Después de la tercera, que va a ser el 31 de este mes, me hacen una tomografía con contraste para ver cuánto se redujo el tumor. En ese momento el cirujano tomará la decisión: si me opera o si hacemos más quimios y operamos. Después por ahí dos quimios más. Vos sabés de eso ¿no?
— A veces hay que seguir un poco más. Estos años fuiste explorando herramientas que te están ayudando?
— Mil. Hago yoga con la parte del cuerpo que puedo. Respiro muchísimo. Tengo mucho pranayama. Medito. Pero no exageradamente. Leo mucho. Leo cosas interesantes. Tengo tantas amigas-amigas. Vienen de a una porque no estoy mucho para lo social, para grupos. Tengo conversaciones alucinantes, me enriquece un montón.
— Desde antes de enfermarte, vos militás la vejez. A los viejos se los ningunea, se les dice ‘abuelos’, ‘adultos mayores’. ¿En qué momento decidiste hablar de vejez?
— Toda mi vida dije: quiero ser yo y amo los años. Amo la arruga. Ustedes dirán que estoy loca. Este cuerpito va cambiando, se va arrugando. El cáncer te trae una cosa que es bastante compleja que es como encarar el deterioro del cuerpo. No es un temita agradable.
— ¿A qué te referís de todo lo que trae el cáncer?
— Bajás de peso, perdés la masa muscular …
“HAGO LO QUE SE ME CANTAN LAS GANAS. PIENSEN DE MĪ LO QUE QUIERAN, NO ME IMPORTA”
— El paso de los años hace que el cuerpo cambie. Sufrimos porque cambia el cuerpo. Uno pierde cosas que no quiere perder.
— Pero ganás para mí, cuando vivís bien ganás en sabiduría. Cuando cumplí 70 fue un cambio muy grande en el buen sentido porque dije: ahora miles de cosas que me importaban ya no me importan.
— ¿Cómo qué?
— Yo a esta altura hago lo que se me cantan las ganas. Piensen de mí lo que quieran, digan lo que quieran. Literalmente no me importa.
“¿NO PUEDO SER UNA MUJER ARRUGADA ESPECTACULAR?”
— Por tu ocupación, tu ojo fue muy estético.
— Yo soy muy estética. Y lo seguiré siendo. Pero qué quiere decir estético. ¿Yo no puedo ser una mujer arrugada, estética, espectacular?
— Sí, claro.
— ¿Y entonces de quién depende? De mí. Pero a mí no me inyectes cosas. Ojo, yo me operé las lolas. Este cuerpito es mi auto ¿no? Es mi vehículo. Yo siempre digo que tengo el auto en taller intensivo, pero el alma está en otro lado y mi alma está alegre. Es rarísimo.
“NO LO VIVO COMO UNA TRAGEDIA, LO VIVO COMO UNA OPORTUNIDAD”
— ¿Cuál es el remedio?
— El remedio es vivirlo, yo no lo vivo como tragedia, lo vivo como oportunidad María Laura. Hoy me contaron sobre una amiga que está padeciendo algo parecido, que tiene una angustia y un miedo, que llora, que le agarra rabia. Ahí no funciona mucho ¿no?
— Hay una historia con tus lolas. ¿Te sacaste las lolas?
— Sí claro. Un día digo: me voy a sacar las lolas. Que estaban encapsuladas, horribles, duras, imaginate.
— ¿Cuándo fue que lo sentiste?
— Fue de golpe. A mí me aparecen las cosas y yo hago caso. Dije: no puedo estar más con esta cosa asquerosa. Sí, porque eran asquerosas.
— Pero antes te gustaban.
— Las tenía desde hace años encapsuladas. Decía, ¿qué hago con esto? Hasta que un día dije out, basta. Fui al cirujano y le dije: sacámelas. Me las sacó. Después dije: me voy a dejar las canas. Y me dejé todas. Me encantan las canas. Mi mamá siempre decía que las mujeres grandes cuando tienen canas son más nobles. Yo me siento bárbara.
“ME SIENTO MÁS YO. ME SAQUE LOS DISFRACES”
— Viviste muchos años con las siliconas. ¿Sacarlas fue un alivio?
— Yo nunca tuve lolas, fui muy chatita. Hoy tengo el peso de cuando era modelo, que es poco. Yo abrazaba a alguien, te abrazaba a vos y dos piedras te saludaban.
— ¿Te las habías puesto por la moda?
— Obvio. En mi época me las puse para ser más sexy. Hoy hay tantas cosas que miro y que observo y digo: ¿para qué? Para qué. Me achiqué muchísimo. Vendí, compré otras cosas. Para tener lo que realmente necesito y uso. Y me da una liviandad… Estoy feliz. Mi alma me va dictando cosas y yo hago caso.
— ¿Te vas sintiendo cada vez mejor?
— Totalmente. Me siento más yo María Laura, me saqué los disfraces.
— ¿Por qué estabas tan disfrazada siguiendo con tu metáfora?
— Creo que la mayoría estamos muy disfrazados. No soy yo nomás. Las mujeres tenemos un tema que estudié y trabajé mucho en mis talleres, que es esta necesidad de complacer. Si bien yo cambié mucho después de India y ya no me importaba nada complacer, vamos a ser sinceras, había una partecita… de quedar bien, de complacer. Siempre mi sueño fue ser yo al 100% y creo que con esto lo estoy logrando.
“ESTA MAMÁ NO ERA UNA MAMÁ FÁCIL. NO ESTABA PRESENTE COMO ME HUBIESE GUSTADO”
— ¿Están aprendiendo de vos tu hija, tus nietas? Pensando en las mujeres de la familia.
— Todos. Sí. Perdón si lloro, pero estoy con la vulnerabilidad… Es algo importante que las mujeres aprendamos a estar vulnerables. Yo era Wonder Woman María Laura. ¿Qué llorar? ¿Vulnerabilidad? ¿Estás loca? Yo podía todo. Todo. De golpe mi hijo varón, Juan me ve llorar, pero no por tristeza, por vulnerabilidad.
— ¿Se asusta?
— Se asusta. Siempre en los talleres digo que todos nacemos con nuestro verdadero amor. El gran trabajo de nuestra vida es conectar ese amor y no buscarlo afuera. Y Ceci, mi hija, conectó con su amor. Lo que esa chica hizo es de un amor, de un dar, de un servir, de una entrega, hasta 24x7.
— ¿Con vos?
— Todo el tiempo. Nunca hay un momento en que me diga: ma, estoy cansada. Y está feliz. Hablamos de cosas increíbles. Está muy contenta. Estoy muy contenta. Ahora tiene a su mamá al 100%.
— ¿Por qué está contenta ahora con esta mamá?
— Porque esta mamá no era una mamá fácil.
— ¿Cómo eras?
— Una mamá a la que todo el mundo mira. Yo fui mamá cuando era adolescente, a los 18 años María Laura, no entendía nada. A esta mamá también le gusta que la miren, yo soy muy sincera, te cuento todo. Yo no estaba presente como me hubiese gustado estar. Estaba, pero no como me hubiese gustado. Los chicos también han sufrido eso. Hablamos de todo eso. Es una sanación familiar. Esto es una constelación familiar si lo querés poner sistémico. Por eso le agradezco a la enfermedad. Te juro que le agradezco a la enfermedad. Me mirás con cara rara.
— No. Te estoy escuchando. No es usual.
— No. Lo sé. Lo sé.
— Te conocí en pareja. Ahora estás feliz y sola.
— Sí, es un tema también. Yo cerré la puerta al amor. Tengo que confesarlo. Porque después de mi marido, que era el embajador en India y que está presente, yo cerré la puerta.
— ¿Por qué?
— Porque no quiero sufrir más. No quiero que de vuelta no funcione. ¿Sabés qué? Me di cuenta que el tema pendiente que tengo es arreglar dentro mío esta relación con el amor con una pareja.
“LITERALMENTE SIENTO QUE SE ESTÁ MURIENDO UNA PARTE MÍA PARA RENACER OTRA TINI”
— ¿Se está armando una nueva persona?
— Sí. Hay un libro muy lindo, que recomiendo, de Anita Moorjani. Se llama Morir para ser yo. Literalmente siento que se está muriendo una parte mía para renacer otra Tini.
— Qué es lo que se está muriendo, ¿lo podés identificar?
— El disfraz. Limpié muchísimo los vínculos. Conozco mucha gente, mucha.
— ¿Cómo se limpian los vínculos?
— Nosotros tenemos una escalera de crecimiento, escalones. Hay personas que cuando hacen un trabajo personal van subiendo los escalones. Pero hay quienes con todo derecho y respeto, no hacen un trabajo personal. Hay personas que tienen 80 y pico y siguen enojados con la mamá, por ejemplo. Te das cuenta en general en la segunda mitad de la vida, después de los 50 es la gran crisis. Ahí empieza un gran cambio. Estás en un escalón y te das cuenta que estás con gente que está en otro, que ya no tenés de qué hablar. A mí criticar me da una fiaca...
— ¿En esos casos dejás de tener contacto?
— Dejo, sí, pero no mal, amorosamente, con todo respeto.
— ¿Podés hacer planes ahora?
— Sí. Estoy escribiendo, estoy pintando. Pinto más ahora. Y la estoy disfrutando. Estoy mucho en el día a día y en qué me pasa. Veo a mis amigas, no sabés lo que son, vienen, van, me traen. Y me agradecen mucho poder acompañarme, dicen que para ellas es un lujo. Hay algo que les deseo a todas las mamás y sus hijos y a los papás, que arreglen lo que no funciona. Es difícil encontrar el momento en que la hija esté en modo escucha o la mamá esté en modo escucha y que se dé ese ambiente donde de verdad podés. Con Ceci y con Juan tenemos un pacto, decir todo con la más absoluta amorosidad y absolutamente sincero.
— Por ahí pasa la cuestión central para vos, porque cada vez que nombrás a tus hijos se te llenan los ojos de lágrimas.
— Sí, estoy re llorona. Mirá que la relación es buena, no era mala, pero había cosas. Siempre madres, padres e hijos tenemos cosas para ajustar.
— La gente no suele vivir el cáncer como vos lo vivís.
— No, claramente no.
“EL CÁNCER ME PONE EN UN LUGAR DE REFLEXIÓN MUY PROFUNDA QUE ANTES NO TENÍA”
— En cualquier caso, lo más importante es hacer los tratamientos.
— Sí. Hacerlos los tratamientos. Primero hacer los estudios regulares. Yo era una salvaje, pero nunca tuve un tema de salud, nunca en mi vida. Y de golpe tac. Háganselos. Cuiden la salud. Me doy cuenta ahora, no tenés salud y no podés nada. Y con esa nada tenés dos opciones, angustiarte, tener miedo, entrar en pánico, o decir: qué hago con esto. Qué me está mandando el universo con esto. Para qué. Yo sé clarísimo para qué me lo mandó, lo tengo claro como el agua, es para ordenar todo. Yo ordeno todos los días. Lo vivo así. Para mí es un regalo. Y vos dirás que estoy loca, pero…
— No, sos una afortunada.
— Raro que alguien diga que tiene cáncer y le da gracias a la enfermedad. Lo agradezco porque me pone en un lugar de reflexión muy profunda que yo no tenía.
— Hay a tu alrededor mucha gente, mucho sostén. Mucha sonrisa. Mucho acompañamiento.
— Mucho. Un amor… En las redes escribo mucho texto, nunca nombro que tengo cáncer. “Estoy transitando una tormenta increíble”. “Estoy surfeando las olas”. “Tengo el auto en el taller”. Es raro vivirlo así supongo, pero lo vivo así.
— Bienvenida entonces a atravesar el tratamiento con esta alegría.
— Ya te contaré. Te mantendré al tanto. Después de cada quimio te voy a poner: María Laura todo bien. La verdad es que no las pasé mal. Esta última quimio no sentí ni un efecto.
— Hay una clave, te estás entregando a sanarte.
— No me resisto. Hablo con la quimio. Le digo: vení tumor, vamos a trabajarte. Va a volver el pelo. Va a volver todo así que no se preocupen.
— Vuelve todo: el pelo, las pestañas.
— Todo. Van a volver los kilos que me faltan. Va a volver todo María Laura. Yo era muy ansiosa, y ahora estoy transitando la paciencia. La ciencia de la paz. Tengo paz. Es un placer.
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